UN ATAQUE INCESTUOSO DESTRUYÓ MI VIDA

(Publicado en el Diario El Informador el 25.08.10)


Tiene un silencio escondido, una sonrisa distante…ese crujir de cenizas, ese deambular de azucenas, ese trajinar descalza que grita su irreverencia cada vez que hace muecas para entibiar su pasado. Hay un miedo perenne trepando las horas, una verdad inconclusa calando los huesos…el mismo temor de niña, anidado en el sitio de la esperanza. Es el mismo tiempo y la misma mortificante brisa. El mismo rincón, la conocida evasión…el alcohol como excusa y conveniencia. Hay también una emoción, un frío, el viejo huracán revolviendo los días. Un anaquel de pasados, un corral de fracasos…y un futuro dependiendo siempre de las mismas tristezas. Ha conocido todas las perversiones. Desde una relación incestuosa a la que fuera obligada desde muy niña, pasando por traficar y consumir drogas, y pertenecer a una banda de delincuentes especialista en “arrebatones” a señoras, al salir de los bancos…a un alcoholismo que sufre y que, en una etapa de regeneración emprendida, trata de vencer para comenzar a los 50 años…un nuevo ciclo de vida. Una disfunción sexual producto de la violación incestuosa le hizo simular un placer que nunca sintió, cuando quiso formar pareja. Detenida en muchas oportunidades, hoy es la única que sobrevive de aquella banda a la que perteneció y en la que se jugó la vida tantas veces. Le queda de ello la emoción sin sentido, el habitual sobresalto, la energía derrochada inútilmente… corriendo por su pensamiento. Esa necesidad de enviar al recuerdo aquellas ganas de partir sin saber si regresaba, de arrollar, de sembrar en cada poro una aventura, de escrutar en los veranos, de saciar la sed, de abolir las censuras…de vivir como vivió…sin límites, ni marcos, ni ley, ni familia, ni referencias. Sin embargo, cuando arriba a su medio siglo, cuando la serenidad de la vida comienza a mostrarle peajes afectuosos en la cara de sus nietos, se dispone a acariciar el ambiente de la renuncia. Dejar atrás para la anécdota y el vil recuerdo, esa vida suya que fuera siempre un incontrolable coloquio con la locura. Su cielo siempre nublado. Sus días sin mañanas que aguardar. El aguardiente. La droga. Las armas. Los confinamientos. La prisión. Hacer un esfuerzo para comenzar una nueva vida de manos de sus hijos y nietos que hoy le tienden una mano, en esa necesidad de levantarse que descubrió después de la última trasgresión alcohólica, cuando una gran laguna mental terminó por asustarla y hacerle entender que había llegado la hora de buscar amaneceres. Que de tanto tentar a las tinieblas, podía quedarse allí para siempre. Responsabiliza a su madre de mucho de lo que le ha pasado. A su hermano, el agresor incestuoso que casi acabó con su vida…pero que, al igual que a otros, ha perdonado. Hoy, solo tiene una oración de fe controvirtiendo con sus tristezas. Una vocación de luz que comienza a iluminarle el camino. La ayuda oportuna llegada en la sede de la Iglesia Sagrada Familia, de la mano de la Lic Myriam Torres y la fortaleza de muchas mujeres que, como ella, han sido abusadas en su trajinar por la vida. El necesario salvoconducto, para salir de una vez por todas…del mundo de las sombras.

-Tiene la serenidad de quien lo ha visto todo. Esa claridad que da estar más allá de cualquier frontera o límite. La fortaleza de venir de regreso de todos los peligros, para rehacer su vida en medio del amor –recientemente celebrado- de los suyos
- Me inquietó mucho, me dice, el título que publicó El Informador en días pasados sobre el aumento del consumo de drogas en el adolescente, simultáneamente a la noticia que usted regresaba con su espacio EN VOZ BAJA. Pensé que esa era una oportunidad de dar a conocer lo que se realiza en un grupo de autoayuda al que pertenezco, a través de mi propio testimonio de vida, dándome cabida en sus entrevistas donde reflexiona sobre realidades, tragedias del ser humano, en la que a veces no nos detenemos cuánto deberíamos. Soy alcohólica, drogadicta, codependiente en recuperación. A la edad de 5 – 6 años sufrí de un incesto por parte de un hermano. Cuando traté de contárselo a mi madre, no me creyó. Es más, me dijo que estaba loca. Ello se grabó en mi mente. No solo el ataque, si no que mi madre no me creyera. Allí comenzó el cambio de mi vida. No hubo apoyo familiar para evitar cosas peores que después sucedieron.

- ¿Cómo cuáles?
- El abuso incestuoso se repitió estando yo más grandecita. Lo que me seguía marcando cruelmente. Comencé a tornarme muy rebelde. A los 12 años me fui de la casa, cuando mi padrastro también quiso abusar de mí. En esa oportunidad también se lo conté a mamá, y tampoco me creyó. Es más, hubo un momento en que ambos se pusieron de acuerdo y me internaron en uno de esos albergues del Consejo Venezolano del Niño, que existían en ese tiempo. Al salir de allí, comenzó mi carrera delictiva. Me convertí en habitante de la calle, moradora de la noche, perseguida de la policía, en peligrosa adicta. Decepcionada, dolida, porque nadie me creía. Si nadie lo hacía en mi propia casa... ¿qué podía esperar entonces de los demás? Comencé a andar en el mundo de las drogas y el alcohol. Eran mis compañeros de infortunio, quienes calmaban mi dolor. Era una especie de anestesia. Hoy, reflexiono y pienso, cómo a veces los padres fallamos y empujamos a nuestros hijos a este mundo, al no prestarles atención, y negarles amor y comprensión. Y que al sentirse solos, como yo, nos refugiamos en compañeros que no siempre son lo mejor y más aconsejables. Quienes pueden involucrarlos en hechos delictivos como a mí.

- ¿Todos los males tuyos comienzan con el ataque incestuoso?
- Si. He aprendido que el incesto genera en la persona abusada muchos problemas. Tanto en la parte física, como en la psicológica, la sexual, la emocional. Yo, he sido dañada en todas y para siempre. A tal punto que de allí se degeneró una carrera delictiva con 23 entradas a la policía, una prisión y dos intentos de suicidio. Me casé a los 16 años con una persona mayor, solo para ayudarlo a que saliera de la cárcel. Yo andaba en la calle. Tuve que amenazar a mamá para que me diera el permiso para casarme, que en esa época era requisito indispensable. Cuando él me molestó, sabiendo que tenía antecedentes, lo denuncié por la entonces Ley de Vagos y Maleantes y se lo llevaron. Entonces volví a la calle. Donde hice llave con otros, alcohólicos y desahuciados socialmente como yo, quienes me mostraron la posibilidad de ganar dinero fácil. De vivir aventuras. De jugárselo todo en cada oportunidad. De salir resteados y sin miedo a morir si a uno le tocaba. De ser más hábil que la policía. De no permitir ser atrapados. De trasgredir la ley como cosa habitual

- ¿Cómo comenzó la carrera delictiva…cómo fue la primera vez?
- La primera vez, le robé una cartera a una mujer. Estaba un poco nerviosa. Pero en el momento en que lo hice, estaba segura. Solo una vez atraqué, fue en la zona industrial, era especialista en “arrebatones”. También campaneaba. Esperaba los días de pago que las mujeres salieran de los bancos y les arrebataba las carteras. Sobre todo a las profesoras que 15 y 30 tenían efectivo en sus carteras.

- ¿Cuándo y por qué te hicieron presa la primera vez?
- “Caí” con 3 kilos de marihuana y 3.000 pastillas de mandrax (N. de R.: El Mandrax es una droga sintética de bajo precio).

- ¿Consumías?
- Me drogaba. Traficaba y consumía. Cuando me vi muy mal, necesité ayuda y la busqué. Pero todos me rechazaban. Pensaban que no tenía cura. Incluso Pastores de Iglesias que dicen ser representantes de Dios, y que se jactan de ayudar a los demás, no me quisieron ayudar. Me decían que era un caso perdido. Nunca quisieron tenderme una mano. Darme cobijo. Oírme. Ofrecerme alguna palabra de aliento, algún consejo. Quizás hasta una reprimenda que me sacudiera y me hiciera reflexionar. Pero no, ni siquiera me atendían. Imagínese como podía yo salir de esos sitios. Me sentía rechazada, con mucha rabia, sin ganas de seguir luchando, sin apoyo. Eso me llevaba a consumir más y más. Camino a la autodestrucción. Hoy sé que es en estos casos donde precisamente debe entrar en auxilio la familia. Debe intervenir con comprensión, apoyo, perseverancia, amor. Debo decir que recibí el apoyo de unas personas ajenas que me ayudaron hasta lo último. Ellos trataron de incorporar a mi familia en mi recuperación, pero les cerraron las puertas. Ni siquiera los oyeron. Parecía que yo había muerto para ellos, o tenían cosas más importantes en que invertir su tiempo. Me negaron lo que no se le niega a nadie, una mano. En casos como el mío sin el apoyo de la familia es muy difícil recuperarse. La que me tocó en suerte no estuvo nunca dispuesta. Me dejaron sola demasiadas veces. Pero aún así seguí en mi lucha por mi recuperación. Caía, me levantaba. Otra recaída y me volvía a levantar. En medio del derrumbe, siempre había algún momento de lucidez que me exigía la rectificación. El no dejarme morir. El salir del abandono. El luchar con la poquita fuerza que me quedaba para sobreponerme.

- ¿Tienes hijos?
- Tengo tres hijas, dos de ellas profesionales. Son hoy día el centro de mi vida.

- ¿Saben de tu vida pasada?
- Si. Mis hijas me apoyan y asisten conmigo a las terapias. Tengo su respaldo y el de sus maridos. Me cuidan. Me ayudan. Me dan ese amor del que había carecido por tanto tiempo. Son el mejor regalo de Dios. Actualmente estoy en tratamiento de desintoxicación. Ayuda que es fundamental, porque sola no se puede.

- ¿Has vuelto a ver a tu hermano?
- Si. Hace tiempo ya, que lo perdoné en mí adentro. Quién sabe si él está peor que yo. Estoy a punto de conversar con él. En algún momento lo hago.

- ¿Y tu madre?
- Tengo muy poca relación con ella. Aunque también he decidido que en algún momento la voy a abordar. Que en alguna oportunidad voy a conversar con ella. Y va a ser pronto, porque me enteré que le comenzó un Alzheimer.

- ¿Cómo fue tu relación en pareja?
- No fue buena. Mucho menos la ideal que una mujer espera y sueña. Después que uno sufre un ataque como el que yo viví, es como si sufriese una mutilación. Hay temores, desconfianzas, ascos, rechazos, imposibles de manejar oportunamente. Por más que uno trate de olvidar, cada vez que tu pareja se te acerca, no dejas de revivir el momento de la violación. La estridencia del abuso. La sacudida de la pesadilla. Entonces una está con su pareja solo por complacerlo. Fingiendo placeres. Para cumplir con los deberes conyugales. Para tratar, incluso, de ver si una puede sobreponerse a la herida. Pero una ha sido convertida en un disfuncional sexual, sin posibilidades de cura. Y más temprano que tarde, el hombre lo descubre…y hasta allí, llega todo.

- ¿De qué vives?
- Hago de todo, incluso pintaba casas. Pero en una de esas consecuencias del alcoholismo me caí de un segundo piso, y me lesioné seriamente la espalda. Lo que me impide hacer algunas tareas de las que hacía para producir el dinero lícitamente. Hoy, me ayudan mis hijas. Aunque me ha costado mucho aceptar que mis ellas me mantengan.

- ¿Tus compañeros de fechorías?
- Casi todos muertos. Los que quedan vivos están muy viejos, aunque no han abandonado las malas mañas. Es muy difícil después de una carrera delinquiendo, salir de allí. Entre la presión de la policía y la de los viejos compañeros que te buscan proponiéndote, casi obligándote, a seguir con ellos…resulta difícil desprenderse del ilegal oficio.

- ¿Cómo comenzó el camino de tu regeneración?
- Un día recibí una llamada para realizar un taller con la Lic. Myriam Torres…lo realicé. Allí creo que encontré lo que faltaba: conocerme a mi misma, valorarme, amarme, levantar esa autoestima que la tenía por el subsuelo y sobre todo levantar, valorizar, amar a esa niña que todos llevamos dentro. La mía estaba completamente negada. Me ha costado mucho fortalecerla por tantas carencias que he pasado, pero ahora las cosas son distintas, gracias a Dios.

- Cuéntame sobre esa experiencia..
- Este es un grupo de auto ayuda que se reúne todos los martes en la Iglesia Sagrada Familia, ubicada en la carrera 27 entre calles 16 y 17 de 9:00 AM a 12:00 M con la Lic. Myriam Torres, con la única finalidad de compartir y romper el silencio en cuanto a nuestros problemas más íntimos, traumas de nuestra infancia o adultez. Hay mucha mujer maltratada, violada física, moral, sexual y emocionalmente, pero esto no se lleva a la luz pública por temor, miedo, vergüenza o alguna amenaza del victimario. Así cargamos con ese dolor en nuestras vidas lo que nos mutila en muchos aspectos de nuestra existencia. En este grupo nos ayudamos mutuamente, en la búsqueda de una mayor calidad de vida. Ideal para muchas de las entrevistadas por usted EN VOZ BAJA. Yo llegué a este grupo, primero porque Dios lo permitió, y luego porque estuve dispuesta a hacer lo que fuese ya que me vida estaba llegando al final gracias a la droga y el alcoholismo.

- ¿Cómo te sientes ahora?
- Muy bien…demasiado bien. Al punto que hace apenas semanas cumplí 50 años y los celebré con la mayor alegría. Mis hijas me preguntaban, por qué de tanta euforia si me estaba poniendo más vieja…le contesté. Estoy demasiado contenta. No saben lo que significa para mí este cumpleaños que como novedad, celebro…hoy, más que añadirme un año, estoy celebrando el comenzar a vivir mi nueva vida.

Comienza a transitar el resto del camino. A recorrer la parte aquella de la emoción que, a sus 50 años, le es desconocida. Está allí, en la antesala de la razón, donde comienzan nuevos sueños ya sin miedo a inundar el espacio donde por tanto tiempo moró un desagradable frío. Comienza a despintar la rabia. A buscar un lugar para su nueva biblioteca de comprensiones. Incluso, su miedo hoy, tiene visos de tolerancia. Deshabitó ese calor de infierno que la abrasaba, y en medio de esa tenue brisa que hoy siente y que alegra su cara, convoca a la alegría, herramienta de la felicidad, para desde allí mostrar a otros lo que fue su aprendizaje y que ella quiere convertir en enseñanza. Hoy le falta menos por vivir, pero le han florecido los tulipanes. Ya tiene razones de sobra para justificar su existencia. Ahora tiene mucho que ver. Mucho más que sentir. Más que disfrutar. La suma de fracasos y logros, a la vera de sus siembras crecidas, testimonian su verdad…el que a medio siglo de la partida le permite, por fin, despertar de la larga pesadilla.



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