Decidí que la visita al infierno era necesaria

(Publicado en el Diario El Informador el 20.05.09)

Atardeció, y el reflejo multicolor moderó la angustia, el sobresalto, aquella rabia inaudita que opacaba todo... el sueño, la fantasía y hasta la tristeza. Atardeció, y el invierno no fue más que una estación, un accidente, un acontecimiento innecesario que embadurnó todas las cosas, todas las tardes. Ella se sentía bonita, la reina de su grupo, la “mami”…como le decían. Era el centro de atención, la convergencia de las miradas. A sus 19 años, se sentía admirada, imitada, deseada. Su sueño: triunfar en el modelaje, ser moderadora de algún programa de televisión, hacer alguna novela. Leyó un aviso para un casting, acudió a la cita y cuando miró a las demás, sabía que la oportunidad sería suya. Se puso su traje de coctel y modeló. Se puso su bikini y asombró a los miembros del jurado calificador. Ella sentía que en el salón del hotel donde optaba a dar el primer paso para hacerse famosa, deslumbraba. La enviaron a una especie de camerino y allí no extraño que se le apareciera uno de los promotores. Le pidió que fuera lo más atrevida que pudiera para ver hasta dónde podía llegar su papel en una telenovela. Ella se dejó llevar por la fantasía. Le dieron algo de beber. Cuando despertó, había un video suyo. Un chantaje más que una proposición de trabajo, un sueño y una vida hecha pedazos por quienes estaban dispuestos a convertirla en reo mercantil de un comercio bien especial. Se llenó de dudas, de pesadillas. Confió entonces en la posibilidad de olvido. Negó lo vivido, pero no lo estropeado. Gritó, pero nadie escuchaba. Lloró, y nadie le acompañaba….era muy tarde, y estaba muy herida como para contarle al mundo el por qué de sus nuevos silencios. En sus últimos nubarrones, se quiso mucho menos. No había luz, tan solo un reflejo que encandilaba lo sufrido. Ese odio por tantos tropiezos. Ese ahogo final, de no haber sabido parar a tiempo. Pasaban los días, y en las consecuentes brisas que azotaban sus tristezas, una chicharra anunciaba nuevas neblinas. La carne, muerta primero que ella, era la antesala de su desdicha. El punto de inicio de ese detestado presente que en boca de hasta quienes le querían, le señalaba inclementemente. Era como el anuncio de que su vida no sería igual a partir de ese instante. Se envolvió en mentiras, se empapó de hipocresías, y en ese untarse de ansiedades entendió que no había más moral, que las de las circunstancias. Que un error, aunque fuera involuntario, podía ser el punto de inicio de algún precoz final. Ya no se siente bella, ni mami. Ve el video que sobre ella grabaron, y vomita. Se siente mujerzuela. Ramera impúdica. Prostituta barata. Quienes la cortejaban, se alejaron. Para colmo, aunque pagó por la copia que tiene – con dinero y con su cuerpo- alguien subió el video a internet y repartió por celular la dirección donde buscarlo. Por lo que pocos le creen su versión. Ha aprendido una siniestra lección. …y de la peor manera.

-Me escribe un par de veces concertando una entrevista que frustra su ausencia. Después de varias semanas, acude a una nueva cita. Es muy joven. Muy bella. De portada de revista internacional, diría yo. ¿Cuéntame, qué te pasa?...le digo.
- No se por dónde empezar. Me da mucha pena lo que tengo que contarle.

- ¿Es tan grave lo que te pasa?
- Si, Licenciado. A finales del año pasado, fue convocado un casting para aspirantes a modelo y actrices en un hotel del este de la ciudad. Mi sueño ha sido siempre ser modelo. Mis compañeros, mis amigos, dicen que yo puedo ser una modelo internacional. Siempre he creído que tengo el físico, la disposición y el talento para serlo. O una moderadora de televisión, o una actriz de telenovela. Siempre he sido la reina de mi curso. La novia del Club donde mis padres son socios. Por lo que muchos animaron ese sueño mío desde chiquita. Además tengo talento para el baile. Desde pequeña hice flamenco en una de las academias locales y eso me permitió tener gracia en el movimiento del cuerpo y en el de las manos. Además soy una de las mejores estudiantes de mi curso. Maquillo a mis amigas. Les digo como combinarse…yo he sentido siempre, que estaba hecha para ese mundo. Que era algo así como mi hábitat natural.

- ¿Qué te pasó en el casting?
- Bueno, había que llevar un álbum de fotografías, un vestido de fiesta con zapatos y accesorios, ropa informal y traje de baño, preferentemente bikinis. Yo lleve varias tandas de ropa. Quería ser la mejor, y sentía que tenía con qué, Licenciado. Me aplaudieron con el traje de fiesta. Con la ropa informal. Cuando me tocó modelar con Bikini, me puse un hilo dental que dejaba a la vista del jurado mi cuerpo, que yo he venido delineando con ejercicios, gimnasios y del cual estoy orgullosa. No tengo nada artificial, solo un retoque en “las lolas”. Sentí que me habían aplaudido más que a las otras. Me sentía la ganadora. Después del último desfile fueron pasándonos a una especie de camerino para entrevistas y medidas. A mi me tocó alguien del jurado que como era gay, me dio confianza. Sabía que no se iba a propasar. Que no era de esos viejos verdes detrás de alguna excusa para acercarse. Me habló de mis posibilidades, de lo que podían ayudarme…de mi cuerpo, de mi cara, de mi sonrisa, de mi movimiento…y mientras él hablaba, yo me veía casi que en Hollywood. Tienen una labia esos tipos, Licenciado, que ni le cuento!.

- ¿Te propuso algo? ¿Te invitó para alguna parte? ¿Alguna conversación incómoda?
- No. Me preguntó –además con mucha naturalidad- sí yo era virgen. Si había tenido alguna experiencia sexual

- ¿Te sorprendió?
- No. Pensé que esa pregunta se debía fundamentalmente a saber si yo era una loquita o no. Si era independiente o no…qué se yo!

- ¿Qué le contestaste?
- Que eso eran cosas muy íntimas de cada persona

- ¿Y qué te dijo?
- Nada. Me preguntó sobre novios. El trabajo de papá, sueños, etc. Pidió un par de jugos naturales. Uno de fresa para mí, y uno de melocotón para él. Me tomé mi jugo…y al rato, no supe más nada de mí.

- ¿Nada?
- Nada. Desperté, no sabía ni donde estaba, ni que hora era. Estaba sola, en un cuarto de otro hotel, desnuda y con síntomas evidentes de haber sido violentada sexualmente. Al lado de la cama estaba mi ropa, y un papel con una dirección y una hora de entrevista, con una nota que decía “no dejes de asistir…te conviene!”. Llamé a recepción a preguntar si sabían cómo había llegado allí, y me dijeron que en compañía de alguien que canceló la habitación y que al marcharse le había dejado dicho que él tenía que irse y que no me preocupara. Que no olvidara leer un papelito que me había dejado. Lloré. Me bañé…revisé mi celular y había algunas llamadas. Una de ellas con un video muy corto donde aparecía haciendo cosas que ni le cuento…y la recomendación de asistir a la entrevista. También la de guardar silencio para que nadie más viera el video, evidentemente que hecho con un teléfono. Lloré de nuevo. Vomité. Maldije…llamé a mi más íntima amiga quien se presentó en el hotel. Cuando subió la acompañaba el encargado, a quien le explicamos. Ofreció llamar a la policía, pero le pedimos que esperara a qué yo hablara con mis padres para que el golpe no fuera tan duro para ellos. Nos fuimos casa de mi amiga, y allí me bañé muchas veces más. Tenía rabia. Odio. Yo que era la más avispada, mire como caí. Decidimos no contar nada hasta que habláramos con el tipo. Fuimos mi amiga y yo al centro comercial donde nos citó. Cuando estábamos en la cafetería, suena mi celular y el tipo me dice que se reúne conmigo pero sola…y que ya no podía ser esa tarde, porque no sabe si yo le voy a tender una trampa. Que al día siguiente en un sitio que me diría a última hora, y sola. Porque si no, iba a subir el video a internet. Así lo hice. En medio de esa tormenta que bullía en mi mente.

- ¿No hablaste con tus padres?
- No, Licenciado. Ellos siempre se habían opuesto a que yo me dedicara al modelaje. Siempre me decían que ese era un mundo medio pervertido. Que en ese ambiente la droga, el homosexualismo, el sexo, el alcohol era la moneda de cambio… ¿se imagina?

- ¿Y con el tipo?
- Sí. Pero no era el gay que me entrevistó. Era un tipo como de 28 años, bien vestido. De modales corteses. Llegó a la mesa y yo le quería pegar, quería escupir a ese maldito antes que me hablara. Pero me contuve. Aunque no pude contener las lágrimas.,..¿Por qué a mí?...le pregunté. “Porque estás demasiado buena mi amor” me dijo. Traté de darle una cachetada y me agarró la mano…”tranquila, no empeores las cosas”. Me llené de paciencia y lo escuché. Me dejó ver en una portátil que cargaba tres videos míos. Donde yo aparecía cual actriz porno, haciendo con dos tipos de todo. Todas las aberraciones que a usted se le puedan ocurrir. Si bien con una mirada extraviada, parecía que estaba participando.

- ¿Y no recuerdas nada? ¿Ni siquiera el video te hizo recordar?
- No Licenciado, nada. Estaba yo en una especie de trío haciendo el amor en todas las formas, y en todas las aberraciones posibles. Algunas tomas mía desnuda, ya durmiendo. Pero en poses que ni le cuento. Lloré, entendiendo el paquete en que estaba metida. A pesar que después que supe lo del video me había hecho un ejercicio mental para no perder los estribos, casi los pierdo. Total que me calmé y el tipo me dijo…”míralo de esta manera, te equivocaste…y a lo mejor este video te ayuda en tu sueño de ser actriz, fíjate Roxana Díaz, después del video porno –mucho más fuerte que éste- se hizo famosa internacionalmente, se mete un billete y nadie la censura”……entonces le pregunté ¿qué quieres? Poco en relación al daño que te puede hacer ese video. Consíguete cinco millones de bolívares (de los de antes) y pasa un sábado conmigo. Si no, lo voy a subir a internet, se los voy a mandar a tus padres y a todos tus amigos. Le dije que yo no tenía ese dinero. Me dijo, ve a ver qué consigues y me lo das este viernes en el hotel al que vayamos. Y yo me olvido de ti y tú de lo que contiene el video. Se paró y se fue. Mi amiga que estaba cerca, se vino hasta la mesa y me abracé a ella casi histérica….
- ¿Qué decidiste?
- Pensé hablar con mis padres pero lo descarté de nuevo por las razones que le expliqué. Decidí entonces buscar algo de dinero, y complacerlo para despertar de la pesadilla. Eso era, entre lo peor…lo menos malo. Porque se limitaría, así pensaba en aquel momento, a un par de horas de tortura a cambio de poder seguir siendo lo que era en el ánimo y consideración de mis amigos y de mi familia. Decidí que la tortura, que la visita al infierno, era necesaria. Lo otro, era mil veces peor. Vendí algunas cosas mías, les pedí algo a unas amigas y reuní dos millones de bolívares. Acudí a la nueva cita y me fui con él. Esta vez a un hotel en Acarigua. Cuando íbamos por la carretera pensé que me iba a matar…pero me controlé y no le demostré miedo. No me dijo nada en todo el trayecto. Ni siquiera me preguntó cuánta plata le había conseguido. Llegamos a un hotel de mala muerte y entramos a una habitación. ¿Me trajiste el dinero? Preguntó. Solo dos millones. Ah carajo, me dijo. Entonces vas a tener que portarte como la propia putica para que compenses. Allí me dio terror y me puse a llorar. Pero no podía gritar. Mire que traté Licenciado…pero no me salía la voz. Estaba aterrorizada. Tenía pánico. Tanto que el tipo se me acercó, me desvistió y no opuse resistencia. Me pidió que lo besara y yo no podía, solo lloraba. Me pidió que lo toque y yo estaba temblando del miedo. Como pudo se colocó encima de mí tratando de tener sexo conmigo, pero al final se paró y me dijo…por lo menos hazme sexo oral, para salvarte. Te doy cinco minutos para eso. Y yo, perdida en un terror inenarrable. Me forzó a hacerlo y yo lloraba. Me cacheteó, me haló por el pelo…pero no podía. Hasta que se fue, llevándose el dinero. Como pude salí, tomé un carro y me vine a Barquisimeto. Llame a mi amiga y le dije, fue horrible, pero creo que terminó la pesadilla pues el tipo se llevó el dinero. Ella me dijo, creo que no. Voy para allá y te cuento. Cuando llegó, me contó. En los teléfonos de cuatro de nuestros amigos, estaba el video.

- ¿Cómo reaccionaste?
- Ya no tenía lágrimas…allí lo que hice fue resignarme. Le dije a mi amiga, que sea lo que Dios quiera.
- Tus padres ¿ya lo saben?
- Sí

- ¿Cómo reaccionaron?
. Como padres, como amigos, como gente que me quiere. Me han ayudado mucho. No han dudado de mi versión. Solo me han reprendido por no habérselo contado a tiempo, lo que me hubiera evitado el segundo infierno. También la mayoría de mis amigos. Algunas de mis amigas más bien si han reaccionado distinto. Se les salió la envidia. Ese goce morboso con el mal ajeno. Ese “mírenla, tan sobradita ella, y hasta la grabaron revolcándose con unos tipos”. Ha sido un aprendizaje difícil, pero aprendizaje. Hoy sé quiénes son mis amigos. Sé que hay que medir las consecuencias de los sueños, cuando éstos no se racionalizan. También que hay que confiar en los padres y desconfiar del todo el que nos alaba, sobre todo si nos está conociendo. Que no es el cuerpo la principal belleza. Y que estar exhibirse, ponerse “buenota”, de alguna manera es una manera de crear tentaciones ajenas. Y que los únicos casting a los que se puede acudir es a los de las televisoras conocidas, los grupos de teatro de trayectoria y nunca sola…siempre, con alguno de los padres para que los avispados se pongan un freno. Que para ser reconocida y respetada la belleza no es suficiente. Que hay que aprender a amar la inteligencia. Que si bien ayuda una cara bonita y un cuerpo hermoso, a veces –como en mi caso- es la vía ideal para que algún aberrado sacie toda su podredumbre en uno. Publique mi historia Licenciado, para que las muchachas que tengan los mismos sueños míos se cuiden y no se arriesguen. Que ese mundo de los reflectores es atractivo…pero muy peligroso!

Ha conocido, de la peor forma, ese lugar oscuro donde la carne le hace piruetas al infierno y el dolor, es solo un aliado de quienes en su perversión, no se detienen ante nada para calmar sus instintos. Ha conocido el sitio donde habitan las sombras más tenebrosas. El cómo es posible que un sueño se convierta en pesadilla, solo por no tomar todas las previsiones. También cómo puede empañarse la suerte, la fortuna, la alegría solo porque ser “la mami” alborota hormonas desquiciadas en algún pervertido con oficio. Cómo el dudar de la confianza de los padres, le obligó a repetir la tormenta, el barro, ese mundo de excretas que sufrió por segunda vez y que una petición de ayuda a tiempo, seguramente hubiera evitado. Tuvo que aprender de la más lamentable manera que la piel, el instinto, el sexo, cuando se distorsiona es capaz de hacer cometer a muchos los peores desaguisados. Que no basta ser muy linda. Ni ganar un concurso para ser admirada, si en el camino alguien se vale de eso para chantajear y prostituir. Sin embargo, ha madurado lo suficiente como para percibir su error. Su tragedia. Y hacer de ese negro episodio de su vida una dolorosa sesión de aprendizaje que hoy puede, para beneficio de otros compartir, por encima del dolor… pedagógicamente.

A mis 22 años no existo

(Publicado en el Diario El Informador el 13.05.09)

A mis 22 años
no existo legalmente


Lic. Víctor M. Barranco C.

Ajeno. Como traído de la acera de enfrente, del otro faro, de la otra tarde…del otro día. De esa otra parte donde las azucenas se visten de un extraño y desconocido color. Como halado de los dioses, de los que iluminan la noche, el silencio, la tristeza, esa soledad de siempre que acompaña todas las tardes y todos los inviernos. Tiene 22 años viviendo, aunque no existe legalmente. Ha ido esculpiendo su vida palmo a palmo, trazo a trazo. Mira hacia atrás, y hay una memoria cenizosa incapaz de precisar familia, cuna, niñez o familiar afecto. Desde los seis años ha descubierto familias nuevas, hermanos de ruta, padres de afecto. Una Paraplejia Espástica y Vejiga Neurogénica Mielopatía Transversa le obliga a utilizar silla de ruedas, pero no le impide estudiar, trabajar, y construir una útil y eficiente vida. En el Honim, tiene el amor, la orientación, el apoyo y la oportunidad de estudio que le ha hecho un hombre de bien. Sin embargo, estudió bachillerato pero no puede ser bachiller. Puede y quiere trabajar, pero como no tiene acceso a una cédula de identidad, las cosas se le dificultan. Es un testimonio vivo, ejemplar, de un hombre de provecho. Inteligente. Zamarro. Un poco tímido, sin embargo no carga en la maleta ni frustraciones, ni rabias, ni pesos innecesarios. Es hijo de esa legión hermosa que de manos del Padre Fernando Santamaría, con la ayuda de hombres de buena voluntad, van creando familia, amor, amistad, creencias, fe, principios, profesión…en donde por mucho tiempo ha habido ausencias, vacíos y carencias. Sin embargo está en un limbo legal…extraviado de la ciudadanía formal. Como perdido entre tantos años, tanta aceras, tantos días recorridos de manos de la inexistencia. Aunque con una sonrisa en el presente, alguna ignorancia de su pasado, pero con ese grito de fe en el futuro que contagia. Que evade las dificultades, y hace con su disposición y talento, camino seguro a la esperanza. No reniega de su discapacidad, siente que ha sido su realidad de siempre, y no le amarga. Es lo cotidiano. No hay tempestades en su conciencia…más bien los huracanes hermosos y recíprocos del amor, en el desarrollo de su juventud. Ha descubierto para su bien, después de muchos años en el hogar, un sitio donde hay espacios para las flores, para el despertar alegre, para el compartir sin mezquindades, para hacer grandes los sueños pequeños…un lugar donde las ciruelas del afecto apagan cualquier posible tristeza. Ha descubierto una vida, una familia, un estudio, un trabajo, un amor, muchos afectos, otra noche, otra sed…y aunque no existe legalmente, por ahora, sabe que gracias a semejantes de buena fe lo aguarda el nacer en un nuevo día…cuando no sea solo dueño de su vida, sino que también de su identidad.

-Se llama Luis… María Elena, ejecutiva de El Informador me lo refiere. Lo acompaña Fabiola, quien le ha dado una oportunidad de trabajo. Al mando de su silla de ruedas entra a mi oficina y conversamos de su extraña situación legal…tiene 22 años viviendo, pero no existe legalmente ¿Cómo es eso Luis, que no existes legalmente?... le pregunto
- Así es, me dice. Tengo 22 años, pero no tengo ni cédula, ni partida de nacimiento. Solo una constancia del hospital donde nací. Una historia de vida que se resume de uno a seis años de edad con una tía, de seis a nueve años en un hogar en Caracas y de nueve años hasta hoy que tengo veintidós, en el HONIM acá en Barquisimeto
- No te presentaron…
- No. Me he buscado en todas las instancias, y no existo. Incluso tengo una constancia de no presentación suscrita por el Jefe Civil de la Parroquia Sucre del Distrito Metropolitano

- ¿Tienes algún recuerdo familiar?
- No tengo referencias ni recuerdos familiares. Lo que sé, es más por lo que he averiguado después de grande, más buscando el cómo recuperar mi identidad…que por alguna necesidad o curiosidad por saber más de mi niñez. No recuerdo nada.

- ¿Nada?
- Bueno… sé, como le dije, que estuve con una tía hasta los seis años. Entiendo que ella por problemas económicos no me pudo tener más y me llevó al Hogar Corazón de Jesús en Caracas. Allí estuve cerca de tres años. De allí me enviaron al Honim, donde tengo 13 años viviendo. Así puedo resumirle la historia de lo que soy. No hay más referencias. Ni recuerdos. Ni constancias. Ni papel de ningún tipo que me pueda ayudar en esta necesidad que tengo de existir legalmente.
- ¿Conociste a tus padres?
- No, no los conocí, ni tengo ninguna señal, ningún recuerdo de ellos. No sé ni siquiera cómo son, o cómo fueron. Ni siquiera de dónde son. Ni donde vivieron. Es más, ni siquiera sé en que sitio de Caracas vivía yo con mi tía.

- ¿Has vuelto a saber de tu tía? ¿Te ha visitado en el HONIM? ¿Ha procurado algún contacto contigo? ¿Saber de tu salud?
- No. Ella se desentendió de mí cuando me entregó al Hogar y a partir de ese momento, no supe nunca nada más de ella.

- Entonces, le digo, seguramente no eran solo problemas económicos. Porque ha podido verte en algún momento a lo largo de estos 16 años que saliste de su casa…
- Seguramente

- ¿Cómo te ha ido en el HONIM?
- Muy bien. Allí me han atendido excelentemente como a todos. Me han dado una vida. Un conocimiento. Un afecto. Una oportunidad de estudio. Un chance de trabajo. Tengo una familia. Allí he crecido, me he hecho un hombre de bien. Me he formado. He aprendió todo lo que sé.

- ¿Dónde estudiaste?
- Estudié primero en la Manuela Duin, y el bachillerato en el Liceo Alirio Ugarte Pelayo. Incluso lo terminé.

- ¿Entonces, eres Bachiller?
- No, no puedo serlo hasta tanto no tenga mis papeles. Hasta que no porte una cédula. Hasta que no exista como ciudadano. Tengo la constancia de mis notas. Los certificados de mis estudios, pero no puedo acceder al título hasta tanto no me cedule….
- ¿Cómo hiciste entonces para estudiar? ¿Para inscribirte?
- Con una constancia que me dio el HONIM pude inscribirme y estudiar…pero no puedo acceder a la graduación formal hasta que no se regularice mi situación legal. Fíjese que se me ha presentado una oportunidad para trabajar, y no puedo regularizar mi relación laboral porque no tengo papeles.
- ¿Dónde tienes esa oportunidad de trabajo?
- Con la señora Fabiola quien me trajo hasta acá, hasta su oficina y quien se ha preocupado mucho para que yo pueda resolver mi situación para poder seguir en Pare Estacionamiento, en la Avenida Lara en el Centro Financiero Las Vegas.

- ¿Qué haces allí?
-Estoy en un programa de cooperación. En la parte de contabilidad…”además con mucha eficiencia” acota Fabiola. Quien se siente, ha logrado una empatía, un afecto con Luis...a quien ayuda, más allá de cualquier deber formal de empleadora.

- ¿Vas a seguir estudiando?
- Es mi deseo, mi sueño, la meta de mi vida….son mis planes. Pero no puedo ingresar a la Universidad. Necesito una cédula que no tengo para poder inscribirme. No me dejan matricularme sin ese requisito. No existo, simplemente no existo legalmente.

- ¿Nunca te han pedido la cédula en la calle? ¿En algún sitio al que hayas ido?
- Hasta ahora las veces que me la han pedido, siempre ando con alguien. Además cargo una constancia del HONIM

- ¿Cómo sabes que te llamas Luis, si no tienes papeles?
- Bueno, se ríe, siempre me han llamado así. Y rescaté una certificación del hospital Dr. José Gregorio Hernández de Caracas donde dice que me llamó Luis Enrique y que nací el 31 de Enero de 1.987
- ¿Cuándo comenzaste a preocuparte por lo de la identidad? ¿En qué momento sentiste que era vital conseguir ser reconocido como ciudadano?
- Cuando salí de Bachillerato y no pude graduarme. Cuando intenté seguir en la Universidad y me fue imposible matricularme. Ahora que se me presenta esta oportunidad de trabajo, y es necesario resolverlo para avanzar. Cuando ya en uso pleno de mi razón y mi vida, a los veintidós años, me doy cuenta que vivo pero no existo legalmente.

- ¿Recuerdas algo de tu niñez, de esos seis años con tu tía?
- Muy poco, de esa etapa de mi vida casi no recuerdo nada

- ¿Te acuerdas de algún primo, de algún hermano, de alguien más –aparte de tu tía- que haya vivido contigo?
- No
- ¿Por qué crees que se rompió el afecto de tu tía? ¿Por qué no te vio más después que te entregó al Hogar?
- Verdad que no me he detenido a pensar en esas cosas…no han sido de mi interés. Tampoco me ha hecho falta detenerme a pensar en ellas.

- ¿Cuál es la persona más cercana a ti?
- Mis compañeros del HONIM

- ¿Quién te aconseja? ¿Quién te orienta?
- El padre Fernando Santamaría

- ¿Tienes novia?
- Actualmente no

- ¿Has tenido novia?
- Sí

- ¿Cómo ves tu futuro?
- Quiero hacerme un profesional de la Psicología. Un hombre independiente. Formar una familia. Aunque sin romper mi vínculo con el HONIM…ellos, son mi familia.

- ¿Qué diligencias has hecho para regularizar tu situación?
- Hemos ido a Caracas varias veces, pero ha sido muy difícil avanzar en la consecución de la documentación que requiero sin vivir allá. No es fácil para alguien como yo sin mayores recursos, discapacitado, moverme con frecuencia a Caracas a diligenciar. Aunque he recibido la ayuda del Padre y ahora de la Señora Fabiola, ha sido muy difícil.

- Es muy extraño tu caso….le digo
- Bueno… no tanto, en el HONIM hay varios en la misma situación, aunque mucho menores que yo, pero también a la espera de poder ser ciudadanos formales, con todos sus derechos.
- Interrumpo la conversación y le digo que voy a llamar a un abogado amigo que siempre, desinteresadamente, me ha ayudado en estos casos. Llamó al Dr. Henry Alviárez, y en su presencia le planteo el caso por teléfono. Me hace algunas consideraciones de tipo legal, y me pide que le indique a Luis y a la Señora Fabiola que lo llamen… que él –como muchas otras veces en estas situaciones- se va a hacer cargo del caso sin que Luis tenga nada que pagar. Y que estima que para el año que viene, Luis va a dejar de ser un fantasma, y se va a convertir en flamante ciudadano. Un gesto común en el Dr. Alviárez, que agradezco profundamente. Se lo comunico a Luis y a Fabiola quienes de pronto comienzan a pensar – esta vez creo que con razón- que se inició la cuenta regresiva... ¿qué te parece, le pregunto?
- Excelente. Agradecido con el Doctor, que puede solucionar el gran problema…el gran obstáculo que me impide seguir avanzando en mi desarrollo personal y profesional.

Lo despido. Ahora con una sonrisa, en la antesala de su esperanza. Siento que en su mundo particular amanece. De nuevo, amanece. Y allí entre la soledad y el silencio, el amor vuelve a empaparlo todo de alguna manera. La mano tendida de nuevo que, junto a la que ha conseguido en el HONIM, pueden permitirle dejar atrás la noche, la tristeza, el viejo retrato del olvidado cuaderno. Avanzar y crecer sin detenerse en la raíz, sin necesidad de podas o ramas que recoger para adivinar el camino…sin que tenga que entrar, para consolidar el futuro, a jugar alguna consideración con el pasado. En su mente, en su cuerpo, en esa silla que le acompaña como herramienta de su locomoción, en el sitio aquel donde habitaron por mucho tiempo fantasmas… hay una oportunidad para que se imponga de nuevo la esperanza, la sonrisa, ese opacar las pesadillas que muchos años de lluvia, han terminado por regar –de alguna manera- el avance de frustraciones y tristezas. Por fin va a ser él. Sin dudas. Va a rescatarse legalmente. A confiar. A sentir el inicio de las cosas buenas llenando su tiempo. A reciprocar todo el amor recibido en el HONIM, las alegrías, las enseñanzas, el calor, la fe… la de ese andar al lado de Dios que, en algún momento, alivia definitivamente el camino y llena de mañanas el espacio vital del nuevo cuaderno. Amanece, para él, seguro que amanece. Y allí, entre la dificultad y el logro, junto a esa familia que ha construido, su fortaleza de hombre bueno, la mano amiga y generosa de quienes le ayudan….estoy seguro que la esperanza, va a dejar de ser para él…el más cotidiano de los sueños.

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Me tocó cerrar sus ojos

(Publicado en el Diario El Informador el 06.05.09)

Me tocó cerrar sus ojos
Lic. Víctor M. Barranco C.

La vio partir para siempre, a pesar que tenía solo 15 años. La tragedia sonaba hueca, sombría, increíble y hasta distante. No había en su presente ni el olor a jardín, ni el brillo de su adolescencia, ni ese paquete de sueños que, despierta, compartía con él a medida que crecía. Solo un colchón de madera y la inevitable luz de las velas. El sonido de la distancia, era solo el rumor de nuevas aprendidas tristezas. Hoy, ante lo inevitable, anda con ese ropaje lleno de ese gran dolor que ahora trajina por culpa de quien, al parecer con unos tragos de más, la mató con su carro, hirió a un primito suyo y se dio a la fuga. Los dejó tendidos y sangrantes en el suelo, sin pena, sin remordimiento, sin prestarles el auxilio requerido. Víctimas de su imprudencia. De la doble. Del arrollamiento cuando estaban en una acera, y del haberlos abandonados a su suerte quizás…porque no hay peor dedo acusador que la conciencia. Hoy, detrás de sus párpados, con ese andar lento de quienes deben despedirse definitivamente de las sonrisas, inventa tiempos de manos de su esposa y deambula por los pasillos de la judicatura tratando que se haga justicia. Su única hija. Su hermoso ángel. Arrancada de la vida, malamente. Por eso en el fondo, en el sitio donde lastimaron su amor, las luces hoy son solo destellos que enceguecen y que lastiman esa sombra donde se ha guarecido momentáneamente, para evitar ese dolor que cala sus huesos de una manera perversamente extraña. Se fue. Él mismo cerró sus ojos. En el ambiente frío de una morgue donde además del dolor debió pelear con los zamuros, los comisionistas, la carroña que mora en esos ambientes tratando de aprovecharse del pesar ajeno, sintió además el desespero de las miserias y la ingratitud de las vivencias. Y ese ambiente nauseabundo de quienes, sin pudor y sin vergüenza, trafican con la entrega de los restos de los seres queridos. Cada hora, era una acusación nueva. Ese descubrir en medio de la mayor pesadilla, no solo la desvergüenza de quien mató a su hija, hirió a su sobrino y se fugó sin ningún remordimiento, sino de esa impunidad que al comprobarla, sacude su insomnio cada nueva noche. En su memoria, en los papeles que carga, en las investigaciones hechas, en los informes, en el expediente hay mucho más que una huella. La marca de unos pasos que la tragedia sintió. Esa pisada tenebrosa de quienes al andar, van tratando de borrar el rastro. Aquel carro vino tinto, desde donde se trata de borrar las culpas de tanta miseria transitada. Acabaron con su familia, sus sueños, los sueños de ella, y del niño que aún padece las consecuencias del arrollamiento. Por ahora, solo le queda un documento, unos testimonios, una fosa, las sonrisas, sueños y esperanzas de ella…batallando en su corazón y en su mente, con aquella caja de madera capaz de testimoniar su muerte. Temprana. Injusta. Irresponsable e impune. El aborto de la madrugada…y a pesar de todas las evidencias, la irresponsabilidad realenga, disfrutando, amenazando…jugando a la impunidad y al olvido.

-Me escribe a mi correo y me dice: Es muy probable que el solo hecho de recibir estas líneas, no lo hagan recordar quien soy, pero si usted se entrevista conmigo estoy seguro al verme lo hará. En los últimos días he tratado de ubicarlo pero no he logrado, fui a Promar y hasta hice que mi padre dejara una nota en su casa con el vigilante. Entiendo que por ser persona publica, hay muchas caras que se ven y que se han visto en alguna parte y no sabemos donde. Para ayudarle, siendo yo desempleado, trabajé como mesonero y en muchas ocasiones fui yo quien le atendió... en otra ocasión escribí a su correo para conversar sobre las matracas de los fiscales de tránsito...y usted hasta me mencionó en su columna de los miércoles. Mi intención de comunicarme con usted en esta ocasión, se relaciona a un hecho trágico que enluta mi alma y la de mi esposa, así también como la de familiares cercanos y lejanos, además de los amigos, que me gustaría hacerlo del conocimiento público y agradecer a toda la comunidad de Cabudare por el apoyo tan grande y voluntario que hemos sentido después de lo ocurrido aquel fatídico sábado 28-03-09. Acordamos una entrevista, acude a mi oficina y me cuenta….

- Un 22 de noviembre mi esposa dio a luz una hermosa y bella niña que por conocimiento siempre quise que tuviese el nombre del inicio del Mundo, como lo indica la Biblia: “GENESIS”. Con este nombre, yo siempre quise rendir homenaje, ya que era un regalo bendito de la primera nieta de ambas familias, e igualmente única en todo para sus tíos y por consiguiente nuestra única hija. Fueron pasando los días y con ellos llegaron momentos de bendiciones, felicidad y alegría. La vimos crecer, cumpliendo sus sueños y los nuestros. Compartiendo su primera palabra. Su primer juguete. Su primera alegría. Los triunfos como estudiante. Las satisfacciones como hija. Los logros como amiga. Sus desayunos, sus risas, sus tareas trabajos y esos primeros seis años de la infancia más tierna y bellas que un Ángel pueda tener...Comienzan los años de Liceo, en donde se destacó como excelente estudiante, abnegada y responsable, siempre con el apoyo nuestro en cada uno de sus trabajos y en cada uno de sus momentos de cansancio...Durante toda su vida, abrió un compás de amiguitos y amiguitas, que compartieron sus mejores momentos pues era muy alegre y jocosa lo que encantaba a todo aquel que la veía, e igualmente fue respetuosa de las personas adultas que la adoraron y conocieron...Participó en los NIÑOS CANTORES DE CABUDARE, allí aprendió a cantar y tocar flauta dulce, que a su vez me enseñó Licenciado.. En los últimos meses, estudiaba noveno grado en el Liceo Jacinto Lara del mismo municipio Palavecinense¸ cumplió sus quince años y con el apoyo de sus tíos, se los celebramos. No fue una fiesta por todo lo alto, ni pomposa….más bien fue una reunión íntima, familiar, humilde, porque no tenemos grandes riquezas. Nuestro mayor orgullo son los hijos, por ellos uno vive, se sacrifica, esfuerza y logra algunas metas, pero siempre con la ilusión de verlos crecer, graduarse y ¿por qué, no? hasta que nos hagan abuelos entre otras cosas... Pero todos los esfuerzos, esperanzas y sueños, se vieron interrumpidos violenta y trágicamente el sábado 28-03-09, cuando en la acera de la casa, un conductor imprudente, cegó la vida impactándola a ella y a su primito y dándose a la fuga, tal si fuera un animalito, los dejó sin ayuda...Como si él no tuviera también hijos. Como si no le doliera la vida de unos niños. Sin asumir su responsabilidad, no solo como conductor del vehículo…sino como ser humano, como padre, como hijo que debe serlo. Fue el sábado, más trágico y duro que hemos vivido desde que estoy o estamos vivos...

- ¿Qué fué lo que ocurrió?
- Estábamos reunidos en la casa de un cuñado picándole una torta a uno de los niños. A las nueve y media salía a llevar a mi suegra a su casa…allí recibí la noticia que a mi niña y a su primito, un hombre presuntamente ebrio la había arrollado…y se había dado a la fuga. Recibir una noticia tan dura, que jamás soñamos recibir me impactó, cuando me avisaron salí corriendo aún con la esperanza de encontrarla con vida, con un hueso roto, una cortadura u otro detalle, pero con vida….y, cuando llegue al Ambulatorio, solo vi la expresión de los médicos y enfermeras, que al verme abrieron paso para que me acercara, con esta reacción sentí que -aunque nadie me lo dijera- ya era demasiado tarde... Desde ese instante cambió y dio un vuelco la vida. Yo la tuve entre mis manos cuando nació, manos que muchas veces tomé y besé para llevarla a diario a la escuela y para caminar a cualquier parte… para en ese instante vivir el momento más duro de mi vida…. Tener entre las mías, otra vez sus manos… pero esta vez llenas de la sangre de mi hija, Licenciado. No podía entender, ¿por qué, en tan poco tiempo se apagó una vida?.

- ¿Dónde estaba ella?
- Estaba en la casa y salió a despedir a alguien con un sobrino. Allí apareció un carro sin luz, a alta velocidad, que se montó en la acera, los arrolló y se dio a la fuga. Un vecino del sector, en una calle de casi 14 metros de ancho. A ella la mató, y al niño de diez años, lo dejó con consecuencias que aún padece.

- ¿Y el conductor?
- Está identificado. Incluso me dicen que tiene antecedentes, pero no me consta. Hay testigos que aseguran haberlo visto bebiendo antes del accidente en un negocio del sector. Algunos le han escuchado proferir amenazas, a tal punto que tuve que solicitar –yo que soy la víctima- protección policial que me fue acordada por el Ministerio público. A mi niña me la dejó muerta en el sitio...y mi sobrino presenta aún dolor intenso de cabeza, mareo, nubosidad en la visión, dificultad para conciliar el sueño.

- ¿Tienes más hijos?
- No Licenciado, era mi única hija

- ¿Qué sientes?
- De todo. Rabia, impotencia, dolor, tristeza, frustración, angustia. Me tocó cerrar sus ojos. Retirarla de la morgue. Y mientras lloraba a mi hija en mala hora fallecida, tener que enfrentar a los zamuros de la funeraria tratando de hacer un negocio. A empleados prometiéndome aligerar la entrega del cuerpo de mi hija si les daba medio millón de bolívares de los antiguos. Esa especie de infierno doméstico que hace mucho más cruel e increíble la pesadilla. Fui yo quien se lo dijo a mi esposa. Mi Dios le ha dado a ella mucho valor para enfrentarlo. Ella era nuestro sol. El centro de la casa. Nuestra esperanza. La alegría. El futuro….y mire, hoy gracias a una negligencia o una irresponsabilidad ya no está con nosotros. Desde ese momento cambio la historia, porque ya no podré vestir a mi hija para una fiesta, nunca pensé que tendría que darle desde ese momento la cama que nadie quiere y sueña: una urna…y tampoco la casa que nunca pensamos: una fosa. Siempre soñamos con una casa grande y bonita, con un cuarto para todas sus cositas y jamás nos pasó por la cabeza en que íbamos a ir, a sus quince años, al cementerio a visitar su tumba...Si el tiempo se pudiera devolver, me iría ese día cinco minutos antes, cuando le dije a mi hija tienes una hermosa sonrisa, te amo!. …pero tan solo cinco minutos bastaron para que la imprudencia cegara su vida. Y lo más difícil de entender es que los seres humanos, nacemos, desarrollamos y morimos, que venimos a esta tierra a cumplir con una misión, pero jamás nadie explica el significado de la muerte, ¿cómo llega y a qué hora? Por lo general los hijos entierran a sus padres como ley de vida, pero, ¿Cómo?, ¿Por qué?, ¿De qué manera? En este caso pasó lo contrario. Y créame Licenciado, los padres no estamos preparados para enterrar a los hijos.

- ¿Qué estudiaba?
- Tercer año de bachillerato, lo que hoy conocemos como noveno grado. Tenía uno de los mejores promedios del curso. Mire –me dice enseñándome orgulloso las calificaciones de su hija- era una excelente estudiante. Yo respondía todas sus preguntas. Siempre tuve una respuesta para ella. Ahora Licenciado, no tengo una sola respuesta para estas preguntas que mi esposa y yo nos hacemos cada segundo ¿qué pasó? ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué a ella?

- ¿Confías en la justicia?
- Espero seguir confiando. Que no se me vuelva un cangrejo. En la Fiscalía XVI han sido muy diligentes con el caso. Se han portado muy bien con nosotros. Sobre todo por un comentario que le hicieron a mi cuñado, al padre del niño también atropellado junto a mi hija, en cuanto a que no demandáramos, que no procediéramos...que era mejor que nos quedáramos quietos y nos evitáramos problemas

- ¿Los amenazaron?
- Pues, al parecer sí. A tal punto que solicité protección al Ministerio Público y me la concedieron. Aunque sabemos que tenemos la protección de ese angelito divino. Fíjese Licenciado, hace días uno de sus compañeros y amigos llegó a la casa y al ver a mi esposa llorando me dijo “yo vengo a hablar con su esposa, porque esta puerta de su casa se ve muy grande porque no está Génesis. Ella siempre nos invitaba a estudiar juntos, yo soñé que ella me dijo…no me lloren tanto, que yo estoy bien donde estoy”
- ¿Por qué no tuvieron más hijos?
- Por problemas de salud. Mi señora tiene problemas serios con la tensión.

- Si pudieran ¿tendrían más hijos?
- Mire que lo estamos evaluando. Hoy la ciencia médica ha avanzado mucho y nos han dicho que con los controles adecuados podemos. Que si bien hay algunos riesgos, no solos mismo de hace una década atrás. No existe palabra alguna que me diga, cómo tener tantas ilusiones y sueños de obtener el titulo de educación de un hijo y ahora solo recibir el Acta de Defunción y que la celebración que había de expresar felicidad se convirtiera en rezos y última noche...el tener una esposa sufriendo más que nadie, al resto de la familia desconsolada y en mi corazón un vacío y un desaliento...

- ¿Alguna reflexión adicional?
- Si usted decide publicar mi pesadilla, haga saber a toda la colectividad de Cabudare, que apreciamos toda la solidaridad, apoyo, admiración, consternación y respeto por mi Ángel, a quien le di como nombre...El inicio del todo según la sagrada Biblia...Génesis...

Un testimonio que sacude. Una impotencia que estremece. En espera de la justicia ahora debe asomarse en sus tardes a ese sitio donde reposa el afecto ausente. Desde allí, inventarse una fuente de colores para regar de luz cada espacio de su memoria que lo mantiene insomne. Colocar al margen del camino, esta miseria amiga enquistada desde aquella noche en lo peor de sus días. Va a buscar claridad en esas sombras. Alguna razón. Algún indicio. Alguna mirada de aliento que en medio de la turbulencia, lo acobije. Va a regresar al principio. A su Génesis. A donde una sonrisa, quince año, un beso, una pregunta, un tomarse de la mano, una brazo fuerte…eran la mejor justificación de su existencia. Va a tratar de no seguir muriendo en vida. A ponerle fin, haciendo justicia, en esta tragedia que su cotidianidad deforma. Va a buscar la verdad. No para recuperar su hija que sería andar en lo imposible. Si no para que la justicia pueda reconciliarse con la vida. Y nadie más sustituya sonrisas por muerte en medio de una vergonzante impunidad. Para que nunca más, por la imprudencia o el abuso del alcohol, de un hijo…los padres tengan que llorar su muerte.






A veces nuestros padres

(Publicada en el Diario El Informador el 29.04.09)

A veces nuestros padres
no nos dejan otra salida


Lic Víctor M. Barranco C.

Una neblina fría, indescriptible, repugnante…la acompaña desde esa noche. Lo que en aquel momento le resultó una solución eficiente hoy, en su alma, en su nombre, en el sitio de sus culpas, no ha dejado de ser un ruido que la aturde permanentemente. Donde debió estar el amor, el instinto materno, la consecuencia de la pareja, la justificación de la familia…truena. Truena siempre. Hay un pantanal de desechos en su soledad, en sus aspiraciones, en ese reloj que en su vientre se detuvo en aquel momento, eternamente. En esa misma sombra que la martiriza y la acompaña. En esos pies que no pudo besar y que ahora extraña. En esos juegos que no pudo jugar. En esos ojos donde no pudo verse. En ese llanto que no sintió. En ese pedacito de carne que hoy necesita. Allí, donde debió haber una sonrisa, solo hay terremotos y huracanes. Adentro, cuando le toca quedarse sola, hay una verbena de odios, de temores, de señalamientos en esa ira que no cesa. En esa hora que no deja de culparla. En ese sentir a Dios castigándola para siempre. A veces para arrepentirse, no le alcanza la noche…ni la vida. No entiende por qué, donde debía haber un sueño, solo hay una cuna para las tempestades. Retrocede en el tiempo y aunque se justifica, no deja de culparse. Tenía 18 años en aquel momento, y muy pocas salidas. Diez años atrás, nadie comprendía. Iba a ser echada de su casa. Un embarazo no deseado, más bien odiado, era como la antesala a un largo camino de espinas que ella pensó debía evitarle vivir a quien nunca llegó a conocer…y sin embargo, hoy daría lo que no tiene por repetirlo. Por eso no deja de sentir, ahora que desea y no puede, una profunda tristeza. Esa sensación que la vida le está obligando a pagar sus pasadas culpas. Recordándole cada segundo lo que ha sido su más grande y oprobioso secreto. Ha recorrido todos los caminos, visitado todos los médicos, buscado ayuda en las amigas…pero, en ese recorrer los atajos de siempre, siente que donde debió estar el camino que conduce a Dios, hay señales exigiéndole que no pase. Tiene 28 años, y una noticia de los muchos médicos consultados que aseguran que ese sueño que la obsesiona, no podrá cumplirlo. Que es posible que esa decisión de años atrás de interrumpir el embarazo, hoy sea una de las razones que influyan en ello. Cuando pudo ser madre, no era el momento. Demasiados prejuicios, pudores y acusaciones gravitaban sobre esa posibilidad para hacerla cierta. Hoy que lo desea con todas las fuerzas de su género, la naturaleza se lo impide. Ella asegura que paga unas culpas. Su pareja…que es solo una casualidad de la vida.

-Me escribe. Solicita que la escuche. Me dice que su vida puede ser un testimonio adecuado para esta reflexión de los miércoles. Luce muy joven. La acompaña su pareja, quien será su marido en apenas tres meses. Están condenados, según ella, a ser una familia de dos.
- Hace cerca de diez años, me cuenta, teniendo apenas 18 recién cumplidos un día confirma que estaba embarazada. Tenía un novio, compañero de estudios, con quien descubrí la sexualidad un poco a los empujones. Sin que pensáramos en casarnos o en establecer familias, un día descubrimos, luego del tercer encuentro sexual pleno que tuvimos, que yo estaba embarazada.

- ¿Cómo lo descubrieron?
- La primera sospecha fue cuando dejé de “reglar”… yo que era un reloj para eso. Pasaron los días...y nada. Esperé un mes, y tomé varios brebajes recomendados para que me “bajara la regla”, pero nada Licenciado. Compramos entonces una de esas pruebas caseras de comprobación a través de la orina y, conjuntamente con mi mejor amiga, me la hice. Resultó positiva. Entonces me la repetí como diez veces porque, no es que no creyera…sino que no quería creer.

- ¿Cuándo se lo dijiste a él?
- Esa misma tarde, en mi casa, cuando fue a visitarme

- ¿Cómo reaccionó?
- Lo esperaba. Al igual que yo, había algo muy dentro de nosotros que nos decía hace rato, que yo estaba embarazada. No nos sorprendió, pero si nos alarmó. La pregunta, una sola ¿Qué hacemos ahora?

- ¿Qué se contestaron?
- Nada Licenciado, al principio estábamos bloqueados. Porque decirles a mis padres era garantizar que me botaran de la casa, y poner a ese hijo y a mí a pasar trabajo. Mi novio estudiaba igual que yo, y sus padres no nos iban aceptar en su casa. Su padre era muy conservador y seguramente me iba a juzgar desde esa óptica. Además, no era lo que queríamos

- ¿Qué querían?
- Como novios pasarla bien, sin complicaciones. Estábamos frente a un accidente, impensado. No tenía yo confianza con mi mamá para contarle, y mi papá era un ogro. En casa no se hablaba de sexo…cuidado con abrirle los sentidos a esa muchacha!, decía. No quiero culpar a nadie, pero a lo mejor si las condiciones de mi casa hubieran sido otras, también mi actitud lo habría sido.
- ¿No sospecharon nada?
- Nunca. Teníamos más bien una relación formal padres e hija. De respeto supremo y yo creo que mal entendido. Más que respeto yo sentía temor. Los castigos corporales que papá y mamá me daban cuando hacía algo que no les parecía eran exagerados. Recibí unas palizas que ni le cuento Licenciado, a veces solo por hablar con un amigo en la puerta de casa. Imagínese si les digo que estaba embarazada soltera…me matan!. No tenía en mi casa posibilidad de ser entendida. Mis padres frente a mis relaciones con el sexo opuesto eran demasiado estrictos. Y mi hermanita, que en ese momento tenía 10 años, era muy pequeña como para auxiliarme.

- ¿Qué hiciste?
- Le conté a mi amiga más íntima, con el ruego, con el juramento que ése iba a ser nuestro secreto. Ella, habló con su hermana mayor a quien tenía mucha confianza, como si fuera a otra compañera de clases a quien conocía poco y quien le había pedido ayuda. Comenzaron los consejos encontrados. Que hablara con mi mamá, que corriera el riesgo. Que me fuera con mi novio, que hablara con los padres de él. Una prima. Una profesora…una amiga que había pasado por lo mismo. Un médico. Un psicólogo…Que sé yo, cuántas posibles soluciones. Pero yo tenía miedo a ser descubierta. Miedo a la paliza. A que me botaran de mi casa y a pasar trabajo. Al rechazo de mis amigas. A no poder criar sola esa bebé. Demasiados miedos juntos para una muchacha inexperta como yo, y sin tener a quien acudir con confianza. Sin ser censurada. Yo aspiraba solo que alguien me comprendiera. Que me ayudara desde el consejo, y no desde la reprimenda. Que me guiara hacia una decisión acertada, sin prejuicios previos. Que se pusiera en mi lugar.

- ¿Alguien se puso en tu lugar?
- Nadie en mi familia, porque nunca supieron. Es más en una conversación durante el almuerzo conté que una compañera estaba embarazada soltera y no sabía que hacer…y a mi papá por poco le da un infarto. “Usted deja de tratar a esa loca, ahora mismo” “eso es un mal ejemplo” “y cuidado con una vaina, porque te boto de la casa” “¿incomprendidas?…puticas diría yo”…me dijo casi fuera de sí. Lo que me cerraba cualquier camino.
- ¿Y?
- Bueno, mi amiga íntima me contó que la doméstica de su vecina le había contado –después que la hubiera tanteado sobre el caso- que una prima de ella le había pasado lo mismo y había interrumpido el embarazo sin ninguna consecuencia física, y que nadie –además- se había enterado. Que era un método fácil y seguro. Me contó…al principio me alarmé. Me pareció gravísimo eso de hacerme un aborto. Sobre todo que a mí eso me lucía como una operación. Entonces ¿Cómo iba a justificar la ausencia de mi casa durante ese tiempo? ¿Cómo lo iba a pagar? ¿Cómo hacer para que no se me notara?

- ¿Pensaste en el niño?
- Verdad que no Licenciado. En ese momento pensé solo en mí, y en lo que me podía pasar si lo tenía. Mi amiga me dijo que solo me quedaba un par de semanas para decidir, porque después no iba a ser posible. Lloré. Lloré mucho. Cómo deseaba en ese momento tener una madre o una hermana mayor que me escuchara. Que me orientara. Que tomara conmigo la decisión.
- ¿Y tu novio?
- Desde el primer momento que se lo plantee me dijo: decide tú. Tú eres, fundamentalmente, quien tiene el problema.

- ¿Qué decidiste?

- Primero pregunté cómo era la cosa. Me dijeron que había un medicamento que originalmente se prescribía para problemas renales o hepáticos, y del cual se tomaban dos pastillas y dos se introducían por los genitales y a los tres o cuatro días se presentaba la expulsión del feto. Que solo debía tener preparado quién y cómo me iba a hacer después el curetaje. Que eso era un día… máximo dos. Que inventara un paseo con unas amigas o una jornada de estudios de fin de semana fuera de la casa para justificar la acción. La doméstica nos dijo que ella conocía un médico que podía hacerme el curetaje y darme el récipe. Que en su consultorio podía estar en el día. Que con una noche en casa de una de mis amigas era suficiente para recuperarme. Y que en una semana iba a estar sin problemas. Así lo hice. Conseguí el dinero. Compré las pastillas y encomendándome a Dios, lo hice. Todo salió como estaba programado. Solo que hubo un poco más de hemorragia que lo previsto, pero que en casa de mi amiga pudimos controlar con lo que nos recomendó el médico. Volví a casa…y nadie supo nada nunca. Sin embargo, esa no es toda la tragedia licenciado, solo una parte de la misma.

- ¿Cuál es la otra parte?
- A raíz del aborto, rompí con mi novio. Después tuve alguno que otro pero nada serio. Hasta que conocí a Luis, éste ser especial que usted ve aquí y que me acompaña y quien hoy día –y desde hace tres años- es mi pareja. Lo sabe todo. Con pelos y señales. Él me ha entendido, y me ha ayudado a sobreponerme. Como toda pareja, queremos tener hijos. Hemos tratado durante este tiempo y no hemos podido. He ido a muchos médicos que tratan de la fertilidad…y nada. Me han dicho que no podré tenerlos. Que no voy a poder ser madre. Que cuando pude, fue imposible…y ahora que quiero, también lo es. Siento que es Dios castigándome. Aunque Luis sostiene que es solo una casualidad de la vida. Siento que estoy pagando las consecuencias de aquel aborto provocado. Pero siento además, que estoy pagando las culpas de todos. De esos padres controladores e intransigentes que no supieron enseñarme, ni darme confianza. De esos que me provocaron mas temor que respeto. De esa sociedad de doble moral que juzga errores como el mío con tanta crueldad, pero que le pone a uno a disposición todas la oportunidades para caer en ellos. De esa educación en casa de mentira, donde no se aborda la realidad de la vida, sino una ideal que no existe. De ese no hablar claro que obliga a los jóvenes a adivinar, siempre a su manera, la mitad de cuento. De creer que si no hay matrimonio, no hay familia. De esa religiosidad extrema, incapaz de comprender y perdonar, aunque basan toda su prédica en la bondad y el en el perdón. De esa formalidad social que juzga desde lo conveniente, lo que debería ser solo absolutamente humano.

- ¿Te sientes culpable?
- No…me siento víctima. De una familia sin confianza entre ellos. De ser ignorante sexualmente –en cuanto a las consecuencias de una maternidad- aún a mis 18 años.
- ¿No crees que las cosas han cambiado mucho en estos diez años?
- Menos de lo que cree Licenciado. Si bien hay una mayor libertad y un mejor conocimiento de la sexualidad, si bien hay una mayor apertura de los padres –que no siempre es confianza-, si bien es posible abordar esos temas desde una óptica más abierta que en el pasado…un embarazo deseado sigue siendo un problema muy difícil de resolver. Una decisión donde está en juego la vida, que alguien debe tomar, pero sabiendo por qué la toma. Una consecuencia extrema, que en muchos países es legal y socialmente aceptada sin falsos escrúpulos.

- Si te tocara vivir esa experiencia hoy… ¿qué harías?
- Depende. Si es con esta pareja que tengo, sería la madre más feliz del mundo. Si fuera en las mismas circunstancias del pasado, repetiría mi decisión del pasado.

- ¿Aún con el castigo de Dios?
- Si se repitiesen las condiciones de mi padres, de mi novio, mías…de hace diez años, aún con el mayor de los castigos. A veces, a los hijos, los padres no nos dejan otra salida!

Su castigo, si existe, es volver siempre al mismo lugar. A la misma consecuencia. Hurgar inútilmente en el vacío que se le hizo al fondo de ese saco que anida el recuerdo de aquella noche para tratar de extraer de allí alguna luz, algún calor, alguna sonrisa nueva que calme las culpas que le atormentan. Esa obligación de resurgir de las tristezas, de cada rabia, de cada miseria, de cada lección penosamente aprendida. Obligar a cada noche, a cada nuevo silencio, a cada rebelde lágrima, a cada divina culpa…a olvidar. A permitirle levantarse, perdonarse del todo, justificarse. A poder gritar sin ayeres, ni remordimientos. Repisar, replantear, reescribir….encontrar con su pareja esa vida que seguramente merece. Pasar la página, hasta donde le sea posible. Encontrar razones que en algún momento la justifiquen. Andar, solo andar. Sin otra obligación que cada mañana nueva. Sin otra pasión que la inmediata. Sin otro norte que la reparación de lo dañado. Inventar un lugar donde se puedan olvidar los errores del ayer, y desde allí asomarse sin pena…a ver, sin miedos, el atardecer.
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Nadie es completamente bueno

(Publicado en el Diario El Informador el 22.04.09)

Nadie es completamente bueno

Lic. Víctor M. Barranco C.

El sueño, el frío, la angustia, la tristeza, esa misma mentira de todos los días abría surcos en su cara, en sus años, en su familia, en el sitio aquel donde –durante tantos años- fingió una sonrisa. La miseria de los demás enterrada en su ser, en su vida, en el desarrollarse de cosas que nunca esperó y que ahora forman parte de su cotidianidad y de las miserias propias, han ido minando su resistencia. Aquella sensación escalofriante que en las tardes nunca dejó de recordarle que también la luz, emite sus sombras. Él, el amor de su vida, el esposo ideal, el padre ejemplar, el auxiliador de los vecinos, el testimonio de bondad que tenía más cerca…era una gran mentira. Los tres niños tomados, reconocidos por lástima, para que no crecieran desprotegidos ante la incertidumbre de una madre muy pobre y un padre desconocido ...esos que fueron alegría y cariño, que llenaron la casa en su momento…nunca pensó que se convertirían en los protagonistas de su tragedia. Él les dio su apellido en un gesto que ella reconoció de gran generosidad, propio de ese esposo que en suerte le había tocado. Nunca imaginó que en verdad los hijos eran de él. Que el amor al prójimo era una farsa para tapar su relación adulterina con quien atendía los quehaceres de la casa. Que ese ejemplo de marido del que ella alardeaba, tenía en su casa su propio harem. Dos mujeres para su uso y abuso bajo el mismo techo. Una, de dueña de casa y la otra, de encargada. Amigas. Viviendo treinta años compartiendo su hombre en su propia casa, sin saberlo y a los hermanos de su hijo, hermanos de sangre y no de afecto. Lo descubrió cuando en su lecho de enfermo, él se lo confesó. Cuando ya era tarde. Cuando no había nada que hacer, ni a nadie a quien reclamarle…pues él, protagonista del engaño, de la traición, del adulterio, de la manipulación de sus sentimientos, estaba muerto. No pudo llorarlo. Nunca se hubiera imaginado que en su andar de siempre, el hubiera preferido empaparse de los albañales. En esas aguas putrefactas del deshonor, donde se cultivan gratuitamente los odios ajenos. En el sitio donde, al caerse las caretas, hay mil verdades que empantanaron, ensuciaron, excretaron…abusando de su inocencia. Cuando lo oyó sintió en el aposento de su verdad, como él se había ensañado desde su perfecta conducta formal contra su integridad y su respeto. Buscó a Dios, abrazó a su hijo, incluso a los otros que no tenían la culpa de ese padre embustero muerto, y en contubernio con el pudor, en complicidad con su dolor, de amigas con su resistencia, ajena a esos avatares…sin embargo convocó sus fuerzas para enfrentar el horror, el miedo y la vergüenza. Reflexionó y hoy está a la espera de saber si despeja la mentira. Si a sus hijos, el suyo, y los de su marido les cuenta lo que sabe. Si dice la verdad, la única faltante en el testamento. Allí, sumergida en el asco propio de enterarse que por décadas y sin saberlo, en su casa compartió con su doméstica el pan, su hombre y hasta la adopción de unos hijos que le decían a su esposo papá….sin pensar que nunca dejó de serlo.

-Debe tener como 50 años. Llena de vida, la marca una traición muy particular. Con unas consecuencias, también muy particulares. Acaba de enviudar. En el lecho, antes de su muerte, su marido le rebeló un secreto que cambia su vida y la de quienes le rodean…pero que también cambió la imagen de quien creía era un ángel como pareja y como gente, hasta que lo escuchó.
- De verdad que no sé por dónde empezar Licenciado. Son tantas las ideas que vienen a mi cabeza, que me cuesta ordenarlas. Es más, no sé si lo que me pasa lo debo contar, o debo guardarlo solo como trapito sucio de la familia

- Como quieras, le digo. Podemos conversar en otra oportunidad y así tienes tiempo de pensar lo que quieres hacer
- Es que lo que me pasa es tan malo, que prefiero contárselo para que la mucha gente que lo lee reflexione, y quien quita que alguna mujer esté pasando por lo mismo que yo, lo lea, y pueda exigir explicaciones a tiempo

- Te escucho….
- Hace un par de meses enviudé. Estuve casada por treinta años con un hombre ejemplar…bueno, al menos eso creía yo. Trabajador, de su casa, amoroso, cumplidor de sus deberes, sano, colaborador…el marido perfecto. Comerciante exitoso, sin embargo nunca se dejó tentar por la vanidad. Fuimos creciendo económicamente de a poco, y siempre nos dio todo lo que quisimos. Tuvimos un hijo, Manuel, a quien buscamos una muchacha que nos ayudar a atenderlo. Carmen -en ese entonces de 16 años- y recomendada por una vecina resultó la escogida. Inteligente, hacendosa, siempre fue más allá de sus obligaciones…a tal punto, que llegó un momento en que era ella quien manejaba la casa, incluso, a veces iba hasta el negocio y ayudaba a mi marido con el mayor de víveres que tenía. La auxiliar ideal, perfecta. Le fuimos tomando cariño, y cada día la fuimos tratando con mayor apego, hasta que llegó a ser como de la familia. Nos acompañaba en los viajes, comía en la mesa con nosotros…en fin, de muchísima confianza. Cuando cumplió 20 años, nos dijo que estaba embarazada. Yo lo lamenté mucho porque pensé que se iba a ir. Aunque nunca le conocimos novio –claro, ahora me lo explico- y salía solo cada mes a ver su mamá a Humocaro…estaba embarazada. Le conté a mi marido, quien como ángel de la guarda –y hombre de comunión diaria- se ofreció a echarle una mano, cosa que me enorgulleció en aquel momento. Me dijo, vamos a ayudarla, vamos a protegerla y vamos a meterle la mano con ese niño…total, Manuel ya tiene 4 años y no vamos a poder tener más hijos por lo que el médico recomendó. Así que le hacemos un favor a quien ha sido tan buena con nosotros…y Manuelito tiene un amiguito con quien jugar y crecer.

- ¿No notaste nada extraño?
- Nada Licenciado, ni siquiera como a los tres meses cuando mi marido me dijo... ”Mi amor, creo que debemos proteger ese niño más allá de la alimentación y el techo que le damos. He pensado seriamente, si tú no te opones, reconocerlo…darle mi apellido”

- ¿Qué le dijiste?
- Primero me sorprendió, pero viniendo de un hombre tan bueno, tan religioso, me pareció un acto extremo de caridad. Solo le dije, vamos a hablar con ella a ver qué piensa. “Hazlo tú, me dijo, que entre mujeres es más fácil que se entiendan en un tema tan delicado y en el que yo puedo aparecer como un metiche”. Así lo hice. Hablé con ella. Antes que nada le pregunté por el padre del niño. Me dijo, de él no sé nada señora. Es el hijo de mi padrino que en una fiesta me tomó por la fuerza y quedé preñada. Ese es hijo mío solo. De nadie más….me pareció un gesto que había que apoyar. Le comenté lo que me había señalado mi marido, y entonces me dijo: “yo no quiero causarles más problemas” “yo voy a hacer lo que ustedes quieran y lo que ustedes digan”…y el niño se registró como hijo mío y de mi marido.

- ¿Tuyo también?
- Sí, mío también. Porque era muy difícil entender que apareciera en los papeles como hijo de mi marido y de la doméstica…imagínese Licenciado!!!...pero allí no terminó todo. A los dos años, Carmen volvió a salir embarazada. Estaba de nuevo esperando un hijo. Yo me molesté muchísimo porque me parecía un abuso. Con el primero la apoyamos porque me había dicho que había sido forzada. No era su culpa… ¿pero una segunda vez?

- ¿Qué le dijo ella?
- No hacía sino llorar. Que la perdonara, que si yo quería ella se iba. Que nosotros que éramos tan buenos, pero que se había enamorado, como cualquier mujer y había sido engañada…. ¿pero cuándo te enamoraste, le pregunté? Si tu no sales nunca! Bueno conocí a un muchacho en el abasto y nos veíamos a escondidas, me dijo. Él ofreció casarse conmigo…pero me engañó. Entonces nuevamente hablé con mi marido y él, todo bondadoso me dijo…”mira mi amor, nosotros podemos seguir ayudando a esa muchacha ya con muchos años en esta casa. Manuelito la quiere mucho. Te ayuda para todo. No tenemos problemas económicos…. ¿por qué no ayudarla?

- ¿Qué hiciste?
- Al principio me negué…me parecía un abuso. Pero tan convincente fue mi marido que acepté con la promesa que ni uno más…y así fue.

- ¿También le dio el apellido tu marido?
- Igual que al otro. Y al final me sentí bien. Me sentí que ayudaba más allá de mezquindades formales y prejuicios tontos. Lo asumí como un hijo adoptado por mi marido y por mí. Parte de esa voluntad de servir a los demás de mi marido. De esa profesión de fe que él manifestaba. De esa inmensa bondad que siempre nos mostraba. Hizo a dos hijos ajenos suyos, solo por amor al prójimo! Así todo siguió, los muchachos crecieron como hermanos, aunque le contamos cuando tuvieron uso de razón que no eran hijos nuestros sino de Carmen, aunque lo quisiéramos como tales. Y a Carmen nunca la quisimos privar del amor de sus hijos, por lo que nunca escondimos “la filiación”…en todo caso, la que yo suponía. Mi marido salía con ellos. Les dio sus estudios. Al nuestro-nuestro lo mandamos a Caracas a sus estudios universitarios y los otros dos se quedaron acá. Uno se graduó de Licenciado en Administración y el otro, se quedó con mi marido en el negocio y es quien hoy lo maneja. Me dice mamá vieja y a su madre mamá Carmen. En el patio de la casa se le hizo una casa pequeña a Carmen donde vive. Los hijos viven en la casa principal con nosotros. Hace como seis meses a mi marido le confirmaron un tumor cancerígeno de irreversibles consecuencias, lo que trastornó su vida y la de todos. Siempre nos preguntamos por qué a él, tan piadoso, tan bueno, tan honesto…tan sin pecado. Fue empeorando, hasta que cogió cama. Una noche me dijo que quería confesarme algo para poder morir en paz.

- ¿Qué le dijo?
- Antes que me contara le dije que el había sido un hombre muy bueno, que me había hecho muy feliz, que el solo hecho de haberle dado el apellido a esos muchachos, la educación, el cariño, sin ser de él…le había ganado, de seguro, el cielo. Que Dios debería estarle mirando satisfecho por todo lo que él había realizado. Que yo daba gracias todas las noches por haberlo conocido…..”Sobre esos niños quiero hablarte, me señaló”. No te preocupes le repetí, si te pasa algo –que no creo- yo voy a velar por ellos. Ese amor que con el tiempo junto contigo he aprendido a tenerles y a considerarlos como dos hijos más a pesar de no serlos, no va a cambiar bajo ninguna circunstancias. Tranquilo, que vamos a seguir tu ejemplo….”óyeme, me dijo…óyeme un minuto por favor, que siento que me queda poco tiempo. Y no me interrumpas por muy desagradable que sea lo que vas a oír. Óyeme completo y después hablas. Esos niños son realmente míos, mis hijos. Son hijos de Carmen y míos. Carmen y yo establecimos una relación al poco tiempo de llegar a la casa. Cosas que pasan. Cosas del animal que llevamos dentro y que no pude evitar. Ella quería irse cuando supo que estaba embarazada, pero yo no la dejé. Eran mis hijos y por ellos tenía que velar. Pero tampoco quería perderte. Tú eres el amor de mi vida, aunque no lo creas. He pedido perdón a Dios, a diario...y ahora te lo pido a ti. No te dije nada para no hacerles daño ni a ti, ni a ninguno de mis hijos. Sí, te engañé, pero lo hice por conservar la unidad de la familia…simplemente, perdóname”

- ¿Qué hizo?
- Lloré. Lo insulté. Le dije pecador, embustero, falso. Vivía con su amante en mi casa, y me hizo reconocer a los hijos de ambos, imagínese semejante desfachatez…y dos veces, Licenciado. Esta pendeja pensando que hacía una caridad y lo que estaba era alcahueteando a mi esposo y a su amante en mi propia casa, y además criando a los frutos de su adulterio!. El mundo se me vino encima. Sobre todo la imagen de él. De ese ser maravilloso ahora convertido en engendro del diablo. En esa mosquita muerta de Carmen, tan hacendosa, tan servicial, acostándose con mí marido en mis narices. Mil cosas juntas, con el agravante que él estaba muriéndose… me calmé. Salí del cuarto, tomé mi carro y me fui al Santuario La Paz, a buscar explicaciones, calma, esa serenidad perdida. Sosiego para todas esas rabias que se me vinieron a la cabeza. Calma para la tormenta.

- ¿La conseguiste?
- No. A los días murió. Dejándome ese pantanal de sentimientos encontrados

- ¿Hablaste con los muchachos?
- No. Y creo que no voy a hacerlo. No voy a amargar su vida, ni a cambiar la imagen que tienen de su “padre”, entre comillas. Con una que sufra, es suficiente. Hablé con ella, con Carmen. Me desahogué con ella. Le dije de todo. Ella me escuchó llorando, pidiéndome perdón, exigiéndome que no dijera nada. Le pedí que se fuera, con cualquier excusa, de la casa. Pues las cosas ya no serían igual. Aceptó. Inventó un viaje largo con una hermana, el cual sabemos que no tiene regreso. Solo para ver a sus hijos, que –acordamos- se quedan conmigo. Cerca de 30 años Licenciado, él, su amante y yo, su esposa, conviviendo sin saberlo. El hombre que comulgaba todos los días en una vida de engaño permanente. Por eso es que no hay que confiar en nadie…ni siquiera en las buenas acciones. Todo tiene un interés. Todo tiene una contraprestación. Nadie es completamente bueno. Ni siquiera los más religiosos. Yo perdí la fé en los hombres…pero gané dos hijos maravillosos!

Se marcha. Con la vida hecha un infierno, solo a pocos días de sentirse en el Paraíso. Atrás, donde quedan las huellas, las pisadas, las promesas, las falsas verdades está la cuna de esa nueva marca para su tristeza. Para ese calendario nuevo que signa sin piedad, su nuevo infierno. Allí donde se cuece el barro de que fuimos hechos, el carpintero de las angustias marca con fuego el futuro de ese incómodo, extraño y repulsivo comportamiento. Sobre las vivencias, sobre los pasos, en la espalda de ese dechado de virtudes que fue hasta antes de su muerte, la doble moral inventaba paraguas para la lluvia, luces para las sombras hasta que le tocó dibujar la partida. En el Sur, donde sembramos las pisadas, donde vamos a echar lo que quede de nosotros, ella espera que la vida y el tiempo dibujen olvidos en su andar perenne. Y que en su memoria pueda -alguna vez- lograr que las hojas, las que caen, las que se arrastran, las que cumplen su ciclo vital y que alguna vez brillaron en su vida altivas, soberbias, ejemplarizantes; no se conviertan para él al final, en solo un nombre, un número y alguna fecha para recordar su tránsito. Por eso calla ante sus hijos. Sus tres hijos. Está segura que las sonrisas que aprendió a querer, aún después de la traición…bien lo merecen.
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