POR FAVOR...DEJA DE AVERGONZARNOS

(Publicado en el Diario El Informador el 21.07.10)


Comienza a transitar lo que le queda de camino. A recorrer la parte aquella donde la emoción cede el paso al tiempo vivenciado. Donde no se cuentan los días sino por sus atardeceres. Donde siempre hay un espacio para conversar con las sombras, con el pasado. Está allí, en algún rincón de la razón, como viajera sin miedo. Donde ya no importa el calor, ni el frío… que el fin ya no duela tanto...solo, lo que se pueda soportar. Ha comenzado a despintar la rabia, los resentimientos, las angustias que antes le ahogaron, en el lugar donde ahora habita una serena comprensión. Hoy, hasta su miedo tiene rasgos de generosa e ilimitada tolerancia. Hace años que deshabitó la esperanza, que no flota en la tibieza de nadie, que no sueña fantasías, que no aspira más de lo que ha tenido, que busca un sitio desde donde pueda despedirse sin ruidos. Sabe que le falta menos por vivir. No tuvo tiempo, ni le dejaron a que florecieran sus azucenas. El amor la tocó en una sola dirección, desde ella hacia los demás. Sin reciprocidades. Sin correspondencias. Sin dobles vías que llenaran el sitio del afecto. Piensa que ya no hay mucho más que ver. La sombra de su siembra crecida, si bien nunca la alcanzó como hubiera deseado, la llena de orgullo. Aunque no la siente propia, sabe que es producto de su desvelo. De sus noches insomnes. De su continuo renunciamiento. Ella testimonia su verdad. Ella calma sus laceraciones. Ella apacigua sus silencios. Le permite ignorar sus temores, sus lágrimas…esa lesión que lleva en la autoestima y que siente se irá con ella, pues nunca la pudo sobreponer. Lo que ayer era solo un sueño de futuro, hoy es mortificante presente…y pronto, olvidable pasado. Encaminada hacia la tranquilidad definitiva del viento, ya el andar no es impetuoso, solo hay lagos de apacible desazón humedeciendo recuerdos. No tiene apuros que mostrar, ni logros que lucir. Solo el tatuaje de una soledad y un desprecio delimitando rincones. Por eso, aunque su hijo no lo perciba, aunque su nuera no lo valore… justifica su camino, su presencia, hasta esa lágrima injusta que encubrió huracanes, tormentas, tempestades para no hacer más difícil el tránsito. Cada día fue una nueva herida de vida, una antesala al otoño, una incandescencia indebida, un andar en medio de una llovizna que nunca cesó y que siempre le hizo padecer en silencio. Aunque moderó la angustia, el sobresalto, el sentirse como mueble viejo, aprendió a vivir sola sus fracasos. En calma las ofensas. A gritar solo para la almohada. A confiar en las cuatro paredes de su cuarto, y a entender que hoy a sus muchísimos años de edad, en su vida no hubo ni habrá ya…madrugadas. Por eso me visita. Por eso me cuenta. Porque según ella, para morir en paz…solo necesita contar lo vivido.

-Es una hermosa anciana. Llena de sabiduría, pero también de tristezas. Amiga de un familiar, me solicita la visite en su casa. Me sorprende su lucidez. Me cita entrevistas de este espacio con sorprendente fidelidad. Es un aprendizaje hablar con ella, aunque la vida –injustamente- le haya negado toda la felicidad que merece.
- Qué bueno que haya venido Licenciado. Tenía muchas ganas de verlo, porque lo conozco mucho a través de la televisión y el periódico. Soy su fan más vieja. No me pelo sus reportajes. Leo su columna política y aunque la disfruto, sigo prefiriendo EN VOZ BAJA. Allí conozco las experiencias de otros y aprendo. Por eso lo invité a mi casa, pues quiero contarle mi historia, pero eso sí, no diga quién soy…aunque estoy segura que mi hijo y mi nuera cuando la lean van a saber de quién se trata.

- Imagino, mi Doña, que debe ser una bella historia
- De todo, como en botica, hijo. Aunque hay una pena que llevo adentro, que quiero contarle para ver si la dreno antes que la pelona se me presente, porque tengo muchos achaques y presiento que ya me anda dando vueltas por ahí

- Usted dirá...
- ¿Te puedo tutear?...mira que yo puedo ser tu abuela!

- Claro abuela, como quiera...le digo
- Me casé muy joven. Con un apuesto funcionario del correo. Cuando el correo era correo y era muy importante trabajar en él. Tuvimos un solo hijo, Carlitos, que se convirtió en el centro de nuestra vida. Cuando cumplía tres años, mi marido se enamoró de una telegrafista. Un día le reclamé, y no volvió más. Pasamos el trabajo que juega garrote mi hijo y yo. Yo lavaba y planchaba para la calle. Pero no me alcanzaba y tuve que entregar la casita que teníamos alquilada. Me fui donde una hermana y compartimos juntas penas y sinsabores. Así, lavando, planchando, cocinando para el vecindario eduqué a mi muchacho. Fui papá y mamá, como muchas mujeres venezolanas. Lo hice Bachiller, y cuando tuvo que irse a estudiar a Caracas, hablé con un familiar y a cambio de convertirme en su cocinera, aseadora, limpiadora, cachifa…nos dieron el cuarto de servicio de su apartamento para que viviéramos. Él comenzó a trabajar en el hipódromo. En esa época los estudiantes se ayudaban haciendo los escrutinios jueves, sábado y domingo, o ayudando en los entonces llamados “sellados” que le reportaban una cantidad suficiente para mantener sus estudios, y además le dejaban tiempo para cumplir con ellos. Ya en la Universidad conoció a una hermana y entonces supo de su padre, que para ese momento era un adinerado hombre de negocios en Valencia. La hermana los puso en contacto y comenzó una relación que con el tiempo se fue estrechando. Mientras, yo hacía quehaceres en casa de familiares para contraprestar el techo que nos daban. Nunca salíamos, porque cuando había que salir era yo quien tenía que cuidar la casa. Creo que nos acostumbramos a eso...y con el tiempo yo pasé a ser, también para él, esa asistente doméstica que es más útil como tal que como mamá. Estudiando, se enamoró de una muchacha de la “alcurnia” caraqueña. Con familia venida a menos, pero esas son más pretenciosas que las de verdad verdad! El día que la llevó a que me conociera, yo estaba en mi cuarto, detrás de la cocina…el cuarto de servicio. Aunque trató de disimularlo, me hizo “fo”. Un saludo frío, un beso casi que con asco y cinco minutos de visita me hicieron percatarme que allí yo no tenía vida.

- ¿Se casaron?
- Sí, mientras estudiaban. A los meses salió embarazada, me llamaron para que “los ayudara”. Ese día ella fue muy amable conmigo, aunque me dieron de nuevo el cuarto de servicio porque de los dos que estaban desocupados “uno era para el bebé, y el otro era para huéspedes”. Lo acepté…total, terminé por creer que ése era mi lugar. A los días de mudados, Luisa se me acercó y me dijo, vieja esta noche por favor quédate en tu cuarto porque tenemos visita y tú sabes, es gente muy delicada, muy fina…así no se sienten mal ni tú, ni ellos. Te traje algunas cosas para que me hagas los pasapalos…no te preocupes por los trastos, que los puedes lavar mañana cuando te levantes. Esa noche me di cuenta que no solo iba a ser la cachifa en casa de mi hijo, si no que mi nuera me lo iba a hacer notar cada vez que hubiera oportunidad.

- ¿Cuál era la actitud de tu hijo?
- Hablé con él. Le dije: Carlos no me quiero meter en tus cosas pero está pasando esto que te cuento y que me hizo sentir muy mal. Me dijo…esas son vainas tuyas mamá. Es que Luisa no te cae bien. No tengas complejos. Ella es una mujer sencilla, malcriada, mimada, pero sencilla…si pones de tu parte se la van a llevar muy bien. Además está embarazada...entiéndelo. Lo pensé, pero apenas se fue mi hijo al día siguiente, se me acercó y me dijo...mira vieja cuentera, estás en esta casa por ser la mamá de mi marido, pero no te pases porque te boto. Deja de meterle cuentos sobre mí. No pensarás que te voy a sentar a la mesa con mis amigos si ni siquiera sabes usar los cubiertos. Tú comes usando solo la cuchara. Pero además no puedes cocinar, servir y sentarte a la mesa a la vez. ¿Qué tal, si necesitamos alguna cosa? ¿Quién nos la va a pasar? Además esos vestidos tuyos deben tener como mil lavadas. En lo que podamos pagar a alguien que nos ayude, mejor te vas a tu casa….por favor, deja de avergonzarnos!

- ¿Qué respondiste?
- Nada hijo. Comencé a llorar. Yo había sufrido muchas humillaciones. Muchos desaires. Los pobres siempre los sufrimos, sobre todo cuando estamos “arrimados” en casa de familiares. No sé por qué algunos familiares nos cobran los favores, más fuertemente que los amigos. . Nunca pensé que en casa de mi hijo, donde sabía no sería la reina... pero por lo menos sí, una abuela querida, me iban a enrostrar en la cara mi pobreza. Lloré y pensé que ese era mi destino. Carlos fue alejándose de mí por culpa de ella. Un día le dije, que lo mejor era que yo regresara con mi hermana, que él había formado su familia y que necesitaba soledad e independencia. Me dijo que no lo dejara. Que yo era su vieja querida. Que hablaría con su mujer…y lloró conmigo recordando todas las penas que habíamos pasado para que estudiara y se graduara. Lo entendí, me propuse ser más tolerante aún, e ignorar cualquier “punta” de la niña. Ella dejo de hablarme. Solo lo hacía cuando mi hijo estaba presente. Con cualquier excusa no comía si yo me sentaba a la mesa. Me ensuciaba a propósito el piso y hasta un perro “meón” trajo al apartamento.

- Sería insoportable vivir así…
- Imagínate hijo, pero se puso peor después que parió. Me entregó el muchacho para ella poder salir. Yo, feliz de cuidar y mimar a mi nieto. Ella, pensando que me hacía un mal, lo que lograba era hacerme muy dichosa. Así fueron las cosas, mi hijo montó su propia empresa con mucho éxito y vino entonces el golf, los viajes, las amistades, las fiestas, cada uno por su lado hasta que se pelearon…

- ¿Se les acabó el amor?
- Sí. Ambos se montaron cacho. Definitivamente, la vida es un pañuelo. Ella le dijo a él que se iba con unas amigas del voluntariado a Margarita a un Tour benéfico, y él le dijo que iba a aprovechar para irse a Valencia a un torneo de Golf. Resulta que él se fue a Tucacas con una amiga y cuando estaba en el restaurant, vio a una pareja besándose frenéticamente…sorpresa, era Luisa con un amigo. Allí se dijeron de todo; armaron tremendo escándalo. Yo, ignorante de lo que pasaba cuando llegó ella al apartamento y me insultó, no sabía qué estaba pasando, ni me lo imaginaba!. Me dijo, es que la cabra siempre al monte tira…tenía que ser hijo de una fregona para ser como es…cómo me casé yo con esa vaina!!!...me voy de aquí para siempre…Me quitó al niño y se fue gritando. Al rato me llamó Carlos y me preguntó si había venido, le conté, le pregunté qué pasaba y me dijo...espera que ya voy para allá. Llegó, me contó su versión y me habló pestes de ella. Nos quedamos solos como un año. A veces ella venía y traía al nieto. Yo nunca salía hasta que un día me llamó desde la sala. Me saludó con demasiada amabilidad…me dijo que quería hablar conmigo, me pidió perdón, me aseguró que estaba arrepentida, y que tenía que ayudarla a rehacer la familia, por el bien del niño, que hablara con él… cuando se fue, me pidió la bendición.

-¿Qué hiciste, abuela?
- Hablé con él…pero estaba muy dolido en su honor, en su hombría. Celebró el que me pidiera perdón, pero hasta ahí. Ella me siguió visitando. Me llevaba cosas. Me dejaba el nieto. Me sacó al cine una vez. Me llevó a casa de su mamá, y por primera vez hablé con su familia en la sala de su casa. Yo que estaba acostumbrada a perdonar y a ceder, no podía olvidar lo que pasamos mi hijo y yo por el divorcio y abandono del que fuera mi marido. Yo no quería eso para mi nieto. Ni lo que viví para ella, aunque no hubiese sido buena conmigo. Creo que ninguna mujer merece pasar por las humillaciones que pasé, solo por trabajar para educar a un hijo debidamente. Así que me propuse juntarlos…y lo logré!. Nos volvimos a reunir esta vez como familia. Los primeros meses fui una consentida. Contrataron a una mujer para que me ayudara y ellos me sacaban, me tomaban en cuenta, estaban pendientes de mí. Pero después que ella sintió que lo tenía seguro despidió a la muchacha y comenzó poco a poco a regresarme a lo que ella consideraba mi puesto de cachifa. Esta vez, no sé que “poción” le dio a mi hijo, que lo volvió medio pendejo. Ella a abusar de mí, y él a decir que yo estaba chocha…que me suponía cosas, que se me había metido entre ceja y ceja-además equivocadamente- que Luisa era mala. Allí entendí que para algunos hijos a quienes damos todo, servirlos lo consideran un deber materno. Que cuando los hijos se casan, es esa familia que forma, su primera familia. Que primero la mujer, y después la mamá. Que hacerles la vida feliz para las madres es obligación sin contraprestación, pero para las esposas es una condición que debe corresponder so pena de perderla. Que al amor de la carne se le perdonan cosas, que no se le perdonan al amor de madre. Que por más que te esfuerces…una falda puede más que muchas noches de insomnio. Que después que pasan los años, solo corren cuando te pierden o cuando están a punto de hacerlo. Allí se lamentan entonces, del tiempo que no te dedicaron. De las rabietas injustas que te hicieron pasar. De los cariños que te negaron…cuando ya es muy tarde para enmendarlo. Por eso quería hablar contigo…quizás mi historia no sea conmovedora, pero te aseguro que es más frecuente de lo que te imaginas. Por ello hijo, si puedes, la publicas. Más que como lección, como un homenaje a esas madres que lo hemos sido todo, pero que nunca se nos reconoce, porque nuestros hijos siempre han pensado…que esa era nuestra obligación.

Me despido de ella. Contagiado de esa ternura que emana. De esa sapiencia que regocija. De esa vivencia que enseña. Logro flotar en su tibieza, cobijarme en esa calidez que no logro explicar cómo alguien pudo haber despreciado. En medio de tanto color vivido, ella ha aprendido a esperar en paz lo que para otros hubiera sido un infierno, restándose un día por cada experiencia sufrida. Por eso es capaz de dibujar en las sombras. De hacer llover en el desierto. De amar en medio de la intriga. De ver claro, en medio del encandilamiento. De vivir serena, en medio de su encierro, cuando descubrió la mentira de la libertad. Es mamá a tiempo completo. Papá con título supletorio. Abuela cada vez que la dejan. Tiene una lección aprendida que quiere compartir: en algún momento de la vida, hay que dejar atrás lo más turbulento del invierno!





ME DIJO...SI NO ES MUCHO PEDIR

(Publicado en el Diario El Informador el 14.07.10)


Sin querer, e irónicamente por amor, hoy comienza a jugar al odio. A tratar de salir de esa rabia, de ese inmenso mar de miserias que en algún momento habitó…de enterrar la imagen de ese compañero de vida que, a partir de una debilidad suya, comenzó a sonreírle solo desde las sombras. Se dejó ganar por el chantaje, por su deseo de complacerlo. Llegó hasta el sitio donde la pasión suele ser desafortunada consejera. A esa alcantarilla que lo hacía feliz, y a ella tremendamente desafortunada. A ser solo cómplice de una relación en decadencia. Ella sintió que podía “expiar sus culpas” accediendo a algunas concesiones. Complaciendo algunas fantasías. Tolerando algunos excesos… Se consiguió un día, prostituida. Irrespetada. No valorada. Objeto de una manipulación, que le hicieron creer era entrega. Sucia. Violentada, no solo en su cuerpo, sino que en su dignidad.
Comenzó con un “trío”, que soportó en medio de la penitencia y el amor. Justificando su esterilidad, la ingrata noticia que no podría ser madre, cedió a la fantasía de su pareja buscando conservarlo. Después un cuarteto. Más tarde una orgía. Hasta que en medio de ese ceder, había entregado su vergüenza. Dice que lo amaba ciegamente. Que no quería aparecer frente a él como una mojigata. Hoy siente que él abusó de eso. Y la convirtió en carne de consumo. En herramienta de sexo colectivo. En desecho de pudor, sometida a malabarismos de insomnios de tanta vergüenza sentida y no drenada. Hoy piensa, quizás generalizando indebidamente, que a los hombres les dieron el razonamiento, solo para ver cómo se agredían inteligentemente. Hoy siente que el camino, la senda, los atajos, el recorrido, el amor, el sexo, son esa sensación confusa rescoldo de la vida, que a veces conduce solo a los rincones del desperdicio. El amor, el afecto, la reciprocidad en el respeto –sostiene- no son sino una mentira mil veces repetida, que busca engañarnos frente al beneficio ajeno. Vivió el horror de ser obligada a prácticas íntimas que le laceraron el sitio del respeto, en nombre del amor!. Vivió la tormenta del horror, cada fin de semana cuando esperaba por la sorpresa de su pareja, quien fue transformando sus fantasías iniciales en asquerosa aberración. La sonrisa en mueca. El placer en tortura. La intimidad en hecho colectivo. La caperucita en Juana la Loca. Hoy la acompaña un sentido de culpa. Una mancha fétida que no puede borrar. La realidad le ha enseñado que muchos hombres no son más que un voraz aparato genital. Pedazos de carne que solo producen excrecencias fétidas, bolos fecales, y placeres prohibidos. Un poco, la negación de esa perfección que dicen…es lo mejor de la naturaleza!.


-Luego de algunas conversaciones, se decide a contarme sobre su caso. Tiene 32 años. Aunque piensa que hay siglos reposando sobre sus hombros. Habla suave. Despacio. Como midiendo cada palabra. Cada señalamiento. Piensa que ya no tiene nada que perder…asiste a mi oficina acompañada de una amiga, quien le ha recomendado drenar parte de esa lluvia que le cala los huesos, para continuar -en algún momento- de largo con su vida
- Me da mucha vergüenza, asegura

- Tómate tu tiempo, le digo. Puede ser otro día si quieres...
- No Licenciado…ya que me decidí, hoy tendrá que ser

- Como quieras
- Me casé muy joven, apenas egresé como odontólogo de la Universidad. No había cumplido los 24 años. Él, abogado. De padres italianos. Tuvimos dos años de novios. Dos años bien especiales. Lo mejor del mundo, diría yo. El ideal de pareja. Nos vinimos a Barquisimeto, comenzamos a trabajar y tratamos de formar una familia… Pasó un año y no pude quedar embarazada. Él quería ser papá a todo evento. Su familia lo presionaba. La mía, también hacía bromas al respecto. Sin embargo yo no sentía prisa. Pensaba que en cualquier momento sería. Que cuando Dios lo dispusiera, para mí estaba bien. Sin embargo la presión de la familia, los deseos de él, me hicieron consultar un especialista quien determinó que, presuntamente debido a una operación de quistes ováricos en mi adolescencia, me iba a ser muy difícil embarazarme. Estéril, diría yo que fue el diagnóstico.

- ¿Cómo reaccionó cuando se lo dijiste?
- No se lo tuve que decir…él andaba conmigo cuando la Doctora me dio la noticia…. edulcorada, suavizada, con alguna lejana esperanza…pero demasiado contundente como para no captar la gravedad de la situación. Se quedó pasmado...me abrazó. Se le aguaron los ojos, pero hasta ahí. Más bien trató de darme ánimos, fuerza, confianza. Sin embargo, él que era un insaciable en el sexo, esa noche se abstuvo. Yo, lo comprendí. Pensé que no estaban dadas las condiciones…aunque por dentro, me entró un extraño frío...

- ¿Qué pasó los días subsiguientes?
- Primero, ánimo de la familia. Luego bromas, de ésas que van dejando cicatrices. Su familia, no sé si por sus tradiciones comenzaron a lamentarse en privado primero, y luego cada vez más en público del traspié que por mi culpa sufriría su descendencia. Sobretodo porque mi marido es el único hijo varón. Él, cada vez más ausente. Nuestra intimidad comenzó a alterarse y todo parecía venirse abajo. Conversé con mi amiga más cercana, Camila, quien hoy me acompaña, también con mis padres para ver qué hacía….una noche decidí que si lo quería tanto, no podía hacerlo reo de mi tara. Que no lo podía castigar en su deseo natural de ser padre. Que no tenía por qué pagar unos platos que no rompió. Que si la del problema era yo, entonces era yo quien debía asumir las consecuencias de mi problema.

- ¿Qué hiciste?
- Hablé con él. Le dije que lo quería mucho, y que por ello no debía ser la causante de su tristeza. Que estaba dispuesta a darle el divorcio, a devolverle la libertad muy a mi pesar, con mucho dolor...si él lo quería. Y si no, que estaba dispuesta a hacer lo que me pidiera, con tal de verlo feliz….me abrazó. Lloramos juntos. Me besó. E hicimos de nuevo el amor, como antes. Me imaginé que era una despedida. Una hermosísima y dolorosa despedida…pero no me dijo nada esa noche. Simplemente apagó la luz y se durmió. Yo, respeté lo que parecían sus deseos…no hablar. Al día siguiente, de muy buen humor y muy temprano, volvimos a la intimidad. A reencontrarme con esa fogosidad poco común, que él tiene en el sexo. Cuando terminó, me dijo que se iba a bañar y al salir hablaríamos. Estaba confundida…de verdad que no sabía que esperar.

- ¿Cuál fue su respuesta a tu planteamiento?

- Me dijo…no te quiero perder. Sabes que lo que más deseo es tener un hijo. Darle a mis padres ese nieto que tanto esperan. Continuar con el apellido de la familia, satisfacer esa necesidad de ser padre que me acompaña desde siempre. Me afectó, como no te imaginas, el que contigo no pueda serlo. El que nunca vaya a ver un hijo mío correr, o jugar pelota, o pedirme la bendición….¿Qué estás dispuesta a hacer para compensarlo???, me preguntó. Cualquier cosa, le dije…cualquier cosa que me pidas. Lo que te haga feliz. Lo que me permita reparar ese daño que te estoy haciendo. Lo que pueda hacer por compensarte, por no poder complacerte en ser papá…

- ¿Qué te propuso?
- Pensé que me iba a proponer adoptar a un niño, o a una niña. Que me iba a pedir poder tener él su hijo de alguna manera. Muchas cosas me pasaron por la cabeza. Salió del baño y me dijo…”lo he pensado mucho. En mis planes de vida, es muy importante ser papá…pero tengo algunas fantasías que pueden hacerme feliz. Algunas cosas que he tenido guardadas, que podían compensarme y que de alguna manera conservarían nuestra relación…pero no sé si lo vas a entender, no sé si es mucho pedir…”

- ¿Qué pensabas cuando te hablaba?
- Nada. Solo que se me abría una puerta para conservarlo. Nunca pensé que me pediría, lo que me pidió…pero el cielo me lo hubiera pedido y se lo hubiera tratado de dar. Me agarró la cara y me dijo… “mi fantasía es hacer un trío, incluyendo en nuestra intimidad a otra mujer. Ya que no vamos a ser felices como padres, vamos a ser felices como pareja. Vamos a gozar al máximo nuestra intimidad. Y eso, si me lo puedes dar. Eres la única que me lo puedes dar...”

- ¿Qué le contestaste?
- Aunque me sacudió, lo que estaba en juego para mí era mucho. No lo pensé, solo le dije….lo que tu quieras. Me abrazó y me dijo…vamos a ser muy felices

- ¿Cómo fue la experiencia?
- Bueno, le cuento. Primero fijé algunas condiciones. Yo tenía que estar de acuerdo con la muchacha, y si me sentía mal en algún momento, podía irme a otra habitación….lo aceptó. Ya él tenía a la persona, porque al día siguiente se apareció con ella en la casa. Qué le digo Licenciado, embarazoso, humillante…pero estaba decidida. Él lo disfrutó, yo lo sufrí. Pero sentía que ese era el costo de no perderlo por algo que era mi culpa. No lo comentamos. Al día siguiente, volvió con otra. Y así durante toda la semana…a los días, me pidió besarme con la muchacha…le dije que no. Pero en medio de la cópula, me obligó. Y entre los dos, me hicieron participar. Lloré, pero acepté. Un día, me invitó a salir como en los buenos tiempos. Bebimos champaña, que sabe me encanta. Mucha champaña. Me dijo esta noche te tengo algo especial, pero no estaba en completo estado de sobriedad como para pensar en cuál sería la sorpresa. Llegamos a casa, y al rato llegó una pareja. Yo medio ebria, fui obligada a una relación a cuatro. Entre él y la chica me agarraron, mientras el otro tipo casi que me violó. Fue una orgía, que además grabó en video, donde hice y me hicieron de todo. Después que me mostró el video, fue que me enteré de las cochinadas que me obligaron a hacer…y mire que no soy mojigata en el sexo. Cuando estuve más o menos sobria, con lo poco que recordaba, le dije que hasta allí llegábamos. Que él era un enfermo que se había aprovechado de mi complejo de culpa para cumplir sus aberraciones. Que yo lo quería mucho, pero no me iba a prostituir para conservarlo. Que ese precio era muy alto. Que hasta allí lo complacía. Que se buscara una prostituta. Que yo había cedido y él había abusado de eso. Que me sentía violada. Que no le iba a permitir volverme una piltrafa en nombre del amor…

- ¿Cómo reaccionó?
- Cínicamente. Era un Doménico que no conocía. Me dijo que era una ridícula. Que ni mujer completa era porque no podía ser madre. Que a él le constaba que yo había gozado “sus fantasías”…que no me la echara de mosquita muerta…y que además él tenía un video donde yo me veía participar en la orgía. Que no lo obligara a mostrárselo a mis padres y a los suyos. Que a lo mejor yo había quedado estéril en quien sabe qué desenfreno sexual….y muchas otras cosas más, demasiado feas como para contárselas. Le grité, le pegué…hasta que se fue de la casa. Lloré, lloré mucho. Me sentí sucia, asqueada de mí misma por haberme rebajado tanto por un hombre que estaba demostrando no valía la pena. Sin embargo saqué fuerzas de donde no tenía y hable con mamá y le conté todo. Lloramos juntas, drené…y ella me dio confianza. Deja que yo hablo con tu papá, me dijo. Yo lo conozco y sé como decírselo para que no vaya a reaccionar contra Doménico de manera que pueda crear un problema adicional. Vamos a buscarte ayuda profesional y a preparar los papeles para el divorcio…

- Y a todas éstas ¿tú marido?
- Yo me quedé en la casa de mis padres, a partir de ese momento. Él me fue a buscar, sin imaginarse que yo podía contarles a mis viejos “las cosas que había y me habían hecho”. Menuda sorpresa se llevó cuando trató de presionarme con el video y se enteró que ya en mi casa todos sabían lo basura que él era. Allí, me dijo que se había equivocado…que se había dejado llevar por el licor, y el instinto…que recapacitara y que –aquí viene lo peor- él estaba dispuesto a limitar su compensación por no ser padre, con solo sexo a tres…sin más hombres en la cama. Que por mí y por nuestra relación, él haría ese sacrificio adicional…Me volví como loca y lo eché de la casa a empujones….definitivamente Licenciado, no conocemos a las personas hasta que convivimos con ellas. A veces me pregunto ¿si yo hubiera podido parir, en algún momento me habría pedido “alguna fantasía”? ¿Es un hombre enfermo o un depravado sin remedio? ¿Hasta donde debe llegar la permisividad sexual entre las parejas, sin que afecte el respeto…aún siendo consensuada? ¿Cuántas otras mujeres estarán viviendo las consecuencias de una doble moral que solo se recata cuando tiene que cumplir ciertos convencionalismos sociales? ¿Hubiese terminado yo por aceptar alguna forma de lesbianismo si la relación se mantiene en el trío inicial que yo había aceptado? ¿Hasta dónde nos puede llevar la necesidad de la satisfacción sexual?? ¿Si estábamos los dos de acuerdo, era malo o bueno lo que en principio estábamos haciendo? ¿El ser estéril, qué castigo conlleva frente a la pareja?? Demasiadas preguntas que nadie me contesta, y que hoy me tienen frente a usted, no esperando que me las responda...solo rogándole que las publique para que muchas mujeres se las hagan en frío. Porque en caliente, es imposible articular respuesta alguna…sensatamente!

Definitivamente, está herida en sus sueños. En su integridad de mujer. En su amor de pareja. Deseando dar ese paso necesario, de la agonía al reposo. Necesita sembrarse, nuevamente, de mañanas. Dejar de hacer de la soledad, solo la cuna de los silencios. Esbozar, sin rubor, cotidianamente una sonrisa. Poder volver a moldear sus propios caminos. Sentir algún aroma en la brisa. Y en algún momento, que el amor no le es más ajeno. Necesita volver a esculcar en los senderos, devolverse de los atajos, saber cuán estrechas suelen ser a veces las veredas, esa instancia del olvido donde suelen esfumarse los secretos viejos. Desea dejar de callar alguna parte de lo vivido. Vivir, y dejar que el resto siga viviendo...aún a sabiendas que, párpados adentro, en más de una relación de pareja, en más de una relación de amor, habita una particular y a veces mortificante orgía de tristezas. Va a intentar permanecer como protagonista de sus sueños. Detenerse en ellos, más que en los ajenos. A no sentirse culpable, si no de haber amado. A dejar que las heridas se conviertan solo en cicatrices, que aunque siempre recuerden…tal vez en algún momento, ya no duelan tanto.

¿A QUIÉN LE PIDO PERDÓN?

(Publicado en el Diario El Informador el 07.07.10)


En su vida, una horrible marca dibuja cada segundo la huella del vacío….justo, cuando el sol comienza a quemar su espalda, a encandilar su esperanza, a cebarse en sus lánguidos despertares. En sus días no hay tiempo para el jolgorio. El charco que ha hecho en sus ojos el invierno, eriza su piel constantemente y la obliga a la búsqueda de un abrigo. De una calma, de un aliciente para la conocida tristeza. Ya, en sus mañanas, ni siquiera las mariposas alientan la esperanza…piensa que vive, solo por costumbre. En algún momento sintió que la vida la castiga cruel e injustamente. Que le ha mandado una carga con la que no puede y que, en su concepto, ni siquiera merecía. Lo que había soñado siempre, la ilusión de toda mujer, en segundos se había trastocado en castigo inclemente. En verdad insoportable. En padecimiento eterno. Se había rebelado ante Dios, ante la propia naturaleza, ante su esposo, sus padres, ante sus principios…y en un segundo había mandado todo al limbo, sin detenerse a pensar cuánto daño hacía a muchos…ella, incluida. Un matrimonio feliz, una situación económica estable, una familia especial, juventud, la vida por delante, y la espera de un hijo o una hija colmaban todo su espacio. No quiso hacerse exámenes para averiguar nada. La sorpresa, como en la época de sus padres, era un aditamento a tanta alegría… “Lo que fuera, con tal que naciera sano o sana” era su única petición. Sin embargo, las cosas no salieron como pensaba. Maldijo. Rompió con todo. La aborreció. No la quiso ni siquiera conocer. Salió de la clínica sin verle la cara. Sin que le comentaran más nada. Que otros se ocupasen. Ella no merecía ese castigo. Pensó en Dios, y entonces lo vio tan duro con ella, tan absolutamente castigador, que prefirió ignorar sus designios. Pensó en la moral, tan reñida con ese golpe a su vida, con lo que serían sus placeres, con lo que le limitarían su libertad...que prefirió pasarla de largo sin temer ni importarle lo que pensara su gente. Pensó en el amor, y lo vio tan cruel, tan de mentira, que prefirió ignorar cualquier sentimiento. Después recapacitó y quiso enmendar lo trasgredido. Recomponer lo destruido…pero el castigo fue mayor. La vida, le negó esa oportunidad. Y le quitó, esta vez sin clemencia, el espacio para recomponer su vida y sus afectos. Solo le dejó un lugar para la culpa, donde el sonido del silencio, le aturde cada vez que se queda sola. Un lugar de eternidades para arrepentirse, justo en el sitio donde intenta disfrazar sus fracasos. Un tatuaje para la vida, escurriéndose cada segundo hacia esa muerte que retumba en su instinto renegado de madre.
No ha podido marcharse de lo trágicamente aprendido, de lo odiosamente experimentado, de las sonrisas que frustró, de tantas alegrías que sus rabias mutilaron. Hoy en la búsqueda de su libertad, de algún perdón…se siente más prisionera que nunca!


-No deja de llorar. Tiene 31 años pero aparenta mucho más. Me ha llamado muchas veces, aunque no acudió a ninguna de las citas. Esta vez, sin previo aviso, me visita
- Buenas Licenciado, discúlpeme por mi actitud, pero mi vida es un infierno. Estoy llena de miedo. De arrepentimiento. He hecho una cosa atroz. Me he negado como mujer. Como madre. No sé si soy una desalmada. He sido castigada por lo que he hecho, cruelmente….He maldecido, he sido inconsecuente como ser humano, como familia, como gente…soy de lo peor que usted pueda haber conocido

- Le pido que se calme. Que no sea tan dura con ella misma. Que todos nos equivocamos. Que todos cometemos errores. Le ofrezco un poco de agua. Un té. Pero no cesa de llorar y temblar. Cuéntame, si puedes y quieres, con serenidad….aunque no me habías avisado que venías, tengo todo el tiempo para oírte
- Fui una mujer feliz, siempre. Tuve todo lo que quise. Una familia maravillosa. Una situación económica holgada. Me enamoré de un hombre excelente, con el cual me casé. Compramos un apartamento y nos propusimos a realizar el sueño de toda la vida: ser padres. Me embaracé al año de casada, tenía 24, y todos los planes del mundo por desarrollar. Un embarazo medio difícil, medio complicado, pero sin ninguna gravedad aparente. Sin ninguna consecuencia advertida. Hice yo misma el moisés. Lo hice amarillo porque ni mi marido ni yo queríamos saber el sexo con antelación. Queríamos vivir la sorpresa. Nuestro único deseo era que “viniera lo que viniera, lo importante es que viniera completamente sano o sana”. Con mi mamá y mi suegra, compramos parte de la ropita. Pintamos el cuarto…compramos algunos juguetes...la emoción del primer hijo y del primer nieto vivida en toda su plenitud
- Un hijo siempre es una alegría, le digo
- Espere Licenciado que le cuente….estábamos de lo más preparados. Llegó el día del parto. Estaba prevista una cesárea. Llegamos a la clínica. Me preparan y me despido de mi marido y de nuestras familias rumbo al quirófano. Cuando regreso, aún medio dormida, pregunto ¿qué fue??...una niña, me dicen. ¿Por qué no está conmigo?...solo un momento más y te la traemos, señala una de las enfermeras. Pasa el tiempo, y mi marido que había salido para el retén, no llega. Veo las caras de mamá, de papá, de mis suegras y no veo la alegría que yo esperaba….comienzo a desesperarme y a preguntar si algo pasaba. Nada, me decían. ¿Está sana? Pregunté. Nació un poco falla de peso, y la van a dejar unas horas en la incubadora recuperándose, me dijeron. ¿Y mi marido? …ya viene, me repiten. Al rato, mis padres y mis suegros me dicen que van un momento a ver a la niña y que ya viene mi marido que se quedará conmigo. Apenas están saliendo…él entra. Le veo los ojos hinchados y le pregunto, desesperada, ¿qué pasó mi amor?....me abraza llorando… ¿se murió? le pregunto…no, me dice… ¿entonces?...me pasa la mano por el pelo, y me dice…tengo que decirte algo muy fuerte, pero que sé vamos a afrontar unidos. Dime, le pido, me vas a matar del susto!....La niña nació con un síndrome. Va a tener un severo retraso, dificultad de locomoción, problemas cardíacos, entre muchos otros. No es, ni va a ser nunca, una niña normal.

- ¿Cómo reaccionaste?
- Me quería morir. Comencé a llorar, a gritar, a maldecir. No entendía por qué a mí, por qué a nosotros nos pasaba eso. Nunca le hicimos daño a nadie. Nunca le deseamos mal a nadie. Ayudamos al prójimo. Fuimos buenos hijos…¿por qué ese castigo?, me preguntaba. Lo golpee a él, lo acusé de alguna enfermedad, de alguna posible tara que no me habría confesado. Maldije al médico que debería haberse dado cuenta. A la vida…a todo. Me declaré no creyente…estaba desesperada!...lo peor, que ahora desde la distancia lo veo y es lo que más me mortifica, fue que pedí no conocerla. Esa no puede ser hija mía. Yo no la quiero ver. No me la traigan…llévensela, regálenla... yo no quiero verla, pedía a gritos. Llamaron al médico, me inyectaron, y me dormí no sé por cuánto tiempo. Cuando desperté, estaba toda mi familia reunida, incluso un sacerdote amigo de la casa en la habitación. Mi marido y mamá me sobaban la cabeza. Pensé que lo había soñado…pero no, era esa la realidad. El sacerdote me dijo que quería hablar conmigo. Yo me negué. Pedí que se llevaran todos los ramos, los juguetes, las bombas que estaban en el cuarto. Mi mamá me dijo, déjame que yo te traiga la niña...es bella. Seguro que si la ves, la vas a querer mucho. Un hijo es un hijo. No es la primera mujer que tiene un niño con dificultades y lo saca adelante…por favor hija, me decía llorando, déjame traerte a la niña. No, le dije. No la quiero conocer. Me quiero ir al apartamento sin ella. Yo no tengo hijos!.

- Estabas muy descompuesta, le señalo
- Sí Licenciado…fuera de mí. Era como si el mundo se me hubiese acabado. Como si la naturaleza, la Providencia, la vida, se hubiesen puesto de acuerdo para hacerme daño

- ¿Por qué te negaste?
- No sé. Pienso ahora que por una mezcla de egoísmo, miedo, falta de información. No estamos preparados para tener un hijo con discapacidad. Eso pareciera una tara. Una culpa. Era, en ese momento, como un castigo…no como una hija. Creía que todo se arruinaba. Que no iba a ser capaz. Pensé también en la gente. En la risita disimulada. En el codazo ese silencioso. En que estaba recibiendo una cruz que no merecía. En cómo criarla. En la maldad de los compañeros de estudio…y no pensé en la maldad mía. Que era la peor de todas!. Me detuve, como hacemos muchas veces, a cuidarme del daño de afuera…y no en el mucho que yo misma nos estaba haciendo.
- ¿Qué hicieron ante tu negativa?
- Mis suegros decidieron quedarse con la niña. Ellos se la llevaron. Fueron sus padres, sus abuelos, sus amigos…todo lo que yo debía ser y no fui
- ¿Y tú?
- Yo me fui al apartamento con mi marido, quien confiaba –al igual que mis padres- que era una reacción momentánea y que más temprano que tarde yo recapacitaría y me llevaría a la niña. Que era un shock producto de la noticia, pero que el instinto de madre iba a permitirme superarlo

- ¿Pasó?
- No. Me negué ciega y tercamente a ello. Lo que me costó, además, el matrimonio y hasta la cercanía de mi familia, a quien no permití nunca que me hablaran de esa niña…

- Trágicamente incomprensible, le digo
- Así es, pero allí no termina mi historia. A veces, mis hermanas o mamá dejaban “descuidadamente” alguna foto de la niña en alguna de las visitas a mi casa…yo, las botaba sin verlas. Sin embargo un día, comencé a soñar con ella frecuentemente. La veía, blanca, gorda, bonita...llamándome. Habían pasado como cuatro años desde su nacimiento. Un día me propuse, me llené de valor y no boté una de las fotos. La vi…y me iba muriendo. Igualita a la niña que en sueños me decía mamá y me llamaba…o en todo caso, yo la veía igualita. Comenzó a entrarme un remordimiento…un arrepentimiento por la torpeza cometida. Me confesé. Hablé con mamá. Incluso me reuní con mi ex marido que vivía con la niña y con sus padres…y planeamos un día para que la conociera. Me la iban a llevar a casa. Se tomaron unos quince días para prepararme con la ayuda de un psicólogo para evitar cualquier rechazo…..mientras hablaba con mis cuñados, mis suegros, mi familia, mi ex marido sobre cómo era la niña, cómo se comportaba. Unos días antes de conocerla, presenta problemas cardíacos y la internan en una clínica. No me dicen nada, hasta que se pone muy malita. Ese día el sacerdote me lo comunica, le pido que me lleve a la clínica, llegué…y la vi…la vi solo morirse Licenciado. Todo el castigo del cielo cayó sobre mí…no la pude cargar…y cuando pude, renegué de ella. Me puse otra vez como loca…me sedaron de nuevo. Cuando desperté, se la habían llevado…esta vez para siempre. Allí empezó mi calvario, no encuentro a quién pedirle perdón, de qué manera hacer penitencia…cómo reponer esa mala acción como madre, como ser humano. Me condené para siempre. Se me devolvieron las maldiciones. Los improperios. Tanta crueldad cometida, con mi propia hija….hice algo contra natura…y seguramente voy a vivir mucho para pagarlo.

- ¿Qué te dicen tus padres, tus suegros, tu ex marido?
- Ellos son mejores que yo. Me han perdonado. Han tratado de darme ánimos…pero lo que hice no tiene perdón de Dios.

- Yo ¿cómo te puedo ayudar?
- A mí no Licenciado. A mí ya nadie puede hacerlo. Yo, como le dije, me condené. Pero si puede, en ese espacio suyo los miércoles en El Informador que se ha convertido en drenaje y lección publicarlo para, a través de esta horrible experiencia mía, ayudar a otros. Mostrar esta tragedia ocasionada por la soberbia, el egoísmo, la ignorancia…para que otras no la repitan. Un hijo es un ser especial, tenga los defectos que tenga. Y con lo primero que debe contar es con el apoyo de su madre…y no como en mí caso que se lo negué. Se debe ser madre no solo para el disfrute de las cosas bonitas, si no también para meter el hombro cuando las cosas no salen bien. Sobre todo ahora que hay tanto adelanto. A mí me queda un consuelo. Mi niña, sí mi niña aunque la haya negado y aborrecido, vivió 4 años felices gracias a su papá, a sus tíos y a sus abuelos. Ni siquiera le hice falta…yo, ahora es cuando más la extraño. No volví a soñar nunca más con ella, aunque trato. Su vida feliz, gracias a nuestros familiares, es el único consuelo que me queda. Consuelo que no puede, ni podrá nunca, borrar mis culpas. Eso…se lo aseguro.

Con una sensación de humedad en los ojos, en la mente, en sitio aquel donde el amor puede llegar a ser un jardín de incomprensiones, ella trata de retomar su paz, su calma. Apartar aunque sea por ratos, ese sentimiento de culpa que siente la agobia con razón y que empapa con renunciamientos su sábana, su almohada…lo que pudo ser el más hermoso de los sueños, trastocado en ese trágico deshojarse de flores, en ese violento suicidarse de aves; cuando es la razón tardía, el arrepentimiento a destiempo, el que obliga a caminar por los viejos pasos andados. Los que no tienen regreso. Sabe que no hay otra oportunidad, la que tuvo la botó y de mala manera. Que nunca más verá su sonrisa, que no supo ser madre, ni ser humano…que ahora solo tendrá el mismo dolor lacerando esa punzada que no cesará de repetirse.
No tuvo, ni tendrá ya, tiempo para enmiendas, mucho menos para comprobar si el rostro soñado, era el mismo de su niña rechazada. Solo tendrá el mismo horror culpando…las mismas lágrimas corriendo sin sentido…un epitafio, señalándola.
Ahora vive una inmensa oscuridad…donde se refugiaron alguna vez las orgías de su ira. Sola, como anda siempre, añorando el viejo camino desechado...la misma caja de colores no usada…los pequeños zapatos que nunca pudo ponerle. Viviendo un huracán de insomnios, incapaces de permitirle…algún otro sueño.




EL DESEO NO TIENE RECATO

(Publicado en el Diario El Informador el 30.06.10)



Una depresión. Unos kilos de más. La imposibilidad de sus padres de lidiar con sus angustias le hizo acudir a un conocido psiquiatra. Un hombre gentil, demasiado meloso para su gusto. Un viejo verde en bata médica, diría ella. Le alabó los ojos, las piernas, su madurez, incluso descubrió en ella destellos de excepcionalidad a los segundos de entablada la conversación. Le hizo preguntas íntimas, cuando ella lo que padecía era de un problema depresivo… por unos kilos de sobrepeso. En un consultorio de la ciudad, en una quinta acondicionada para ello, comenzó un problema mayor. El profesional que debería orientarla, se convirtió en una especie de acosador…de agresor compulsivo que trataba de justificar en ella, todos sus vacíos existenciales. Un medicamento que le suministrara cuando llegó al consultorio en una de sus visitas, según ella, le produjo una reacción tan extraña que más nunca se dejo medicar del galeno. Una modorra, una tiniebla… la sensación de estar siendo manoseada, que advirtió en medio de ese sueño pesado y pegajoso, le encendieron todas las alarmas. Ya alguien se lo había prevenido…cuidado con el tipo!. Un peligro porque la relación médico-paciente puede guiarse hacia un estado de sumisión donde es posible aprovecharse de las debilidades de esta última. La capacidad de manipular y la confianza que se supone deben guardársele, le colocan en una posición de privilegio a la hora de querer “ir más allá”. Le contó a su madre, quien le recomendó tomar precauciones a la vez que le señaló que ella como que estaba viendo mucha novela. Que no creía. Que era un tipo famoso. Respetado profesionalmente. Que la sentía a la defensiva. Que no se confundiera, que a lo mejor lo que él trataba era de ser amable. Muleta necesaria. Amigo afectuoso dentro de lo que recomendaba la clínica…pero que de todas maneras, hombre es hombre le dijo. Y tú, eres muy linda. No le digas nada a tu padre todavía para no crear problemas innecesarios, pero alerta! Ella, su madre, comenzó a acompañarla a las consultas...y advirtió que el profesional no estaba a gusto con eso. Un día lo confrontó. Le preguntó el por qué de su conducta. La respuesta fue trágica…es mentira de su hija, quien es una maníaco-depresiva con problemas, además ninguno de ellos va a aceptar ese cuento. Yo soy un profesional respetado, atiendo a lo más granado de la ciudad, y su hija es una niña malcriada a quien nadie va a creer… Le sorprendió no solo la actuación de éste con su hija, si no el peligro que significaba – de ser verdad su apreciación- ese hombre ejerciendo. Averiguó y se enteró luego que el galeno no solo ha tratado de enamorar a sus pacientes, sino que a alguna de las madres que las acompañan…pero nadie dice nada. El llamado fenómeno de transferencia tan de moda después del caso Chirinos, tiene –al parecer- una escuela de mal uso en la ciudad. Una especie de repetición odiosa, supuestamente, sin que nadie haga nada. Solo, tomar alguna precaución en medio de la debilidad de poder ser no solo manipulada en alguna debilidad, si no que despojada del dominio de sí a través de algún fármaco, que permita a algún moderno Sodoma vestido de blanco, aprovecharse de la debilidad de alguien que puede estar a su disposición...y además, según ella, impunemente.

-Me visita en mi oficina, después de algún contacto telefónico. Me pide guardar su identidad…más por sus padres, que por ella misma. Le digo que uno de los objetivos de este espacio es lograr, sobre un caso particular, hacer una reflexión general…que por ello muy pocas veces revelamos la identidad del o de la entrevistada
- Tenía muchas ganas de hablar con usted, desde hace tiempo. Pero primero, reventó lo de Chirinos y me pareció que usted iba a pensar que estaba copiando el caso por algún motivo…después, cuando me decidí, suspendió la publicación de su espacio. Le escribí y pensé que nunca me llamaría. Cuando me aviso su regreso al Diario, me llené de valor y acá estoy dispuesta a contarle mi historia, muy similar por cierto a esa caraqueña que tanto ha dado que hablar

- Cuéntame entonces, le digo
- Una repentina gordura que me hacía correr el riesgo de llegar a ser el patito feo del curso, y que había motivado algunas bromas en mi Universidad, me creó una depresión y un aislamiento que alarmó tanto a mis padres que decidieron hacerme ver con un especialista. Yo me negué muchas veces a ello, pues les decía a mis padres que yo estaba preocupada, pero no loca. Mamá, consultó con algunas personas y habían dicho primero que me vería un psicólogo pero éste no pudo, o no lo encontraron…y terminaron en un psiquiatra. A mis 18 años, todos decían que tenía una cara linda y un buen cuerpo…a los 19, con unos kilos más, me preocupaba el perder esa admiración que despertaba, y dejar de ser la chica más “mami” del grupo. Así que acepté ir donde un profesional. Un ambiente grato y un médico de conversación fluida creaban un ambiente propicio para la confianza. Así fue dándose la primera consulta. Él preguntaba, yo contestaba…..hasta que fue avanzando camino de mi intimidad, avance que yo sentí indebido, a lo mejor de manera prejuiciosa. Evadí algunas preguntas, y aunque las justificaba en medio de mi desconocimiento, no dejó de despertar en mí algún rechazo y alguna duda. Una, como mujer, no deja de sentir cuándo un hombre saca sus instintos y toma algún atajo, por muy profesional que sea.

- ¿Cuántas consultas hiciste, y en cuál te diste cuenta del supuesto abuso?
- Después de la primera consulta le dije a mamá, que el tipo no me gustaba. Que me hacía preguntas morbosas, en donde yo adivinaba una suerte de perversión en él. De viejo baboso. Que el tipo me dio la impresión que me estaba “buceando”…incluso me agarró la cara en un momento, y yo le dije que por favor no lo hiciera, que no me gustaba

- ¿Qué te dijo tu mamá?
- Me dijo que si bien pelara el ojo, porque hombre es hombre y yo era muy bonita y muy joven, que no me pusiera a la defensiva con él. Que seguramente lo que quería era conocerme plenamente. Que ella entendía que el psicoanálisis iba por esos caminos…pero que de todas maneras no bajara la guardia, pues el deseo no tiene recato y cualquier cosa anormal se lo dijera. Que todavía no se lo comunicara a papá para no crear ruidos innecesarios, ni encender alarmas prematuras, y a lo mejor indebidamente. Así lo hice hasta que fui a otras consultas.

- ¿Qué pasó más adelante?
- El tipo, me fue citando cada vez con más frecuencia a su consultorio. Incluso un día lo hizo un sábado, dizque para hacer una evaluación a fondo. Cuando llegué estaba solo en el consultorio. No me gustó y se lo dije. “Déjeme que llamo a mamá que me acaba de dejar, para que me acompañe”. Me contestó, no hay problema…llámala y que esté presente. Aunque eso me dio confianza, lo hice y mamá me acompañó. Aunque fue una especie de aviso, su reacción me hizo dudar. Hasta que una vez, en otra de las citas, comenzó a preguntarme sobre posturas sexuales, sobre si había tenido relaciones con muchos novios, si me gustaban los hombres mayores, si me gustaban las mujeres, si le montaba cachos a mi novio…a preguntarme si había tenido experiencias en ese campo y a echarme cuentos con ese tema…de subido tono. Le dije que me tenía que ir… y al no más llegar a casa se lo comenté a mamá…quien me dijo que iba a hablar con él, y así lo hizo. Le dijo a mamá que yo tenía una depresión aguda, medio peligrosa porque podía ser suicida y que necesitaba una terapia a fondo. Que yo podía estar manipulando, pero que si quería me llevara a otro profesional y buscara una segunda opinión…aunque él creía que eso era perder más tiempo, y era peligroso para mí. Así que mamá no me dijo nada, pero decidió darle una nueva oportunidad. Me dijo que solo faltaban dos sesiones y punto, pero que de todas maneras le avisara todo lo que pasara y que ella iba a estar siempre conmigo en la consulta.

- ¿Cómo lo tomo él?
- Bueno cuando llegamos, y mamá le dijo que me acompañaría, le dijo que le parecía bien. Que me iba a dar unas pastillas para una prueba y ya. Me dio una pastilla, y le dijo a mamá que esperara afuera mientras me hacía efecto para proceder a la consulta. Mamá salió del consultorio, e inmediatamente me acosté y me entró una somnolencia que no podía evitar…pasó un rato, y de pronto me encontré frente a él como soñando…y él manoseándome, en mis partes íntimas….era como raro. Al mucho rato entró mamá, y él –disimulando- me hizo preguntas tontas delante de ella….me despachó y le dijo, “que se acueste para que ese tranquilizante termine de ayudarla.” Cuando estuve bien despierta, le conté a mamá lo que me pareció que pasó…lo que yo había sentido entre dormida y despierta…lo que yo pensaba sobre el fármaco administrado, que era más para debilitarme y saciar sus instintos, que para curarme….ella se puso muy molesta y fue a confrontarlo. El negó todo, y cuando lo amenazó con denunciarlo públicamente, le dijo…”tranquila que ni lo vas a poder probar, ni nadie te va a hacer caso pues soy un profesional de prestigio a quien todos respetan…tengo muchos amigos y pacientes en posiciones de privilegio”. “Deja de hacerle caso a esa mocosa, que se cree el último refresco del desierto, llévatela y déjame en paz.”

- ¿Qué hizo entonces ella?
- Habló con sus amigas y le contó…y alguna de ellas le dijo que ese profesional tenía antecedentes de ello. Que incluso había tratado de enamorar también a las madres de algunas pacientes. Que con la ventaja que su posición le daba y el conocimiento de la paciente, le era muy fácil obtener esos “privilegios”….a veces por el resultado eficaz del “enamoramiento”, y a veces con la ayuda de fármacos. En ese momento se destapó el llamado Caso Chirinos, y pudimos enterarnos de cómo y por qué se daban estas situaciones, más allá de lo que en materia de responsabilidad en ese caso determine la justicia. Se dieron muchas opiniones versadas, y salieron a relucir muchos casos y sus respectivas explicaciones…lo que nos permitió asociar el nuestro a todos esos.

- ¿Lo denunciaron?
- No, aunque lo hemos evaluado. Incluso, no le hemos dicho a papá todavía, porque va y es capaz de hacer justicia por sus propias manos.

- ¿Te sientes violada?
- Claro, aunque no hubo penetración…me tocó lascivamente. No es la penetración la única forma de violencia sexual…y mire Licenciado, hemos leído últimamente tanto sobre ese tema, que estoy casi perita en el mismo. El tipo es un degenerado, casi que con licencia para abusar.

- ¿Lo has vuelto a ver?
- No. Aunque me ha llamado varias veces. Me invito para que “arregláramos el mal entendido”. Llamó a mamá cuando se enteró que ella andaba averiguando entre sus amigas sobre su comportamiento, para decirle que todo era un desagradable mal entendido, que él era un hombre decente, etc. Yo le dije que no me llamara más pues sus llamadas iban a ser prueba que me estaba acosando, igual hizo mamá…y hasta ahí. No pasó de allí.

- Qué piensas hacer?
- Por lo pronto, lo que estoy haciendo. Conversar con usted que tiene una inmensa lectoría y una bien ganada credibilidad, para pedirle que publique mi historia. Y que la misma entonces se convierta en una campanada hacia este tipo de profesionales. Que las madres no dejen nunca ir solas a sus hijas a una consulta de este tipo, que estén al tanto de la relación médico-paciente, que si están deprimidas entiendan que es cuando son más vulnerables…que si bien no todos los médicos son así y este vagabundo es una excepción…el que no lo sea no se va a molestar porque un representante acompañe a la paciente en un tema tan delicado como es la salud psíquica de un hijo

- ¿No crees que pudieras hacer encender alarmas injustamente, con lo que pudiera ser un caso que, aunque penoso, aislado? ¿Qué pueden pagar, indebidamente, justos por pecadores?
- No Licenciado, mi caso, el llamado caso Chirinos, el de otros que usted puede ver por internet…dan fe que, si bien no son todos, hay algunos que sí lo hacen, que sí abusan y por ello hay que tomar precauciones. Por favor, presente mis excusas a los profesionales de la psiquiatría honorables y decentes que hay en la ciudad que son muchos, aunque estoy segura que ellos entenderán el que llamar la atención sobre los malos, también los beneficia a ellos….para que nadie los confunda.

Muchas preguntas que hacer y que hacerse, frente a un testimonio tan delicado. Frente a una experiencia donde solo ella sabe qué le hizo más daño… el ruido, las tinieblas, el silencio, el acoso, la oscuridad, la depresión que trataba de superar…o simplemente las ganas perversas adivinadas. El asco sentido, la náusea, la rabia, la impotencia. O solo la mueca, la sonrisa, la fingida amabilidad. O aquél techo, aquél cuarto…donde la lascivia se asomó con académico antifaz. Hoy, en vez de cura, solo tiene un dolor nuevo, una pena, una nueva angustia. El descubrir que el instinto es el que a veces prevalece. Que la carne sigue siendo un motivador explosivo para aberraciones de cualquier especie. Para quienes detrás incluso de alguna bata blanca, no dejan de activar las sirenas, las heridas, el miedo. Es el remedo de vida, tocando indebidamente las puertas. Por eso ella grita esperando ser escuchada. No quiere que la sociedad de cómplices, el que dirán, o las alforjas del miedo…sigan siendo camino para la mudez de siempre. Al menos para ella, la ayuda requerida no pudo ser satisfecha. No logró la confianza necesaria, solo más dudas. Tampoco la tranquilidad o la cura. Ni siquiera una oportunidad sana. Solo la perversión, al menos desde su óptica… tratando de sacar ventaja