He renegado...incluso de Dios

(Publicado en el Diario El Informador el 15.04.09)

He renegado... incluso de Dios

Lic. Víctor M. Barranco C.


Cada hora el mismo dolor, la misma náusea, el mismo asco…la misma podredumbre. Cada segundo la misma traición, la vieja pesadilla y su Dios –para ella- de alguna manera ausente. Siempre el mismo disfraz, la misma sensación de repugnancia, la eterna duda, el mismo calvario horadando su día, su tarde, su noche, su tiempo todo…ese lacerar diario y sus impredecibles pesadillas. A cada momento esa sensación desagradable en el espíritu, el vacío en las respuestas, la guerra toda anidando en su almohada. Ese torbellino que en su mente revuelve cotidianamente la vida, la miseria, el pudor, el miedo, la venganza… ese moverse de cosas que aunque las prefiere ajenas nunca dejan de ser suyas del todo. A cada segundo la misma sed, la misma hambre, ese recorrer lento y secreto por la vergüenza, ese sentir despaciado del líquido que a veces hierve a borbotones por sus venas, ese movimiento acompasado de su historia que como cámara de tortura va pendulando recuerdos. La atormenta esa carga, esa lucha estéril entre su dignidad y su vergüenza, ese sobresalto penoso que la sacude, ese pedazo de su cuerpo donde se ensañaron todas las miserias. Eso que le pasó y que no deja de herirla siete años después. Un ataque violento. Una violación no solo de su cuerpo, sino que de su integridad. La humillación de la carne, de la mente, inundando todos los espacios sin misericordia, ni pausa. Y él, autor de todas sus desgracias, quien cebó todos sus vicios en su cuerpo…libre, impune. Hijo de una persona de poder, ha sido protegido a pesar que lo identificó. Que sabe dónde vive. Que ha ido a su casa. Que en medio de la desesperación de esa noche de alcantarillas y excretas, pudo anotar las placas del carro y se las dio a la justicia, para nada. Lo ha visto, y ha sentido la burla de él seguirla en algún sitio público sin pena ni piedad. Ha pensado hacer justicia por su propia mano, pero hay una voz interior que siempre se lo impide. No tiene espacio para el amor, sino para el miedo. En su sexo, hay una cicatriz sin cerrar que imposibilita cualquier acercamiento…cualquier intento de pareja. Vive sola. Sin sentir la satisfacción de ser mujer. Objeto de trabajo, ha volcado en su faena diaria todas sus angustias. Piensa que si no se hace justicia –y a estas alturas esa es una posibilidad bien remota- ella no podrá recuperar su vida. Ni recuperarse como persona. Esa noche en que vulneraron su cuerpo, su voluntad, su más íntima vergüenza… acabaron con ella. Hoy habita solitaria la rabia, y en medio de esas lágrimas -que siente que es lo único que realmente le pertenece- sigue muriendo lo que le queda de vida… diariamente.

-Joven, más bien tímida, me aborda en una venta de comida rápida. Me saluda, se dice lectora de este espacio, y se retira. Justo cuando me voy, me deja en un papelito una dirección de correo, un número de teléfono y me solicita conversar. La invito a mi oficina y allí después de tres o cuatro encuentros me cuenta su pesadilla.
- Me cuesta mucho Licenciado, contarle lo que me pasó. Tengo muchas semanas tratando de hacer contacto con usted. Pensé que no iba a poder hacerlo cuando pasaron los meses y su espacio no reaparecía. Cuando leí que regresaba, me hice el propósito de contarle a usted mi tragedia. Y para que vea, la virgencita me lo puso frente a mí cuando menos esperaba. Pero téngame paciencia. Vengo de estar en el mismo infierno. Y aunque han pasado 7 años de ello, lo vivo cada noche como si se repitiera.

- Tranquila, le digo, tómate tu tiempo…si no es hoy, será en otra oportunidad.
- No, esta es la tercera vez que nos reunimos y ya no debo seguir dándole vueltas

- Bien, cuéntame entonces
- Salía yo de clases en la Universidad como a las 10 de la noche, y estaba en la Avenida Lara esperando un ruta que me llevara a Cabudare, donde vivo. Caminé un poco más adelante de la parada a fin de ver si lograba irme primero que quienes aguardaban en ella. Siempre que uno está en la parada, no faltan esos galanes que se detienen, piropean y hasta ofrecen llevarnos a nuestras casas o a dar una vuelta. Uno no les hace caso, y se van. Esa noche se me acercó un carro dorado, pero preguntándome una dirección. ¿Dónde queda el CC. El Paseo?... yo le señalé cuántos semáforos más abajo debía cruzar a la izquierda. El tipo se bajó del auto, me mostró una chapa y me dijo. “tú debes ser a quien llaman la catira”… “dame tu cédula”. No, le dije, me confunde. No soy ni siquiera catira, solo me hice unas mechitas. En ese momento sacó una pistola y me obligó a subir al carro…como me negué, me dio un golpe que me aturdió y a empujones y casi cargada me metió en el carro. Me llevó vía Agua Viva. Con una mano manejaba y con la otra me apuntaba y me pegaba en la cabeza con la pistola. Me obligaba a permanecer con la cabeza baja, sin mirarlo. Llegamos a una especie de granja sola o abandonada. Allí se bajó del vehículo conmigo, por el lado dónde yo estaba. Me dio un empujón que caí sobre la tierra…se avalanzó sobre mí y me amarró las manos con un cable que cargaba.

- Tú ¿Qué hacías?
- Nada, solo llorar y tratar de defenderme. En un momento se quitó los pantalones y me pidió que me bajara los míos. No quise, y entonces me pegó por la cara y me dijo… “anda perra, por las buenas o por las malas…tú escoges”. Me negué y llorando le pedía que por favor me dejara, que yo no lo denunciaría. Entonces me arrodilló a la fuerza, se bajó el interior y me pidió que le hiciera sexo oral…cosa que, por demás, yo nunca había hecho. En medio de tanto golpe en la cabeza, abrí la boca y el sació allí todos sus perversos instintos. Pensé que hasta allí llegaría…pero no. Me dijo: “prepárate que la fiesta apenas comienza”. Me dejó allí, con las manos atadas y se fue a apagar el carro…en ese momento memoricé la placa del vehículo. Cuando regresó, le dije…si me haces algo más te voy a denunciar, me sé de memoria la placa de tu carro. Más vale que no, Licenciado. A ese hombre le entraron todos los demonios en el cuerpo. Me cayó a patadas por la cabeza, por la parte baja del cuerpo. Me gritaba obscenidades. Me insultaba. Me arrancó la ropa. Me rompió la blusa, los sostenes. Me reventó el cierre de los pantalones. Me dio un culatazo que me hizo perder el conocimiento momentáneamente. Cuando medio desperté lo tenía encima, jadeando. Me había desatado. Traté de quitármelo de encima pero no pude. Creo que estaba drogado y además furioso. Era yo en el mismísimo infierno. No sé cuántas veces sació su aberración en cada parte del cuerpo que se le antojó. Ya no me importaba nada…solo quería morirme. Estaba adolorida física y moralmente. Me dijo perra, puta. Lo que se le pasaba por esa mente asquerosa y esa boca sucia que el diablo le dio y que su perversión alimentaba. No se cuantas horas pasaron. Yo acurrucada en el suelo, no dejaba de llorar. El, después de todo, se me acercó como arrepentido y me dijo…. “tranquila, no llores más. Todo acabó. Vístete que te voy a llevar a algún sitio donde puedas tomar un taxi para tu casa. Yo no soy así, es que a veces el diablo se apodera de mí y hago estas cosas sin darme cuenta”. Yo no le creía. Pensaba que como él sabía que había fijado en mi memoria el número de su matrícula, andaba buscando atenuantes. Como pude, me medio vestí…me monté en el carro llorando. Me preguntó varias veces: “¿me vas a denunciar?”. Yo no le contestaba. Hasta que sentí un manotón en la cara y de nuevo me grito…”Mira perra, ni se te ocurra; porque ese día si te mueres de verdad!”. Se detuvo, justo frente a la entrada de Yacural. Ahí me obligó a bajarme. Paré un taxi, después que muchos al ver el estado en que me encontraba, no querían llevarme. Era de un Profesor que de noche se ayudaba haciendo carreritas. Al verme medio desnuda y sangrando se ofreció llevarme al hospital o a la policía…donde yo quisiera. Le pedí que me llevara casa de una prima, pues si mamá me veía como andaba le iba a dar un infarto. Así fue. Me llevó donde la prima.

- ¿Lo denunciaste después? ¿Qué hiciste?
- Bañarme….estuve muchas horas debajo de la ducha. Me sentía asquerosa. Sucia. Embarrada de todas las miserias y perversiones de ese animal. Apenas salí, anoté parte del número de la placa…pues, aunque usted no crea, no la recordaba completo. Había como lagunas en mí. Una especie de revoltijo en mi cerebro que no me dejaba claridad. Solo quería llorar y bañarme. Como si con eso lavara la cochinada que me habían hecho.

- ¿Fuiste a la policía?
- Sí, un amigo de mi prima me llevó. Y allí, me hicieron revivir todo el calvario. Creo que para estos casos deberían tener personal especializado. Algún psicólogo. A veces le hacen más daño a uno con las preguntas y algún sarcasmo en ellas, que el propio violador. Lo pasaron a la fiscalía y allí ha permanecido cerca de siete años durmiendo en una gaveta.

- ¿Nadie hizo nada?
- Algunos compañeros comenzaron a investigar, y lograron descubrir que ese animal había hecho algunas cosas similares en Santa Elena. Unas veces haciéndose pasar por funcionario, otras como turista desinformado. Fuimos atando cabos, hasta que llegamos al sitio donde vive. Llevamos allí a la policía….pero no pasó nada. El tipo, al parecer, es hijo de una persona con influencias, a tal punto, que alguien le dijo al novio de mi prima: Olvídate que ese caso no sale. Ese chamo está protegido.

- Y entonces ¿qué hiciste?
- Es ahí, Licenciado, cuando a uno le sale el loco. Me provocó esperarlo. Buscarlo y hacerle tanto daño como él me hizo. Pero una voz interna, me lo impidió. Es más una vez lo vi en una pollera en El Roble...y el mundo se me vino encima. Me le fui acercando, pero cuando se percató que era yo, montó en un Jeep que cargaba y se fue.

- Tus padres ¿Qué dicen?
- Mi mamá que es con quien vivo, ha llorado conmigo desde hace 7 años. Ella que me ha visto renunciar a todo, me da ánimo. Me pide que deje eso en las manos de Dios, que rehaga mi vida, que pase la página.

- ¿La pasaste?
- No. Todavía no permito que ningún hombre se me acerque demasiado. No acepto que nadie me toque. No hay espacio en mí para el amor. Me da asco el sexo. No hay posibilidad de una relación de pareja. Estoy marcada de por vida. Hay una herida en mí que no cierra. Que sangra cotidianamente. A lo mejor si se hubiera hecho justicia, sin bien no habría reparado el daño, seguramente vería la vida desde otro ángulo. He renegado del amor, incluso lo he hecho en algún momento de Dios. No llego a los treinta años, y me siento muerta. Dejé los estudios porque no puedo concentrarme. Ayudo a mamá con la costura en la casa, hasta que mi mente es ocupada por los fantasmas de aquella noche. No sé que me ha hecho más daño…la violación brutal de aquella noche. O saber que en este país, el ser hijo de algún chivo pesado, es una credencial…de grosera impunidad.

Su historia me sacude, al punto de la rabia. En medio de esa impotencia que da la injusticia, no hay salida aparente en su pesadilla. En ella está el dolor, la cicatriz que sangra, la horrible huella de haber sido pisoteada, ajada, violentada. Una verbena de angustias, un festival de miedos, el asiduo temblor del vivir apenas. La sustitución del camino por una sombra, un dolor, ese cruce maldito donde la vida le pide una tregua a la tristeza. En su mirada hay un adiós permanente, la incógnita sobre el desenlace, ese vacío donde hace nicho el vértigo…el mismo hospital, sin cura para sus heridas. El viejo hechizo de la esperanza. La fantasía de la locura. El manoseado amor despidiéndose sin sonrisas. En ella habita ahora la desesperanza, el engaño, la traición...quizás el resumen de la vida misma, rindiéndole tributo a la más cruel de sus noches. Ese escalofrío, esa perversa pasión, aquella lamentable ceguera rindiéndole culto a lo peor de la existencia. En su pecho el mismo grito ahogado, la vieja queja, el conocido y reiterado murmullo…la misma punzada que lastima, cuando se muere la esperanza en el sitio del amor. En ella, y sin posibilidad aparente de regreso, hay ahora solo finales, partidas, holocaustos…cuando para vivir, solo es necesario contar con algún comienzo. Alguna esperanza. Algún sueño. Nunca, el que después de haber vivido su propia muerte…tenga que morir, lo que le queda de vida.

Le ha sido difícil entender

(Publicado en el Diario El Informador el 08.04.09)


Le ha sido difícil entender
Que su mamá es distinta


Lic Víctor M. Barranco C.

Permanece en la cama desde hace muchos días. Más de tres mil días, contabiliza su madre. Leve, como la brisa, despierta en los suyos la ilusión de los sueños pequeños, ésos que nunca llegan a romperse del todo. Hoy es solo una mueca, un rictus…como esas alegrías que no llegan nunca a dibujarse plenamente. Silente, como la angustia de diario. Como esos mendigos que apartan el hambre solo con su dolor. Como ese frío inexplicable que, aún en medio de la resolana, marca desconsideradamente el sitio del amor. En el lecho de su piel, se tejen casi imperceptiblemente, las culpas de quienes en su mente dibujaron las sombras que siguen marcando cada metro del camino. Su sonrisa, esa que esboza a veces, es invención solitaria incapaz de abrigarla de afecto consciente. Está allí por años, en la cama de un hospital embadurnada de los mismos fantasmas. No ha dejado de ser pasajero de la muerte, aún cuando –oficialmente- no ha llegado a su destino. Transita con ella y la carga –aún sin querer- anunciada y a cuestas. Hoy es solo una consecuencia. Un usufructo del error. Un pequeño accidente, cuyas consecuencias comparte solo con su madre. Con ese hijo que le habla y la ve llorar, sin lograr saber si ella percibe su voz, o su caricia. Con los familiares que, poco a poco, han dejado de visitarla. Con enfermeras y vecinas de cama, para quien su gran tragedia comienza a ser cotidiana. Mientras ella, sola, en esa inconsciencia provocada ve pasar–indiferente- los minutos, en blanco, al igual que el diario de los indigentes. Como esas lágrimas de quienes tienen la vida solo como dolor. Como esa huella que marca, pero que nadie está dispuesto a repetir. Con su eterna somnolencia como testigo, viviendo la noche de su noche. Su madre, no deja de llorarla aún cuando la siente viva. Sin embargo no ha dejado de sentir que a veces recoge flores para ese dolor que sigue llevando a cuestas. Como quien repite una tragedia en el sitio de la maternidad, cuando recuerda a esa hija hoy postrada, jugando con ella de pequeña. Hoy es una fragilidad acostada. Sujeto de una lealtad que ni reconoce, ni puede agradecer. Quien, con boleto obligado, se marchó una tarde a la estación de los sueños, pero no de los esperanzadores, sino los de la inconsciencia. Los de esa vida vegetativa que le hace tanto daño a ella, como a los demás de su entorno familiar. A quienes se percatan de su horror. En ese cuarto de hospital donde el silencio…es el traje a vestir, todos los días y también todas las noches.

-Alguien le regaló el libro EN VOZ BAJA y le recomendó, no solo leerlo, sino que entrar en contacto conmigo para contarme su caso. Aunque vive en Caracas, a partir de ese momento ha seguido las entrevistas a través de la página web de El Informador. Intercambiamos correos y en un viaje a la capital, la visito.
- Tengo cerca de diez años, me dice, acudiendo a esta cita diaria con la tristeza. Con lo irremediable. Subo a esta habitación, donde se ha detenido el tiempo durante la última década. Mi hija tiene ese tiempo acostada en una cama, sin moverse. Aunque a veces responde a ciertos estímulos externos, no sabemos si desde su encierro en las paredes de su piel, es capaz de advertir los mismos…o si solo es una respuesta inconsciente. A veces sentimos que responde a nuestras voces, a nuestros abrazos, a esa caricia que repetimos desde lo más profundo del amor a quien queremos tanto. A esa palabra cariñosa con la cual nos dirigimos a ella. A ese afecto grande que siempre tratamos de transmitirle

- ¿Qué le sucedió?
- Justo un día de las madres fue traída a esta maternidad con dolores de parto. Ingresó cerca de las 10 de la noche. Al día siguiente la prepararon para una cesárea. Dicen los médicos que para ese momento su cuerpo estaba descompensado. La anestesia se le fue para el cerebro. Cuando llegamos aquí, ya ella estaba inconsciente. Le diagnosticaron hipoxia postanóxica. Tenía apenas 19 años de edad.

- ¿Qué pasó luego del diagnóstico?
- Me dijeron que en cualquier momento se recuperaba. Que tuviera fe. Esperamos casi una semana que reaccionara. Cualquier movimiento, cualquier sonido emitido, cualquier movimiento lo advertíamos como una señal de que pronto saldríamos de esa pesadilla. Pero no fue así. Luchábamos -en ese momento- por dos vidas. La de ella, y la de ese angelito hermoso que llevaba en sus entrañas y que en sus años de vida, que son los mismos que su madre lleva en cama, nunca ha podido escuchar de ella más allá de sonidos guturales. Pasaron los días, y un médico se me acercó y me dijo: “vamos a esperar un par de días más. Luego, la vamos a desentubar. Esperemos que reaccione y viva. Vamos a sacarla de terapia, porque allí ya no hay nada que hacer con ella, y hay gente cuya vida depende de esa cama”.

- ¿En que consiste la hipoxia postanóxica?
- Es la consecuencia de algún problema en la anestesia o en la sedación. Un accidente en el suministro de oxígeno al cerebro que aniquila las células que se encargan del pensamiento y la memoria. Quien lo sufre queda en lo que se conoce como estado vegetativo, sin llegar al coma. Puede incluso interactuar y hasta comer. Responder a estímulos primarios…pero no tiene conciencia. Sin embargo, para que usted vea, cuando su hijo la visita y le toma de la mano, se le humedecen los ojos.

- ¿Usted cree que se percata del cariño que ustedes le hacen?
- Creo que sí. Yo la peino, la baño, la arreglo y de pronto me regala una sonrisa. Cuando la abrazo, a veces siento –y no es mi imaginación- que disfruta de ese abrazo. Cuando su hijo está en el cuarto, es como si se alegrara. Como si el instinto maternal se saltara todas las argumentaciones médicas, y le permitiera de alguna manera gozar la presencia de su hijo. A veces la siento triste, y alguna lágrima se desprende sin control. En ese momento le hablo, le converso y siento que la apaciguo. Que puedo darle serenidad cuando la angustia la domina. Hablo mucho con ella. Le cuento de mí, de su hijo, de gente que visita este hospital y pasa a saludarla. Le cuento mis problemas. Mis angustias. Le informo cuando tengo que salir a comprarle alguna cosa, y creo que me escucha. No sabe usted Licenciado la pena para una madre, ver a su hija durante tanto tiempo postrada en una cama, prisionera de sus sombras y sin posibilidad de revertir su situación.

- El hijo ¿Qué dice? ¿Cómo lo enfrenta?
- Aunque para el haya sido difícil entender que su mamá es distinta a la mamá de sus amiguitos, no la conoce de otra forma. Para él, aunque entiende el problema, su mamá siempre ha sido así. Nunca lo amamantó, nunca lo acobijó, nunca pudo hacerle cariño, ni ayudarle con las tareas, ni recogerle los juguetes. Su mamá es este saco de ternura, de respuestas mecánicas, de mudez tormentosa, de tratamiento eterno, de vida asistida que él conoce tan bien y que, aunque siente que es distinta, ama y extraña. Lo viera usted, haciéndole cariño. Lo viera usted contándole del colegio. Lo viera usted trayéndole la boleta. Abriendo frente a ella sus regalos de navidad. Picando su torta de cumpleaños. Poniendo la velita, después de apagada, debajo de su almohada. Los viera usted a los dos, compartiendo sus silencios. Sus miradas. Ese amor que estoy segura ambos logran transmitirse y sentir.

- ¿Con quién se queda el niño?
- Con el abuelo, mi esposo. Ese que ha sido padre, madre, abuelo, abuela, durante todo este tiempo.

- ¿Y el papá?
- Ese dejó la peluca una vez que supo que mi hija estaba embarazada. No supimos más de él. Aunque era vecino nuestro, desapareció del lugar…como si se lo hubiera tragado la tierra. No sé si la angustia que eso creo en mi hija ayudó a establecer las condiciones para que pasara lo que pasó.

- Usted, ¿cómo lo ha manejado?
- Entre el dolor de verla allí en esa cama, y la esperanza por que se pare de ella. Entre la lágrima por ver cómo se apagó su vida a los 19 años, y la alegría porque en algún momento me sonrió. Entre el sobresalto de no saber cuándo partirá definitivamente, y la satisfacción cada mañana de un nuevo día alcanzado con ella a mi lado. Entre la pena por abandonar al resto de mi familia, y la satisfacción de tener un marido como el que tengo. Que justifica la bendición del matrimonio, el amor, la amistad, el concepto de padre que muchos han perdido.

- ¿Cómo es pasar los días en un hospital sin estar enferma?
- Es una variedad de sensaciones y vivencias que se debaten entre la incomodidad de casi residir en este centro de salud por donde desfilan todos los males, y ese beneplácito íntimo de saber que en medio de su dolor, muchos tienen un rato para preguntar por ella. Acá he conocido la dimensión de la amistad, del ser humano, del desinterés. Esta ha sido una escuela dura, tormentosa, horrible, que no repetiría…pero escuela al fin y al cabo.

- ¿Es optimista?
- Todavía. Acá rodeada de mis estampitas de la virgen, espero el milagro. Sueño con el día en que ella pueda echarle la bendición a su hijo. Darme un beso. Volver a decirme mamá. He imaginado muchas veces el día en que ella pueda dejar de ser prisionera de ese sopor que durante tantos años la ha acompañado. Y pienso que si mi Diosito me ha traído hasta acá, por algo será. Cuando la veo con su hijo intercambiando silencios, creo que en algún momento será. Claro que soy optimista. Por eso la arreglo, la pinto, la peino…para el día que despierte se vea como la reina que siempre fue.

- ¿Por qué quería hablar conmigo?
- Una amiga de Barquisimeto me regaló su libro, y me dijo: léelo, para que veas como a partir del dolor de algunos, otros aprenden. Desde ese momento, hace como siete meses leo sus reportajes a través de la página Web de El Informador. Vi su correo y le escribí, porque quería decirle al mundo a través de usted lo que estaba pasando en mi familia. Que se miraran en mi espejo. Hay familias que lo tienen todo, salud, recursos y no son felices. Madres que esperan que sus hijos sean súper héroes, intelectuales, doctores….cuando yo me conformaría con que la mía solo me pidiera algún día la bendición. Hay hijos que exigen regalos, juguetes, prendas caras y se molestan mucho cuando no se las dan a tal punto que le reclaman y hasta reprenden a sus padres…cuando el hijo de la mía sería feliz, solo con que ella respondiera a algunos de sus cariños.

Me despido. La dejo como gran maestra de la vida. Adiestrada en la universidad del dolor...del dolor de madre. También yo, aprendo una lección. Con ella, es fácil hacer del amor la mejor excusa para la vida. La dejo esperanzada, pero triste. Sintiendo que su hija sigue condenada a ese pensar constante en la nada, mientras ella busca en la memoria, en ese camposanto de papel, esa vivencia marchita que hoy la ocupa. Ha descubierto los sitios cenagosos. Pero allí, al lado, ha inventado un apagador que le descubre el sol cada mañana. Conoce la distancia de quienes se aíslan sin saber el valor de sus sonrisas. Ella sabe que su hija tiene un cuerpo que no le pertenece. Que no domina. Un amor al que no puede asomarse conscientemente, una fe a la que no puede acudir sola, ni siquiera sueños que recordar le acompañan…aunque ella presiente que a ratos, al menos el amor, lo aborda a su manera. Ella sigue andando. De manos de su fortaleza y de lo que la vida –en estos últimos diez años- le ha enseñado. No siente rabia. Sí, los pocos y pequeños premios que le da la vida. Valora la caridad inmensa de los solidarios. Hoy que entiende que, sin dudas, la búsqueda del calor a veces…pasa por la candela.

Solo quiere una relación divertida

(Publicado en el Diario El Informador el 31.03.09)

Ella solo quiere
una relación divertida


Lic. Víctor M. Barranco C.

En cada ausencia, además del presentimiento…un grito. En cada nueva salida, un nuevo dolor. En cada oscuridad, el mismo miedo. En cada rincón de la casa realenga, una tristeza. Desde que su madre se hizo aficionada a la bebida, en la vida de todos, llueve. Llueve con persistencia, pero nada florece. Todo está seco. Incluso su relación con el esposo, con los hijos, con el amante. Llueve, pero nada se moja lo suficiente como para diluir el pantano. Ve a la autora de sus días y percibe en ella un verano en los ojos, en su piel amoratada por los castigos, en esa relación extraña de esposa que mantiene en su mente y la de amante que vive en su cuerpo…y no tiene dudas: en lo más íntimo del ser de su madre seguro que llueve. En la relación familiar la aparición de un tercero, violento, irrespetuoso… ha establecido con ella una relación pasionalmente enfermiza, que la ha convertido en la curiosidad del vecindario y en elemento disociador de la unidad familiar. Allí donde él es tercero en discordia, llega a medianoche a insultarla, a golpearla e irrespetarla…a ella, a sus hijos, al marido que aguarda y que todavía la quiere para compartir con ella su cama y sus noches. El hogar está sucio de llanto, de silencios, de miedo, de gritos, de esa indignidad que lacera el sitio de la vergüenza, del pudor. No hay lugar sino para él, para la traición, para la desconfianza, para la ya cotidiana turbulencia…y vienen juntas las desgracias cuando a esa infidelidad bochornosa y poco prudente, se le une el alcohol y la violencia en la macabra fiesta. Pero es su madre, y ella –más allá de la censura y de la incomodidad que siente- quiere ayudarla. Por eso, adolescente todavía, se ha propuesto dejar de llorar sus miedos. Despedir cada palabra ofensiva pronunciada. Enterrar en la esperanza cada grito de tristeza ahogado. Comenzar a desdecir, a desandar, a borrar. A pasar esa página borrascosa que ha marcado a la familia tan ingratamente. A llenar de colores, de grafías de amor, el sitio aquel donde alguien mató en su casa, las esperanzas. Dejar de callar. Desde su espacio de hija juzgar, sentenciar, decir que algunas cosas están mal hechas. Pues ni su mamá se merece el maltrato del hombre que quiere y que no es su esposo, ni su padre se merece el desplante, la traición, el desamor de la que todavía hoy es su esposa …sobre todo cuando comparte con ella, aún, la misma cama. Aunque no ha dejado de pensar si su madre tenía en casa la atención requerida, el cuidado necesario, el mimo y el cariño que como mujer y esposa merecía. Por eso ha decidido dejar de ir a la nada. No acudir más a la mesa familiar cada día, y ser parte de ese torneo de embustes que allí se da, para poder más o menos convivir sin sobresaltos. Rescatar para su familia la razón, la mínima inteligencia, el más elemental de los recatos. Dejar de convocar la indiferencia, las hormonas, la pasión por encima del bienestar de la familia. Convencerla de decidir…a ella, su madre, que decida. Para terminar con ese nido de fantasmas en el que habita, y que no la deja estudiar, ni alegrarse, ni salir de la casa sin vergüenza…ni vivir como debe una niña de apenas 18 años.

- Me escribe, me cuenta parte de su tragedia por correo, y me solicita que la escuche. Es muy joven, pero ha tenido que vivir todos los infiernos.
- Mi mamá, me dice de entrada, es alcohólica. Además tiene un amante. Alguien que le hace a ella, y a nosotros como familia, mucho daño.


- ¿Tu papá lo sabe?
- Sí. Una vez los vio en la calle

- Cuéntame…
- Papá y mamá tienen 19 años de casados. Ella tiene 42 años de edad…el, 50. Hace como 5 años fueron a celebrar el cumpleaños de un primo en una tasca, y allí mamá lo conoció. Allí creo, se inició la relación. Él comenzó a visitar la casa. Pero lo hacía como un amigo más de la familia…hasta una vez que salimos mi hermanito y yo con ella a despedirlo, y vimos como la besaba en la boca.

- Cuando tu papá los vio, ¿cómo reaccionó?
- Se armó un gran conflicto en la casa, y mamá lo negó todo. Sin embargo esa vez no fue la peor; más grave fue cuando el tipo llegó a media noche borracho a la casa, e insultó a mi mamá. Armó un escándalo horrible. Papá salió a golpearlo enfurecido…pero yo no lo dejé. Lo convencí que ése no era el camino. Ese día mi madre ofreció dejarlo, acabar con esa relación y desde ese día niega que esta con él…así nosotros los veamos juntos.

- Tú ¿no has hablado con ella?
- Yo le reclamo. Le aconsejo. Le hablo por las buenas las veces que los he visto, y ella me argumenta que es una casualidad. Para ella, siempre que los veo, es una coincidencia.

- ¿Cómo acepta tu papá esa relación adulterina en sus propias narices, además irrespetuosa para él y para todos ustedes?
- Mi papá es muy paciente y se lo aguanta

- Y ella, ¿por qué no se va con el novio?
- Estoy convencida que ella no quiere con él un hogar. Ese, ya lo tiene con mi papá. Ella lo que quiere es una relación divertida, pero sin compromisos.

- ¿Divertida y cada vez que se molesta el tipo le cae a palos?
- Si, es una relación extraña. Ella me dice que mi papá no la atiende como la atiende el novio. Que no la saca. Que no la lleva a bailar, a tomar. Mi hermano y yo le hemos reclamado en conjunto, pero de nada ha valido. Es más, una vez mi hermano me preguntó si yo creía que era el sexo lo que la unía al tipo y yo le respondí…no sé.

- ¿No le has preguntado si no piensa en ustedes como hijos?
- Si. Ella piensa que lo que hace no nos afecta a nosotros. Que no le hace daño a ninguno de la familia.

- ¿Bebía ella antes de esa relación?
- Si, pero socialmente. Como cualquier persona que va a una fiesta o a una tasca. Ahora bebe hasta embriagarse. Bebe con él, y él tiene una pésima bebida. Cuando él bebe la agrede físicamente, incluso una vez agredió a mi hermano. A mamá le ha desfigurado la cara a golpes. Fue tan grave el abuso esa vez que ella lo denunció ante las autoridades...pero al poco tiempo retiró la denuncia.

- ¿Qué hace el novio de tu madre?
- Es vigilante

- No te has sentado con ella de mujer a mujer
- No. Cuando le planteamos el tema o se altera, o se ríe. Siempre lo evade

- ¿Él, ha vuelto a tu casa?
- No. Ya no va a la casa

- ¿Cómo era la relación como esposos entre tu madre y tu padre?
- No los recuerdo amorosos, afectivos. Creo que no funcionó. Que a lo mejor complació a papá…pero no fue como ella deseaba.

- ¿EL novio de tu mamá es soltero?
- No es casado, pero tiene hijos. Vive solo. Relativamente cerca de mi casa

- ¿Crees que lo va a dejar?
- No. Si no lo hizo cuando la golpeó, que la puso horrible…parecía un monstruo, si con eso no cedió…verdad que no creo que lo haga.

- ¿Qué te gustaría que pasara?
- Que se solucionara definitivamente, Que ella escogiera...un sí o un no, pero que decidiera. Me gustaría poder irme bien lejos de casa.

- ¿Crees que tu mamá está insatisfecha sexualmente en su relación matrimonial?
- No sé

- ¿Estaba muy sola?
- Sí

- ¿Dónde bebe?
- En locales cercanos a la casa

- ¿Ella tiene hermanos…están al tanto?
- Tiene hermanos, pero no están al tanto. Ella no mantiene una relación frecuente ni estrecha con ellos. Más bien la familia de mi papá es quien le reclama.

- ¿Y los vecinos?
- Seguro que sí, pues los escándalos son de madrugada y vivimos en una vereda donde todo se escucha.

- ¿Le han recomendado asistencia profesional?
- Si, pero ella no deja de beber ni cuando tiene algún tratamiento médico. Ella bebe cerveza de la negrita “porque es la que me rasca”, dice. Ella bebe es para emborracharse

- ¿Qué hace tu papá cuando se arman esos líos?
- Como le dije antes, se sale de sus casillas y yo trato de calmarlo.

- ¿De qué vive tu mamá?
- Mi papá le da plata, para guardarla…

- ¿Crees que tu papá tiene algo de culpa?
- En cierto modo sí. Creo que el descuido y la falta de atención abonaron el camino para que pasara lo que pasó y ella hiciera lo que hizo

- ¿Ha habido alguna reconciliación en estos años entre tus padres?
- Siempre han compartido, aunque el señor siempre está allí. Creo que mi papá trata de ignorar la situación, de hacerse el loco

- ¿Duermen juntos aún tu papá y tu mamá?
- Sí. Duermen en la misma cama

- ¿Qué opinas del sexo?
- Es una relación de amor. Un compartir de parejas.

- ¿Crees en el sexo sin amor?
- Sí

- ¿Qué piensas de tu mamá?
- Que no piensa en nosotros, aunque creo que nos quiere a su modo. Que nos quiere mucho, pero aunque se hace daño ella y nos lo hace a todos, no lo deja. Nos ha jurado infinidad de veces que va a terminar esa relación…pero siempre es mentira

- ¿Has tenido novio?
- Sí

- ¿Te has enamorado locamente?
- No

- ¿Piensas que alguien puede enamorarse locamente?
- Ellos…que parecen dos muchachitos. Se mandan mensajes…de mi amor, te amo y todas esas cosas. Cuando no está borracho él es muy cariñoso con ella…cosa que debo reconocer nunca lo fue mi papá.

- ¿Eres feliz?
- No lo soy. Ese infierno que vivo no me deja tranquila. Me ahoga, me sofoca.

- ¿Por qué quieres que publique tu pesadilla?
- Porque mucha gente lo lee, y sé que reflexiona con sus entrevistas de cada miércoles. Mucha gente como yo, sobre todo jóvenes entre 12 y 18 años que antes no leíamos periódicos, estamos esperando ansiosos el miércoles para compartir con sus entrevistados dramas que todos conocemos y alguno de ellos puede estar pasando por algo similar. O porque si alguna madre, como la mía, vive una aventura de estas se entere como puede acabar ello con su familia. Confío en que esta ventana que usted ha abierto contribuya a qué casos como el mío no se vuelvan a presentar, que nadie como yo tenga que vivirlos, y que si lo viven se resuelva en función de lo que puede ser lo mejor para unos hijos como mi hermano y yo, para un esposo y padre… pues esta pesadilla es más producto del abuso del alcohol, que de la tentación del deseo. Que sepan dónde puede llevarnos el vicio, y cuántas vidas más –además del adicto- pueden acabarse si no se toman medidas a tiempo.

Joven. Inteligente. Decidida a ayudar, sin embargo a veces es sobrepasada por la realidad que le toca confrontar. Aunque quiere irse, dejarlo todo, volar…sigue allí con su piel, su calor. Con ese amor sin condición que grita su horror en cada roncha recorrida. En cada pensamiento guardado. En cada sueño vulnerado. Sigue allí a pesar de sus debilidades. Con ese sobresalto de quienes no se acostumbran a hacer cotidianas las tristezas. A falta de zapatos, en su corto recorrido vivencial, ha tenido que dejar sus pies…más no sus huellas en la vergüenza familiar. Ha dejado su vida, más no su presencia. Su filiación, esa costumbre de que los hijos deben aceptar lo que hagan sus padres sin juzgarlos es quizás su mayor condena. Paga parte de una culpa que no tiene, solo porque es su madre la del error. Esa que enterraron en su ánimo, que eriza su piel y que la marca con esa cicatriz de la indignidad que tanto duele. Sigue allí confiando en algún nuevo amanecer. En otra madrugada. Con ese desazón que hiela el olvido, esa imagen mortificante que se asoma al techo de su cuarto cuando un nuevo escándalo se cuela a través de la ventana. Sigue allí, calendario en mano. Con un reloj que no avanza, pero campanea. Con ese ropaje prestado que no le guarece el camino. Con ese saberse hija, solo a tiempo parcial. Con ese pagar las cuentas… de lo que otro ha destrozado.


Ella nunca nos dio la cara

(Publicado en el Diario El Informador el 25.03.09)

Ella nunca nos dio la cara

Lic. Víctor M. Barranco C.

Necesitan aturdirse. Dejar de sentir adentro ese ruido infernal que les ha sembrado la mudez oficial. No escuchar la irresponsabilidad impune de los otros anidada en lo más crítico de cualquier conciencia ética. Necesitan engañar al raciocinio. Esperar sea redimida la culpa. Buscar en las sombras, esa especie de argumento que explique –aunque no justifique nunca- como se puede sembrar el dolor en el mañana de los demás…y no pasa nada. Ni siquiera una explicación. Por eso quieren regresar. Volver. A ese día de solo meses atrás. Cuando su niño vivía. Cuando no habían atendido, todavía, la invitación pública a operaciones “sencillas, sin riesgos” de hernia umbilical a menores que una Fundación oficial ofrecía. En ese sitio donde descubrieron su desnudez ciudadana. Su desprotección oficial. Pero también cómo, a consecuencia de algún presunto error… su bebé murió, sin que nadie les explicara…o simplemente les diera la cara. En un tráiler, justo frente a la Catedral, guardias manipulaban a los operados. Niños todos, intervenidos sin descanso. Entregados a sus padres sin que hubieran despertado completamente de la anestesia, por quienes no son enfermeros...solo funcionarios con radio y cargo. Por eso hoy, en medio de ese llanto que lo ahoga a él y a su pareja, necesitan detener las mentiras, las ausencias, las omisiones. Dejar de sentir esa campanada necia que en su interior los señala y que, como pesadilla, suele despertarlos cada noche. La Doctora que operó, nunca les dio la cara. Nunca preguntó. Nunca apareció. Y cuando lo hizo, fue en la instancia jurisdiccional, pero –dicen ellos- para mentir…. Solo para con la falsedad tratar de justificar lo injustificable. Tres años y el mundo por delante. Todos los exámenes dan cuenta de la vitalidad y salud del niño. Ese niño que partió por una infección devenida en peritonitis que, o no advirtieron en la operación –lo que los pudiera hacer sujetos de negligencia- o podría haber provocado algún proceso infeccioso derivado de la misma, con igual consecuencia. Hoy quieren ir a escrutar en ese extraño silencio. Allí, donde por alguna causa a su hijo, a su pareja y a él, le descosieron la esperanza. En esa instancia de la vida, donde el dolor tiene coloquio repugnante con la tristeza. Ahora, solo quiere una explicación. La verdad…si se atreven. Eso que llaman justicia y que ellos no terminan de percibir, de conocer, de poder testimoniar que existe. Dejar de caminar por el sitio donde todo concluye. En el cual su hijo no debiera estar. Algo que, si bien no calmará ni el llanto, ni el dolor, ni esa presión en el pecho que ahoga…al menos les dará alguna luz sobre lo sucedido. Por eso, en medio de la pérdida inesperada e inexplicable de su hijo sano, de apenas tres años, solo aspiran que algo nuevo pueda –de ahora en adelante- justificar su existencia…y la de la justicia.

- Me visitan en mi oficina, después de escribirme. Samuel y Melissa son dos jóvenes que perdieron a su pequeño hijo inexplicablemente. Su único hijo. Destrozados, no encuentran ni siquiera quién les explique qué pasó. Alguna presunta negligencia, suponen, los ha hecho reos de un dolor que ahoga. Cautivos de una tristeza innecesaria. Padres de un hijo en mala hora muerto. Testigos obligados de la injusticia humana. Condenados de por vida a la misma pesadilla. Cuéntenme…les pido
- Toma la palabra él y me dice: Mi hijo venía padeciendo de una hernia umbilical. Nada molesta. Una hernia que era imperceptible en su salud. Que se la queríamos operar solo por su apariencia. Vimos un operativo de una Fundación Municipal que se iba a desarrollar en un tráiler-clínica ubicado frente a la Catedral y, en atención a que no revestía ningún tipo de riesgo, acudimos allí a intervenirlo quirúrgicamente y corregirle el problema que nuestro niño de casi tres años tenía. Lo operaron el viernes 30 de Enero. Como a las tres horas de la operación, nos lo entregaron. Eran cerca de las 10:30 de la mañana y no se había despertado por completo. Es más, nunca llegó a hacerlo.

- ¿No esperaron los médicos a que se recuperara completamente de la anestesia para entregártelo?
- Eso me pregunta todo el mundo. Incluso los médicos amigos me han dicho que el médico interventor y el propio anestesiólogo cuidan del paciente hasta que esté completamente despierto. Christian, nuestro niño, estaba muy débil. Se quejaba…aunque nunca lloró. Al día siguiente, llamé a la institución y me dijeron que eso era normal. Que eran consecuencias naturales de la intervención a que había sido sometido. Sin embargo, como lo noté tan mal, lo tomé en brazos y me lo llevé al Seguro. En el camino se desmayó y vomitó. Solo pedía agua. Se quejaba pero no lloraba. Me abrazaba fuerte, como aferrándose a la vida. Y yo impotente, sin saber qué pasaba, allí con él…viviendo sus últimos minutos sin saberlo. Impotente. Sintiendo que el mundo se me acababa. …Cuando llegamos, los médicos que lo recibieron nos dijeron que no tenía signos vitales. Mi niño, había muerto!

- ¿Qué les dijeron los médicos que lo recibieron?
- Ellos y un pediatra nos dijeron que no fue un problema de anestesia. Que fue una peritonitis.

- ¿Creen ustedes que hubo negligencia?
- Todo hace presumir que sí. Nos dicen que seguramente no se dieron cuenta de la peritonitis y prosperó una infección severa…o la infección fue consecuencia de alguna contaminación quirúrgica. En todo caso, los hechos hacen presumir que con algo de atención, no tendría por qué haberse presentado ese cuadro. Un médico del que no puedo revelar el nombre nos dijo: “si es una peritonitis, ésa es su responsabilidad”

- ¿Hablaron con la médico que la operó?
- No. Ella no nos ha querido dar la cara. No nos atiende el teléfono, ni ha salido las veces que hemos tratado de verla para que nos explicara. Nos peguntamos el por qué de esa actitud…y de verdad que quien no la debe, no la teme.

- ¿Los está evadiendo?
- Seguro. No cree usted que si alguien no tiene nada que ver en un caso tan grave, sale, nos da la cara, nos explica, nos reconforta, nos consuela. No se esconde. Ese comportamiento no es ni ético, ni humano. Es más, cuando la llamaron a declarar, mintió según me han dicho. Ella y que declaró, cuando la llamaron del Ministerio Público, que la madre le había dado una comida y eso había consecuenciado el estado de éste. Qué comida, Licenciado. Si lo único que pedía nuestro niño, muriéndose sin atención, era agua. Ni siquiera lloraba el angelito. No tenía fuerzas. Solo se quejaba…y ella, que debía estar pendiente ni siquiera nos dio la cara. Saque sus conclusiones Licenciado, y verá que, seguro, coincide con las nuestras.

- ¿Denunciaron el caso?
- El caso está en el Ministerio Público. Lo tiene la Fiscal Alejandra Oliveros que es garantía de que las cosas van a salir bien. Nos ha tratado humana y profesionalmente de manera excelente. Su actitud nos conforta en medio de este gran dolor.

-¿Qué dice la autopsia?
- Estamos esperando por los resultados de una más exhaustiva que se le realizó. Pues el muere un sábado y se lo llevan al Hospital, pero no había Patólogo. Como a las diez de la mañana comenzó una protesta por parte de familiares que esperaban porque les entregaran a los suyos…había muchos cadáveres esperando ser autopsiados. Fue el domingo al mediodía cuando apareció un Patólogo que ya está jubilado, pero que decidió hacernos el favor de asumir él la autopsia de todos.

- ¿Era su único hijo?
- Si. Nuestro único hijo. Fíjese Licenciado que yo había tomado el turno de trabajo de la mañana y Melissa estudiaba en la tarde para que ese niño nunca se quedara solo. Es más, había congelado el semestre para acompañarlo en la operación y después de ella atenderlo. Además nuestros padres estaban también siempre con él. Era la bendición de nuestra familia. Los abuelos, están destrozados. Mírelo lleno de vida –me muestra la foto del niño en su teléfono celular- , vea los reportes médicos que dejan constancia del excelente estado de salud en que se encontraba al momento de una operación electiva, no de una emergencia. Y de las que siempre nos aseguraron que no había ningún tipo de riesgo.

- ¿Piensan tener otro hijo?
- No creo, me dice de una vez Melisa

- ¿Qué edad tienen, les preguntó?
- Melisa 21 y yo 23, me dice Samuel

- ¿Qué sienten?
- Rabia…y una gran tristeza me señala ella, ahogada por el llanto. Es un inmenso dolor. Es una cosa que no se puede describir.

- ¿Qué desean?
- Saber la verdad. Saber ciertamente qué pasó, así ello agrande más nuestro dolor. Es que esta tristeza, más la incertidumbre, ese silencio de la doctora…nos va a volver locos.

- ¿Ni siquiera antes de la operación, hablaron ustedes con ella?
- No. Nos dijeron que había estado en la morgue mientras mi niño esperaba por la autopsia…pero no llegamos a verla, ni ella buscó hablar con nosotros. Siempre nos ha evadido.

- ¿Tu familia?
- Somos una familia muy unida. Y Christian era un poco el centro de ella. Un niño muy inteligente Licenciado. Muy vivo. Muy cariñoso. Un niño que era fácil querer. Lleno de vida. Muy grande para su edad. Fíjese que Samuel tenía un mal presentimiento. Me había dicho tres días antes de la muerte del niño: “vamos a cuidarnos que presiento que algo malo nos va a suceder”. Pero nunca pensamos que sería con el niño…es más lo teníamos en el Seguro y estaban por salir los papeles para intervenirlo, pero vimos la promoción, y al garantizarnos que no había riesgo decidimos hacerlo en la Fundación…y hoy no tenemos niño, ni esperanzas, ni explicaciones. Solo esta horrible pesadilla que nos castiga cada minuto.

- ¿Los han llamado de la Fundación?
- No. Ningún tipo de comunicación. Ni siquiera por elemental cortesía. NI siquiera por elemental sentido de humanidad. Ni siquiera porque lo dirige una mujer ha habido la necesaria sensibilidad frente a un hecho tan grave. Allí nadie habla… La Doctora nunca nos dijo cómo había salido el niño de la intervención quirúrgica. Lo sacaron de allí sin camillas. Sin el equipo necesario. Sin protección. Un funcionario con un radio en la mano, no una enfermera o personal especializado…y además, todavía medio dormido. ¿Le parece a usted eso responsable, Licenciado?. ¿Le parece normal???

- ¿Por qué vinieron?
- Primero porque queremos saber y nadie nos da respuesta. Y todos saben lo leída que es su sección. Yo no me la pierdo, pero nunca pensé que mi hijo muerto sería el protagonista de una de sus entrevistas. Para que tengan más cuidado y otros padres no tengan que vivir con esta horrible pesadilla que a partir de ese día nos acompañe. Para que los funcionarios se sensibilicen, para que los médicos se responsabilicen de lo que hacen o dejan de hacer. Para que tomemos conciencia de lo que puede significar un error o un descuido en un quirófano. Para que nadie llore más la muerte de un ser querido injustamente. Porque a nadie más le arrebaten la alegría, la esperanza. Porque ningún otro niño deba abandonar prematuramente sus juguetes, sus lápices de colores, sus chuchería solo porque no se tomaron todas las precauciones.

Desnudos del amor, del cuerpo, del silencio. Desnudos de la verdad, de la pasión, de la risa, de la esperanza. Solo vestidos con ese ruido que no los deja ni un momento, con las preguntas que sacuden el ánimo acompañando su tristeza, su verdad, alguna traición y ese persistente recuerdo…sobreviven. Desnudos de todo, después de lo inexplicable de su niño muerto. Ya no le importan las edades, ni las experiencias, ni cómo sacude la brisa. Ni siquiera las guerras, las pasiones, o los versos. El tiempo se ha detenido, húmedo, en sus ojos. Y el vientre ese que lo acobijó durante 9 meses, ya no quiere prepararse para más, por miedo a otra injustificada ausencia. A otro inexplicable vacío. Ya no hay a quien narrarle los cuentos. Ni el disfrute de la ocurrencia infantil inteligente que unió a la familia. No hay cómo, ni para qué celebrar cumpleaños. Todo es angustia. Hambre de amor y olor a vela, flores e incienso. Hoy andan desnudos de lógica, de compromisos, de respuestas y de mañanas. Hoy solo tienen las sombras, y un lápiz de colores que no dibuja más en el papel…solo en el silencio.