Estoy presa por querer ser buena hija

(Publicado el 11.04.07)
Estoy presa por querer ser
Una buena Hija


Por Lic. Víctor M. Barranco C.

Apenas traspone los 30 años. En su última celebración natal no hubo tortas, ni pasapalos, ni fiesta..mucho menos invitados. Si acaso el recuerdo de alguna visita que, en medio del miedo, acudió a darle su palabra de buena nueva. En su vida, aún a su corta edad, ya no hay cortinas que descorrer, ni luces que admirar. Solo ese festival de sombras, esa orgía de silencios, ese bailotear de fantasmas que, de mano del pánico, le acompaña cada noche. En su memoria hay un cementerio de cenizas desde donde se gritan y escenifican epitafios de angustia, y ese señalamiento de idiota que, en medio de su propio llanto…le señala cada noche inmisericordemente. Pensó que una traición pequeña, corta, casi imperceptible a la honestidad..la haría rica. Y en contraprestación a esa actitud ilegal tan insignificante en el tiempo y en la actitud de su actuar ilícito – en su parecer de
entonces- , se volvería rica y le daría a su madre un poco más de vida y por ello la oportunidad de seguirla acompañando por más tiempo. El dinero ofrecido por sus servicios, le permitiría cubrir los gastos en dólares de una metástasis en órganos vitales de la autora de sus días –cerebro y pulmón- que, de no tratarse, comenzaría –más pronto que tarde- a colocarla en el umbral de la muerte. Por eso cuando se ve allí, donde ve pasar sus horas, sus días, sus meses, sus años presa por “mula”…mula por el transporte de estupefacientes propuesto y aceptado… y mula por no haber dimensionado el riesgo que corría, se consuela pensando que la salud de su viejita, bien valía el riesgo. Que el tratar de ver de nuevo sonreír a su madre, bien vale este pasar los días allí, tras los barrotes de un infierno que, lejos de corregir a quienes delinquen, los educa en la delincuencia..los perfecciona, los estimula a seguirlo haciendo. Solo se pregunta a veces ¿qué hacer cuando un ser querido está en peligro de muerte, el dinero puede salvarlo, y hay un solo camino de conseguirlo??? ¿quién no correría el mismo camino que ella de requerirlo??? Sin embargo como respuesta aprendió, de la manera más dura posible, el mentís a aquella frase manoseada de El Príncipe que se usa siempre inadecuadamente…para ella ahora –definitivamente- el fin, no justifica los medios.

- Dime, ¿cómo te llamas?
- “Dígame María, Licenciado. Ese no es mi nombre, pero lo he adoptado para que –algún día- cuando salga de aquí..poder dejarlo con todas las cosas que debo dejar en este lugar. Esta que usted ve aquí es María. No soy yo. Es ese remedo de lo que fui. Esa encarnación de todos los males y todas la vergüenzas. Es esa persona que entendió que arrepentirse no es suficiente para ser perdonada”.

- ¿Por qué estas aquí?
- “Si le digo que por amor me creería???..Si le digo que estoy aquí por buena hija, estaría de acuerdo conmigo??..si le digo que estoy aquí, por tratar de hacer el bien, me daría la razón???. Estoy aquí por todo eso junto. Porque las cosas no son siempre como uno las mira, ni desde el punto de vista que uno las mira. Mi madre necesitaba un tratamiento carísimo en Estado Unidos para un cáncer metastático que tenía, y alguien me ofreció una forma dizque segura de conseguir el dinero para tratarla, porque mi familia carece de bienes materiales suficientes para hacerlo. Eran apenas unas horas. Un viaje a Panamá, a llevar una maleta…y al dejarla recibiría mi dinero en dólares. Así, supuestamente, de fácil. Me dicen que quienes estimulan el tráfico de estupefacientes, usan a mulas como yo…y créame, mula en los dos sentidos de la palabra para distraer la atención de cargamentos mayores. Dicen que ellos mismos dan el pitazo de lo que uno carga en la maleta, y mientras las autoridades se distraen con lo poquito que uno lleva, ellos están pasando cargamentos inmensos por otro lado. Apenas llegué al aeropuerto llegó un guardia, me pidió la maleta, y como si supiera todo…destapó el doble fondo y sacó aquel encargo funesto que yo llevaba en el mismo”.

- ¿Te detuvieron?
- “Allí mismo. Se armó un revuelo enorme cuando lo hicieron. La gente me miraba con una mezcla de curiosidad, sorpresa, desprecio y bochorno. Muchos decían..es que no parece. Y ciertamente, no parecía. Mi aspecto no es de una malandra, ni de una narcotraficante. Mi aspecto, como lo ve, es de una mujer normal”.

- ¿Dónde te llevaron?
- “Primero a una especie de retén en el aeropuerto donde más de un guardia trató de sobrepasarse conmigo. Y un sargento, a quien decían simplemente Revilla, me propuso irme al baño con él…y si lo hacía, él me arreglaba todo ese “malentendido” . Era quitarme ese problemón de encima con solo ser complaciente con su persona. Me rebelé, lo confronte…y bueno, ni quiero contarle, hasta una cachetada me dio el muy muérgano. Multiplicaron la cantidad de droga que cargaba, y de allí en adelante todo fue oscuridad hasta el día de hoy. No sé que fue peor para mí, llevar la droga..o negarme a los requerimientos amorosos del sargento”.

- ¿No contrataste un abogado?
- “Sí, varios…uno peor que el otro. Me sacaron la poquita plata que tenía y no me ayudaron. Me engañaron. Hasta que un día me conseguí con un defensor público, una doctorcita que me quería ayudar, pero tenía tantos casos que casi no podía; y nada pasó más allá de las buenas intenciones. No tuve más ayuda. Mi familia no me habló más, ellos argumentaron que los rayé…y sin plata, sin familia, sin dolientes, me condenaron a estar quince años acá, de los cuales llevo ya dos. En ese momento me abandoné a lo que Dios quisiera, El no te da nunca más carga que la que puedas llevar. Aquí, grupos de religiosos y voluntarios de vez en cuando hablan conmigo, y si bien a veces me fastidian, son muchas las oportunidades que me aferro a su compañía ...independientemente de lo que me dicen de su religión”.

- ¿Cómo ha sido tu vida de presidiaria?
- “Preso es pupú de perro, dicen en este centro…y ello es absolutamente cierto. Aquí he aprendido el lado tortuoso de la vida. La aberración como escuela. El valor moral como enemigo. La honestidad como estorbo para sobrevivir. La mentira moviendo todos los hilos de la sobrevivencia. El sexo, como desahogo pernicioso y desviado del ocio, más que como elemento del placer o del amor. Las noches como un festival de alarmas y precauciones. El comercio como elemento cotidiano de la vida. El lesbianismo como conducta aprendida de conveniencia, protección y convivencia. Aquí he asistido a la muerte de mi orgullo, del sentimiento de autoestima. Del respeto personal”.

- ¿Cómo sigue tu mamá?
- “Mamá murió, Licenciado. El no poder realizarle las quimioterapias y las operaciones que requería, sumado al dolor que le causé –sin querer- al verme presa por narcotráfico…acabaron con su vida. Mis hermanos le dijeron que yo había inventado que era por ella que me había metido a mula, que eso era falso..que yo era una loca que había acabado con la familla. Sin embargo, madre al fin, ella no les creyó. Y un par de semanas antes de morir vino, como pudo, y me visitó. Lloró conmigo. Me dijo que los viejos no valen la pena tanto sacrificio de los hijos. Que había pagado un precio muy alto por su salud, para nada. Que ella estaba segura que yo había dado lo único que tenía, mi libertad, por su salud y que ella eso lo valoraba más que nada. Que no tenía nada que perdonarme. Que en corto tiempo desde el cielo me iba ayudar, porque desde acá no podía. Que iba a interceder ante Dios por mí…. Nos abrazamos, lloramos juntas, .. nos dimos todo el calor del mundo… piel con piel, tristeza con tristeza, dolor con dolor. Cuánto hubiera querido que el cáncer se contagiara para haberme contagiado en ese abrazo, y haberme ido con ella. Ese abrazo, Licenciado, aquellas lágrimas, ese amor…bien valen este encierro que estoy viviendo. Fíjese que cada vez que me siento mal, que lloro, pienso en ese abrazo y , aunque usted no me lo crea, vuelvo a ser feliz..”

- ¿Arrepentida?
- “Si y no. Si por lo que me ha tocado vivir…y no, porque si bien no valió la pena, si bien no logré lo propuesto..al menos hice el intento”.

- ¿Has pensado en los muchos años que te faltan?
- “No. Aquí uno aprende a vivir el día a día. El mañana, no existe sino cuando llega. Cada día es una vida. Cada noche es una eternidad. A veces no sabemos ni el día, ni la fecha que amanece. Acá lo que más valoramos, es un poco de sol. Una ida al patio. Un baño decente. Una comida regular. Alguien que nos oiga. Que nos hablen y nos miren a los ojos y tenga un ratico para nosotros. Que nos dejen ver televisión. Que podamos dormir sin miedo. Que alguien nos espere del otro lado de la cerca con una sonrisa…Pero eso acá, es pedir mucho…aunque en fin, ya veremos, porque acá no se puede, ni debe, planificarse nada; ya que aquí como decía el tipo de la novela..como vaya viniendo, es que vamos viendo”.

Termina la visita y debo irme. Me da la mano, y con ella todo el respeto que aún conserva por los demás. No es una delincuente en el sentido estricto de la palabra. Es una mujer que en medio de su desesperación, siguió el camino más fácil. La engañaron. Lamentablemente nuestras cárceles no son el sitio para recomponerse. Para enmendarse. Hay demasiado odio realengo entre sus paredes, como para pretender allí desarrollar una convivencia medianamente decente. Son dos castigos los que impone nuestra sociedad a quien condena..uno, la pérdida de la libertad. Y el otro, la pérdida de derechos elementales del ser humano.
Pero nadie se acerca a este dolor. Por ello quizás ese desfilar macabro de muertos que cada día vemos en los centros penitenciarios. Por ello, la guadaña, como diosa a quien el ocio tras las rejas, rinde la mejor de las pleitesías.
Ella, quien quiso llamarse María, como me dijo al comienzo de mi entrevista, piensa que está allí, solo porque quería ser una buena hija….. ¿tendrá razón?


En un asilo no hay felicidad

(Publicado el 04.04.07)

En un Asilo no hay felicidad
Solo resignación


Por: Lic. Víctor M. Barranco C.

A su edad, uno piensa que lo conoce todo. Que el paso por la vida, en el atardecer de la misma, es capaz de encender girasoles, abrigar afectos, disfrutar veranos, sobreponer inviernos….solo con la condición lógica de ser testigo de sus propias huellas.
A su edad, uno siente que él es capaz de enseñar, de recoger el amor sembrado, de saborear el fruto del esfuerzo…de hacer de su otoño, espacio permanente para robarle al tiempo y a su soledad, de vez en cuando una primavera. De no temer el atardecer, porque hay unos hijos, una esposa y unos nietos encendiendo faroles para iluminar el final del camino. pero para su propia sorpresa, nadie abría ventanas. Nadie sembraba azucenas. Nadie espantaba las sombras. Solo una angustia en el pecho, y esa certeza que fue confirmando de a pedazos que él, para su familia, solo estorba.
Por ello hoy reniega de la experiencia, ésa que todos quieren alcanzar y a él, hoy no le sirve para nada. El mundo en que le toca desarrollarla, ponerla en práctica, es totalmente distinto al que él tomó como escenario de sus guerras personales. Lo que aprendió, hoy no le sirve ni a sus hijos, ni a sus nietos. La moral aprendida, la rectitud defendida, el comportamiento asumido, los valores profesados…hoy tienen otra expresión, más liberal, más complaciente, más tolerante. Absolutamente diferente a todo lo que él le pensaba enseñar a sus descendientes.
Hoy es la incontinencia, la dificultad de locomoción, los dolores, la soledad, el desafecto y una permanente necesidad de ayuda para la realización de cosas más o menos importantes...la que le ocupa y le quita tiempo, y espacio a él y a otros. A quienes a pesar de ser los hijos o nietos y ocupar en el pasado sus cariños y esfuerzos..hoy día, se quejan, cada vez que tienen que sacrificarse por el viejo; a quien quieren..siempre y cuando no eche demasiadas vainas. A quien atienden, solo cuando esa atención no interfiera con sus propios compromisos. A quien se quedó en tercer o cuarto lugar en sus afectos. A quien no se le soporta ni su pérdida de memoria, ni su rutina de cuentos, ni sus preguntas inocentes y repetitivas. A quien no se comprende, aún cuando se sabe de sus limitaciones…a él, quien en el otoño de su vida, en vez de vivir de mimos y tolerancias, de comprensiones y complacencias...está obligado a vivir en medio de desaires, reprimendas, desprecios y desconocimientos…y en un asilo de ancianos.


- ¿Qué significa la vejez?
“Ay Licenciado..a veces solo el estorbo. Aquí donde usted me ve, en este asilo de ancianos, devorándome el día para aturdirme con el sueño en la noche, tengo esposa, hijos y nietos. Además con recursos económicos de sobra. Pero ya estorbo. Soy como esas cosas que solo son útiles en la medida en que puedan aportar algo. Cuando ya no lo pueden hacer, pagan para que otros nos den por dinero, lo que ellos deberían darnos por amor. Le dejan a otro lo que son sus propias obligaciones. Y no le hablo de las materiales, le hablo de esas que corresponden a la sangre..le hablo de las obligaciones de amor”.

- ¿Resentido?
“Triste, más bien triste. A esta edad, yo me imaginaba jugando con mis nietos. Atendido, en la medida de lo posible por los hijos. Envejeciendo dignamente, con un poquito de su tiempo, con algo de su amor...pero, aquí me ve. Solo, con esta gente que me atiende a regañadientes, viviendo las horas más largas de mi vida...y a veces, en silencio, convocando la muerte. Esperando no molestar más. Salir de esta especie de reclusión forzada donde nos sentimos culpables de ser viejos. Reos de nuestra edad. Condenados por nuestras limitaciones…Por no poder atendernos por nuestra propia mano. Por no poder brincar y andar libremente. Sentenciados a este festival de soledades porque nuestros hijos no entienden hoy que, en algún momento, van a pasar por lo mismo…y por eso nos hacen sentir con sus acciones que somos una carga indeseada para ellos”.

- ¿Piensa usted que los hijos se crían para que lo atiendan a uno, cuando uno esté viejo? ¿es éso una especie de contraprestación?
“No. No espero tanto. Ni siquiera trasnocho por trasnocho. Ni pena por pena. Ni angustia por angustia. Ni desvelo por desvelo. Ni cariño por cariño. Mucho menos, la tristeza de ellos por la felicidad nuestra.
Uno solo aspira, el beso espontáneo. La visita, cada vez que hay ganas, y no cuando lo fija la norma de este establecimiento. Alguna palabra. Alguna solidaridad, más allá del pago de la mensualidad de este asilo que, para añadidura, sale de los negocios que les legué, y en los que hoy no participo para nada. Ni siquiera para ser parte de la buena vida que ellos hoy tienen”.

- ¿Le tiene miedo a la muerte?
“Qué va. A veces, incluso la ansío. Se a pido a mi Dios en mis noches de larga conversa con él. Creo que al final de este camino largo, con ratos felices y otros no tantos..ya no me queda nada que vivir. Y de verdad, que no me quisiera detener tanto tiempo en esta etapa donde, quienes me cuidan o están pendientes de mí, no son nada mío. Lo hacen por dinero, o solo porque están tan abandonados como yo. Tan solos como yo. Tan mueble viejo como yo. Tan cachivache como yo. En un asilo, no hay felicidad. Solo resignación. Solo sonrisas formales. Ningún padre o madre puede ser feliz, cuando sus hijos le han condenado a esta especie de prisión benigna, de encierro más o menos privilegiado. De soledad compartida. De sentencia inexplicable. De castigo injustificado”.

- ¿Y la esposa?
“Ella, madre al fin, siempre se inclinó por sus hijos. Y me hizo firmar la cesión de mis negocios a ellos. Ella sugirió me internaran en este asilo. Ella, los quiso para su solo gusto y conveniencia. Después de 48 años de matrimonio, descubrió que el mejor sitio para mi era éste, y el mejor para ella era mi casa...donde vive rodeada de afectos, comodidades, privacidad, y no sé si el amor de sus hijos.
Ella viene de vez en cuando, y frente a las pocas ropas que yo tengo, frente al poco espacio de que dispongo...hace gala de lo que tiene. Me regaña, y me recuerda en cada visita, el por qué debo continuar aquí. Acusándome de ser responsable de mi propia desdicha…todo un poema, Licenciado”.

- ¿Se equivocó como padre?
“Creo que sí. A los hijos no solamente hay que darles todo lo que piden. Hay que enseñarles algo de disciplina. Algo de sensibilidad. Que entiendan que el mundo va más allá de sus propios logros. Un hombre que no pueda hacer feliz a su padre, mal puede ser un hombre bueno.
Si, creo que me equivoqué, dándoles todo, y no dejando un espacio para mi.Los padres debemos dar el mejor espacio para los hijos, pero debiéramos dejar uno para nosotros, aunque sea muy pequeño. El del propio desarrollo. El espacio del movimiento particular. Ese que podamos manejar hasta el último momento, cuando con el sol a la espalda, la sombra nos indique que la tierra está próxima a llamarnos”.

- ¿Se equivocó como esposo?
“De bola a bola. Viví para ella, la malcrié, le di todos los gustos. La hice egoísta. Le perdoné muchas cosas, incluso con los muchachos…y hoy estoy pagando, con intereses de prestamista, esa equivocación. No es verdad que amar es solo complacer, es también exigir, disciplinar, decir alguna vez que no; pero eso lo aprendí aquí, cuando en medio de mi cuarto repaso mi vida y reviso en que materia aprobé, y en cuáles salí reprobado. Ella es mi certificado de error. Es tan triste, que ni siquiera lástima me tiene”.

- ¿No es este espacio, un muy pequeño espacio, pero solo suyo?
“No amigo. Este es el patio de atrás de un espacio de nadie. En todo caso, de un espacio ajeno. Yo cambio este cuarto, por cualquier sofá, en casa de alguien que yo pueda sentir que me quiera. Por cualquier colchoneta quita y pon, en mi propia casa, o en la casa de algunos de mis hijos.
Usted no se ha dado cuenta, que son los que más tienen los que se deshacen más rápido de sus padres. Los más pobres, llegan con ellos hasta el final, y si es de compartir el único pan que tienen, lo hacen.
Viejo que se equivoca, solo tiene la muerte como consuelo.
Padre que no siembra, o siembra en terreno indebido, solo tiene a los demás como compañía.
Viejo que se enferma, solo tiene el asilo como refugio.
Hijo travieso es una gracia...viejo alegre, está loco.
Hijo que se ensucia, es obligación de papá el asearlo...Viejo que se ensucia, da náuseas, y es un cochino asqueroso.
Hijo que pregunta, es porque es despierto y quiere saber..viejo que pregunta es porque es necio y carcamal.
Hijo que habla es porque es inteligente y sociable..viejo que habla es porque es necio y está chocho.
Usted está joven, y no sabe lo mal que uno se siente cuando una de estas personas que a uno lo atienden, le violentan la privacidad, y le permean diariamente el pudor. Le desnuden, le vulneren su intimidad su cuerpo; y además lo regañen por lo que no es culpa suya..el dominio de esfínteres. Pero nadie sabe cómo llueve, sino quien recibe la lluvia.
Aquí, hay que renunciar hasta a la vergüenza, para poder convivir…o sobrevivir, que es más triste”.

Le tomo la mano, y siento a través de ella, toda la tristeza del mundo. En su mirar, solo las imágenes de lo que algún día fue una vida. En sus arrugas, las marcas del otoño que se anidan. En cada hueso, la marca de la ingratitud, y esa pregunta que todos alguna vez nos hemos hecho...¿tienen alguna obligación los hijos con los padres, o slo los padres con los hijos??...¿¿El papel de padre se debe limitar a, después de los sacrificios por la crianza, defenderse como pueda?? ¿..Así como hay una legislación que protege a los hijos, habrá alguna para los padres de hijos mal agradecidos???...El afecto es una especie de callejón a dos vías, que a veces se confunde con la suficiencia de recursos. Si a los hijos solo le damos lo que quieren y no lo que necesitan integralmente...ellos, al final, nos darán lo que quieren, y no, lo que necesitamos. Porque a veces, en el juego del satisfacer a quien queremos, dejamos de lado el amor. Y eso, es irrecuperable.
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Soy Madre Soltera

(Publicado el 28.03.07)

Soy Madre Soltera
A Tiempo Completo


Por: Lic. Víctor M. Barranco C.

Tiene 22 años. Una historia vivida donde la lágrima suele ser almohada. El corazón arrugado de tanto dolor padecido. Una madurez que alcanzó, justo, en el desarrollo de su propio festival de tristezas. La incomprensión de los demás, anidada en el sitio donde antes habitaban –realengas- sus mejores esperanzas. Una vida saludando los amaneceres que de golpe, descubrieron un día, que sus padres querían más al qué dirán, que a quién hasta entonces era la niña de sus ojos. Por ello se sintió a partir de ese momento , accidente, consecuencia, desecho. Ese puño de sueños que, sin imaginárselo, sin preverlo, se convirtió en pesadilla sin que nada pudiera hacer por evitarlo...un estallido imprevisto de la realidad, una forzosa e involuntaria medición de la confianza, el momento de la prueba de adultez…y un sin fin de preguntas hechas en medio del más grande de los temores, ¿cómo una nueva vida puede generar tanta rabia en los demás?...¿por qué deben pagar los niños, las culpas, los deseos, o el que algún sueño de amor no salga como esperaban?. ¿cómo saber que es cierto cuando alguien nos promete amor? ¿será que una joven no se puede equivocar y ser comprendida, y hasta perdonada, por quienes dicen ser las personas que más la quieren?. ¿será que a los jóvenes les está prohibido equivocarse??
Madre, Joven, estudiante y soltera...mucho, quizás, para su edad y para el convencionalismo social dónde deben vivir sus padres y ella. Demasiado para quienes soñaron un traje blanco, una fiesta que envidiasen los amigos y conocidos, y una familia, ni siquiera mejor, solo como la que a ella le dieron. Mucha vergüenza para quienes criticaban a las otras, y ponderaban la pudibundez de la suya. Una lección demasiada dura para quienes sintieron que ni siquiera ellos la habían preparado para no ser engañada. Demasiada realidad para la fantasía en que muchos envuelven lo que esperan de sus hijas. Demasiada culpa, para admitir que la misma pudiera haber sido un error de ellos, y no un desliz de ella, por las omisiones que en su momento hicieron en la educación sexual de su hija…


- ¿Te arrepientes de algo?
“De muchas cosas. De haber sido tan ingenua. De creer que el amor es para siempre. Que es un sentimiento puro y correspondido.
He aprendido que el amor, el de las parejas, y el de los padres, tienen reglas, normas, y hasta intereses y conveniencias. Y que si a ti te hace feliz, pero a ellos no, el amor se desfigura o desaparece. No hay amor desinteresado. Es más, creo que el sentimiento más interesado es el amor. La gente te ama, mientras ello no se constituya en un problema. Es muy fácil querer a quien te complace en todo. A quien es perfecto...pero basta que te equivoques, que no complazcas sus deseos, que critiques o disientas, que exijas, que no entres en las reglas del juego...para que encima de dejarte de querer, te reclamen lo que consideran una inconsecuencia”.

- ¿Qué pensaste cuándo saliste embarazada?
“De todo. Ilusión, desánimo, rabia, pena, satisfacción, compromiso, responsabilidad, vergüenza, culpa…pero sobre todo miedo, muchísimo miedo; no a tener un hijo, si no a la reacción de mis padres.. Sin embargo, luego, a pesar del miedo…sentí alegría.
Pensé que mi novio me iba a acompañar en traer al mundo, al hijo que siempre me pedía hiciéramos, cuando tenía ganas de hacer el amor...hasta que me di cuenta que no quería ningún hijo, ningún compromiso...que aquellas palabras y aquella petición eran solo una excusa para tener sexo conmigo. Pero ya era tarde. Los dos de la misma sangre, ahora en camino…uno llegando, y otro pegando la carrera”.

- ¿Qué te dijo cuando se enteró?
“Enmudeció por segundos. Luego, me dijo que dudaba que fuera de él. Que era mi culpa por no haber tomado unas pastillas que me había comprado. Que era una excusa para agarrarlo. Que le había jugado sucio. Que no estábamos preparados, Que la familia. Que la manutención. Que la casa. Que mis papás. Que el ADN. Que sus estudios. Que sus padres. Que él no sabía que hacer...en fin, demasiadas excusas contribuyendo al derrumbe”.

- Y ¿qué hizo?
“Poco a poco, se fue alejando. Una excusa siguió a la otra, hasta que un día me dijo que tenía la solución ideal..una amiga de un tío suyo, podía resolverlo; que era mejor pasar la página, no tener al niño y esperar una oportunidad mejor, que lo hacía principalmente por mí que iba a ser la afectada. Que al fin y al cabo era el hombre, y no tenía nada que perder...entonces, me sentí ofendida, humillada. Me estaba convenciendo de que cometiera un crimen..y contra nuestro propio hijo. Pensé, ¿¿como lo pude querer??? ¿¿cómo permití que me usara?? …y hasta allí llegó mi amor y mi paciencia, ese día descubrí cuán difícil
-pero cuan necesaria- puede ser la primera soledad..y cómo después de la primera, hay para gente que vive lo que yo he vivido en una sociedad que castiga sin pedir explicaciones y sin derecho a la defensa –ni siquiera a la explicación- , otras soledades”.

- ¿Y tus amigas? ¿tu familia?
“Hablé con amigas, unas me aconsejaron tenerlo..otras, que no; hasta que decidí hablar con mi madre..la que siempre me pidió le tuviera confianza, la que me decía la niña de sus ojos, la que se llenaba la boca con mis excelentes notas, con decirle a todos que yo cocinaba, planchaba, la ayudaba...pero después de confesarle mi estado… 20 años de vida modelo, no bastaron para comprender que le iba a dar un nieto..sangre de su sangre...sangre de la mía.
Me gritó, me dijo zorra, malagradecida...se agarró los pelos..¿qué irán a decir mis amigos? ¿qué hago yo con ésto? ¿cómo le explico a tu padre? ¿cómo me haces esto a mí?...y en ningún momento me preguntó lo que yo esperaba preguntara..¿te sientes bien? ¿qué te pasó? ¿te puedo ayudar? ¿alguien abusó de ti? ¿sabes qué hacer? ¿me puedes oír ? ¿te puedo ayudar? ¿fuiste al médico? ¿está bien el niño o la niña? ¿dónde está el papá? ¿te va a ayudar? ¿está contigo?...en fin, lo que yo pensaba que una madre debía hacer cuando un hijo estuviera en dificultad...más allá del error, más allá de la molestia, más allá de la vergüenza vulnerada por el amor de la hija. En fin, mi segunda gran soledad”.

- ¿Y qué pasó después?
“Me botaron de la casa. La niña modelo, no puede estar embarazada, pero no porque se perjudica ella misma, sino porque perjudica a los padres, a sus amigos, a su entorno social, al prestigio y respeto de la familia....nunca pude entenderlo, pero tuve que aceptarlo.
Agarré mis cosas, pasé una semana donde una amiga, conseguí un trabajo en una tienda, alquilé una habitación...y cuando supieron en mi trabajo que estaba embarazada, me echaron. A veces la sobreprotección legal, lo que hace es sembrar la desprotección en la madre; y a pesar que les dije que cuando pariera renunciaba sin prestaciones, el turco de la tienda, me proporcionó mi tercera soledad. A la calle, con mi barriga y sin dinero...pero a nadie le falta Dios. Una vecina, me dio cobijo, me ayudó, me cuidó en el parto, y hoy es la madrina de mi hijo..y yo, su padre, su madre, su abuelo y su abuela.
Comencé a trabajar, me ha ido bien, y hasta alquilé un apartamento”.

- ¿Y el padre de tu hijo?
“Soy yo, ya le dije soy madre, padre, abuelo y abuela”.

- ¿Perdonas a tus padres?
“Ni los perdono, ni no los perdono...simplemente, para mi no existen… yo ya no tengo padres”.

- ¿Te has vuelto a enamorar?
“Me enamoré una sola vez, y mira por todo lo que he pasado. Debo pensarlo muy bien para hacerlo de nuevo. Hay alguien que me agrada, pero hasta ahí. Mi hijo está pequeño, y debo esperar”.

- ¿Volverías a ser madre soltera?
“Soy madre soltera, a tiempo completo. Ello me ha enseñado a valorar el amor de otra manera. Si no lo hubiera sido, a lo mejor aún estaría de novia con el padre de mi hijo, haciendo el amor cada vez que el quisiera, pero sin compromiso..no hubiera conocido cuánto de verdad me querían mis padres o algunos de mis amigos...hubiera sido una niña formal...y no tuviera una vida como la que tengo, mía..solo mía..y un hijo que es la luz de mi vida...el amor que soñé..el mejor accidente que me ha pasado.
Ser madre soltera, más que una lección de amor, es una lección de vida”.

No es fácil juzgar el amor desde el dolor. Ni siquiera el odio tiene alcabalas, cuando el lodo encharca el mejor de los sueños. Es más fácil ser hijo, que tener un padre o una madre que sepa serlo. La tabla de valores propia, no siempre es el mejor termómetro para medir a los demás. Nadie entiende que seamos juzgados por lo último que hacemos, incluso, sin darnos la posibilidad de rectificar o de explicar el por qué –desde nuestro punto de vista- del error cometido.
¿cuál debe ser el papel de los padres en una situación como ésta? ¿la de inquisidores? ¿la de cómplices? ¿la de amigos? ¿la de indiferentes? ¿la de ver y no mirar?.....pues, solo deben ser padres.
Los que deben ayudar a rectificar sin dañar lo que han construido. Los que pueden sancionar como parte del proceso de aprendizaje, sin que en esa sanción se les vaya la vida del ser que crearon. Los que deben ser estrictos, si se quiere, pero sin anteponer sus intereses, por muy justificados que sean, al de los demás...máxime si los demás, son sus hijos.
La miro acariciando a su hijo orgullosa, y siento en su vida un nuevo amanecer. Una soledad productiva. Un aislamiento provechoso. El aprendizaje de mano de la dificultad, abriéndole caminos a la madurez, en medio de la llovizna. Un cielo azul reflejado en su rostro, capaz de iluminarse cada vez que su hijo le sonríe. Unos piecitos y unas manitos, acompañados de una mirada, capaces de hacerla sentir la mejor y más grande mujer del mundo.


Las Mascotas

(Publicado el 21.03.07)

Las Mascotas nunca nos presentan
Facturas de amor


Por: Lic. Víctor M. Barranco C.

Traspone la cincuentena de años. En el camino dejó la posibilidad de compartir la vida con alguien. El afecto, si bien la visitó, lo hizo de manera espasmódica y de manos de imposibles en la moral de entonces. Sus padres –como correspondía en su tiempo- , se adueñaron de su vida, de sus espacios, de su libertad, y no solo le impusieron criterios y comportamientos, sino que también un aislamiento –el de la niña de su casa- que la llevó a ver la vida desde el balcón, a veces insoportable, de la soledad.
Sin embargo, el amor a sus padres, la sumisión, esa pasión enfermiza de posesión y sobreprotección que le brindaron, a la que tuvo que responder en silencio, sacrificando las propias expectativas, un día de pronto, cesaron. El fallecimiento de ellos, la dejó sola, sin nada más allá de la relación familiar...pero con nada suyo. Nada, auténticamente suyo. Ni siquiera a sus sobrinos, esa bendición de la Providencia a quien Dios no le da hijos, pudo tenerlos a tiempo completo como hubiera querido. Sus hermanos hicieron su vida, y construyeron su propio mundo más allá del suyo. Volcó entonces su pasión por las mascotas, y todo el amor que tenía para dar, lo resumió en animales sumisos, cariñosos...a quienes trata como sus hijos, quienes ni le reclaman, ni le imponen...y desde ellos, construye lugares para su amor, frustrado, constreñido, asfixiado, en ese grito de sobrevivencia que –a veces- necesitamos oír retumbar, si bien no de la garganta del ser querido, si de la mascota cariñosa que nos recibe celebrando nuestra llegada.

- ¿Sustituye una mascota el cariño de un ser humano?
Quienes no podemos ufanarnos de haber tenido en demasía el llamado cariño humano, sentimos el de nuestras mascotas como más honesto, más sincero. En ellas podemos volcarnos, sin temor a que nos traicionen. Ellas nos contradicen, se oponen, incluso se rebelan...pero no traicionan. Solo piden cariño por cariño. Y son capaces de mostrar una fidelidad, que ni las personas que más dicen querernos la tienen.

- Como compañía ¿suple una mascota...la compañía de un hijo?
Definitivamente no, aunque yo no tengo hijos. Pero siento que las mascotas cubren su ausencia. Cubren sus espacios. Cubren sus afectos. Si bien no puedes verlos crecer, hablar, compartir...hay una comunicación fluida, un compartir de cosas que llenan y cubren espacios. Yo creo que quienes volcamos nuestro amor en los animales, es porque no tenemos gente que nos quiera como ellos...salvo los niños, que vuelcan otro amor, otro interés en estas criaturas. En los adultos, ellas suelen llenar el sitio de la soledad, y si bien no ocupan lugar en nuestros sueños, si lo hacen en nuestras vidas, en nuestra preocupación, en nuestro placer…en el umbral hermoso de la incondicionalidad.

- ¿Una mascota es una excusa de soledad, una culpa paterna o materna, la consecuencia de la tristeza...o aquello de a falta de pan buenas son tortas?
Quizás un poco de todo. No es lo mismo una mascota en la niñez, que mascotas a mi edad. En esta etapa de la vida, las mascotas pueden llegar a serlo todo. Una excusa para esa soledad que atormenta y nos hace llorar en silencio. Sobre todo cuando vemos a los otros con hijos, nietos, riendo y planificando y a nosotros solos, sin una sonrisa en la mañana, sin un calor en la noche, sin una compañía en el día; sin hombros que nos apoyen en la dificultad, sin manos que nos ayuden a labrar el camino, sin la ternura del afecto entibiando nuestra almohada.....una culpa paterna o materna, porque algo nos negaron, algo nos faltó que buscamos en los no racionales...alguna pichirrez de cariño quedó de seguro en el camino…algún exceso de intolerancia, alguna carencia de comunicación...algo.

- ¿Prefieres a los perros que a tu familia? ¿No es eso consecuencia de la rabia?
Consecuencia de la tristeza, tal vez. Solo la almohada sabe de las lágrimas de quienes envejecemos solos. Solo el corazón tiene huellas, de este ocaso no compartido. Solo la nostalgia sabe del otoño sin compañía.
Y a lo mejor todo eso, reunido en aquello de “a falta de pan, buenas son tortas”.
Lo que pasa es que cuesta aceptarlo, y lo peor, que muchos nos critican nuestro amor a las mascotas. Pero ¿quiénes lo hacen? Los que no se detienen a pensar que ellos tienen sus afectos completos. Los que nos juzgan sin sentarse del lado nuestro de la acera. Los más mezquinos. Los que tienen hijos, parejas...y critican que falta de ellos, nosotros tengamos que conformarnos con un perro, un pájaro o un gato para los días de frío...o cuando el dolor embarga. Hay quien me dice que “huelo a perro”…y bien, sí. Huelo a quien me acompaña. A quien me entiende. A quien se alegra con mi compañía. A quien me agradece por la comida, por el cariño, por el paseo, por la atención, por el cobijo, por la presencia en su enfermedad. Por quien no pretende cobrarme nada por su afecto. Por quien no tiene facturas de amor a la mano.

- ¿Cambiarías tus mascotas por algún afecto humano?
Hoy para mí, creo que es tarde. Pero hace unos años lo hubiera hecho con los ojos cerrados. Solo sabe de soledades, quien está solo. Solo sabe cuán caliente es el agua, quien le mete la mano...los demás, desde afuera, solo tienen una referencia. Yo tuve afectos, y por mamá los dejé. Hoy, con mi experiencia, no sé si los hubiera dejado. Los padres, y mira que tengo 65 años, son a veces demasiado posesivos. Solo quieren a sus hijos, en la medida en que sean como ellos sueñan que sean. Todos aspiran a que los hijos se sacrifiquen por las madres, sin percatarse que a veces, en ese sacrificio se les está yendo la vida. Todos esperan que aún con familia nueva, todo gire en torno a ella. Que uno deje cualquier cosa, cuando ella llame. Que primero ella que todo...sin nunca preguntarse que uno siente, o piensa, o padece en determinado momento. No, hay que dejarlo todo cuando ella nos requiere. Por ello hoy ni tengo madre, ni tengo a nadie, tan solo estos animales que me acompañan, para mortificación de mis vecinos...pero para una gran satisfacción en el sitio de mi amor.

- ¿Te llorarán tus mascotas, te cuidarán en la pena?
No me llorarán...ya me lloran. Me lloran cuando no estoy. Cuando estoy lejos. Me acompañan en silencio cuando estoy molesta o triste...conocen mis estado de ánimo, y los advierten. Es más, hasta los comparten.
Me adivinan en mi ausencia, me presienten a mi llegada, se contentan con olerme...y a cambio, solo me piden un poco de cariño.
A lo mejor no me cuidan en la pena, o en la enfermedad...pero no porque no quieren, solo porque no pueden.

- ¿Te sientes realizada? ¿Es ésta la vida que te complace?
Me siento serena. En ese estadio en que la vejez se asoma, acompañada. Con el afecto que pude encontrar. Con la compañía que pude conseguir. Creo que nadie, o muy poca gente, a esta edad mía se sienten complacidos con lo que tienen. Soy sola, independiente, y en casa siempre me espera alguien a quien le hago falta...que ya es mucho decir. No sé si a muchas que tienen maridos, hijos y nietos, las espera algo así.

- Entonces, ¿no es tan malo aquello de “vida de perro”?
Depende de quiénes sean los perros....así como de quiénes sean los hijos. Porque hay hijos que tienen vida de perros....y perros, como los míos, que tienen vida de hijos.

Su soledad, le trajo claridad. Esa libertad íntima para escoger a quién amar. Ella, destruyó los límites que le crearon. Venció los fantasmas del otoño y el ruido de la soledad. Se construyó un mundo ajeno a partir de la carencia de uno propio. Quizás más simple, menos ortodoxo...pero más honesto y más querido, siempre desde su perspectiva. El amor en el ser humano, es un sentimiento –definitivamente- para ser compartido. Más allá de la relación común, más allá del convencionalismo social, más allá de las querencias filiales. A falta de espacios construidos en la ortodoxia, la vida te presenta la posibilidad de otros espacios, menos convencionales, más heterodoxos...pero siempre, prestos a silenciar el ruido en el sitio del afecto. Envejecer en soledad, es como envejecer dos veces. El frío sin cobija, es como un castigo adicional. Por ello, para algunos, una vieja frase sigue siendo una justificación de vida, más allá de lo anecdótico, más allá de lo complementario...”mientras más conozco al hombre, más amo a mi perro”.

Es Más Difícil

                                                                                         (Publicado el 14.03.07)

Es Más Difícil
Ser Niña
Que Niño de la Calle


Por: Lic. Víctor M. Barranco C.


La miro. Tiene apenas algo más de la docena de años. Sin embargo, lleva heridas, cicatrices, experiencias, que suman lustros y lustros de tristeza. En su mirada solo el reflejo de lo que no puede lograr. No tiene norte, ni sueños, ni muñecas. Solo esa rabia inmensa de sentirse despreciada por los demás. No hay zarcillos, ni cadenas, ni adornos. No sabe lo que es acariciar un peluche, montar una bicicleta, o vestir a su barbie preferida...es más, ni siquiera sabe que es una barbie. Conoce la violencia muy de cerca. Ha sido violada, primero en su niñez, en su fantasía infantil, en su derecho a soñar, a ser mimada, a recibir la protección y el cariño de su familia… y más tarde, físicamente. Tiene un callo en el corazón, igual al que tiene en sus pies. La gente habla de lo terrible que es ser niño de la calle, quizás sin saber, que hay algo más terrible que ello y es ser niña de la calle. No hay cuidado, ni delicadeza. Nadie atiende con amor su paso a la adultez. La primera regla es taponada con periódico o trapos viejos... a la brava, como se vive en medio de tanto desalmado tratando de buscar su compañía temprana, solo como producto de una aberración pederasta. Se le secaron los ojos, porque en su ambiente, tampoco las mujeres lloran, aún siendo niñas. En el mundo que le toca vivir, cualquier delicadeza o cualquier debilidad –propia de su género- se puede pagar con la vida. Tiene en la piel, el mapa de su existencia, y el testimonio de la culpa ajena, habitando en ella indebida e indefinidamente. No hay mañanas que soñar, ni esperanzas que recrear. No sabe de flores, ni de moda, ni de fiestas, ni de diversión… solo ese vivir día a día, que no da tiempo de ilusionarse, de fantasear, de jugar, de malcriarse, ni de pensar ningún camino.

- ¿Desde cuándo estás en la calle?
Desde que tenía 8 años. El hombre de mi mamá me violó, y mi mamá no dijo nada... solo lloró. Solo se quedó callada. Cuando lo acusé, él se molestó y la puso a escoger entre yo y la comida para los demás en mi familia, ella incluida. No le di tiempo a decidir, agarré mis trapos y emprendí entonces el camino de la calle, con un primito mío que tenía meses en ella, y siempre cargaba dinero. Siempre resolvía. Sin pedir permiso a nadie. Sin darle cuenta a nadie..y sin que nadie le pegara, lo regañara, o lo obligara. En vez de entristecerme, sentí que me iba a comer el mundo. Que se había acabado la regañadera, la escasez, la dependencia. Ahora si que iba a ser libre de verdad verdad.

- ¿Dónde duermes?
Donde me agarre la noche, y donde me puedan cuidar los panas. Porque si no, hay mucho viejo baboso que quiere estar metiéndole mano a uno. Mucho viejo sinvergüenza buscando lo que no se le ha perdido. Mucho vejuco bien vestido con demasiada porquería en esa cabeza.

- ¿Te has vendido sexualmente?
Qué va mi amor. De la calle sí, pero puta no. Nada que ver. Yo me fui de la casa porque me violaron, y de allí en adelante juré que nadie más me ponía una mano encima sino se casaba conmigo. Y el que lo haga tiene que verse con esta navaja que cargo aquí. No, pana. Aquí todos me respetan. Yo no me meto en la vida de las panas que lo hacen, pero qué va!!..yo no. Lo que viví fue tan horrible, que no lo quiero repetir.

- ¿Qué haces cuando no estás en la calle? ¿en algún momento no lo estás?
Yo voy donde una señora que me enseñó a leer y a escribir, y me está consiguiendo un cupo para estudiar. Poco a poco voy a ir superándome. Ella no solo me enseña a leer, si no que buenos modales. Ella me dice que tengo que ser una señorita, que no puedo estar toda la vida en esto. Y es verdad, ella tiene razón. Tú vas a ver que cuando tenga quince años, ya no estoy en estos lados. Seré una pava limpia, aseada, y con modales. La propia modelo.

- ¿Qué es lo que más te ha costado en esta vida en la calle?
Todo. Aquí todo cuesta. En la calle hay que ganárselo todo. Pelear por lo que quieres, y ganar para poder obtenerlo. Porque aunque pelees, si pierdes, no consigues nada. Primero, manejar a los panas que en la primera se zumban y ya quieren hacer cosas raras contigo. Y segundo, a los que creen que eres mango bajito porque estás en la calle pelando. Menos mal que manejar a los hombres es fácil. Después que sabes cómo es la cosa y no te dejas, todos te respetan. Yo tengo casi 13 años, y todos saben que conmigo, hasta aquí... mucho juego, mucha confianza, pero hasta aquí, pana.

- ¿De qué vives?
A veces pido. Pero la mayoría del tiempo voy donde la señora que me enseña a leer y le hago trabajitos a ella y a sus amigas en sus casas. Me pagan y me regalan ropa. Y a veces, hasta me hacen cariño. Tú no sabes lo sabroso que es que le hagan cariño a uno. Se me olvida todo... y hasta me dan ganas de decirle a la señora que me haga su hija... pero me da pena. Pareciera que estoy abusando y se puede poner brava. Y yo a esa señora no la quiero molestar. Yo siempre quiero que me tenga como su niña. Cuando me abraza me siento su hija. Tú no sabes cuánto quisiera que me dejara para siempre en su casa, aunque fuera trabajando duro. Aunque no me dejara salir.

- ¿Dónde guardas esa ropa?
En el morral que cargo, y a veces en casa de donde trabajo. Tampoco tengo mucha. Dos pantalones y tres franelitas. Dos pantaletas y una hilo dental. Un desodorante y ya. Ah, y un cepillo, pasta, jabón y desodorante..porque no hay cosa más fea que una mujer hedionda.

- ¿y perfumes, y labiales?
Y quién te dijo a ti que yo era modelo, pana. Tengo lo indispensable. Lo que puedo comprar. Porque no le acepto regalos a hombres... qué va, primero te regalan, y después vienen por el cobro. Ningún hombre te da nada de manera desinteresada. Esos, siempre tienen alguna vaina escondida. Algún mal pensamiento, alguna vaina mala en mente.

- ¿Qué diferencia hay entre un niño y una niña de la calle?
Mucha mi amor. Uno es como más débil. Tiene como más problemas. Cuando uno tiene la regla todos saben. Cuando uno tiene algún mal, igual. Todos lo quieren manosear o agarrar a una. Algunos nos pegan y nos quitan los reales. Cuesta mucho entrar en sus grupos y que lo protejan a una, porque piensan que las niñas son miedosas y no sirven para la pelea. Algunos que te dan dinero en la esquinas, de una vez te proponen montarte en el carro. Es más difícil ser niña, que niño de la calle. Es como una doble maldición, como un doble castigo. Como una pena pero dos veces.

- ¿Has vuelto a ver a tu mamá?
La sueño. Pero la sueño no como es..sino como yo quiero que sea. Sueño que me abraza, que me hace cariño. Que me regala una muñeca. Que me hace un vestido. Que bota a uno de sus hombres por mí. Que llora por mí y no por ellos.

- ¿Solo en sueños?
Solo en sueños

- Hablando de sueños ¿Cuál tienes para cuando cumplas los 15 años?
El mismo que tengo para los trece. Salir de aquí. Poder vestirme como gente decente. Casarme y tener hijos. No tener que caerme a trompadas porque alguien quiera quitarme la única empanada que me voy a comer ese día. No estar a la intemperie. Tener un cuarto, una cama, una peinadora. Ir alguna vez a una peluquería, y que me laven el pelo, me lo pinten y me lo peinen. Poder usar siempre toallas sanitarias. Poder andar bonita. Tener alguien como la Señora Ana, que me quiera y me haga cariño, pero cariño bueno. Ser alguna vez tan solo una niña, así como las otras.

Cuando se habla de los niños de la calle, ciertamente poco se diferencia en el trato y en los planes, a unos de otras. Por eso oyéndola es que entendemos cuan mezquinos han sido los planes que los miran como ovejas, sin distinción ni de sexo, ni de nombre, solo como simple estadística a disminuir, aunque en esa masificación esté desvirtuándose el sentido pleno y eficiente de la atención. Aunque en ese actuar clientelar, religioso, humano frente a estos desprotegidos de la vida, faltara personalizar la atención. Hacerla más acorde a la identidad, para que pueda ser finalmente provechosa. Apenas una docena de años, y en el castigo que la vida le ha dado, no ha vacilado en crear espacios para el respeto. En medio de la podredumbre a la que se asoma cada hora de su vida, tiene fuerzas para estimular un cerco donde la autoestima aún no ha sido lacerada, y la capacidad de soñar, celebra cada día un nuevo amanecer. Nos enseña cómo, en medio de la dificultad, se puede seguir siendo una dama... como decían los abuelos, una verdadera señorita… a pesar de los pesares.

Un Niño Especial

                                                                                          (Publicado el 07.03.07)

UN NIÑO ESPECIAL
ES UNA ANGUSTIA DE AMOR
QUE PRODUCE GOZO


Por: Lic. Víctor M. Barranco C.


La miro jugar con su niño, y si no supiera su verdad, pensaría que es una familia igual a las demás. Miro a sus ojos, y allí veo toda la esperanza del mundo. El reflejo de las sombras apartándose, para darle paso a esa fe capaz de sentir que, por encima de las dificultades de su hijo, por encima de las carencias, por encima de las desigualdades, ella va a lograr darle una vida igual a la de los demás. Un hijo discapacitado, si bien es un manojo de preguntas al principio ¿por qué a mí? ¿qué hago? ¿cuánto va a sufrir? ¿qué va a pasar cuándo yo no esté?...es luego, sin dudas, un abanico de decisiones.
Pregunta a Dios, ¿por qué a ella?..y a veces hasta duda de su bondad. No entiende por qué un inocente, venga a sufrir penas sin tener ninguna culpa. Por qué un niño, al nacer y sin nada que pagar, tenga que sufrir una pena injusta.
Por ello, inventa felicidades donde los demás adivinan borrascas fuertes. Se siembra de decisión y alegrías, donde los demás presienten angustia y flaquezas. Aprende a llorar a solas, y en medio de esa lágrima producto de alguna impotencia o de alguna debilidad, recoge voluntades para compartirlas con quien fortalecerá no solo su ánimo y su carácter, sino que también su relación de pareja, irónicamente, a partir de esa “debilidad”.

- ¿Eres feliz?
Muy feliz. No le puedo negar Licenciado que a veces lloro, que a veces me pregunto y repregunto cosas, y hasta se las pregunto a Dios... pero cuando lo veo a él, a mi niño, a este pedazo de mi hecho todo ternura, a esta carne mía multiplicada que me muestra la grandeza de Dios en cada abrazo… esa sonrisa, a ese mundo mágico en el que me introduce cada vez que me abraza o me besa, siento que estoy llena de bendiciones. Que la vida no consiste en disfrutar solo las cosas buenas que tenemos, sino en valorar lo que tenemos, y cómo lo tenemos. Aunque a veces no sea del todo como hubiéramos deseado.

- ¿Qué pensaste cuando te dijeron que tenías un hijo discapacitado?
Lloré. Lloré mucho. Tenía la ilusión de mi primer hijo. Soñaba con su primera sonrisa. Su primera mirada. Y de pronto, los regalos, las flores, y el rostro de quienes me visitaban en la clínica fueron una mezcla de alegrías y tristezas que me hicieron flaquear, dudar, preguntarle a la vida por qué de algo que yo sentía no me merecía...
Lo veía, y pensaba de lo que se iba a privar. Ni deportes, ni la pelota que la había comprado su papá. Ni juguetes, ni estudio, ni paseos, ni bicicleta, ni carro en su adultez, ni título, ni grado, ni matrimonio, ...qué se yo, muchas cosas pasaron por mi cabeza... una mezcla de lo bueno y lo malo, en tercera dimensión. Un adivinar de calamidades. Un presentir de frustraciones. Un ser distinto, que iba a necesitar de demasiados esfuerzos para poder ser feliz..y lo que era más grave, para poder atenderse solo, llegado el momento.

- ¿Cuándo y cómo saliste de esa primera impresión?
Rápido. Mi esposo, mi familia, mis amigos, y sobre todo mi hijo me mostraron el camino. Comencé a investigar, a aprender, a ver otros casos, a saber que un hijo es un hijo..y punto!!, sin apellidos, sin diferencias..me dispuse entonces a encontrar vías alternas de desarrollo para él, y comencé a dar los primeros pasos hasta que...

- ¿Hasta qué?
Hasta que pasas de nuevo por el tormento. En la calle, todos te miran con curiosidad. Algunos con desprecio. No consigues un instituto donde ponerlo a estudiar. El rechazo y las puertas en las narices, cuando te recuerdan que “él no es igual” te presentan el segundo estadio de las culpas. ¿qué hice, o qué no hice para legarle a mi hijo en vez de alegrías, la tristeza del rechazo? ¿será feliz? ¿vale la pena el esfuerzo que estoy haciendo? ¿por qué los demás no entienden?... y entonces te llenas de rabia de nuevo, de impotencia... pero esta vez no por ti, sino por él, por ese hijo a quien has comenzado a llevar a socializar, que sabes que puede aprender, que ha dado sus primeros pasos en la búsqueda de ser un niño a secas, sin adjetivos odiosos o excluyentes...para volver a llorar, y en la almohada, en el abrazo de la pareja, en la comprensión de quienes nos quieren tomar prestada las fuerzas para seguir adelante, en el entendido, que ahora no estoy sola con mi marido y mi familia pasando este trecho de angustias... sino que desde este momento mi hijo, comparte con nosotros sus propias debilidades en el juzgar curioso y a veces falsamente compasivo de los demás...pero también en cada logro, en cada gesto, en cada meta alcanzada, en cada palabra nueva, en cada sonrisa esgrimida que nos reafirma cada hora que allí hay una vida que puede ser igual a otras vidas, solo que con un poco más de esfuerzo… y entonces descubro los trofeos a lo vivido, las flores que podemos ir recogiendo, el sol resplandeciendo, y un cuaderno manchado de colores capaz de ser testigo de una vida como aprendizaje.

- ¿Piensas en el futuro, cuándo no estés?
Pienso, y no le puedo negar que a veces me da miedo. Pero siento que le voy a dar las herramientas, que mi Dios me va a permitir estar con él, hasta que se labre una vida. Que hay una familia, unos amigos, un entorno...y espero que después unas leyes, y unos centros educativos más humanos, capaces de terminar lo que él, mi esposo, mi familia y yo comenzamos juntos. Porque no olvides que, detrás de cada colina… siempre hay un llanito. Detrás de cada chaparrón, siempre hay un sol resplandeciente.

- ¿Vas a tener más hijos?
Por el momento, no. Quizás más adelante. Mi hijo requiere mucho de mi ayuda en la actualidad y debo dedicarle mucho tiempo. Un hijo no puede ser consecuencia. Un hijo es la causa de muchas cosas. Debe ser no solo producto del amor, sino que también de la responsabilidad. Que pueda contar con un ambiente hermoso, pero también con la dedicación necesaria de sus padres. Hay que ser responsables con una vida que se trae al mundo. Por ello, cuando pueda compartir mi tiempo, seguramente tendré otro hijo.

- ¿Temes a que sea también discapacitado?
No. Ni temí antes, porque no me lo esperaba, ni temo ahora cuando se cómo sacarlo a flote. A estas alturas de mi vida, mi único temor, es que muchas madres no sientan lo que yo siento, y se avergüencen de sus hijos. Mi único temor es que algunas parejas con niños discapacitados, piensen que eso es algo para ser tratado solo en familia. Que no salgan con ellos, que los confinen a una cárcel en sus propias casas. Que no los estimulen, que no los enseñen a enfrentarse con la realidad, ésa que los va a ver como cosas raras, pero que también en algún momento los va aceptar… Sí, tengo temor por otros niños que, a diferencia de mi hijo, les sea negada la posibilidad de acceder a la vida plenamente. Al abrazo de siempre, a ser tratados como los demás niños. A quienes se le ha dado el calificativo de “especial”, pero transitan la pena de no poder serlo, sino en el estricto ámbito de las cuatro paredes a las que algunos padres, lo han confinado.

Veo a su hijo, y entiendo lo que es capaz de hacer un padre y una madre cuando la voluntad está por encima de las propias carencias. Veo al hijo, y en su sonrisa adivino que conoce la felicidad, aún más allá de las propias limitaciones. Veo a la familia compartir con él, y entonces uno entiende ese vínculo hermoso del amor, capaz de arrebatarle sonrisas a las malas situaciones.
Hablo con el niño, me abraza, me besa, y como padre y abuelo entiendo cuán fácil es corresponder al afecto, cuando éste está sembrado más allá de la lástima. Más allá de la formalidad. Más allá de la pose simple. Veo su sonrisa, y en ella adivino a Dios, en su bondad y sabiduría. Le escucho, y entiendo que la alegría no tiene límites. Que el amor puede derribar los más altos muros. Que en un hogar feliz, no hay más limitación que el que sus integrantes pongan.
Se despide, como todo un caballerito formal. Dejándome en el sitio del afecto, una de mi más contundentes lecciones. Me da su mano, y me llena de razones para cantar por la vida. Para sembrar de golondrinas, cualquier inclemente verano. Para aprender que en cada color, hay un mundo de ilusiones. Para leer en su sonrisa, lo mejor de la creación. Para entender muy de cerca que un niño especial es, una angustia de amor…que produce un honesto y cálido gozo.

Después de la Violación

                                                                                          (Publicado el 28.02.07)
Después de la Violación
Fue que Conocí El Infierno


Por: Lic. Víctor M. Barranco C.



Temerosa. Con la humillación haciendo estragos en su dignidad. Ensuciada la autoestima, embarrada la racionalidad, el vértigo de la agresión se le repite cada noche.
El Techo de su cuarto es como esa pantalla de cine, que solo proyecta películas de horror. No sabe que es más grave, lo que le pasó aquel día...o lo que ha tenido que pasar luego, para tratar de reivindicar su nombre y exigir justicia.
La vida, vestida de hombre, se ensañó con ella. En su espíritu, hay sembradas cicatrices de nunca cerrar. Dolores eternos, que cada mañana señalan el sitio donde habitan, para con su dolor, recordarle a ella, que hay una cruz que cargar para siempre.
Perdió el respeto de su pareja. Los vecinos murmuran cuando pasa, y el estigma de la duda ante terceros, permanece como sanción adicional a la agresión que la carcome.
No han valido sonrisas. Para ella, no hay olvido. El ruido en el sitio del respeto, tiene onda expansiva, incluso, hasta el sitio del amor.

- ¿Qué te pasó?
“Tres atracadores entraron a mi casa. Estuvieron allí, por más de tres horas. Encerraron a dos muchachas que sirven en la casa y a mi hija de 10 años en el baño. A mí, me dejaron en la sala, pidiéndome que dijera dónde estaba el dinero. Les dije que no había dinero en la casa...y no me creyeron.
Me hicieron cocinarles. Incluso, colocaron música, y tuve que hasta bailar con dos de ellos.
Con un cuchillo, me punzaban...cortaduras pequeñas, a la pregunta de ¿dónde está el dinero?
Me fueron obligando a desnudarme...y a bailarles.
El solo pensar que podían violar a mi niña...me paralizaba de pánico.
Por ello, les complací...estaba dispuesta a hacer lo que me pidieran, con tal que no se fijaran en mi hija....a ellos, más que gustarle yo, estaban dispuestos a presionarme para ver si les decía dónde había dinero.
Me pidieron licor..y una especie de agresión y morbosidad les invadió...me violaron los tres...y a pesar que me hicieron las cosas más horribles que uno pueda imaginar...solo pasaba por mi cabeza agotarlos para que no pensaran en mi hija. Que pudiera captar yo su atención de tal manera, que ella se hiciera invisible a sus ojos”.
Llora. De impotencia, de rabia. De saber que en medio de su disposición de salvar a su hija...ella había muerto en vida. Que la agresión de que fuera objeto, la iba a acompañar siempre y a todos los lugares…incluso, en el sito del amor de su marido..ése que había ocupado cómodamente, siempre.

- ¿Qué pasó con tu esposo?
“Cuando llegó, que todo había pasado, me abrazó con esa ternura de la solidaridad que empapa el alma...con esa comprensión protectora que es capaz de aliviar tormentas. Con esa mirada cálida, que me hacía sentir acompañada en tan difícil momento. Sin embargo, a los días fue cambiando. Me preguntó por qué me escogieron a mí. Si yo había actuado de alguna manera para excitar a los hampones…. Y con un deseo no se si morboso o de celos, me exigió los detalles de la violación...la que no habíamos confesado ese día a las autoridades para no pasar una nueva vergüenza familiar.
Allí, comenzaron las otras violaciones.
El sexo dejó de ser un vínculo de unión de pareja, y pasó a ser un escenario acusador...donde yo, ante mi pareja, de algún modo era la culpable.
El haber tenido sexo, aunque fuera obligado, con tres hombres...no pudo ser soportado por mi marido...y poco a poco se fue alejando.
Llegó un momento en que sentí, me tenía asco. Algo que no podía dominar. Aquella pelea entre su comprensión y su educación machista. Entre saber mi inocencia pero no entenderla. Entre su perdón y su deseo.

- ¿Qué hiciste, en consecuencia?
Decidí entonces reivindicar mi nombre... tratar de salvar mi matrimonio, demostrar de quién era la culpa…..hacerme sentir inocente,; y entonces fui donde la autoridad a ampliar mi denuncia, incluyendo esta vez , la violación que, por respeto a él, me había callado. Que por vergüenza había dejado para sufrir sola. Que por recato y pena con mis hijos, había convertido en mi estadio de tortura personal.

- ¿Cómo te atendieron en la policía?
Más vale que no. En la comandancia, hasta un policía quiso propasarse conmigo.
Comparado con lo que sentí en ese sitio, fue un juego de niños lo que hicieron los delincuentes, frente a lo que después hicieron las autoridades, los jueces, y los abogados. Me hicieron sentir casi que prostituta. Provocadora profesional. Coqueta a ultranza. Según ellos, un hombre responde solo a las provocaciones de la hembra. Las leyes, los razonamientos, parecían salidos de una especie de predio machista, donde el único objetivo era tratar de justificar lo que me habían hecho.

- ¿Y los amigos, los vecinos, la gente que te conocía y quería?
Los vecinos se enteraron, y –entonces- ya no fui invitada a ninguna parte. A ninguna reunión. Primero di lástima. Luego, prefirieron marginarme. Quedé fuera de las conversaciones, los festejos, el compartir del vecindario.
Luego, se acabó el matrimonio. Ni siquiera mi hija, me comprendió. Ella, compartía con su padre el rechazo…un día me dijo: esta bien uno, pero los tres mamá???? Y pensar que por mi mente ese día solo pasaba la necesidad de salvarla de la garra de esos animales….cosa que además, por ella, volvería a hacer las veces que fuera necesario, aunque nunca lo comprenda…y nunca, lo perdone.
- ¿Qué vas a hacer ahora?
He pensado en suicidarme. En acabar con esta pesadilla. En conseguir que alguien se me acerque, con una palabra de amor, y no con un gesto de curiosidad o una disposición morbosa. Con una mano que apretar, con un camino que recorrer, con alguna luz que seguir, con una nueva esperanza que tener. Porque en este invierno cuando llueve más duro, es cuando pienso en mí, y decido darle un día más a la esperanza.

- ¿Fue peor el remedio que la enfermedad?
Ciertamente. Después de violada, fue que conocí el verdadero infierno.
Aquel día, nunca imaginé que lo que vendría después del abuso, fuera mucho peor.
Sin embargo, levanto la frente y así ando, buscándole muletas a mi autoestima...para algún día, verme al espejo, y poderme responder...¿culpable de qué?

- ¿Es el suicidio una salida?
Cuando lo medito, se que no. Pero la impotencia es mala consejera, una especie de diablillo que te aconseja mal, y te pone a decir loqueteras.
He pensado incorporarme a alguna asociación que ayude a las mujeres violadas. Estudiar derecho para tratar de cambiar la legislación al respecto. Buscar una tribuna, un medio, donde gritar la injusticia. Decirle a muchas, que ellas pueden ser las próximas. Que le pregunten a sus parejas qué harían ellos si fueran violadas?...y seguro que como a mí, le mentirían hablándoles de su apoyo incondicional. Incluso, en ese momento...creyéndolo.
Pero una cosa es suponer cómo se vivirá en determinada situación…y otra muy diferente, vivirla.
Una cosa es el amor, en medio de la bonanza y la alegría…y una muy distinta, en medio de la dificultad.
Nadie te juzga más fuerte que la familia. Nadie es más cruel contigo, que quien mucho te ha querido. Nadie sabe mejor que tus afectos, dónde duele más…y dónde es que más pueden hacerte daño. El amor es demasiado frágil. Los odios, suelen ser eternos.
Pero nadie se pasea por ello. Nadie sabe cuánto quema la candela, hasta que se mete la mano y lo siente. El dolor puede comprenderse a través del cuento del otro. Pero nadie podrá sentirlo en su justa dimensión, hasta que lo padece”.

Me despido. La dejo en medio de un dolor que ha hecho costra en el lugar de los sueños. Antes de irme, le reconozco su valentía...pero no me cree. Le resalto su reciedumbre...y duda. Le hablo de la esperanza..y sonríe.
Le dibujo un mañana...y piensa.
Pareciera que no tiene salida. En su cuerpo se cebó el animal delincuente para en medio de la aberración, lacerarla para siempre. Pero en su amor, en su día después, se cebaron todos los demás...incluso aquellos, que debían quererla y respetarla.
Pero, todos se negaron.
Todos juzgaron. Todos incomprendieron....y lo que fue luz en unos ojos, hoy solo es una ventana opaca, por donde se pueden divisar todas las tristezas.

Profesional Universitario de Dia y Mendigo a Destajo

                                                                                         (Publicado el 21.02.07)


PROFESIONAL UNIVERSITARIO DE DIA
Y MENDIGO A DESTAJO


Por: Lic. Víctor M. Barranco C.

Es profesional universitario. Tiene trabajo. Sin embargo, un hijo enfermo, necesitado de una operación millonaria en costos, lo convierte en mendigo en sus hora libres. Un problema cardíaco, la vida de un pequeño esfumándose en su presencia, una esperanza de sanación a un costo impagable, aún para quien como él tiene buen trabajo y un título profesional, le ha hecho mirar la vida de otra manera. Le ha visto la cara al infortunio. Y sin harapos, ni latas, ni suciedades, toma su tarro de plástico al que le ha pegado una foto de su hijo, copia del presupuesto de la operación, y con ese recipiente cada anochecer y cada fin de semana, practica la mendicidad. De semáforo en semáforo, pidiendo. Buscando la ayuda de los demás. Encontrando a veces en esa búsqueda, la burla de quienes le conocen, la comprensión de quienes le comprenden, y el repudio a un estado y a un gobierno que, aunque vocifera su amor por los que menos tienen, y se rasga la vestidura por los niños, es incapaz de intervenir quirúrgicamente a su hijo sin costo.
En medio de su rabia, tiene que “pelear” con los otros mendigos, con la ventana del carro que se abre en medio de la cola, apartar a los limpiadores de parabrisas a ver si le dejan algo, aguantar las amenazas de quienes se sienten dueños del territorio, y hasta de perder en manos de delincuentes juveniles lo que tanto le ha costado hacer un sábado determinado..un vía crucis en un país que pretende, en boca de sus dirigentes, igualar solo en la miseria.


- ¿Qué es más grave, ser mendigo a destajo, o profesional sin recursos?
“Una cosa es consecuencia de la otra. El país se ha convertido en una especie de altar de las ruinas, y cuando te hablo de ella, no solo te hablo de la económica. Está en ruina la familia, el respeto, los valores, la democracia, la atención, la autoestima, la excelencia...en fin, tenemos un país en harapos. Un país donde quienes éramos clase media, y hasta clase media alta –nosotros los profesionales universitarios- tenemos que mendigar como usted dice, a destajo, para cubrir gastos que antes podíamos cubrir con nuestros sueldos o con nuestros seguros particulares.
Ya no podemos pagar colegios privados, ni clínicas, ni viajes de placer. A duras penas la comida, alguna ropa y el transporte. Antes cambiaba el carro cada tres años. Mi carro actual tiene más de 20, y sin esperanzas de cambiarlo.
Yo fui a Disney Word con mis hijos pequeños y pagué el viaje en 14 meses a cuotas de 900 Bs. a Viasa hace muchos años...ahora me cuesta ir a ver a los viejos que viven en los Andes”.

- ¿Qué te decidió la adoptar la mendicidad a destajo?
“La necesidad, Licenciado. Lo pensé mucho. Pero una vez en la oficina, me hicieron una colecta para un examen muy costoso de mi hijo, y amigos y sus familias organizaron una “operación pote” con la ayuda de los medios de comunicación y recogimos para el examen y hasta para los medicamentos. Me hice familiar de los semáforos, fraterno de las esquinas y consecuente de las calles y avenidas de la ciudad. Allí vencí la pena. La vergüenza. Me sentí acompañado de los lava vidrios, mendigos y otros que como yo, debían dejar los convencionalismos en casa para salvar a algún familiar. Después lo hice un día en solitario...y ahora lo hago todos los días”.

- ¿Qué te dice la gente?
“Algunos me sonríen y no me dan. Otros, “tan bien vestido y pidiendo, ponte a trabajar sinvergüenza”...Algunos, me dicen que hay mucho engaño con eso de las operaciones y que por eso no me ayudan...los más, me dan algo y me miran con compasión. Otros que me conocen, me llaman aparte y me “aconsejan” no seguirlo haciendo. O con una sonrisa burlona, parecen congratularse con mi desgracia...sin embargo, ya llevo reunido casi la mitad del costo de la operación, y ese es suficiente aliciente para continuar”.

- ¿Mendigo Universitario?
“No. Mendigo solamente. Pido de la misma manera, un poco mas aseado quizás, más respetuoso..pero con la misma necesidad. Con la misma angustia. Con el mismo deseo de ser atendido en mi petición. Cada limosna que recibo, es vida para mi hijo...es como una bendición..miles de bendiciones de gente a quien le sobran cien bolívares que al corazón de mi niño le faltan con urgencia”.

- ¿Resentimientos?
“Hoy día ninguno. Al principio, mucha rabia. Agoté el segurito que tenía, me “comí” las prestaciones y el sueldo no me alcanzaba. Mi mujer y yo hicimos tortas, hallacas, empanadas, arepas rellenas. Íbamos a los sitios donde la gente jugaba cualquier deporte y allí vendíamos lo que hacíamos. Pero después o no había harina precocida para hacer las empanadas o las arepas..o no había harina de trigo para hacer las tortas..y entonces no me quedó otra salida que ésta..hacer lo que nunca pensé..pero que realizo orgulloso hoy día. Sin rabia, sin pena. Más bien con una gran alegría, porque a pesar de lo descreído de muchos de mis amigos y familiares, de muchas de las sonrisitas irónicas, de los desprecios, de los desplantes, de alguna que otra grosería..voy juntando para operar a mi niño...y ésa es la meta. No hay resentimientos. Hay alegría, aunque no me lo crea. Hay que tener un niño con riesgo de morirse, para entonces saber lo que es uno capaz de hacer por ellos”.

- ¿Qué piensa tu familia?
“Igual que yo. También toman su pote, y de vez en cuando son ayudados por sus amigos y compañeros de estudio. Estamos felices en saber que nos acercamos a la meta, que podemos salvar a nuestro hijo. Y solo porque aunque soy profesional a tiempo completo..soy mendigo a destajo”.

- ¿Qué le aconsejas a otros padres en tu mismas situación?
“Que hagan lo que su conciencia les diga. Sin avergonzarse. Sin angustiarse. Hay más gente buena de lo que uno cree en la calle. Y esa gente me ha demostrado que no importa que el gobierno no los ayude, mientras haya gente que siga creyendo en la gente”.

Un mendigo feliz. Aunque suene raro. Con la autoestima regocijada por la contraprestación conseguida. Un brillo en los ojos, que en nada refleja pena o complejo alguno. Más bien, una gran luz, la del amor inundando todos los espacios. El premio al esfuerzo, aún en medio de la rotura de todos los convencionalismos y todas las apariencias. Un encontrarse con la vida, en la más espantosa de las crueldades, para vencerla en uno de los oficios más degradantes que caracteriza nuestra sociedad: la mendicidad. Una ventana a la vida, conseguida en el más oscuro de los sitios. La esperanza capaz de colarse por las alcantarillas. La bondad, como el oro, capaz de embarrarse, de llenarse de polvo, de enmohecerse...pero nunca de perder su valor. Y con cualquier paño pasado sobre su superficie, conseguir de nuevo el brillo, la luz, el valor intrínseco, ése que hemos perdido en medio de un torneo de vanidades al que nos ha obligado el tatuaje social.
Una lección de vida, sujetada a un tarro de plástico, donde los demás pueden ir construyendo –a veces sin saberlo- con apenas cien bolívares que sobran..la felicidad de una familia, y la vida de un niño en peligro de muerte.

Lo Que Yo Padezco

(Publicado el 14.02.07)
LO QUE YO PADEZCO
MAS QUE UNA ENFERMEDAD
ES UN TATUAJE SOCIAL

Por: Lic. Víctor M. Barranco C.

Tenía una vida por delante. Una profesión reconocida. Una mujer que, en silencio, comprendió su paso por el desierto y lo llenó de afectos, de entendimiento, y quien sabe si de comprensión. Tenía el respeto de la gente, de sus hijos, y la tormenta interna de una pasión secreta que le habría sembrado la muerte, en alguna tarde de afectos y calideces socialmente indebidas. Pocos sabían de la inconformidad con su género. Más allá de la debilidad o de la perversión, había inclinaciones que él suponía naturales, imposibles de justificar con su rol, su especie, su actividad diaria...sus hijos.
En medio de la tormenta de saberse enfermo sin retorno, del riesgo de sufrir un tatuaje social más grave que el padecimiento físico, prefirió adelantar la muerte, antes que morir en vida como castigo injusto a sus hijos, a su prestigio, a la mala suerte.

- ¿qué sientes?
Toda la humillación del mundo. Pero sin culpas. Miro dentro de mí, y de verdad que no hay vergüenzas. Quizás arrepentimiento. Quizás el no haber hecho cosas y tomar previsiones a tiempo. Pero no hay culpas, ni lástima... solo una gran rabia por saber que voy a morir en el momento menos indicado.

- ¿Cómo te enteraste que tenías Sida?
Esta es mi segunda recaída. La primera vez, una diarrea pertinaz, unos hongos en la boca, problemas en el aparato respiratorio...y esa sensación de que me podía tocar, me llevó a realizarme unos exámenes, donde salí positivo.
Ese día, me pasó de todo por la mente. Mi esposa, mis hijos, el qué dirán...el de mis amigos y el de mis enemigos. La vergüenza de mi familia, la responsabilidad de mi mujer, quien había soportado mis otros afectos con la discreción de una compañera solidaria, con el silencio de una amiga cómplice y con la disposición de una madre dispuesta a realizar un sacrificio más por la unión de su familia. Me pregunté sobre el tiempo de vida que me quedaría. Sobre si era un castigo divino, el haber faltado a las reglas naturales de la relación de pareja. Si el sexo contra-natura más que un problema cultural era también el beneficiario de un castigo maldito por lo que hacía con mis relaciones homosexuales, más allá de mi compromiso de pareja... pensé muchas, pero muchas cosas.
Me traté con un médico amigo, guardé el secreto y éste comenzó a señalarme cada noche, a través de ese intermediario a veces cruel que es la conciencia.
Luego, entré en una nueva etapa profesional de mi vida, con más reconocimiento, con más aceptación, incluso con más salario...mejoré mis condiciones físicas, y descuidé el tratamiento para paliar mi situación.
- ¿Cómo fue la recaída?
Justo, en el momento de mi mayor éxito profesional, cuando mis hijos comienzan a graduarse, cuando recibo la bendición de un nieto...me repite la diarrea pertinaz, esta vez haciéndome perder casi treinta kilos en apenas un mes.
Ya hay rumores sobre mi identidad sexual, e incluso más de un irreverente lo señala de manera pública tratando de castigarme… quizás sin saber, que el mayor castigo frente a todos era el que después de mi primera recaída haber vivido mi propia muerte, ahora con la segunda, comenzó a morir lo que me quedaba de vida.
Me he inventado un cáncer de estómago, un parásito, una diabetes… en fin, cualquier suerte de dolencias capaces de justificar una sintomatología por demás evidente y descubridora de lo que tengo para cualquier individuo de modesto conocimiento.
- ¿y los amigos, las otras relaciones?
Con miedo. Tratando de esquivarme. Sintiéndome culpable de cualquier riesgo o eventualidad que ellos pudieran sufrir. Rechazándome en voz alta y haciéndose eco de los rumores de mi enfermedad, solo para evitar que confirmen que ellos tienen las mismas debilidades mías, que padecen las mismas pasiones, y cuidado..si la misma enfermedad.

- ¿y los hijos?
Amándome desde el fondo de sus corazones, desde lo más íntimo de sus vidas. Cuidando mi memoria, respetando en silencio lo que adivinan. Comprendiendo este saco de debilidades que solo tuvo fortalezas a la hora de educarlos. Siguiendo el camino trazado, por encima de las acusaciones. Comprendiendo, perdonando, y haciéndome creer que aceptan mis razonamientos sobre las otras enfermedades que encubrían la verdadera.
Me abrazan y lloran en silencio..y en cada lágrima de ellos siento una culpa que no puedo evadir...al final de mi vida los he hecho reos de mis debilidades...pero también protagonistas de sus vidas, y si bien en lo privado hay epitafios difíciles de justificar para ellos, en lo público les dejo un reconocimiento y un respeto que sé, saben valorar.
- ¿y la esposa?
Llena de grandeza. Con muchos problemas al principio. Con las dificultades y críticas justas cuando se enteró...pero con la valentía de sentirse amiga y compañera. Mujer a secas, más allá del consabido calificativo de “mi mujer”. Convertida en amiga, asesora, consultora, madre de mis hijos...una relación de pareja, que prescindió de la intimidad después de la tormenta…pero que en medio de la borrasca consiguió estadios donde ella protegió inteligentemente la familia, este saco de debilidades y pasiones incomprendidas.

- ¿por qué no lo asumes y ayudas a otros a no correr riesgos?
Lo pensé, pero no tengo la valentía para ello. Nadie me lo va a perdonar. Y voy a someter a mis hijos a una pena mayor, sin necesidad. Por el contrario, creo que debo apurar la partida. Mientras menos se enteren de mi debilidad y mi padecimiento, menos sufrirán ellos. Espero que por lo menos les quede la duda, que puedan respetar al hombre que si en vida no pudo acabar con sus debilidades, fue capaz de convocar a la muerte para hacerlo.
El sida más que una enfermedad es un tatuaje social, un doble padecimiento, una enfermedad que genera culpas, señalamientos y depravaciones que en la mayoría de los casos no existe.
El Sida ha sido satanizado, y con él, padece no solo el enfermo, el contagiado, sino que también el entorno…y de verdad creo que no debo hacerle más daño a mis hijos que el hasta ahora causado...por ello debo aligerar el paso. Pedirle a la noche que venga. Sentir la tierra convocada por mí prontamente. Escoger el camino y no sentarme a esperar que me vean cadavérico, inútil y hecho despojo en la espera del tránsito natural.
Las enfermeras y los médicos comentan tu enfermedad en ese tono de secreto que invita a su difusión, y preguntan, con dejo de inocencia pero intención de juzgamiento a quiénes te quieren, sobre la sintomatología que padeces, para decirte que se enteraron que algo le estás ocultando.
En fin, el sabor de la crítica en el padecimiento ajeno.
Por ello, creo que no estoy vivo...solo camino a la muerte.

Lo dejé. Supe luego que incumpliendo los tratamientos y evadiendo las dietas recetadas, logró que la muerte atendiera la convocatoria.
Ninguno de sus amigos públicos o sus parejas secretas le acompañó en el tránsito final. Tenía razón él, cuando señalaba el miedo a exponerse, a pasar el tormento por él vivido.
Sus hijos, recibieron el reconocimiento y el respeto a la vida pública a la que se había dedicado con éxito. Pocos repararon, salvo morbosos y vengadores, en otra cosa que los éxitos en vida de a quien despedían por última vez. La esposa descansaba de una carga que supo llevó exitosamente a buen puerto.
Después solo el silencio. Un ambiente de críticas, sanciones y perdones flotando por igual entre quienes advierten, aunque sea en las almohadas de sus cuartos, que muchos o casi todos tienen una doble moral. Alguna vivencia de la que son incapaces de aceptar en público.
Cuando me enteré de su fallecimiento, entendí que la libertad del hombre a veces se reduce solo a encontrar la penitencia suma, a las culpas que siente carga consigo...en ese apurar la muerte.
.Aunque con ello no borre, nunca, el daño que pudo haber hecho.
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