ALGUNOS PIENSAN QUE SE ME ALBOROTÓ LA CARNE

(Publicado en el Diario El Informador el 29.09.10)


La quieren convencer que a su edad, ya ha debido calmar su sed. Que no hay agua nueva para quien por el mucho trajinar debe dejar descansar el barro, la lluvia, las ganas…la piel. Que a sus 50 años, es pecaminoso sentir. Que a esa edad debió hace rato hacerle un funeral a las hormonas. Que en su carne ya no puede –ni debe, dirían algunas de sus amigas- albergar en su carne más que las huellas de lo vivido. Que no puede haber relámpagos en su noche…ni luces de colores que incendien de nuevo sus más íntimos secretos. Ella disiente de quienes quieren verla en un mecedor esperando el último viaje. De quienes le critican que en el comienzo del otoño, abra un espacio capaz de encender primaveras. De aquellos que desde su propia frustración, quieren enterrar en su conciencia el miedo a comenzar de nuevo a esa edad. A poder devolverle al calendario en vivencias, lo que éste le ha suministrado en mentiras. Esa hierba dura de uno y mil silencios. Enviudó muy joven, apenas pasando los treinta. A casi 4 lustros de ese duelo, presionada más allá del dolor y del duelo razonable por quienes pretenden obligarla a una vida en solitario, como condena a la sola culpa de ser sobreviviente de su marido…ahora hay campanas que repican en sus noches, en su almohada, en ese ser mujer –en todos los sentidos que la palabra describe- y al que había renunciado, pero que hoy siente que no ha debido hacerlo por tanto tiempo…en ese frío que ha dejado calar los huesos, el calendario, su cama, su yo de mujer absoluta…para ser limitada, en honor a evitar el qué dirán, en la misma mueca de viuda formal de sus antepasados, en una inventada sonrisa…ésa que ahora, al medio siglo de la partida se queda sin caparazón, porque quiere asumir de la vida lo justo sin temor de ser acusada de vieja libidinosa, hoy cuando decide poner fin a ese carnaval tan conocido para ella de orgías de ausencia. No tiene hijos. Vive con una hermana de su esposo que nunca se casó…hasta que tropezó con este sueño, que ahora solo mantiene con la complicidad de su almohada. Hurga en el ayer, y siente que ha sido fiel a una ausencia de dos décadas. Consulta a su piel, y siente el cansancio por tanto tiempo de inútil espera. Ha conseguido un mañana, después de haber recorrido todos los caminos. Ha humedecido de nuevo su jardín de azucenas, después que solo los malabares aromaban los vacíos. Ha sudado cada riesgo que ha decidido asumir, en la angustia de no ser comprendida, y a lo mejor hasta vilipendiada. Piensa abortar todas las miserias ajenas. Dejar que afloren todos los odios. Pero ha decidido rescatarse como mujer completa, y vivir esta emoción del amanecer justo cuando la noche inunda desde muy tempranas en las fechas de su calendario, la inutilidad de su incomprendida vida. Por eso, renace al final del camino sin temor a las condenas. Y reta las vergüenzas ajenas por el respeto que se debe a sí misma y a lo que ahora siente. En una decisión en la que, buena o no… apuesta su propia vida!

-Elegante. Educada. Con solvencia académica y económica, es sacudida por el reclamo de los afectos. Si bien en la plenitud de su vida, su viudez la marca...sobre todo ante muchas para quienes este estado civil es el comienzo de un ocaso, donde las mujeres deben adelantársele a la ancianidad y recogerse aún en la vivencia de su mejor y más maduro momento
- ¿Cómo está Licenciado?...quizás mi historia no tenga la capacidad de sacudir a los lectores que tienen los muchos casos que usted ha presentado. Es posible, me dice, que haya situaciones mucho más preocupantes y de más interés que la mía. Que sacudan más la emoción…pero como creo que la mía obliga a reflexionar sobre el concepto que de la mujer se tiene, y a lo que es condenada una vez que alcanza la madurez…se la quiero contar para, si usted cree que lo merece, la publique EN VOZ BAJA, y así sus muchos lectores se aproximen desde la visión de una protagonista de excepción al drama de la mujer madura…sobre todo, si es viuda o divorciada.

- Usted me dirá…
- Tengo 50 años. Me casé muy joven, a los 22, y enviudé apenas los 30. No tuve hijos, simplemente porque mi marido no podía…al menos eso fue lo que nos dijo el médico que lo trataba, y quien desde el primer momento nos negó cualquier esperanza en ese sentido. Fui una esposa feliz. Una mujer que, como tal, conoció a un solo hombre en la intimidad. Mi primer y único novio. Un hombre especial que me enseñó a ser lo que hoy he alcanzado a ser. Soy Ingeniero Civil y entre los dos dimos forma a una empresa próspera que hoy manejo. Una vez fallecido él por un cáncer de próstata que le hizo metástasis…me olvidé de todo para serle fiel a su memoria. Me encerré en la empresa, hasta hacerla una de las más importantes del país. Vivo con quien fuera su hermana más querida, que nunca se casó, y que se encargó de manejar la casa. Mi confidente. Mi mano derecha. Mi compañera leal. Evité siempre la vida social. Ni quería, ni tenía tiempo para ello. Mi familia y la de él, siempre me advirtieron que viuda y divorciada debían tomar el doble de previsiones que soltera o casada, para que no se fuera a malinterpretar cualquiera de nuestras actuaciones. Que mejor sola, que mal acompañada. Una especie de prisión de principios machistas, conservadores, y sobre protectores que acompañaron hasta hace poco mi duelo. El caso es que, después de muchos años sola, ahora que cumplo el medio siglo, siento que de nuevo hay vida en el espacio de los afectos íntimos. Que contra lo que siempre esperé y traté de domesticar, las hormonas siguen allí a mi edad haciéndose notar y reclamando un lugar en mi vida.

- ¿Cuál es el problema, si eres sola y dueña de tus actos?
- Mi problema, y el de muchas como yo, es de cómo ve la sociedad a la mujer en nuestro país, Licenciado. El como es capaz de estigmatizarla como libidinosa si en la madurez de su vida, deja los lentes de la presbicia, las pastillas para la osteoporosis, la presencia señaladora de la menopausia, la flacidez de algunas carnes, lo conservador de algunas actitudes, la pastillita para el dolor de cabeza, la crema o las medias para las várices…y le abre un espacio al retomar de su vida, sexo incluido, después del medio cupón cumplido. Fíjese que es tan serio lo que le digo, que para un hombre de 50, andar con una mujer más joven es como un símbolo de fortaleza, de que aún se mantiene en capacidad de conquistar e intimar, y lejos de criticárselo…se le celebra. En cambio que una mujer de 50, que empiece a salir con amigos, aunque sean de su propia edad…y que de pronto intime con alguno, es una zorrería de vieja sin vergüenza alborotada. Y los chistes crueles se hacen presentes sin medir el daño que a veces nos hacen.

- ¿Cuál es tu caso?
- Hace un año, me enamoré. Amor de adulto, decimos. Sin el plan de matrimonio como epílogo. Total, ya eso no es necesario para ninguno de los dos. Los adelantos de la medicina nos han permitido a él y a mí superar las consecuencias físicas y limitantes de la menopausia y la andropausia. No vivimos juntos, pero compartimos muchos fines de semana. Después de 20 años, de un larguísimo, leal, solitario y sentido duelo, me he vuelto a sentir mujer. Y he vibrado de nuevo como tal, más allá de la fantasía...advierto que no fue lo mejor el haber renunciado por tanto tiempo a ser mujer más allá de la formalidad y el convencionalismo social que obliga a una viuda a estar sola. Hoy bailo de nuevo. Voy a la playa. Activo sexualmente y además con menos tabúes y menos reservas que cuando estuve casada, para acceder a una plenitud capaz de afirmar no solo mi identidad, si no que la de él sin culpas odiosas, ni resacas vergonzantes. Pero, consecuencia de ello, mi cuñada ha dejado de hablarme. La familia de él, mi ex marido, aunque dice entender…murmura que me he vuelto loca. Que se me alborotó la carne, después de vieja. Que me “ataranté”. Qué quién sabe qué busca el hombre que me acompaña. Que si no me da pena dármelas de “carajita” con los años que tengo…y bueno, muchos epítetos más que son, sin dudas, consecuencia de la errada apreciación social que de las mujeres maduras tiene la gente.

-¿Qué edad tiene tu pareja?
- 55 años. Es divorciado. Industrial, con dos hijos adultos que si bien me mastican, no me tragan. Pero no porque les caiga bien o mal como persona, y he allí lo grave, si no porque a mis 50 años ando “sonsacando” a su papá…imagínese Licenciado! O sea que después de los 50, está prohibido enamorarse, tener sexo, divertirse, formar una pareja, viajar, bailar, ir a la playa…sin que se esté incurriendo en una “conducta indebida” , solo si se es una mujer!!! Evidente que no soy una jovencita, pero le puedo decir que disfruto más del sexo que cuando estaba casada y con muchos menos años que los que hoy tengo. Pero no porque mi marido haya sido malo, si no porque tengo menos inhibiciones para hacerlo. Es una especie de conducta discriminatoria. Uno ve a los hombres pedir en farmacias sus pastillitas “revitalizadoras” con la mayor naturalidad…pero cuando una pide algún lubricante íntimo, para sobreponerse a la más marcada consecuencia íntima de la menopausia…los gestos evidencian la censura…o en todo caso, la incomprensión. Hoy hablo con mi pareja de lo que me pueda gustar o no en la intimidad, cuando en mi época eso no se hablaba por temor a que el marido pensara que uno era una zorra. Hoy puedo tomar la iniciativa en la cama cuando quiero, lo que en mi época era señal de ligereza y por lo tanto de rechazo. Hoy puedo experimentar otras formas y otras posiciones más allá de las comunes, sin el temor a la censura o a la recriminación. Hoy puedo incluso experimentar, sin arriesgarme a que me digan…y eso ¿con quien lo aprendiste?. Hoy puedo decir esto no me gusta, sin que él se moleste y deje de hablarme. El orgasmo no es un invitado reservado solo a él en nuestros encuentros, podemos hablarlo sin pena o limitación alguna…no hay necesidad de fingirlo, como muchas veces a muchas mujeres toca para no herir la susceptibilidad u hombría de su pareja. Hay valores que han sido sustituidos y que me estaba perdiendo. Experiencias de igualdad entre los géneros que permiten a la mujer ser factor principal y activo de una relación, y no ese ser pasivo habitante habitual y obligado del placer de su pareja.

-Te escucho muy actual…cosa que me complace
- No solo muy actual Licenciado…soy muy mujer. Di el paso por encima de prejuicios sociales y personales. Esos que a veces llamamos principios, no son sino alcabalas que nos impiden ser felices y dueños de nuestras vidas, actuaciones y destinos. Aunque debo confesarle, que aún me falta avanzar en esta determinación. Pues no siempre logro, aunque a veces diga que lo haga, zafarme de algunas de las consecuencias sociales y morales de ser libre. Cuando salimos de viaje y nos quedamos en un hotel, aunque no sea verdad, siento miradas acusadoras. Murmullos censuradores. Gestos perturbadores…aunque sé que muchos de ellos solo están en mi mente. Sobre todo porque no logro explicárselo a mi cuñada, a la familia de mi ex, a los hijos de mi pareja sin molestar sus creencias, sus convicciones… a las que además sé que tienen derecho y debo respetar.

- ¿Te vas a casar?
- Por ahora eso no está en mis planes y es parte de lo maravilloso de este nuevo encuentro. No hay otra retribución que el amor de cada día. Cero compromisos formales de contraprestación, más allá de lo que nos haga felices como personas y como parejas. No sabe cuánto entiendo y apoyo hoy a los jóvenes que han decidido vivir sus vidas sin tantas complicaciones. Sin muchas vedas. Pero también sin faltarse respeto. Sin prostituirse. Sin alivianar el camino sacrificando el pudor.

- Te noto muy clara y decidida… ¿por qué acudir a mí, entonces?
- Así es Licenciado. Pero acudo a usted porque deseo que lo cuente. Sé, me consta, que mucha gente lo lee, lo sigue, le cree. Y deseo que muchas que están en una situación similar a la mía pero que no se atreven a dar el paso definitivo, lo den. Que se vean en este espejo, de ignorar lo que beneficia el que dirán, y entonces complacer los sentimientos. Que no somos viejas hasta que nos sintamos como tales. Que no hay que tenerle miedo a la pasión, porque es intrínseca del ser humano. Que no hay que cerrar el capítulo de acceso a la intimidad, mientras haya alguien capaz de motivarlo hermosamente. Que nunca es tarde para reinventarnos, y que cada edad tiene su atractivo. Que no nos neguemos a vivir solo porque llegamos a la edad madura. Que la experiencia, va a remendar cualquier limitación cronológica. Que no hay nada mejor para sentir que estamos vivos, que una sentida pasión…esa, capaz de hacernos vivir una locura!

Andaba demasiado sola, quizás demasiada huérfana…y sin embargo llegó a entender que el amor es algo más que una palabra. Que unas edades. Que una formalidad social. Una hierba dura capaz de crecer, aún en ausencia del riego. Que no tiene temporada, ni de siembra...ni de cosecha. Que es una instancia donde, a pesar de las dificultades, de las ausencias, del pretendido olvido...siempre hay un lugar donde reconstruirse a la hora de las sobrevivencias. Logró desandar su vida, la de los demás. Descontó vivencia a los calendarios, recordó silencios, noches, convicciones, enseñanzas, logró esconder las miserias ajenas para que esa marca de sombras que la limitaba, se convirtiera en luz de luciérnagas y como ellas, naturalmente, le alumbraran los paréntesis a la obligación odiosa de una cotidianidad con valores ajenos. Por ello avanzó y dio un salto después del largo duelo, buscando su tranquilidad en esa compañía que en su paz logró acallar el ruido aquel de su piel…y donde hoy resuenan campanas, esperanzas e inciensos. Ahora, en la complicidad de su nueva libertad, decide volver a vivir, a sentir, a prodigarse. A dejar de vivir en y por la nada. A transitar el nuevo amanecer. A disfrutar de la regalada primavera. A sentir y sentirse, sin más compromiso que el de satisfacer el nuevo puerto, donde hoy anclan, definitivamente… un caudal provechoso de renovados sueños!
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