Llegué a preguntarle: ¿por qué eres tan mala con tu hijo?

(Publicado en el Diario El Informador el 18.08.10)



Se asomó a sus ojos, y vio en ellos un extravío que la aturdió. Lo sintió viviendo precoces torbellinos en el viejo mármol de las agresiones. Advirtió en sus mejillas el sonrosar vergonzoso de las amapolas. El aturdir injusto de la inocencia. Ese ruido innecesario de andar un camino que sabe no escogió. En sus introversiones ella –su abuela- ha descubierto, muy para su pesar, espacios donde el castigo materno suena a venganza. Donde es imposible encontrar algún color ameno en sus tímidas libretas. Donde después de alguna mentira y mucho abuso él, niño de solo 10 años, con las manos siempre metidas en sus bolsillos… es incapaz de relacionarse normal y cotidianamente con sus amigos. No conoce la sonrisa. Le echan en cara la homosexualidad de su padre y, cada vez que pregunta por él, lo agreden. Tiene un padrastro de casi dos metros de estatura que piensa que los golpes enseñan y ceba en él correcciones “machistas” a punta de castigos físicos, “para que sea hombre desde chiquito”. La abuela lo siente desnutrido. Porque si en casa saben que le dio alguna galleta o chuchería, entonces lo privan de la cena o del almuerzo para que “aprenda a no ser consentido”. Su madre le echa en cara el abandono del padre y, al parecer, se lo factura. Tiene marcas en la piel solo porque su mamá le “cobra” el que su papá sea como es, aunque eso no le importa…pues sigue queriéndolo mucho. Fundamentalmente porque siente que su padre le comprende, lo complace, le ayuda a vivir y a cumplir sus sueños de niño, lo mima, lo entiende, “lo toñequea”…aunque no pueda preguntar por él frecuentemente, porque es castigado con ensañada severidad. Del cielo, solo ha visto los relámpagos. De su vida, la tristeza de su carne. Hasta ahora trepa los fríos muros del silencio, sin cobija. Se mira en el espejo, y solo ve esa desnudez de azules cada vez que el dolor se ceba sin pausas en toda su pequeña figura, o cuando un escalofrío sin motivos se cuela en su inocencia, para hacerle daño injustamente. Ella –su abuela- siente que su nieto se grafica emulando ausencias, en medio de ese olvido al derecho a ser feliz al que le obligan. Le ha sido negado soñar, fantasear, cometer alguna travesura…y en sus ojos, opacos de ausencias, hay oportunidad de ver toda la tristeza del mundo. Tiene al amor, disfrazado de miedo. Una niñez, arropada de castigos. Ella lo siente reo de una cruel venganza. Protagonista de una desviación, que va más allá de lo racional. Sujeto pasivo del desamor de quienes se escudan en el “querer protegerlo” para entonces poder hacerle el mayor daño posible, y “cobrarle” al padre la “afeminada” infidelidad. Un manantial de mentiras, haciéndole comparsa al terror. Una sucesión inútil de risas acompañando camposantos. La misma máscara, la misma hipocresía, la misma amargura, la misma ira marcando la voz, el paso, la vida, esa felicidad que le debemos a cada niño y que a él no le llega…ni siquiera en la antesala de anunciarse. Ella quiere encaminar acciones en ese arenal de laceraciones, hacia ese anhelado espacio que espera conseguir para recoger y recomponer los restos. Sacar a su nieto de ese yugo, y lograr que deje de ser objeto de las perversiones maternas. Allí, en ese espacio ingrato, donde la más cruel de las miserias ejerce, sin limitaciones… su furia.

-Me escribe y me solicita una reunión. Me adelanta que desea hablar conmigo en su condición de abuela… le digo que compartimos esa hermosísima emoción. A los días me visita y me cuenta...
- ¿Cómo está Licenciado? Vengo a hablarle como abuela. Como una abuela preocupada por lo que le pasa al único nieto que tiene. Del que siento que puede terminar muy mal, si no hago algo al respecto. Si no tomo alguna medida que impida le sigan haciendo daño. Y quiero Licenciado, necesito, que usted me ayude en ello.

- Le señalo que tengo un nieto que es lo mejor que me ha pasado, en el momento en que comienzo a escrutar la llegada del atardecer. Una extraordinaria y hermosísima vivencia que comparto con todos los abuelos del mundo y por ende con ella…por lo que nadie mejor que yo entiende y valora ese regalo de Dios
- Lo felicito, me dice, pero es mi nieto quien me mueve a mucha preocupación, a peligrosa alarma diría más bien. Y permítame que le cuente…tengo un hijo que se casó muy joven con una señora muy extraña, al menos para mí. Padre especialísimo, esposo responsable de sus obligaciones, en algún momento descubrió que su identidad sexual estaba equivocada. Trató de ignorar y esconder esa realidad durante mucho tiempo por la presión social y familiar que condena actitudes sexuales diferentes a las tradicionales… pero en algún momento entendió que debía asumir –con las consecuencias que de ello se derivaran- su realidad personal. Habló conmigo, habló con su esposa, y les confesó lo que había decidido. Asumir su homosexualidad, irse en pareja con quien había sido su “novio” oculto de siempre …pidiendo solo que esperáramos a que su niño creciera para él explicarle, en la seguridad –pensaba- que en ese momento su hijo le entendería porque la relación de amor entre ellos era y es, demasiado bella. Él iba a seguir manteniendo la casa y ayudando. Solo pedía que respetáramos su decisión así no la compartiéramos…que él se merecía ese respeto. Que mientras estuvo casado fue fiel cumplidor de sus obligaciones, que además no abandonaba. Solo que iba a sincerar su situación personal.

- Usted, ¿cómo reaccionó?
- Lloré…lloré mucho, pero más por lo que le esperaba a él de incomprensiones y censuras, que por cualquier prejuicio personal. Lo entendí y lo apoyé, como debemos hacer con las personas que queremos, y en especial con los hijos. Ayudarlos en las cosas que los hace felices, así no sean las que pensamos serían las mejores para ellos. Respetar sus decisiones, sobre todo si con ellas buscan ser transparentes.

- ¿Y la esposa?
- Es que no sé por dónde empezar con respecto a ella. Se volvió como loca. Le gritó afeminado. Maricón. Mariposita. Loca. Quien sabe cuántos clichés al respecto de lo que ella considera “una aberración”. Que se lo iba a pagar. Que ya vería lo que le pasaba a quién se burlaba de ella… sapos y culebras por esa boca. Sin embargo, todos pensamos que era la rabia del momento. La respuesta emotiva al dolor de haber sido engañada con un hombre y no con otra mujer que es lo que está entre las posibilidades adúlteras de riesgo….y ciertamente, se vengó. Se sigue vengando, pero con su hijo!. Con mi único nieto. Increíble pero cierto, ha vaciado toda su rabia, todo su despecho en su hijo. Él paga unos platos que no rompió. Una conducta de la que no tiene culpa. Un castigo del que nunca ha debido ser protagonista.

- ¿Se venga con su propio hijo??
- Así como lo oye, Licenciado. Mi nieto tiene cerca de diez años. Y hace ya dos que su papá se separó de su madre. Al mes de separarse, ella se buscó una pareja. Un hombre fornido, de casi dos metros de estatura, pero con una inteligencia proporcionalmente inversa a su tamaño. Entre los dos, le hacen la vida imposible a mi nieto. Le han enseñado, a su corta edad, el infierno. Le pegan por cualquier cosa, lo castigan si pregunta por su papá diciéndole que cuidado con andar queriéndolo mucho porque ese es “un afeminado”. No lo dejan tener amiguitos, y son tan crueles que si saben que yo le doy alguna galleta o algún dulce, lo privan del almuerzo o de la cena “para que aprenda”. A veces dura hasta un día sin comer porque me ha aceptado alguna “chuchería” y esa es una “debilidad” que un “macho” no debe permitirse. Si el niño quiere ir a mi casa, entonces le dan un “cogotazo” como dice el padrastro, porque seguramente “lo que quiere es ser como su papá”. Que tanto consentimiento ya dio una mariquita en la familia, y que con uno ya es suficiente. El padrastro, que no lo quiere porque no es de él, por cualquier cosa le da un bofetón apoyado por la madre de la criatura. El niño ha desarrollado una introversión preocupante, se la pasa con las manos en los bolsillos, llora mucho…están acabando con su felicidad. Están acabando con la vida de ese niño.

- ¿Ha hablado con la madre?
- Muchísimas veces y siempre me dice lo mismo. Que un “coscorronazo”, un “correazo”, un manotón a tiempo es lo que hace a los varones, machos machos. Que ella no puede criarlo a base de regalos y consideraciones, porque entonces va a ser como su padre, y ese riesgo ella no lo quiere correr. Que con un afeminado -que es el calificativo que más repite- basta. Es más, un día tratando de entender, de acercármele por las buenas, de buscar un camino de convivencia por el bien del niño, le pregunté – de la mejor manera- por qué le hablaba tan mal al niño de su padre, si todavía el no tenía edad para entender cosas tan delicadas, de causas tan disímiles como la homosexualidad. Que por qué tenía que avergonzarlo de un acto de valentía personal de su padre al aceptarse tal y como era, dejando de vivir una vida de engaños y apariencias…que además, eso no vulneraba su condición de excelente padre…un día incluso llegué a preguntarle ¿por qué eres tan mala con tu hijo?...y en medio de la rabia, casi gritándome me dijo: porque el tuyo fue muy malo conmigo, al abandonarme e irse con otro hombre. Eso no se lo voy a perdonar nunca…¿y eso lo vas a pagar con tu hijo???, le increpé…esas son vainas tuyas, me contestó

- El niño, a todas estas… ¿qué dice?
- Ya poco habla, Licenciado. Se ha venido poco a poco encerrando en sí mismo. No entiende por qué siendo el primero de la clase y ayudando –porque lo ponen a ello- en todos los quehaceres de la casa…siempre está castigado, o recibiendo “cuero”. Me dice que él extraña mucho a su papá, porque su padre si juega con él. Le hace cariño. Nunca le pega. Le complace sus fantasías y deseos de niño…pero que nunca puede decir que lo quiere ver, mucho menos que se lo llamen para hablarle aunque sea por teléfono, porque le pegan. Y para que me lo dejen aunque sea un día, tengo que amenazar con denunciarlos. Pero seguro que después, lo castigan. No termina de entender, porque no tiene el criterio para ello por su corta edad, la “cantaleta” de su madre sobre la homosexualidad de su padre, menos por la manera perniciosa en que se la enrostran en la cara. Es más, creo que si no fuera por ese “taca-taca” ni le interesara. Tampoco entiende por qué esa rabia de su mamá la tiene que pagar con él…Licenciado, ese niño vive un infierno

-¿No ha acudido a los organismos competentes a denunciarlos, porque más allá de lo que pretendan justificar, de ser cierto lo que me dice allí se está cometiendo un abuso con ese niño??
- No. No lo he hecho. Le confieso que no quería ventilar eso en público, y el acudir a la justicia, es una manera de hacerlo. Por el niño a quien a lo mejor le haríamos más daño…y debo confesarle que también por mi hijo, a quien lo rodearíamos de un escándalo que a lo mejor le perjudicaría en su trabajo y en su medio…y que no se merece.

- Hoy día, le digo, la homosexualidad ya no despierta las mismas censuras de antes. Sobre todo aquella que no está caricaturizada. Pero no hay otra manera de parar esos abusos que usted señala, sobre todo porque un manotón de ese grandulón, como usted me lo describe, puede hacerle un daño irreversible a ese niño. Si usted quiere, guardando la mayor reserva, le puedo ayudar a canalizar ese problema en procura del bienestar físico y mental del menor, y del suyo. Y a lo mejor la justicia le permite al padre estar cerca de su niño, y a él de su papá como me dice es su deseo…y prohíbe a la madre, so pena de perder la custodia, cualquier tipo de violencia contra él. En todo caso, usted será siempre una alternativa intermedia en cualquier solución que pudiera tener el problema.
- Yo también creo, me dice, que llegó la hora de hacer. Voy a tomar su consejo. Aunque estoy segura que cuando lean esta entrevista, porque ellos no se pierden sus reportajes los miércoles, van a darse cuenta no solo del mal que le están causando al niño…si no de las consecuencias a las que se arriesgan si persisten en su conducta. Y a lo mejor, eso los obliga a revisar sus conductas.

- ¿No habrá alguna exageración en su planteamiento porque en su papel de madre, siente que estén censurando injustamente la conducta homosexual de su hijo?
- No Licenciado. Yo entendí y apoyé a mi hijo cuando decidió asumir su verdadera identidad sexual. A mí ni me avergüenza, ni me acompleja. Nada tengo que objetarle. No es lo que yo hubiera preferido, pero es una decisión que voy a defender como si fuera mía. Ese es su derecho. El sigue siendo hijo mío. Además a una persona hay que juzgarla por sus acciones, por su voluntad, por sus principios, por su manera de relacionarse con otros, por el respeto a sus semejantes, por su don de gente, por su preparación, por su conducta como padre, como hijo, como ser humano…..nunca, por quién o por cómo comparte su intimidad. Amo mucho a mi nieto para usarlo como argumento contra alguien. Usted que me dice tiene un nieto, sabe que jamás un abuelo en sus cabales lo haría. Déjeme apelar a lo que usted siente, para apoyar lo que estoy diciéndole…y seguro, me entenderá cabalmente.

Hacemos algunas llamadas para la ayuda que ella requiere, y se marcha ya con algún plan concreto de actuación en la confianza de encontrar un camino para solventar la desagradable y peligrosa situación en que, según ella, se encuentra su nieto por la supuesta venganza de su madre. Tratando de armar con esos retazos de dolor, algún remiendo de esperanza capaz de comenzar a tratar a ese niño, justo en el sitio del amor. Donde no vuelvan a desbordase las tristezas, ni las pasiones…indebidamente. Donde el hielo deje de tejer figuras grises e inanimadas de lápidas eternas. Donde deje de retozar, realengo, el miedo. Y el hambre deje de mezclarse con el dolor. Donde se dejen de producir heridas en ese espacio donde los caracoles, vestidos de nácar, se encierran para siempre. Ella tratará de apaciguar la orgía de cicatrices, de pieles maltrechas, de mariposas arrugadas, de callosidades ingratas que han marcado los días, las noches, las horas, de su nieto. Ese canto desafinado donde la venganza ha tejido silbidos de desagradables ventarrones. La conocida dolencia de la hoja que cae, de la puerta que se cierra, de la piel que se hiere, de la vergüenza que se atropella, para que no puedan más nunca, a ese niño…impedirle alzar el vuelo!


CERRÉ LOS OJOS Y ME ENCOMENDE A DIOS

(Publicado en el Diario El Informador el 11.08.10)


Se desdibuja cada día en el dolor, en su cotidiano silencio…en el agua que se escapa cada noche en su particular invierno. Ya no puede detenerse, inmune, frente a la brisa. Ni frente al sol, ni frente a la noche. La luz se le escapa entre las sombras…cada vez que el miedo, la vergüenza, la rabia, la impotencia –nuevamente- escribe su historia en la almohada, en los espejos, en las sonrisas ajenas. Se censura en cada ausencia, en cada pesadilla…en cada intento de olvido. En ese frío que se cuela hasta erizar la piel, en medio de ese odio que se enquista en el arruinado saco de huesos, cada vez con mayor intensidad, al paso del tiempo.
Se imagina en otros pies, en otra vida, en otros cantos…en la paz ajena que le niegan sus huracanes y laceraciones, antesala de sus pesadillas. Se ha sentado a la orilla de la racionalidad a pedir la muerte, implorando a ese Dios que no tuvo cerca cuando los desalmados escribieron su horror en el sitio de su dignidad…tantas veces!. Solo la hace reflexionar su hija, de pocos años, quien todavía la necesita. Quien no puede imaginar a su madre obligada a las mil y una aberraciones, por quienes irrumpieron en su casa a “realizar una revisión telefónica”.
Trata de reinventarse ante los ojos ajenos, frente a su propio espejo, en la recurrida y acusante soledad…más allá de los afectos, de los amigos, de los libros leídos y las plantas sembradas…sola, cargada de inmundicias en su carne, siendo un estorbo para su vergüenza, una carga para su conciencia, y pasto para la permanente angustia.
Han pasado dos años desde su agresión, y aún no sanan las heridas. Con la doméstica que le acompañaba, y a quien hicieron parte activa y pasiva de la lujuria los aberrados, no se habló más. No puede verla a los ojos. No puede, ni quiere, ver el objeto de su horror tan cerca. Aunque, su doméstica, sí ha podido superar el ataque…y espera, algún día, su patrona haga lo mismo.
No basta hoy una mano, ni una mirada, ni mil afectos…es la lluvia empapando la rabia y su tiempo. Dos años, y sin embargo la misma hora, la misma marca la misma sombra entre la vergüenza y su piel. Ya no hay palabras que serenen, ni mentiras que amortigüen, ni flores que refresquen, ni amaneceres que prometan, ni olvidos que permanezcan…solo el mismo reloj y las mismas circunstancias, alumbrando el camino.
Queda la cicatriz, la sombra, la imagen, el tormento, la pisada, el grito, la sangre, el asco, la náusea señalándolo todo. Acabando con la esperanza. Pisoteando la vergüenza.
La vieja figura del reproche tomando para sí toda la consciencia.
Hoy busca drenarlo todo…explotar y aliviarse de ese peso que la asfixia y que siente cambió su vida para siempre. Despedirse de los tanatorios, confirmar que para ella también hay en alguna parte…el fin para su conocida tristeza.


-Tiene treinta años, es Ingeniero Civil, le queda una hiperquinesis… herencia legítima de su pesadilla. Camina, fuma, no se está un momento quieta…Hola, le digo.
- ¿Cómo está Licenciado?….porque yo, estoy muriéndome de los nervios y de la vergüenza

- ¿Por qué? No hay razones para la vergüenza. Tranquilízate, si no puede ser hoy, lo hacemos más adelante. La idea no puede ser que te sientas mal
- Deme, por favor, un minuto… un poco de agua y le cuento esto que tengo atragantado hace mucho tiempo

- Cómo quieras, le digo
- Recién víctima de una agresión, hace ya dos años quise hablar con usted, Incluso le envié un correo pidiéndole una entrevista…pero no me atreví. Estaba muy mal. Me habían hecho un daño irreversible, y quería desahogarme…drenar, advertir a otras mi infierno para que se cuidaran. Pero usted desapareció del mapa. Dejó de publicar sus entrevistas. Ahora que he visto que regresó, me llené de valor y –decidida esta vez- le escribí y aquí estoy. Hace dos años, más o menos, un día viernes como a las tres de la tarde estaba yo en casa, pues me tomé la tarde para ordenar algunas cosas, en compañía de mi hija de entonces dos años, y de una señora que me ayudaba con las tareas de la casa; sonó el timbre y unos señores con uniformes de una empresa telefónica me pidieron chequear las líneas por “una avería en el sector”. Yo, que soy más confiada que ninguna, le dije a la Sra. Rosa que los acompañara para que revisaran en la sala y en el cuarto que es donde tengo los aparatos telefónicos. La niña estaba dormida en mi cama, y yo en la mesa de comedor, trabajando. Al rato me llama la Sra. Rosa, quien tenía mucho tiempo conmigo ayudándome, para que fuera al cuarto pues había un problema y me querían hacer una pregunta. Me dirigí al cuarto, donde además estaba mi niña dormida, y los cerdos que se hicieron pasar por técnicos, la tenían a ella y a mi hija apuntada con un arma. “búscame el dinero y las joyas” me dijeron. ¿Qué joyas voy a tener yo?, les dije. No ven lo modestamente que vivimos! Me arrancó entonces una cadenita que me había dado mi abuela en el bautizo, me quitó el anillo de graduación, los zarcillos de fantasía y una pulsera que había mandado a confeccionar con el oro de prendas rotas…. “Y tú crees que por esta vaina nos vamos a echar este arriesgón???”, “nos vas buscando lo que tienes guardado perra, o te quebramos” me dijeron…pues no hay nada más, les dije. Hagan lo que quieran, llévense todo lo que hay, pero no me vayan a hacer daño, les imploré.

- ¿Y la niña?
- Gracias a Dios, estaba dormida. Ignorante de lo que pasaba…

- ¿Qué más hicieron?
- Revolvieron la casa. Sacaron las gavetas. Se tomaron una botella de sangría que tenía en la nevera, mientras nos amenazaban constantemente con violar a mi hija. Les dije que les daba lo que quisieran pero que no me tocaran a la niña. Entonces uno de los cerdos le dijo al compañero... ¿tú has visto a una patrona teniendo sexo con su cachifa???...cuando los oí, cerré los ojos y me encomendé a Dios pensando que sí ese era el sacrificio que tenía que hacer por salvar a mi hija, estaba dispuesta a que saciaran sus aberraciones en mí…el solo pensar que me la podían atacar sexualmente me paralizaba. Nos pidieron a la Sra. Rosa y a mí desnudarnos. Ella llorando se negó y le cayó a golpes al más alto, insultándolo. Él, le dio con la cacha de la pistola en la cabeza y la rompió. Pensé entonces, en medio del pánico, en cómo ganar tiempo. La llevé al baño, le puse un poco de agua oxigenada y la medio curé. Cuando regresamos los tipos estaban peor. “O se desnudan por las buenas, o les arrancamos esos trapos a punta e coñazo!!!”...nos dijeron. Nos desnudamos, en medio de la mayor vergüenza y humillación que he sentido en mi vida. Nos pidieron abrazarnos, besarnos, frotarnos los cuerpos. Lo hicimos y la señora Rosa me susurraba, llorando, nos van a matar…seguro, nos van a matar!

- ¿Qué hacían ellos mientras?
- Nos miraban. Dos cerdos desalmados observándonos con una lujuria asqueante. Nos pidieron luego que nos besáramos. Que realizáramos sexo oral, mientras ellos se auto complacían. Fue una eternidad Licenciado. Ellos, excitados… uno se llevó a la señora para el otro cuarto y la violó, la sodomizó, la golpeó…y el otro me obligó al sexo oral, diciéndome… “perra, sé buenita, porque si me lastimas primero mato a la carajita y después te mato a ti”…dejé que saciara en mí toda su asquerosidad, y comencé a vomitar, incontrolablemente. Muchísimas veces….parece que eso nos salvó porque se fueron. Llamé a la Señora Rosa, y no me quería hablar…entre llanto y los fluidos del degenerado, su cara era el testimonio más desgarrador de una agresión que usted pueda imaginarse. Tomando sus ropas con mucha dificultad, se metió en el baño y allí duró muchísimo tiempo. Yo, hice lo mismo. Aunque esta vez en ningún momento sentí que el agua me aseaba. Salí del baño, y abracé a mi hija tan fuerte, que la desperté…al rato, la Señora Rosa llegó a mi cuarto con su maleta y me dijo...me voy. Esos tipos me mataron. ¿Qué le digo a mi marido? ¿Cómo le veo la cara a mis hijos?...cuando le fui a contestar, me miró y me dijo, no hablemos más nunca para no recordar…dio media vuelta y se fue. Más nunca la he vuelto a ver. Ni siquiera fue a buscar el dinero que le correspondía.

-¿Eres casada?
- Divorciada

- ¿Denunciaste el caso?
- No. Para qué…si ninguna de las denuncias de los casos de robos o agresiones que han hecho las decenas de víctimas de la inseguridad que vivimos y que conozco, han sido resueltas. En este país, denunciar es perder el tiempo!

- ¿Se lo contaste a alguien?
- A nadie….le juro por mi hija, que es primera vez que lo cuento. Pues he tratado de olvidarlo Licenciado, de borrarlo de mi memoria…pero está allí, marcado, imborrable, atormentándome a cada hora

- ¿Por qué no buscas ayuda especializada…incluso, tengo una hermana que es psicólogo y orientadora sexual que a lo mejor puede ayudarte..
- No, no hay nadie que me cure este dolor. Nadie que borre de mi memoria esa tragedia. Ningún rayo lasser puede con esta cicatriz…le agradezco la ayuda, pero lo único que creo puedo hacer es que se sepa, para que otras tomen las previsiones que yo no tomé.

- ¿Cómo te diviertes?
- Eso se acabó para mí. Solo mi hija es oasis. Frescura. Amanecer.

- Eres muy joven, le digo, en algún momento deberás rehacer tu vida. Si bien las cosas están frescas aún, en algún momento pasarán. Como las cicatrices, le agrego, que aunque permanecen allí…algún día dejan de doler.
- Qué más quisiera yo, Licenciado. Pero me horroriza que se me acerque un hombre. Me da asco la intimidad. Me repugna cualquier caricia que no sea la de mi hija o la de mis padres

- ¿Por qué no hablas con tus padres, te sinceras con ellos?
- Mis padres están por la romana vieja, y no entenderían. Creo que solo contárselo acabaría con sus vidas. No, ya el daño a mí está hecho y es irreversible. No tengo derecho a dañar a nadie más con ello...mucho menos a gente que quiero tanto, y que en el atardecer de su vida no se merece ese sufrimiento.

- ¿No tienes ninguna amiga cercana?
- Una prima, a quien le contaba todo…pero esto, no!

- ¿No te ha sentido extraña?
- Si…pero ella se lo achaca a mi divorcio

- ¿Y tu exmarido?
- Haciendo su vida. Pendiente de la niña. Pero con una relación más o menos formal conmigo. Después de un divorcio, nunca las cosas vuelven a ser iguales, por mucho esfuerzo que uno haga

- ¿Debo entender que renunciaste a vivir como corresponde a mujer de tu edad?
- Por ahora sí. Imagínese, convertida en lesbiana aunque sea por unos momentos, en “perra” de un animal sin escrúpulos por una tarde.

- Entiendo tu pena, tu rabia…lo que no entiendo es que te quedes en ella, atormentándote con su recuerdo. Que no quieras salir de ese hueco...está bien, te metieron ellos, pero depende de ti salir
- Cuesta mucho Licenciado…no es fácil. Incluso he pensado en suicidarme, solo mi hija me impide hacerlo. No me respeto. No me quiero. He sido marcada para siempre. No hay forma de olvidar. Ni de recuperarme. Tengo miedo del que se me acerca en la calle. De cuando suena el timbre en la casa. Vivo en una permanente angustia esperando cuándo voy a ser atacada de nuevo. Me desordenaron la confianza, la estima personal…incluso la creencia religiosa. Ahora dudo. Ahora no creo. Ahora desconfío. Para mi no es verdad que el bien supere al mal. Me consta que no es así!

- ¿Qué sientes ahora?
- Un vacío profundo. Esos tipos no solo me arrancaron la dignidad, se llevaron mi vida. No he dejado de sentirme sucia…y hasta culpable!. A veces pienso que he debido luchar, dejar que me mataran…que seguramente es mucho mejor que este calvario que vivo. Me despierto de noche en medios de sudores. Temblando. Entonces me baño. No sabe cuántas veces he soñado con aquella escena sometida a toda clase de abusos sexuales. Ya nada despierta en mi emoción. Me embarga una profunda tristeza. Arrastro mi autoestima. Desconfío de todo el mundo. Me horroriza que alguien me haga algún cariño. Le veo la cara a mi hija, y me muero de la vergüenza…yo nunca había maldecido, pero a esos tipos, los maldigo todos los días de mi vida!

- ¿Por qué viniste a contarme, si no lo has hecho con nadie hasta ahora?
- Porque siempre he leído los casos que presenta. Observado el respeto y la seriedad con que los trata. Que no juzga. Y la muchísima gente que lo lee y lo sigue, porque me consta. Yo misma debo apartar El Informador los martes, porque los miércoles, “vuela”…para que si puede publicarlo, sirva de lección, y muchas tomen previsiones frente a esta inseguridad que nos acogota y sobre la que nadie hace nada. Los políticos, solo promesas. Pero nadie le pone el cascabel al gato. Cada día estamos peor. Y con mi caso se demuestra que ni en la propia casa una puede estar segura. Para que se miren en mi espejo y vean como en una hora se puede destrozar una vida para siempre. Que no es solo que te quiten las prenditas recuerdo de la familia, que ya de por sí duele…si no, que nos violen, nos ataquen…y encima, tengamos que estar contentos porque no nos mataron. Por eso vine. Aunque, para que usted vea, conseguí una cosa con la que no contaba. Después de esta conversación… siento que he aliviado la carga

La oigo, en medio de su dolor, me detengo y trato de descifrar en sus ojos la lluvia y la posibilidad de olvido. Esa rabia que a su corta edad, escribe testamentos lapidarios en sus libretas y en su diario. En ese charco inmenso, turbio, confuso, en que dos desalmados convirtieron su vida. En esa lesión permanente al sitio de su afecto, absurda, sin razón…que nos hace preguntarnos a cada momento...¿en qué nos hemos convertido?.
Hurgo en su ira, en su odio, en el verdugo de su risa y siento que si se lo propone, hay espacio para el afecto…y no esa oda taciturna, fúnebre, vaga…que trata de justificar la soledad como sepultura. Que es posible reencontrarse con la esperanza. Sembrar de nuevo azules en el calendario.
Sin embargo, cuando miro adentro, cuando me permite descorrer alguna ventana y me aproximo a su herida aún latente, encuentro allí solo pasajeros del miedo, tripulantes del odio, militantes de la vergüenza, fanáticos del dolor… sembrando los puertos, que recibirán su otoño.
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RESIENTO MUCHO DE MI MADRE



Hay una espera convertida en pesadilla, un viejo dolor atravesando luces en medio de la noche. Una sombra largamente detenida en el lugar de la tristeza. Una figura en el espejo escuchando una risa que no es suya. Hay una vida que rebasa el azul…un viejo odios construyendo tanatorios en el borde de la razón, la vieja herida de la vida rasgando el ropaje de su tiempo. Es el tormentoso camino recorrido, los mismos pies llenos de todas las miserias del mundo, el conocido organillero componiéndole canciones a la muerte. Hay una madre, de la que resiente. Un hermano por quien se ha batido contra todos, incluso contra su propia felicidad y bienestar pero que según él mismo, no tiene regreso. Lo que pudo ser una familia, desperdigada en medio de una soberbia matriarcal…donde hizo nido la trampa del hombre –esta vez de uniforme y autoridad- y acabó con la libertad, con la esperanza, con lo que pudo ser y solo terminó en la nada. Ese final, irreversible, convertido en sorpresa. El último paso, desprendido de todo. Violentada por sus tíos. Castigada por su madre. Pasajera habitual de internados y cárceles. Huésped transitorio de retenes de menores no ha podido detener el vértigo. Ni el rechazo social. Ni el temor. Vive sola con su tormento. Nadie conoce su historia íntegramente. Le ha tocado toparse con lo peor del ser humano, muy de cerca. Ha visto el odio en los ojos de otras como ella, habitante de los sitios con barrotes. El lesbianismo. El abuso. La pobreza. La ausencia del amor de madre. El odio rodeándola consuetudinariamente. Hoy, en medio del dolor se detiene. Ha sacado fuerzas para sobreponer las dificultades y es una profesional de la República. En sus ojos es fácil descifrar la lluvia consecuencia de esa dificultad para el olvido. Su rabia es protagonista de coloquios solitarios en el viejo mecedor que le sirve de confidente. Tiene un gran charco de obstinada turbidez en el sitio de su amor. Ha comenzado a descifrar soledades. Después de hurgar en su odio, de ganarse lo que tiene a punta de reciedumbre, sin marido, olvidada del amor porque no cabe en su vida cuando osa contar su secreto…escribe en sus atardeceres, aún cuando comienza la plenitud de su vida, una oda taciturna, vaga, sobre el color y olor de las conocidas violencias. Prisionera de un karma que en el fondo no le pertenece, defiende a capa y espada su deber de acobijar a los suyos, así no lo agradezcan. Sabe de todo tipo de violencia, pues las ha padecido todas. Y de cada una de ellas lleva una cicatriz que aún duele y sangra. A pesar de su promulgada dureza, no deja de conmoverse cuando recuerda. Cuando retrocede. Cuando revive. Aunque maltratado, tiene el corazón ávido de nuevas y amables sensaciones. Por eso, después de muchos años de un silencio que la estremece, mira adentro con detenimiento y encuentra allí a viejos pasajeros del miedo deseosos de sembrar puertos...para abandonar, definitivamente, el invierno.

-Me escribe de nuevo. Lo había hecho ya en el pasado, pero no había concretado la entrevista. Esta vez, aún con alguna dificultad, se encuentra conmigo. De fácil verbo, ha sido protagonista de las más cruentas situaciones. Conoce el rincón de la miseria humana…lo ha visitado demasiadas veces!
- No sé por dónde empezar, me dice. He pasado tantas cosas que, cuando leo sus entrevistas, me veo dibujada en la mayoría de ellas. Nací en una casa con una madre muy severa. Castigadora. De la que recibí más pelas que comprensión. Donde a temprana edad fui violada por mis tíos, hermanos de mamá, a quien ella confiada mandaba a dormir a nuestros cuartos. Tendría a lo sumo 7 años de edad. No recuerdo si llegaron a la penetración…pero tocaban mis partes íntimas. Hacían cosas indebidas. Extrañas. También lo hacían con mi hermanita, un poco menor que yo. A quien, por cierto, mamá botó de la casa porque salió embarazada de su novio. En ese momento ella le dijo… me castigas por estar con mi pareja, pero mis tíos me violaron y nos has hecho nada…y sin embargo, igual la botó de la casa, haciendo a un lado la acusación contra sus hermanos.

- ¿Le contaste, en su momento, a tu madre tu situación?
- Al principio no me percaté que era una violación. Para mí, eran caricias de los tíos. Una vez quise protestar ante mi madre, y ella me dijo que respetara a mis tíos, so pena de violento castigo...y sus palizas eran muy fuertes. Como a los doce años, entendí lo que me estaba pasando. El abuso que ellos cometían conmigo y con mi hermanita. La aberración cebada en nuestros cuerpos infantiles. Para completar, un hermano, en medio de nuestras carencias, comenzó a trabajar en la tienda de una amiga de mamá, para quien siempre fue más importante que trabajáramos, a que estudiáramos. Allí, se llevó alguna tontería que le interesó y lo denunciaron. Cayó preso por primera vez. Logramos que saliera bajo una medida cautelar. Pero en una redada cuando mostró su boleta, un policía lo amenazó con rompérsela, si no “se bajaba de la mula”. Lo llevaron detenido, y entonces unos uniformados se presentaron en casa exigiendo una cantidad de dinero que no estaba a nuestro alcance para “no sembrarlo”. Cinco millones de Bolívares. Como no pudimos pagarla, “lo sembraron” y lo condenaron a 5 años de cárcel. Dónde no solo aprendió lo que no sabía en materia de drogas y delincuencia…sino que acumuló mucho odio en contra de todo. Salió peor que como entró, y de allí en adelante no tuvo regreso. Quiere cobrarle al mundo, lo que el mundo le ha hecho. Necesita vengarse de una sociedad que le condenó sin tener más culpa que ser muy pobre. Requiere decirles a todos que ellos mismos le hicieron descreer en la justicia, en la bondad, en la equidad. Que la libertad vale unos pocos bolívares. También la vida de alguien, su reputación, su futuro y hasta su familia. Afirma que no tiene futuro. Que está marcado. Que no puede abandonar el callejón hacia el que lo empujaron. Que es su único refugio. Su hábitat natural. El espacio al que lo condenaron. Tiene hoy, un abultado prontuario…que, irónicamente frente a la sociedad, nos señala a todos en la familia. Y hasta nos culpa, por carambola. Y que de alguna manera pagamos, porque nadie perdona o acepta sin recelos a quien tiene algún familiar preso, o señalado por la justicia. Yo misma he estado en alguna casa hogar, ese disfraz de retén donde la droga, el lesbianismo, la miseria andan realenga por todos los espacios. Yo misma he sentido cebarse en mi debilidad de recluida la miseria de mis carceleros, las aberraciones de mis compañeras, el odio de quienes son obligados a expiar sus culpas en esos antros de reclusión.

- ¿Estuviste detenida?
- No. Recluida. Resulta que me peleaba con mis hermanos y mamá llamó a la policía. Cuando ésta llegó le pidió me llevarán. Es más, mi hermanita le dijo que si me llevaban a mí…debían llevársela también a ella. Pero mamá dijo a esa niña no…solo a la más grande, señalándome. Me llevaron a ese retén, y allí conocí lo peor de lo peor. Ni siquiera baños había. Hacíamos nuestras necesidades en una especie de batea. Tuve que inventarme “un prontuario” para que me respetasen las demás internas. Allí no hay prejuicios. Ni límites. Ni moral. Ni decencia. Allí hay una sola meta: sobrevivir. Sobreponerse a las miserias. Contaminarse lo menos posible. No dejarse ganar por el odio. Ser fuerte en el miedo.

- ¿Tienes resentimiento contra tu madre?
- Mucho. Creo que tiene la culpa de muchas de las cosas que me pasaron y que ella motivó, o pudo evitar y no quiso. Fíjese que a los meses de estar interna me dieron la libertad, y ella se negaba a sacarme de allí. Nunca me entendió. Nunca nos ayudó. Nunca nos demostró cariño. Fue siempre muy dura.

- ¿Y tu vida?

- He tratado de irme superando. Saqué un título profesional. Me casé, pero no es fácil para quién ha sido maltratada sexualmente, armonizar una vida de pareja. Tuve dos hijos, y hasta allí llegó mi matrimonio. Me olvidé del amor. El sexo no me hace falta. Trato de olvidar y sin embargo no puedo. Trato de pasar la página y me es muy difícil. No puedo drenarme porque es una mácula que la gente sepa lo que me pasa. A quien le cuento, me rechaza. Fíjese que mi hermana se casó sin decirle nada a su marido, y el día que le contó que teníamos un hermano preso en Uribana, la dejó. Imagínese si le cuenta que fue violada por sus tíos!. Hay situaciones, Licenciado, que la sociedad nos hace más difícil de llevar. Imposibles de resolver. Cómo aliviar esta angustia, si debo ahogarme en ella para no hacerme más daño!. ¿Cómo gritar las injusticias, si es pecado vivirlas??

- ¿Visitas la cárcel?
- Claro. He sido visitante de todos los penales donde mi hermano ha estado. Me he sometido a esa vejatoria, inhumana y cruel requisa solo para que sepa que yo estoy con él por encima de cualquier dificultad. No me da pena verlo. Me da pena el trato que en esos internados reciben esposas, mujeres, hermanas, hijas y madres de los reclusos. De quienes no se ocupa nadie. Allí a él, en un motín, lo apuñalaron. La vida de un preso en nuestro país es una rifa. Allí no hay seguridad de nada. ¿Cómo recomponer a alguien en medio de la mayor crueldad e inmundicia?. Un día llevé a mis hijos pequeños para que vieran lo que le pasaba a quienes tomaban el mal camino. Para que aprendieran la solidaridad familiar, pero también lo que le espera a quienes toman el camino equivocado...o a quienes se los hacen tomar obligados, por no tener dinero para pagar un chantaje uniformado.

- ¿Le has contado a tus hijos?
- Todo. Les he contado todo con pelos y señales. Ellos son lo único y más hermoso que tengo. A ellos les debo toda la confianza. Ellos hoy plenan mi vida. Son el oasis en medio de tanto desierto. Ellos merecen la vida que no tuve. El amor que no me dieron. La comprensión que me negaron. El amor que alguien me robó.

- ¿Cómo reaccionaron?
- Tienen un gran resentimiento con su abuela. La culpan de lo que me ha pasado. La hacen responsable de no cuidar de mí. De enviarme a la jaula de los lobos solo por una rabieta. De maltratar mi vida, injustamente. De ignorar mí llanto, a pesar de ser su hija. De creer más a sus hermanos que a nosotras. De proporcionarme tanto llanto, tanto dolor, tanta frustración innecesaria en esta vida.

- ¿Tienes contacto con tu mamá?
- Sí, pero muy poco. Entre nosotras no existe contacto frecuente… seguimos muy distantes. Tengo todavía muchas cosas que olvidar…muchas cosas que ella tiene que explicarme. Hay mucha rabia. Demasiado dolor para restablecer los puentes de un afecto como el que requiere una relación normal de madre-hija.

- Después de adulta, ¿has hablado con ella de lo que te pasó?
- La increpé por lo de mis tíos. Por lo del retén. Por lo de mis hermanos. Por lo de la familia….me pidió perdón. Pero no se puede recomponer todo lo dañado, todo lo omitido, todo el daño causado solo con una petición de perdón. Sería mágico el que pudiéramos hacer daño, y solo con pedir perdón, repararlo. Que podamos destruirle la vida a alguien, y pensar que esa palabra pueda justificar de algún modo las graves consecuencias.

- ¿En esos momentos duros, en esos momentos solos, nunca nadie te brindó cariño?
- Mi madrina. A quien quiero por encima de todas las cosas. La única persona en el mundo que me puede dar una cachetada, y no se la regreso. Ella en lo que pudo fue muleta, bastón, cobija, calor…

- A esos tíos que te violaron ¿los has vuelto a ver?
- Si, los he visto de nuevo en varias oportunidades

- ¿Qué has sentido cuando los has visto?
- Temor….mucho miedo. No dejo de recordar. De vivenciar. De retrotraer. De que me invadan las sombras, los fantasmas, las pesadillas.

- ¿Con tanta angustia, no te has olvidado de vivir?
- Es que siempre me toca a mí. Siempre soy yo quien debe dar la cara. Quien debe cargar con la solución de los problemas. Quien termina cargando con las culpas…pagando unos platos que no rompí. Siempre me pregunto ¿por qué a mí?...pero nunca, he podido dar con la respuesta.

- ¿Cuándo vas a comenzar a vivir para ti?
- Soy feliz viendo a mis hijos crecer sanos y libre de maldades…pienso que eso es vivir para mí.

- ¿Por qué quieres contar lo que por mucho tiempo ha sido un terrible secreto?
- Porque no aguanto más tanto silencio. Porque necesito gritar, aunque sea a través de usted, de ese espacio que tanta gente lee y a tantos enseña, mi pesadilla… para dejar de hacerme daño.

Se asoma a la ventana de su vida y solo hay vacíos escritos en los rostros de su gente. Una especie de ruido aterrador, puliendo el andar entre cárceles, aceras, alcantarillas y hospitales. La sombra de lo que puede ser una sonrisa, usurpando el sitio de colores que pudo haber dado –sin miedo- luces a sus libros y cuadernos. La marca del frío, recordando lo oscuro y tenebroso del terreno. Mira hacia adentro, y ve las mismas botas sucias de su andar por el calendario. En su cuarto, un mueble que en las noches suele crujir con el cabalgar de las pesadillas. Una cortina que extraña la luz ausente. Un espejo que se niega a reflejar violetas y se pierde en la búsqueda de las azucenas. La casa de la almeja limitando la libertad. Tan solo el golpetear del viento, dibujando en la noche, los fantasmas de siempre.
Recuerda, y entonces desata ese lloviznar cotidiano que, robándole espacios a la cobija ausente, no logra sustituir su calidez…esa que requiere como cobija en el sitio que el sudor recrea para su humedad en el viejo y manoseado jardín de insomnios y fragancias marchitas. Observa el caer del agua en sus noches de tormenta y siente que ha sido protagonista como ella, de todas las tempestades. Allí cada vez que recuerda, cada vez que voltea, cada vez que se detiene en las cicatrices recrea el rojo coral que estableció mansedumbres de azules en tiempos de espuma. Como ese recorrer íntimo por sus sobresaltos, cada semana, cada mes…cada año.






FRENTE AL SEXO, TODOS SOMOS ANIMALES

(Publicado en el Diario El Informador el 28.07.10)


La tristeza de su carne, huele a soledad. El trepar a tan temprana edad los muros del silencio sin cobija, asoma la desnudez de sus irreverencias cada vez que la humedad lacera, sin pausas, el frío vendaval que se teje frente a sus fantasmas…en ese descubrir cada noche, las distintas sombras que habitan en cada uno de sus días. El hueso desteñido, violentado, cubierto de una carne que se acalora obligadamente en la medida del aporte de cada cliente, apuntala el saco de golondrinas que en medio del disfrute hilvana veredas para atemperar tempestades, apaciguar vergüenzas, que en su fortaleza simulada...se doblan, se mueven, como algunos árboles cada vez que sopla el viento. La noche, momentos después desenmascara su sed, su derecho de pertenencia y el necesario rescate de una vida que reclama para sí la carne sin amor, la boca sin aliento, el rostro sin expresión, el genital sin pasión y algún nombre sin olvido. Parece tener 17 años, aunque una cédula testimonia ante cualquier legalidad exigente su mayoría de edad. Es víctima, quizás sin saberlo, de la corrupción sexual infantil. De quienes buscan adolescentes para saciar alguna aberración, pensando que el dinero va a compensar cualquier consecuencia. En las discotecas, hoteles, clubes, restaurantes, centros comerciales hay hombres, mujeres, niñas dedicadas a ello. Se mueven millones, en esa perversión de algunos en acceder por cualquier vía a este sexo ilícito, y de otros… por explotarlo y lucrarse con él. El viejo cadáver que lleva a cuestas, a pesar de su corta edad, le ha sembrado un olor a tempestad capaz de llenar de olvidos –para seguir viviendo- todo lo ajeno a sus huracanes de silencio.
A veces, el placer se torna en dolor y alguien entierra sus más bajas miserias en ella, despertando sus temores e incluso su propia seguridad. Y aunque en alguna que otra oportunidad disfruta lo que hace, más allá del dinero que por ello recibe…hay momentos en que la ronda el peligro. Cuando es obligada a hacer cosas que le repugnan y siente le agreden el autoestima más allá de lo maltratado que percibe lo tiene. En ese momento debe apelar a su inteligencia. A esa experiencia que le ha dejado la calle. Entonces debe ser psicóloga, policía, mujer adulta, amante complaciente, presa incondicional, simplemente para sobrevivir una jornada más…aunque cada vez que regrese, descubra una tristeza capaz de señalarle cada noche, el libro rojo de la lección de culpas.

-Me ha llamado varias veces. Otras, ha usado el correo para manifestarme su deseo de conversar conmigo sobre su vida. Coincidimos en un conocido centro comercial del Oeste de la ciudad. Me aborda entonces, sin mucha formalidad.
- Hola licen, me dice, en ese hablar abreviado que el celular ha impuesto a nuestros jóvenes. En ese nuevo lenguaje que es hoy, todo un código social.

- Hola…¿cómo estás?....siéntate, le digo. Lo hace, pide un jugo y me cuenta
- Tenía muchas ganas de conocerlo. De contarle mí historia. Acabo de cumplir 18 años y este centro comercial es uno de los sitios donde desarrollo mi trabajo. Dígame ¿Por qué se ausentó durante tanto tiempo???. Pensé que nunca regresaría y que no iba a poder contar mi historia al mundo…pero, que bueno que regresó y está aquí para escucharme..

-¿Qué haces?
- Me divierto y divierto a los señores grandes que quieren estar con una chama como yo

- Ciertamente no aparenta más de 15 años. Top ceñido, minifalda de Jeans, lolas aparentemente operadas, botas. Al parecer, el equipaje necesario para el oficio que dice ejercer…
- Desde hace un par de años visito los centros comerciales, las discotecas, los lobbies de algunos hoteles acompañada de varias de mis amigas. Allí nos sentamos, y siempre conseguimos “levantes” para todas. Escogemos entre quienes nos pretenden. Coordinamos el precio, el sitio dónde vamos a estar, y lo que los vejetes quieren hacer con nosotras. Acordamos las condiciones y procedemos….

- ¿Cómo comenzaste?
- Un primo y su amigo me violaron en la playa cuando tenía doce años, en unas vacaciones casa de un tío. Me dieron unas cervezas…y luego, mientras uno me agarraba, otro me violentaba. Cuando llegué a casa le conté a mamá y no me quiso creer. Se lo dije a mi tía, y me dijo que no me creía, que si era cierto…seguro, me lo había buscado por cómo me vestía. Que parecía una zorrita!

- ¿Cómo te vestías?
- Como una pava. Como todas las chamas a mi edad. Desde pequeñita Mamá siempre me vestía muy moderna. Me dejaba pintarme desde los ocho años…me llevaba a concursos de belleza. Hablaba de sexo delante de mí. Me explicaba de los besos con lengua. Del orgasmo…de muchas cosas que me dispuse a averiguar por mi misma. Burda de clara, para que nadie me engañara.

- Por favor continúa tu historia, que te interrumpí…
- Bueno después que nadie hizo nada, mi primo comenzó a tocarme cada vez que me veía. Buscaba la forma de quedarse a solas conmigo, y me metía la mano por debajo de la falda…ya ni lo acusaba porque era inútil. Solo trataba de esquivarlo. Un día, su hermana cumplió quince años, y se hizo una gran fiesta en un local de por acá cerca. Tendría ya trece años. Me tomé unas cervezas…y no supe lo que hacía. Mi primo volvió a tener sexo conmigo, pero esta vez sin violencia. Al parecer, pues no me acuerdo de nada, lo consentí. Le conté a una compañera, y me dijo que a ella le había pasado algo parecido, pero con un vecino...y que después, se propuso a pasarla bien, a gozarse la nota y se había convertido en “su novia”. Siempre pensaba en ello. Hasta que un día, mi primo trató de tocarme y se lo consentí. Él, medio extrañado me preguntó… ¿de verdad quieres? Y yo le dije… Claro que quiero!...enséñame!

- ¿Qué te enseñó?
- De todo! Le puedo asegurar que me enseñó de todo. Pero también me dañó. Pues me hizo así como su esclava sexual. Al principio lo disfrutaba, pero después me asqueó. Hasta que un día invitó a su jefe a quien le gustaban las niñas para que me conociera. Me llevó a su apartamento y me dejó con él. Todo un señor, licen. Buen olor, cariñoso, delicado, generoso…me enseñó algunas cosas de la intimidad, y dentro de todo me respetó. Se enamoró de mí, y me regalaba muchas cosas y mucho dinero. Era mi San Nicolás.

- ¿Qué edad tenía él?
- Como sesenta

- ¿Y tú?
- Cerca de los catorce. Entonces mi compañera y cómplice, cuando le conté, me propuso buscar más señores mayores para tener más regalos y más dinero. Me dijo, tú y yo que estamos “par de buenas”, vamos a divertirnos y a forrarnos. Entonces me llevó donde una señora que hacía los contactos, se quedaba con la mitad del dinero, pero nos garantizaba clientes seguros, aseados, con platica y que no nos iban a hacer daño.

- Te prostituiste…
- Eso suena muy feo, mejor digo que me regalé…eso fue lo que hice

- Lo que hiciste o lo que haces??
- Lo que estoy dejando de hacer…

- ¿Cómo es éso?
- En medio de ese vivir, conocí a un señor L.M. (así me pide que lo identifique porque esta segura que él va a leer esta entrevista y ella quiere que sepa lo que él significa en su vida…esas son sus iniciales). Por él sentí un aprecio muy especial. Me tomaba entre sus brazos, me toñequeaba, full de cariñoso, nice, nice….pero nunca intentó tener ningún tipo de caricia o de actitud, más allá de la formalmente afectuosa. A veces lloraba por alguna hija que nunca conoció. A veces me regalaba lo que él llamaba “ropa decente”. Me llevaba al cine y aunque me pagaba la tarifa por mis servicios y a veces hasta más, nunca hizo efectiva la contraparte por ese pago. Un día me preguntó por mis padres. Le dije, mamá cose. A papá nunca lo conocí. Somos de Mérida y nos vinimos cuando mamá salió embarazada y la familia no lo aceptó. Me preguntó como se llamaba mi mamá, y le dije Carmen Rosa…no preguntó más. Y pasó a hablarme de otra cosa.

- ¿Cuánto duró esa relación con él?
- Espérese Licen a que le cuente. Un día yo andaba con otro señor. Pues era como la favorita del grupo. Me preferían porque era la más chama, aunque era la que más exigía. Además había aprendido algunos trucos que encantan y amarran a los señores mayores. Estaba en un restaurant comiendo sushi que me vuelve loca, y él estaba allí…supongo que con su familia. Se paró, se acercó a la mesa donde yo estaba con un cliente casi de la misma edad de él, y le dijo…yo soy su tío, a menos que seas algún familiar que no conozco vete antes que llame alguna autoridad y te denuncie. Mi amigo pidió excusas y se fue. Yo…de una sola pieza!. Casi sin reaccionar. Pensé que se había vuelto loco, que lo devoraban los celos…pero tampoco lo entendía, nunca fui su mujer…esperé unos segundos, y le pregunté medio alterada… ¿qué te pasa?... tú no eres mi dueño!..Si acaso un cliente más...no te tomes atribuciones que no tienes…no te vuelvas loco!!!

-¿Cómo reaccionó?
- Me miró…una mezcla de rabia y lástima le invadía desde mi percepción. Me dio un beso en la frente…y se fue donde la gente con quien andaba que estaba tan sorprendida como yo...

- ¿Qué hiciste?
- Me llené de valor. Hace mucho tiempo que me juré que no iba a ser de nadie. Que nadie más me iba a humillar. Que se acabaron las imposiciones. Que era suficiente que algunos saciaran en mi cuerpo todas sus miserias y aberraciones por dinero. Pero cero sentimientos. Cero debilidades. Entonces me senté y seguí comiendo mi sushi. Vi cuando se paró y recordé cómo la primera vez, no me dejó desnudarme. Cómo, mientras otros me querían poseer en el mismo carro…él, se tomaba todo el tiempo contratado para aconsejarme…me dio pena por él y por mí. A lo mejor había perdido a la única persona que me contrató para tratar de hacerme mejor. Y él…a la hija que nunca conoció. Me provocó llorar, pero hace mucho tiempo que no tengo esa debilidad. Me fui a casa, y ése día no trabajé más. Él es lo mejor que me ha pasado en mi vida…ojalá lea esto y sepa lo feliz que me hizo.

- ¿Te sientes muy independiente con lo que haces?
- Trato Licen, trato. Si lo pienso bien este no es un negocio tan independiente como yo quisiera. Cada centro, cada discoteca, cada lobby del hotel tiene a alguien que impone sus normas. Un avispado o avispada que se queda con una buena tajada de lo que producimos, solo por permitirnos ejercer en el área donde él o ella tienen alguna influencia. Con la Doña que trabajo, el día que me siento mal o tengo la regla me da 300 Bs y me manda a descansar. Después me lo descuenta de las otras pagas que me hacen.

- ¿Tienes novio?
- No

- ¿Has tenido?
- Sí, pero todos quieren es hacer el amor conmigo. Aunque no saben a qué me dedico, pues piensan que soy hija de alguna familia rica por lo que puedo gastar, saben que soy liberal en el sexo, regalada como le dije…y todos quieren es eso nada más. La mayoría de los hombre son unos cerdos Licen….perdóneme usted porque lo admiro mucho, pero yo he estado con doctores, profesores, ésos que salen en el periódico y en la televisión, que usted los ve que no quiebran un plato…pidiéndome hacer las cosas más cochinas. Metiéndome mano en un restaurante. Pidiendo que le haga cosas que ni le cuento. Me hubiera gustado tener un novio como L.M. y mire que no me hubiera importado la edad. Yo no soy una prostituta, si acaso una dama de compañía. Estudio en la Universidad, me gusta mucho el sexo y, si además de placer me puede traer todo lo material que quiero, entonces bienvenido!.

- ¿No te gusta la vida que has llevado??
- No, creo que a nadie le puede gustar tener un precio en la vida. Incluso, discutir alguna rebaja de vez en cuando, por ella. Pero las circunstancias obligan…el tiempo va pasando y uno se va acostumbrando.

- ¿Qué sueñas?
- Graduarme. Irme de Barquisimeto. Rehacer mi vida. Tener algún amor desinteresado. Alguna hija que me pueda contar todo sin temer el que yo pueda castigarla. Que sepa que me tiene por encima de cualquier equivocación que pueda cometer. Porque padres no son solo quienes critican y castigan a sus hijos cuando se equivocan…son los que están allí, resteados con ellos, cuando lo necesitan. Quienes les tienden la mano. Los perdonan. No los hacen sentirse miserables. Les dejan salidas distintas y más honorables de las que yo tuve que escoger. Y si la llegaran a violar, en vez de desmentirla o reprenderla, o avergonzarme…hacerla sentir la niña más apoyada del mundo. Yo he tenido que ser policía, adulta, zorra, sumisa, perversa, pervertida…para poder salir a veces bien de los trances en que me he encontrado. A mi edad, así loquita como parezco, he tenido que sudar mi madurez. Llorar mi independencia. Sufrir mi activación sexual. Renunciar al amor. Extrañar al afecto. Tener que descubrir el calor de padre en alguna debilidad de conciencia de algún cliente arrepentido. Gritar para no tener que llorar lo que soy….sueño tener posibilidades distintas a las que he tenido. Tener algún día una familia. Que quien me acaricie no lo haga porque es su derecho por estar pagando. Mi sueño Licen, es sencillo pero inalcanzable hasta ahora para mí. Es simplemente, tener una familia…que usted, a quien tanta gente lee, me escuche y publique mi historia. La de esta zorrita, como me dicen mis tíos, que no tuvo alternativa...para que otras se miren en ese espejo. Y para que no confíen en nadie. A mí, me metió en esto el abuso de un familiar. Y si algo he aprendido en la vida es que, frente al sexo…todos somos animales.

Ni tan niña, ni tan loquita. El fuego solo quemó la noción de un estilo de vida. Ese que realengo no le permitió defenderse. Ni siquiera ser como otros querían o pensaban. La misma vida que le ha hecho agredir, quizás sin querer, a quien no odiaba y ni siquiera conocía. La necesidad de sobrevivencia, el deseo de venganza, la carencia de afecto, esa lágrima que ajena tuvo que hacer muchas veces suya destruyó su espacio de juguetes, le conculcó chocolates, caramelos, piñatas, tortas y cuentos, para dibujar en su vientre de niña paisajes grotescos y libidinosos que dibujaron para siempre allí, debajo del ombligo, perversiones adultas para sus inusados cuadernos de niña. Ha tenido que descubrir, desde las veredas del miedo, desde los atajos del abuso, desde la turbulencia de una violación, cómo la vida es solo un espejismo. Un accidente entregado a una pasión de quienes en medio de su derrumbe y hasta incomprensión, inventaron en su inocencia, en su absurda irreverencia, en ese protestar silente con lo más característico de su género de mujer, alegrías pasajeras para celebrar victorias de logros que solo se sienten en la carne. Es una mujer, de esas que han visto a los pájaros…suicidar sus alas, al tropezarse con el viento.