SOLO QUIERO DEJAR DE VIVIR ESCONDIDA

(Publicado en el Diario El Informador el 22.09.10)


Hay un retozo de la desesperanza, justo en el sitio de su amor paterno. Un continuo desbordarse de maremotos…allí, donde la ausencia de respuestas teje grises figuras de mortificaciones eternas. Tiene un retozo de la frustración, justo donde la consanguinidad se mezcla con la pena, la rabia, la impotencia, en ese reclamo del corazón que no puede explicar la razón, ni aún violentando la conciencia….el que produce un largo cansancio en ese saber que todos los suyos viven con una careta puesta y ella, ya adulta, y capaz de comprender las debilidades de la pasión que la razón no entiende, sin embargo debe continuar habitando ese espacio de caracolas que le han impuesto obligándola a disfrazarse de nácar para poder volver en paz, una y otra vez, a su mutismo de siempre. Su vida es una orgía de farsas, de confusas formalidades, de extraños vacíos, de afectos maltrechos, de lazos arrugados, de viejas callosidades que en esa relación informal -pero no extraña- en que se relaciona con su familia… subyacen en ese espacio donde nadie se atreve a enfrentar la verdad…aunque ella haya hecho todo el esfuerzo por tratar de conseguirlo. Siente que tiene una familia de segunda. Un padre a tiempo parcial –que privilegia su atención a una familia principal- con miedo a que ésta sepa de su existencia. Una madre que no termina de entender que ella creció, que es adulta, y que es capaz de comprender el gran amor que le hizo aceptar esa condición detrás de la formalidad, para defender –como defiende- lo que mucho quiere. Unas hermanas de quien ya sabe casi todo, una de ellas a quien conoce personalmente, pero que no se ha atrevido a revelarle sus nexos de sangre por temor a que el padre cumpla la amenaza de no verlas nunca más… si se descubre esa segunda familia. Ama a su papá, aunque esté convencida que solo puede tenerlo en horarios diurnos. Ama a su mamá, aunque no entiende que no le cuente y le haga parte de una decisión que tomó, y que ella está dispuesta a respetarle. Desea que su padre reconozca ante sus hermanas su existencia, para dejar de vivir esa vida de embustes que la aturde y que en esta época, no tiene sentido. Desea salir de ese manantial de mentiras en que se encuentra involuntariamente sumergida, haciéndole comparsa a una consecuencia del miedo. A esa inútil verbena de risas, que acompaña su secreto. Ese viejo antifaz que trata de cubrir las vergüenzas paternas ante su “primera” familia. El conocido ardor, la misma amargura…ésa que tiene 18 años marcando la voz, el paso, los ratos felices. La búsqueda de esa verdad que no llega…a pesar de tanto anunciarse. Por eso siente que llegó la hora de tomar las iniciativas…descubrir y descubrirse. Romper con ese arenal que encubre las vidas de su mejor afecto. Limpiar ese polvo y rearmarlo todo en su vida, con los restos. Celebrar una nueva oportunidad…respetando lo que cada quien quiera conservar de la que ya tiene…pero rompiendo de una vez por todas, con esa angustia de ser la hija única de una familia de segunda.

-Llega con una prima y una amiga…me dice que después mucho pensarlo tomó la decisión de contarme su historia. Le pido, entonces, que me la cuente
- Buen día Licenciado, después de mucho leer sus EN VOZ BAJA decidí visitarle para contarle mi problema, una angustia que vivo innecesariamente. En anteriores ocasiones traté de escribirle, de entrar en contacto con usted, pero mi falta de valor nunca me dejó, a pesar de las muchas ganas de hacerlo. Tengo 18 años, muy próxima a cumplir los 19, pero desde muy chica he tenido que sufrir por la doble vida que mi padre tiene. Él vive una vida de mentiras, siempre a escondidas… y yo, como consecuencia de ello, he tenido que sufrir al ver que lo tengo y no lo tengo. Que lo disfruto a tiempo parcial. Que no puedo disponer de él, si no en determinados momentos del día. Que por su bienestar, he tenido que vivir a escondidas en las diferentes redes sociales como twitter y facebook para que mis hermanas y su esposa nunca lleguen a encontrarme, nunca lleguen a saber que yo existo…que soy también su hija. Aunque debo decirle en honor a la verdad que él siempre ha estado monetariamente a mi lado, pero sentimentalmente, afectivamente, casi nunca lo he tenido. Las veces que necesite de su presencia muchas de ellas no pudo acompañarme, porque estaba en su casa con sus hijas, su esposa… pues yo, siempre he tenido que esperar. Han sido innumerables y desagradables situaciones por las que he tenido que pasar por él, por su miedo a que se sepa la verdad, nuestra verdad…fíjese que hasta tuve que hacerme pasar por otra persona para poder conocer a una de mis hermanas…son 18 años que he vivido a escondidas, creo que injustamente, por culpa de él y mi madre.

-¿Cómo es eso que te hiciste pasar por otra persona para conocer a una de tus hermanas?
- A través de una de las redes sociales, ubiqué a una hermana…mayor que yo, por cierto. Papá siempre me dijo que yo tenía unas hermanas, aunque nunca me dio detalles sobre ellas. Accedí a la red con un nombre supuesto, y me hice aceptar como amiga por una de ellas, hasta que establecimos un fluido contacto. La invité a que nos viéramos, a que nos conociéramos…y así lo hicimos. No sabe Licenciado lo impotente que me sentí de tener a mi hermana, a quien lleva mi misma sangre al lado, y no podérselo decir. Hablar con ella, con unas ganas enorme de abrazarla, y sin embargo tener que reprimirlo. Se me revolvió en segundos esa mezcla de alegría y rabia que llevo dentro, producto de esa escondedera que mis padres me han impuesto. No sabe cuánto quería intimar con ella, decirle quién era…pero más pudo la amenaza de no ver nunca más a mi padre si llegaba a hacerlo, que proporcionarme esa alegría de compartir con quien es mi familia y como yo, no tiene culpa de los errores o sentimientos de culpa de nuestros padres…mucho más, porque soy hija única. Hija única de una segunda familia.

- ¿La has seguido frecuentando?
- No, más bien ahora me le escondo…me ha invitado, incluso, a su casa. A la casa de mi papá y su esposa…imagínese!

- Pienso que era una buena oportunidad, que perdiste…
- Lo que pasa es que uno se habitúa también a esconderse. Sobre todo cuando salirse de “esa línea” tiene la amenaza de una sanción tan fuerte como es la de perder a tu padre…a sentir vergüenza, no por provenir de una unión informal como la de mis padres, unión que respeto y comprendo, si no porque han asumido –y me han condenado a mi a hacerlo- el que esa es una relación de segunda. Una relación pecaminosa. Algo que se debe tener escondido. …y van 24 años ya, tapándose la cara. Corriendo de los sitios donde “alguien pueda enterarse”. Teniendo a papá casi que en horario de oficina. No pudiendo ir a ninguna parte sin tener que salir como la Cenicienta, a las doce, porque papá después de esa hora debe volver donde su “primera” familia. Fíjese Licenciado que en días pasados, visitando las ferias de tintorero con papá y mamá, da la casualidad que nos encontramos de frente con una de mis hermanas, ella me miró, nos miró a todos y le preguntó a papá… "¿papi que haces aquí"? …y yo, entre asustada y feliz, pensé, ya…que bueno, por fin se acabó la farsa… papá me va a presentar como su hija a toda su familia, y se va a terminar esta angustia de tantos años…este temor cuando salimos…esta fiesta de antifaces que ha sido siempre mi vida…pero qué va….para mi sorpresa no fue así. Mamá, que cuida la tranquilidad de papá, que aceptó la vida de sobresaltos por amor… lo que hizo fue esconderse y esconderme, mientras mi papá le respondía a la pregunta de la “hija de primera”… ando con unos amigos hija, pero ya casi me voy!... Qué lástima Licenciado. Qué desilusión. Y déjeme decirle que dentro de mi corazón la rabia a veces se convierte en desazón. En pena ajena. En ese padecimiento propio de ser siempre la que tiene que sacrificarse. La que no puede decir muy duro de quién es hija…..no le vaya a complicar la vida a su papá….pero de la mía Licenciado, quién se ocupa?...¿quién ha hecho algo por saber cuánto daño me ha hecho el ser siempre la que recibe lo que de otras queda? ...el que papá siempre me oculte. Me niegue. Me ignore. El que mamá le siga el juego lesionando la autoestima más allá de los límites de la propia conveniencia. El que entre los dos me obliguen a sentir vergüenza de lo que soy, como si ser hija del amor fuera pecaminoso!

- ¿Has sentido muchas veces esa vergüenza injusta?
- Si…han sido muchas las veces en que la he sentido y he debido callar. Como cuando los regalos del colegio a los padres en su día. Los hacía con el mayor esmero para complacerlo…y aunque siempre se los entregué con el mismo gran amor que se los hice…él los dejaba guardados en cualquier parte de la casa, nunca se los llevó… como si no le diera importancia. Ese tener que soportar desde muy pequeña a los demás preguntar ¿por qué tu papi se va en las tardes de tu casa? ¿Por qué no duerme contigo? ¿Por qué él está en tu casa solo horario de oficina, y a veces ni viene.....? No es fácil para una niña responder cosas que ella cada noche se pregunta a sí misma sin obtener respuesta.

- Tu mamá ¿qué dice?
- Ella lo sigue. Lo protege. No quiere que se moleste y cumpla su advertencia de no volver a vernos nunca más. Como muchas veces ha anunciado hará.

- ¿Ella trabaja?
- No.

- ¿La mantiene tu padre?
- Sí, al igual que a mi

- ¿La quiere?
- Él me ha dicho siempre que sí. Dice incluso, que no quiere a su esposa. Que duermen en cuartos separados….pero también nos ha dicho que si su familia se llega a enterar de nuestra existencia, no vuelve nunca más a casa

- ¿Has hablado con él?
- Con mi papá no se puede hablar de ese tema en sana paz…con mamá tampoco. Se molestan y terminamos peleando. Y pensar que mi papá era mi héroe. Lo más grande que tenía en la vida, mi ejemplo a seguir…y él mismo se ha ido encargando de borrar esa imagen bella en que siempre lo tuve. Cuánto quisiera que se sinceraran él y mamá conmigo, que habláramos como personas adultas del tema. Sin ofuscarse. Tratando de entender la visión del otro. Acabar de una vez por todas con ese torneo de hipocresía…ese saberlo todo, fingiendo ante nosotros mismos que no lo sabemos.

- ¿Por qué me escribiste?
- Porque me gustaría no solo que me escuchara, pues –como ve- son muchas cosas que he vivido. A tal punto que a veces hasta siento algo de rencor hacia papá y son muchas las veces que finjo estar bien con él, pero la procesión va por dentro. Ya no se que hacer para recomponer esta tragedia que tanto daño nos ha hecho a todos como familia y a mi en particular, como persona. Cómo lograr regresar a la verdad y vivir bien, a la luz de todos…sin resentimientos. Por eso quiero hacer saber esto que estoy viviendo, lo que siento y que parece a nadie le importa. Lo que quiero gritar a ver si ellos me oyen. Desatar ese nudo que por tanto tiempo me ahoga. Darle un espacio a la familia, por encima de cualquier conveniencia coyuntural. Saber si en algún momento de mi vida, y no cuando sea ya muy tarde, puedo ser también una hija de primera. Una que se pueda mostrar con orgullo de padre a los demás. Pero sobre todo a quienes son y serán siempre sus propias hermanas. Que mamá entienda que soy mujer y que no hay intención de juzgamiento. Solo de aceptar los hechos que ya nadie puede cambiar…ni siquiera disimular con tanta mentira. Recomponer la familia en algún momento, aceptando la verdad de lo que somos. La decisión que ellos tomaron. Respetar mi derecho a ser una hija en toda la extensión de la palabra, y no a ratos solamente. E intentar que usted lo publique, y por ello estoy aquí con dos testigos de excepción: mi amiga más cercana y una prima muy querida, a ver si logro que mi papá al leerlo comprenda el daño que se hace y nos hace y termine de una vez por todas con esta farsa que tenemos como familia, y que lleva ya 24 años de ocultamiento. Pero sobre todo Licenciado, a ver si logro en algún momento… dejar de vivir a escondidas!

Ha comenzado a juntar las partes, aunque sin permiso de la vida. A tratar de recomponer en la carne lo que habita en la sangre… lo que el afecto en algún momento deberá reconocer. A buscar los pedazos esparcidos, y a tratar de armar de nuevo esa vida que el convencionalismo social, el miedo, la farsa… le desbarató desde su nacimiento, pero sobre todo cuando se hizo mujer y produjo la estampida de preguntas. Ha vuelto a buscar los naranjas, los violetas...algún color capaz de aplacar tanto gris experimentado. Tanto negro guardándole debido duelo a la verdad que yace en el sitio de su amor paterno. Tanta mentira en tan poco tiempo. El inicio del fin de ese injusto prólogo donde se ha quedado atorada, para ella, la vida. Tanto camino de inesperado acceso. Tanto puente con miedo a ser cruzado. Ha visto a su padre, ahora ajeno, perderse muchas veces en su otra familia…y la cicatriz de esa herida, sangrar cada vez que la oculta o la niega. Un rompecabezas de preguntas, armado desde la rabia de una accidentada confusión familiar…el desprecio de otros enterrando sus botas en esa lección recién aprendida de ser pero no poder decirlo. Siente que su vergüenza no es producto de la saña de otros…es propia. Muy particular. Es esa pena de saberse producto del amor, pero en su mismo nombre, tener que llorar la obligación de ocultarse. Ha sentido de cerca la niebla, el tul impuesto para que no lo vea todo. Un cambio de camino, sin que le haya dado tiempo a cruzar descalza sobre el conocido río. Hoy resiente de quienes consiguen una luz nueva, sin apagar las otras. De quienes abren ventanas nuevas, sin cerrar las suyas. De quienes se mintieron antes…se mienten hoy y pretenden mentirse siempre. Pero no siente rabia ajena…solo lástima de lo que no puede resolver, aún siendo posible. Siente que no hay ganas en la otra acera, pues muy a su pesar, papá y mamá no se han dado cuenta, o no han querido darse…que es en su jardín de hija, donde la brasa sigue ardiendo.

POR LA BUENAS O POR LAS MALAS....



En el camino le estropearon la vida, los valores, los principios, el género, lo que siempre había sido…el norte aquél que le obligaron a reconstruir una tarde, en medio de la más terrible de las sin razones. La gran pasión, el gran amor, concebido ahora –después de la borrasca- de otra manera…de una, que ni siquiera se hubiera imaginado. Anegado, dolorosamente, por todas las angustias cuando presentó su espalda como escudo, y solo logró que la lujuria y perversión de otros escribieran en ella las más negras y despiadadas historias. No hubo entonces, peor herida posible….el olor de la vergüenza, ahogó entonces la señal de cualquier cicatriz. El ruido de cualquier honor. El espacio de cualquier reciedumbre…No fue fácil asimilar la cotidiana laceración, la permanente ruina, el bullicioso demoler de lo defendido...todas las lanzas apuntaban al sitio donde en algún momento él había escrito coloquios a la esperanza abriendo fuego en medio del viento para apaciguar, de una vez y para siempre, todo lo que había sido hasta ese momento. Aprendió a convertir su dolor en una excusa del odio…en una celada para la ansiada venganza. En esa herramienta de la vida que sustituye al amor, cuando el dolor transita los lugares de los sueños, acabándolos...y es capaz de escribir miles de míseras historias cada día en lo mejor de los propios cuadernos. En medio del recio invierno, sus tulipanes perdieron el color, habían extraviado su aroma, estaban ajados en su tersura…pero nadie debía darse cuenta. Fue entonces cuando sintió que había sido domado por el abuso. Apresado por la agresión. Esclavizado por esa perversión que a la fuerza le habían impuesto. Fue cuando se colocó los zapatos al revés, y regresó –esta vez voluntariamente- a lo que fue su habitual castigo. A la misma inclemencia. Al sucio denominador de sus últimos días. Olvidando la familia. A esa conducta hormonal que él mismo no se explica, y en la que ya no quedan huellas, ni deseos, ni odios. Solo la represión de la rabia, en medio de un recién descubierto placer con el que –a pesar de las culpas íntimas- trata de borrar lo que para sí escribió como definición personal por tanto tiempo. En el camino donde le habían desandado la risa, consiguió una risa nueva, pero sin imaginarse cuán duro sería sobrellevarla consigo, sin caer en la depresión. Maquilló las nuevas debilidades, consecuencias de las viejas miserias...y sin entender los fantasmas que ahora le visitan, vive la pasión descubierta al borde de las alcantarillas. Para de vez en cuando a sumergirse en ella, y dejar al animal salir para que retoce…aún sabiendo que se hace daño y hace daño a todos los que le quieren por ello. Trata de explicarse el por qué de su cambio…pero teme contarlo a algún especialista, y mucho más a la familia, por evitar lo que estima será para ellos la más grande decepción. Ya no sabe quién es…piensa, que solo un pervertido instrumento del deseo

-Me ha enviado varios correos. Sin embargo, ha aplazado muchas veces las fechas fijadas para las entrevistas. Inquieto, se sienta esta vez y apenas se le oye cuando saluda…

- Perdóneme Licenciado, me dice, pero estoy un poco nervioso. Cuando le cuente va a inferir que soy muy poca cosa. Un desecho de hombre. Una vaina demasiado mala!

- No te castigues…cuéntame, que a lo mejor exageras esa autocrítica cruel que te haces

- No, no exagero…va a saltar de esa silla cuando le cuente mi historia. Debe ser lo peor que usted ha oído

- Bien, cuéntame y veamos…no suelo prejuzgar a nadie
- Hace muchos años, fui detenido por una pelea en una fiesta, donde herí a un vecino con un cuchillo…nada grave, pero él tenía conexiones muy importantes en los lados del poder. Me demandó, me acusó judicialmente, y me detuvieron por intento de homicidio. Tuve un poco más de un año preso, pero ese año cambió mi vida para siempre

- La cárcel, le digo, sobre todo en nuestro país traumatiza irreversiblemente a quien la sufre. Deja en él o en ella, marcas imborrables en su memoria, y en algunos… en su conducta
- Déjeme que le siga contando Licenciado. Me llevaron a Tocuyito. Allí la primera noche cuando entré escuché a algunos de los recursos sonar las rejas con algo metálico y gritar “llegó carne nueva”… “miren esa papita”. Me asusté mucho, por los cuentos que me habían echado…pero pensé que como “mi delito” no era de los peores, me encerrarían con otro tipo de gente. Pero no, estaba equivocado. Esa noche los mismos guardias, entiendo que por instrucciones del vecino a quien herí, me tiraron a los caimanes. Primero me quitaron el reloj. La ropa, los zapatos. Después me sometieron a la fuerza. Me violaron más de veinte reclusos…fue tan terrible el episodio, que me desmayé varias veces. Y cada vez que volvía en mí, había alguien saciando su aberración en mi cuerpo. Era una mezcla nauseabunda de fluidos, sangres y excretas. Pero a ninguno de ellos le importó. Eran como animales volcando en mí lo peor de los instintos. Lo más ruin de los deseos. La más cruel de las agresiones.

- ¿Nadie intervino en tu auxilio?
- No, ni siquiera los custodios que morbosamente disfrutaban de la escena. Solo cuando los reclusos se cansaron o se sintieron satisfechos, pararon. Yo ni siquiera me moví. Tan grande era el dolor físico que no podía moverme…pero mucho más grande el dolor moral que aspiraba a que me hubieran reventado por dentro para morirme después de eso. A la mañana siguiente como pude me lavé. Alguien me había mandado ayuda para ello. Ni siquiera pregunté. La acepté en medio de ese silencio que la vergüenza obligaba. No le miré a la cara. Como pude lavé la ropa interior que fue lo único que me dejaron, y así mojada y manchada…me la puse. Me consiguieron después un pantalón y una camisa…y aunque me negué al principio a aceptarla, terminé por hacerlo. Me senté en un rincón, y allí en el suelo me quedé dormido en medio de miles de sensaciones de las más funestas. Del odio al deseo de venganza. De la ilimitada vergüenza a saber qué pensaría mi esposa y mis hijos si se enterasen. De ese malestar físico insoportable, a saber si tendría el valor de quitarme la vida

- ¿En algún momento supiste quién te ayudó?…pues era como conseguir un amigo o un aliado en medio de ese dantesco escenario que vivías
- Claro que sí. La segunda noche me encomendé a mi Dios, después de hacerle cualquier clase de reproches por lo que me habían hecho, para que me protegiera. Me quedé en “el rincón” que había hecho “mi sitio”...esperando.

- ¿Pasó algo?
- No…me dormí esperando se repitiera lo peor, pero nadie esa noche se metió conmigo. No sabía si era porque ya me habían dado suficiente castigo….o porque no estaba en condiciones físicas de aguantar otra “redoblona” como alguno me dijo después. Al día siguiente, con más de 24 horas sin probar bocado, la misma persona que me ayudó con la ropa, se me acercó con un poco de café y un pedazo de pan. Aunque receloso, mucha hambre me atacaba, y lo acepté. Él se quedó conmigo allí mientras me tomaba el café y me comía el pan, en absoluto silencio. Antes de irse me dijo, El Morocho quiere hablar contigo a solas y eso te conviene. Voy a arreglarlo para que sea esta noche como a la media noche. Yo, receloso, sin embargo pensé que si tenía una conversación con uno de ellos a medianoche, tampoco iban a ir por mí en esa oportunidad y acepté. Total, peor no me iba a ir.

-¿Quién era El Morocho?

- Ya le explico, me dice. Resultó ser el Jefe de esos bichos. Esa noche se me acercó y me habló. Me contó de la vida en la cárcel y me recomendó “entender” y “aceptar por las buenas” esa realidad. Me ofreció protegerme como lo había hecho después del “ataque” de mis “compañeros” de reclusión. Le pregunté por qué no lo había hecho en el momento del ataque lo que me hubiese evitado tanta agresión. Se hizo el que no me había oído y continuó hablando. Me propuso hacerme “su pareja” mientras estuviera preso y gozar de muchos privilegios…y agregó: por las buenas o por las malas… tú decides!

- ¿Qué decidiste?
- Qué no!..Cómo iba a aceptar eso…prefería que me mataran. Entonces me dijo, no te van a matar. De todas maneras, porque me gustas mucho, te voy a dar una semana para que lo pienses y accedas, un buen tiempo además para que te recuperes. Mientras, alguien va a estar cerca, cuidándote….me agarró la cara, y se fue

- ¿Qué pasó luego?
- A los cuatro días, ya recuperado, sin que nadie se metiera conmigo…en la noche, en mi rincón de pronto me di cuenta que estaba solo. Todos se habían alejado. Me llené de miedo y decidí defenderme o morir esa noche, pero no permitiría otra humillación. Me venció el sueño, cuando sentí que me estaban amarrando. El Morocho estaba allí, y me violó…sin decirme nada. Satisfecho, se fue y me dejó amarrado hasta el otro día. Cuando me soltaron traté de ahorcarme con el pantalón, pero alguien avisó a los guardias y me sacaron para Enfermería…les imploré que me dejaran morir pero no me dejaron. Estando en Enfermería, El Morocho me visitó y me dijo, acéptalo…va a ser más fácil para todos. Como ves, tengo acceso a todos los rincones de esta vaina!. Traté de pegarle, quería matarlo, pero me agarraron y me sedaron. Cuando desperté estaba de nuevo tirado en el suelo, en el mismo rincón que había hecho mío. Ese fin de semana había visita, y mi esposa y mi hermano vendrían a visitarme. Solo pensaba en cómo verles la cara sin que se me notara toda la vergüenza que sentía. Temía que le contaran lo que me habían hecho. Me llene de impudicias y hable con el personaje que “me cuidaba” y le pedí que mi familia no se enterará de nada….y así fue. Mi mujer solo llegó a advertir ojeras y palidez en mi cara, lo que de una vez atribuyó a la condición de preso. Me habló de mis hijos y lloré. Lloré mucho. Por primera vez drené todo lo que me pasaba y que Elena y Juan mi hermano, atribuyeron al tema de los hijos.

- ¿Cómo pagaste el favor que pediste?

- Nadie me habló después de ello. Pero en la noche, después que me venció el sueño, me maniataron nuevamente y El Morocho me volvió a violar. Así pasó en muchas noches…incluso, al tiempo evitaba hacerme daño…casi que cariñoso le diría…y aquí viene lo más grave. Una noche cuando me poseía sexualmente, sentí placer. Un asqueroso placer. No sé si fue la costumbre, la soledad, el instinto, o la porquería que yo también llevaba dentro. Mi cuerpo respondió a los estímulos, mientras mi mente se oponía aunque ya se había resignado. No sé si él se dio cuenta, pero había cambiado. Imagínese Licenciado un macho machote de 35 años casado y con hijos, sintiendo placer con el autor de su violación y de su sistemático sometimiento…pensé que me había convertido en marica. O que era un mariposón enjaulado a quien El Morocho, le soltó el moño. Me sentí más perro que quienes me atacaron. Más despreciable que ellos, aunque a veces me consolaba diciéndome a mí mismo que era un recurso de la mente ante la agresión de la que había sido objeto. Pero no, porque me pasaron muchas cosas cuando me soltaron a los pocos meses de haberlo sentido y de haber consensuado la cópula de allí en adelante.

- ¿Cómo reaccionaste en tu casa?
- No quería verle la cara a mi esposa. Esa noche, incluso, ella esperaba un encuentro íntimo conmigo, pues se imaginaba que después de casi dos años sin pareja, yo llegaría desesperado a casa…pero no fue así. Le expliqué que lo que necesitaba era descansar después de tanto peo…ella me comprendió.

- Pero no iba a esperar para siempre por ti
- Y así fue. Al tercer día tuve intimidad con ella, pero no fue lo mismo. Yo había cambiado y ella lo sintió, aunque nunca pudiera imaginarse el por qué lo había hecho…pasaron las semanas y sentí necesidad de ver a El Morocho. Fui a la cárcel y allí tuvimos un encuentro íntimo…el último. Porque esta vez volví a sentir el mismo asco y la misma rabia que cuando me violaba. No reaccioné violentamente, pero casi que vomito cuando me tocó. Ahora Licenciado, no se qué hacer. Ya hace años que esto pasó y rehíce mi vida familiar. Pero, ¿debo contárselo a mi familia? ¿Soy un homosexual reprimido? ¿Una loca a todo meter que goza el sexo del mismo género si es con violencia? …vine a decirle mi historia con el ruego de que la publique. Porque nadie esta exento de pasar por donde pasé. Y para que me aconseje, pues la culpa, la pena, la lástima por lo que me convirtieron no me deja vida. Sobre todo porque ya no sé quién soy cuando alguien me rompe las formalidades.

- Creo que debes ponerte en las manos de un profesional para que te ayude a sobreponer el infierno en que vives y que, en mi modestísima opinión, obedece más a las circunstancias en que se dieron las actitudes y conductas, que a una definición de un cambio perverso de personalidad
- No sé, me dice. Quería drenarlo, y con usted lo he conseguido. No tiene idea de cuánto me censuro. Me he vuelto huraño, seco con mi mujer y mis hijos, retraído. Esperando que alguien me ayude, o que mi Dios me lleve para descansar definitivamente.

Cambió, definitivamente cambió. La ira, el odio, la venganza, la aberración enterrada en su piel inclementemente, lo hicieron aceptar otros puertos…ese anclaje consecuencia de las propias pesadillas. Ya no se siente ni luz, ni ventana, ni siquiera para los suyos. Solo ese timonel desviado recorriendo el mapa que perversiones ajenas le obligaron como guía, para una vez saciada la elemental pasión, dejar lesionado y sin reparación a lo que fue un irreverente crujir de sus huesos. Ellos lo obligaron a cambiar. A dudar de lo que era. A ser, incluso, lo que nunca quiso ser. Y el instinto entonces se repitió con saña en su carne, en su mente, en sus valores, sin límites, sin permanencia y sin respeto. Por ello siente que su vida la acabaron en otra parte, que dejó su huella en otro camino, pero que su rabia sigue alimentando el sitio de su vergüenza irreversiblemente. Ya no siente amor, ni siquiera por él, pero nadie debe enterarse. Solo su almohada, aquel nauseabundo rincón, su hombría violentada y aquella culpa de siempre resonando en sus pasos, la huella de todos los vientos. Porque ya no es el norte de sus pasos lo que le preocupa, ni siquiera el arrebato de lo mejor de su esfuerzo…solo ese camino suyo recorrido asquerosamente por otros, encharcando su vida, su familia y sus sueños.


NADIE ME ASUME COMO MUJER

(Publicado en el Diario El Informador el 08.09.10)


Hurga en su piel…y mira las cicatrices que dan cuenta de sus muchas madrugadas haciendo de la calle nido y angustia. Remueve los sueños y se tropieza con el mismo grito ahogado de muchos años. Imagina el amor…y hay lodo encharcando sus hojas de ruta. Hace muchos años se descubrió distinto a lo que sentía que era. Por eso cuando busca alguna señal en el espacio de su luz, siente que más se confunde. Ejerce, contra natura dicen algunos, el más conocido, censurado, socorrido y antiguo oficio del mundo. Deambula por las calles, buscando el sustento que –a cambio de su cuerpo- le permite una vida holgada. No se siente hombre. Pero no se opera porque sus clientes lo prefieren completo. En “su negocio” debe ser activo-pasivo casi siempre. Siente que antes, cuando estuvo en la 19 y ahora que ejerce en la Avenida Lara, el encanto es ser travesti y no transexual. A tal punto, que si uno saca la cuenta, dice, son más los travesti que las mujeres ejerciendo la profesión…además, asegura, los que tienen más clientes. Por ello, cuando mira atrás, cuando pretende devolverse de la vida que le ha tocado en suerte, siempre encuentra una vieja alcantarilla por donde rueden sus buenos deseos. La vieja pasión que carcome su vida y no le da descanso. La misma mano cavando su fosa...en la que cotidianamente va a ser enterrado demasiadas veces. Se refugia en la noche. Donde le acompaña solo el murmullo del quejoso viento. El lado oscuro de sus clientes, que aflora en medio de alguna cama alquilada por horas pero que les da la satisfacción que la propia les niega. Ese que muchos tienen, pero que siempre temen que alguien les descubra. El secreto de las impúdicas fantasías. La doble moral. Aunque sabe donde duele, muchas veces no puede evitar el sentirse lastimado después que el cliente se marcha. Se ha enamorado. Se han enamorado de él, o de ella, como quiere ser visto y como muchos lo ven cuando lo contratan. Pero nada por mucho tiempo. Esta condenado, o condenada, a los amores telegráficos. De esquelas cortas. De pocas palabras y casi ninguna explicación. De ser receptor de los secretos ajenos, pero de solo alquilar los propios para buscar en algún huésped amable, la calidez del afecto correspondido aún en medio de la vil prestación de un servicio. Hurga debajo de piel y hay una sensación de vidrios rotos que punzan sin pausa más allá del placer de la carne. Del revoltijo de pasiones. De las indefiniciones que crean sus angustias, pero alimentan el morbo de sus acompañantes. No se siente masculino. Tampoco una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre. Se siente femenina a tiempo completo. Dama afectiva, llena de testosteronas. Operada, mantiene un cuerpo que ya quisieran algunas mises, presume. Las hormonas y el bisturí, con el dinero aportado por el comercio de su ambigüedad sexual, le ha permitido ir moldeándolo con el detalle del artista. Pero no se ha operado, ni se va a operar, el sexo. Sigue siendo una mujer, aunque con genitales de hombre…pero solo, por complacer a sus clientes!

-Muy joven, de buen vestir, extrovertida, si no dice que no es mujer cuesta advertirlo….distinta a los estereotipos que sobre personas de su condición uno se ha creado, me visita después de algún correo y varias llamadas telefónicas a mi secretaria.
- ¿Cómo está Licenciado? Disculpe por las veces que me han citado y no he venido, pero no es fácil hablar sobre lo que uno es, o quiere ser…sobre todo, cuando esa condición es censurada agriamente por la sociedad. Cuando son muy pocos quienes la entienden, y que cuando lo hacen no dejan de mostrar alguna curiosidad perversa o crítica malsana oculta. Pero también porque uno asume lo que es en algún momento, y simplemente lo vive. Aunque pocas, muy pocas veces se enfrenta a una persona como usted para conversar y ser radiografiado sobre lo que uno es, en el nivel más racional del ser. Además, para ser mostrado y confrontado por la inmensa legión de sus lectores. Claro, y por eso estoy acá, con el respeto con que usted trata a sus entrevistados y con la lección de vida que ofrece cada vez que recibe a alguien para dialogar sobre su particular historia.

- Cuéntame, le pido…
- Naci varón, pero desde que tuve uso de razón me sentí mujer. Mi fuerza, mis ademanes y mi actitud, eran de niña. Fui siempre muy hembra y muy linda, afirma al recordar su vida en esos días. Si usted ve mis fotos de pequeña, jamás pensaría que era varón. Me narra su vida a través de una serie de episodios en donde es la niña diferente, la adolescente incomprendida, la heroína en peligro, la mujer guerrera que vence duros retos, la bella pícara que seduce a todos con su carisma e incomparable belleza, en fin una historia capaz de justificar lo que desea ser. . Cuando tenía 12 años, me dice, me harté del maltrato que me daba mi padre, entonces huí a Barquisimeto desde Chivacoa. Luego de verme en peligro a manos de un explotador sexual, pude escapar y devolverme para mi natal Yaracuy, donde mi padre me recibió indiferente y me siguió coaccionando severamente para que siguiera su ejemplo y "fuera un macho". Pero tan hembra me sentía, que ya me gustaban el maquillaje y los accesorios femeninos. Y quizás por el influjo de la mente y el deseo, sentía que mis curvas se iban acentuando. No podía ver a los hombres porque se me erizaba la piel. Yo ya sabía lo que quería y cómo lo quería. Ahí comencé mis primeros pasos de travesti, pero debió pasar mucho tiempo antes de que pudiera definitivamente asumirlo a tiempo completo y en público.

- ¿Cómo fue ese proceso de asumirte mujer, cuando en realidad eras hombre?
- En esa época en mi imaginación, en mi fantasía, en mi deseo, me llamaba Daniela. El nombre con que me identificaba dentro del mundo interior que edifiqué, por encima de la tragedia de ser diferente. Así, todo lo que tenía que vivir como mujer me fue llegando. Aunque sufrí cada etapa que pasé. Cada paso que di. Cada centímetro que avancé. El primer baile como “niña”, los aplausos en la presentación de danzas y hasta el primer novio, un compañerito del colegio, al que no pude seguir asistiendo por la cruel terquedad de mi padre, quien se negó a seguir apoyando a un "maricón".

- ¿Qué hiciste entonces?
- Con la pueblerina mentalidad de la sociedad donde vivía en mi contra, decidí venirme a Barquisimeto a vivir en la casa de unas tías. Allí conocí a un funcionario retirado, casado y padre de dos hijos, con quien sostuve un romance "muy puro", porque éramos como noviecitos de 15. En esa época era toda seriecita, recuerda. No trabajaba como Daniela, pero ya la llevaba dentro, asegura. Era, si puede decirse, un hombre muy femenino… de jeans muy ajustados y curvas muy pronunciadas, con un derriere de concurso, y unas lolas que comenzaban a crecer gracias a los tratamientos, que hicieron entrar en sospechas a las tías y a todo el mundo. Imagínese Licenciado, el cuerpo que tengo siempre lo he tenido. Me he cuidado mucho… refiriéndose a su silueta, a simple vista femenina, a la que hay que detallar minuciosamente si se quiere encontrar algún rastro de su original armazón masculina…

- ¿Cómo te llamabas en tu vida de varón?
- Créame Licenciado no quiero recordar mi nombre masculino porque la que sobrevivió fue Daniela, la que cumplió el sueño de ser "ella", un triunfo que celebro a cada instante

- Dime entonces, ¿cómo se desarrolló Daniela?
- Mi triunfo como Daniela comenzó a gestarse cuando ahorré algo de dinero y decidí venirme a Barquisimeto. Allí comenzó mi vida como una mujer completamente definida y arriesgada, porque no todo el mundo es apto para esto. Hay que tener cojones, me dice. Y mire lo que soy hoy, muchos años después de haberme bajado del destartalado autobús que me trajo desde Chivacoa para probar suerte y asumir sin pena ni limitaciones, mi identidad femenina. A los ocho días de mi llegada, ya había conseguido trabajo como masajista interna en un lugar próximo a la Avenida Vargas, un reservado en el segundo piso de un concurrido negocio. Ganaba desde 40 mil hasta 200 mil bolívares por jornada. Un señor de gran peso en la ciudad se convirtió, entonces, en mi benefactor. Luego trabajé en un sitio gay del centro de la ciudad. Aunque era muy concurrido, era de mala muerte… pero fue el sitio donde obtuve uno de mis mayores éxitos como Daniela, al ser elegida mientras estuve allí, como la chica más productiva del local.

- ¿Por qué entonces escogiste la calle si allí estabas tan bien?
- De allí pasé a otro bar, donde seguí siendo la estrella del espectáculo de imitadoras de Ana Gabriel, Rocío Durcal y otras divas favoritas del público asistente. Luego trabajé en un restaurante y más tarde retomé la vida `artística` donde un cliente borracho trató de agredirme con una botella porque me negué a irme con él y tuve que abandonarlo todo por el acoso de ese viejo verde de gran influencia en la ciudad. Comencé entonces el oficio de trabajadora sexual, en la carrera 19. Tuve que empezar de nuevo. Pero con la suerte de ser buscada por muchos y de producir el dinero suficiente para tener casa y carro propios. Con una clientela que está conformada por hombres pertenecientes a los estratos más altos de la ciudad.

- ¿Qué haces con ellos?
- Los acompaño. Los complazco. Luego de tantas noches, he podido sacar mis propias conclusiones acerca de las tendencias eróticas de cada uno de mis clientes de acuerdo con el poder adquisitivo y la clase social a la que pertenecen. Y mire Licenciado, me dice, la gente de los estratos más altos es la más perversa, enferma sexualmente y morbosa que he conocido en mi vida. Adora tener sexo con un travesti. Pienso que son gays escondidos. Que se excusan en mis formas de mujer para poder darle rienda suelta a debilidades que tienen. Creo que son más perversiones sexuales que fantasías. Porque después de estar conmigo, siempre me piden que acepte yo el rol de activo en la cópula. Y entonces, fuera el tapujo, fuera el clóset, que viva el amor, que viva la felicidad.

- ¿Te has enamorado?
- Sí. Pero hasta allí. Nadie quiere formar una familia con un travesti. Y aunque muchos me dicen que me quieren, les da pena mostrarse conmigo, aunque como ve…nadie pudiera a primera vista descubrirme como tal.

- ¿Te vas a operar para ser una mujer completa?
- Yo soy mujer las 24 horas del día... y de noche aún más, me dice, y no me realizo el cambio de sexo Licenciado, sencillamente porque ese es el gran secreto de los travestis para complacer a los hombres. Y mi oficio es complacerlos. Fíjese nada más, y trate de contestarse, el por qué la gran mayoría de trabajadores sexuales que usted ve en la noche son travestí… ¿por qué no son mujeres completas? Creo que no es un problema de bisexualidad porque yo que estoy en este mundo, no creo en eso. Hay homosexuales activos y homosexuales pasivos. Y alguno que otro, por presión social, disfrazado de heterosexual!

- ¿Eres feliz?
- Lo piensa…se le humedecen los ojos y me dice: no!...Nadie puede serlo fingiendo lo que no es…Licenciado. Y mire que me propuse no desmoronarme acá, si no transmitirle a usted el triunfo de mi voluntad sobre la naturaleza y sobre la presión social. Pero siento que estoy perdiendo. Vivo una confusión enorme. Nadie me quiere si no para satisfacer sus perversiones o sus fantasías especiales…pero ya me convencí, que nadie va a tratar de construir una familia conmigo. Así como estoy de buenota, con las lolas operadas, el derriere aumentado, las uñas postizas, las piernas lindas, depilada totalmente, nadie me asume como mujer plena. Ni siquiera los que comparten mi cama. A tal punto que al final, lo que buscan es ser poseídos por el hombre que tanto he tratado de sustituir. No voy a dejar de ser una trabajadora sexual. Mis amigas viven escondidas. Aunque ganamos bien, vivimos corriendo de la policía, de los malandros, sufriendo los excesos y agresiones de algunos clientes. Perdóneme Licenciado, pero no es verdad que la vida es tan fácil y tan linda como le conté al principio. Nadie nos quiere, nadie nos respeta. Todos abusan de nosotros. Incluso aquellos que dicen entendernos, lo que quieren es acostarse gratis con nosotras. Somos objetos del deseo, de la curiosidad o del desprecio. No mujeres. No hombres….y a veces no sé, si somos en concepto de todos siquiera personas.
Perdóneme Licenciado. Vine a hablarle de lo conseguido, a mostrarle mi éxito, a esperar que me leyeran mis compañeras y mis clientes para que supieran que soy feliz haciendo lo que hago…y míreme aquí, llorando por mis debilidades y fracasos.

-¿Por qué viniste?
- Por equivocada.

- Pero creo que en el fondo siempre has estado clara del precio que a veces hay que pagar para ser como quieres ser
- El mío es muy alto Licenciado. Quiero ser una mujer, pero ni quiera quienes me contratan como tal, aprecian que lo sea. Contándoselo en frío, para mi pesar, me he dado cuenta.

- ¿Qué vas a hacer?
- Nada. No me quiero devolver porque me siento mujer. Pero debo definir esta ambigüedad que aunque no quiera aceptarlo me hace daño.

Se marchó, quizás por o para sentir de nuevo el mismo ruido…la misma sensación de confusión...el viejo cascarón oscuro, que no aguanta más la eterna coartada. Regresar a lo que creía superado, que marca lo extenso de su cuidada piel. El mismo frío advirtiendo la noche. Los insomnios de siempre encendiendo las alarmas. El mismo sueño garabateando incomprensiones para transformarse cotidianamente en pesadillas. La misma censura lacerando los huesos, la repetida lesión después del amor o el sexo…una y otra noche. Pareciera obligada a encontrar el final de todos los caminos. El despertar de las fantasías. El refrescar el antiguo rosal arrugado por tanta vida vivida. Cuando racionalizó lo que consideraba sus logros, entonces descubrió que no había sorpresas…solo aquellas que inventó para apaciguar el camino. Ni siquiera afectos propios y duraderos, solo aquellos del interés. Los que reciprocaron compromisos temporales del comercio. No consiguió el pincel para despintar la vida que le tocó en suerte, a pesar de los borrones que logró efectuar. La realidad apareció sola, sin ayuda y como verdugo. La propia vida cobrándole en tristezas, las pocas alegrías conseguidas. No hubo entonces, ni mesas, ni cubiertos, ni manteles…el invierno fue servido en el sitio donde los pies dejan huella, aún sin quererlo. Por eso no queda el recuerdo de las almohadas, ni de los cuartos, ni de las sábanas…porque nunca fueron propios. Tan solo su las marcas en su cuerpo, cuando se erizó muchas veces en medio de un servicio prestado. El descubrimiento que la vida, es tan solo una excusa del odio…que usa al hombre como su mejor señuelo.



EN ALGÚN MOMENTO ENVIDIÉ TENER UN PADRE

(Publicado en el Diario El Informador el 01.09.10)


Un trazo. Una marca. Una cicatriz. El viejo dolor asomándose de nuevo en su orgía de soledades. La misma tiza que dibujó tulipanes, turpiales, cerezos, trastocada en fuego inclemente quemando los sitios donde su fantasía había escrito creíbles cuentos. La misma angustia… la de siempre, esta vez inundando el reiterado espacio donde el mismo clavo, la misma cruz, la misma azucena marchita, la conocida espina…enterraban la esperanza que alguna vez ella misma se prometió para el sitio de su amor paterno. No supo de él en sus primeras palabras. Estuvo ausente de sus primeros logros. No compartió nunca sus juegos. No la vio dar sus primeros pasos, ni decir sus primeras palabras. Él, simplemente se marchó… olvidando. Ella creció, llena de interrogantes. Su mamá le decía que era un bicho…nunca lo creyó del todo. Lo atribuyó siempre a una exageración producto de esa resaca después de la tormenta. A ese resentimiento, después de una separación. Por eso, un día lo buscó. Sin esperar nada de él, solo no morir sin haberle conocido. Sin haberle visto, aunque fuera por una vez, la cara. No quería, ni necesitaba, ayudas de ningún tipo…y a lo mejor ni siquiera afectos que nunca tuvo. Pero quería saber quién y cómo era…solo éso. Que dejara de ser una sombra. Un fantasma en sus sueños. La figura imaginada tantas veces que se escapaba de sus manos, sin que sus dedos se enteraran. Un sueño difícil de cumplir, asido a su departamento de esperanzas y fantasías. De él, alguna vieja foto. Una huella. Una sed. Un rincón desconocido, en su afecto. El mismo camino por donde se escaparon tantas veces sus vuelos, disfrazados de afecto paterno. La entrañable frustración, muchas veces vestida de resentimiento, donde los grises anunciaban toda la ira de esa orfandad consecuencia de un abandono. La curiosidad por saber quién y cómo es el hombre que la engendró…el que debió ser su padre, pero abandonó el compromiso. O lo hicieron abandonar, como muchas veces lo pensó, tratando de comprender. La sábana húmeda del sudor de muchas noches insomne, reviviendo lo que ella pensaba pudiera ser el encuentro. Aquel ambiente color cerezas que los unía por aquella raíz que, aunque abandonada, ella conservaba para siempre. La incertidumbre capaz de enloquecer a cualquiera. La conocida textura de lo desconocido, alimentando aventuras y encendiendo perdones. El malogrado néctar, con que ella piensa se malogró la razón, cuando prefirió cabalgar la noche que afrontar la hermosa consecuencia de sus instintos. Un trazo. Una marca. Una cicatriz. La vida misma escrita con la piel, a lo largo de lo mejor de sus veintidós años...pero sin él.

-Muy joven. Desenvuelta. Me ha escrito un par de correos. Me visita en mi oficina y me cuenta
- ¿Cómo está Licenciado? Le he escrito varias veces. Algunas saludándolo. Otras reconociéndole lo útil de sus escritos. La última, diciéndole que quería conversar con usted y contarle la historia de una amiga. Pues aquí estoy, aunque debo confesarle que la historia no es de una amiga. Es mía.

- Muchas veces, le digo, quienes han vivido situaciones incómodas, indignantes, cuando vienen a contármelas y mientras entran en confianza, se las atribuyen a algún conocido. Luego, terminan –la más de las veces- confiándome que son ellas las protagonistas. Así que no te preocupes.
- Nací de una madre maravillosa. Mujer de sólidos valores y de una reciedumbre poco particular. Una mujer que me levantó y se levantó, sentada a una máquina de coser. Haciendo vestidos, ruedos, arreglos, camisas, remiendos. Dedicada a mí, que soy su única hija. Sola. Sin más nadie en su afecto familiar más próximo. Con su ejemplo su ayuda, esa sapiencia innata que Dios le ha dado a las madres para que, incluso, puedan suplir a los padres cuando fuera necesario.

- ¿Y tu padre?
- No se me adelante, licenciado….que ya voy para allá. De él, poco supe. Embarazó a mamá, prometiéndole matrimonio. Casa. Un hogar. Lo típico de su tiempo. Pero, una vez que supo el estado de mamá, dejó la peluca. Nos abandonó y ya. No me conoció, ni hizo nunca nada por conocerme. Tampoco nunca más supo de mamá, aunque ella sigue viviendo en la misma casa de toda la vida. Simplemente se ausentó. Mamá me dice que se portó como un bicho. Que después que la enamoró y le pidió “una prueba de amor” tan frecuente, dice ella, en su tiempo -cuando un avispado quería acostarse con su novia-…la dejó sin despedirse. Sin siquiera discutir sobre la hija por nacer. Sin querer saber nada, a pesar del amor que decía tenerle. Mamá siempre se negó a hablar largo de él, más allá de las críticas y los duros calificativos que siempre le endilgó. A la medida que crecí, comencé a preguntar, pues en el colegio todos tenían papá, menos yo. En los actos, su puesto siempre quedaba vacío. El día del Padre, el dibujo que yo hacía, se lo entregaba a mamá…y aunque de verdad, ella lo llenaba todo, en algún momento me hizo falta papá. No que viviera conmigo. No que me diera nada, porque dentro de la sencillez y humildad que vivíamos siempre tuve todo lo que deseaba tener, pero me sentía como mutilada. Algo me faltaba. Y si bien nunca me acomplejé por ello…en algún momento, envidié tener un padre.

- ¿Qué hiciste al respecto?
- En primaria preguntar, pero sin respuestas que no fueran las eternas críticas de mi madre “al vagabundo ese que me preñó y nos dejó”. Ya adolescente, con más criterio, abordé a mamá…y cuando me repitió el estribillo, le dije…bien, te creo, pero ahora cuéntame solo cómo es. ¿Qué edad tiene?. ¿Qué hace?. ¿Supiste más de él?. ¿Sabe él de mí?. ¿Tiene familia?. ¿La conoces?. Alguna cosa que me diga sobre papá. Recuerda, le dije, que no solo es el hombre que te engañó o decepcionó…también es mi padre y ese vínculo lo puedo suspender, y hasta tratar de ignorar…pero nunca romper, le dije.

- ¿Cómo reaccionó?

- Siempre esquiva. Hasta que en algún momento me dijo: está bien, cualquier rato te cuento. Pasó el tiempo, e ingresé a la Universidad. De tanto insistir, mamá me contó que él era carpintero, vivía en Chivacoa con su familia, pues tenía esposa e hijos incluso antes de relacionarse con ella, aunque de esto se enteró después que se marchó…y entonces, me dio su nombre: Augusto. A partir de ese momento, decidí buscarlo por mi cuenta. Quería, necesitaba conocerlo. No me iba a morir, o se iba a morir él, sin que yo le viera la cara. Sin que yo supiera cómo es el ser que me engendró y que junto a mamá, me dio la vida.

-¿Qué hiciste?
- Un compañero de clases tenía familiares en Chivacoa y por allí comencé. Sin darle muchos datos sobre el por qué, le dije que buscaba al Sr. Augusto conocido carpintero, para un trabajo que necesitaba. Que seguramente siendo Chivacoa un pueblo pequeño, sus familiares a lo mejor lo conocerían. Buscamos, hablamos, pero fue inútil. No pude dar con él. Un par de años después, con la gestión más o menos olvidada en medio de tanto estudio, comencé a salir con un muchacho de Yaracuy, de quien me hice novia. Le dije que buscaba a un Señor Augusto, carpintero, para un trabajo. Me dijo que iba a hablar con su familia, porque a él, no le sonaba. Un día, me dice que una prima de él, estudia con los hijos del carpintero. Que a través de ella me iba a conseguir todos los datos para que yo entrara en contacto con él.

- ¿Qué pensaste entonces?
- Que era maravilloso, que estaba muy cerca de poder conocer a mi padre. Ya mamá me había mostrado unas fotos amarillentas donde ambos aparecían en un paseo por Sarare. Yo tenía en mi mente alguna imagen. El día que Raúl, mi novio, me consiguió el teléfono se me revolcó el corazón, Licenciado. Me puse la mar de feliz, y fue cuando le conté a mamá lo que había estado haciendo y lo que había logrado en torno a mi inquietud de conocer a mi padre. Al hasta entonces difícil Señor Augusto

- ¿Qué te dijo ella?

- Me pasó la mano por el pelo…me abrazó y me dijo: mi niña, sé que ésa es una inquietud que tienes hace mucho tiempo y que debes satisfacer. Solo pido a Dios que no sea peor el remedio que la enfermedad. Tú no necesitas nada. Has llegado hasta acá sola, sin otro esfuerzo que el tuyo propio. Si no se ocupó de ti pequeña…no creo que lo haga ahora. En todo caso es tu decisión y la respeto. Solo voy a pedirle a mi Dios, que ese encuentro sea para tu alegría… Le dije, no te preocupes, vieja. Ya estoy crecidita. Este año me gradúo de Ingeniero, y menos voy a necesitar a nadie. Tú lo llenas todo, pero entiéndeme, es una necesidad que creo debo satisfacer en algún momento….estoy contigo, me dijo. Siempre voy a estarlo.

- ¿Qué hiciste?
- Me llené de valor y lo llamé. Le dije, Buenas Señor Augusto ¿cómo está?...bien, me respondió ¿con quién hablo?...con María Fernanda…¿le suena?...No, no me suena, me ripostó. Yo soy la hija de Carmela, ¿se acuerda de ella?...se calló un rato, y me dijo ¿qué quieres?..Solo conocerlo y que me conozca. Nada más que eso. No quiero nada de usted, que no sea la oportunidad que nos veamos….déjame pensarlo y te aviso, respondió. Llámame en una semana. Cortó el teléfono, sin despedirse. Me imaginé que era la impresión, después de tantos años. Así se lo conté a mamá cuando me preguntó. Esta vez ella no me dijo nada, me escuchó en silencio. A la semana lo llamé. Hola Señor Augusto es María Fernanda, se acuerda de mí?...sí, me acuerdo. Pensé lo que me dijiste y está bien, vamos a vernos pero en Barquisimeto. Dime el sitio, que yo puedo disponer de una hora para ello. En mi interior saltaba de la alegría, y esa extraña emoción ante la incertidumbre… esa rara sensación frente al no saber lo que iba a pasar, justo con mi papá. Le dije, en Las Trinitarias en la Feria de las Comidas, el sábado a las 2:00 de la tarde, ¿le parece?...me parece, contestó. Y así quedamos.

- ¿Cómo fue el encuentro?
- Yo llegué primero. Cuando lo hice, me percaté que no le había dado ninguna seña sobre mí para que me ubicara. Ninguna pista. Entonces apelé a mi memoria, a esa foto tantas veces vista y manoseada para identificarlo. Aunque 20 años después, no podía saber cuánto había cambiado. Sin embargo cuando lo vi, de una vez lo identifiqué. No había cambiado mucho, salvo en el pelo medio canoso y algunos kilos de más. Lo vi y lo llamé…Sr. Augusto, le dije. En ese momento sentí, lo extraño que era él para mí…que se me hacía difícil llamarlo papá.

- ¿Cómo te saludó?
- Un saludo formal que, sin dudas, trató de ser amable sin llegar a lograrlo. Me iba a dar la mano, y me acerqué para besarle la mejilla. Se dejó, pero sin corresponder. Pensé…es muy pronto aún. Se sentó a mi lado y me dijo: bien aquí estoy, dime lo que quieres decirme. Yo, no sabía por dónde comenzar. Qué decir, que no me fuera a malinterpretar. Estaba medio turbada por las circunstancias, sin embargo me armé de valor… bien, en principio solo quería conocerlo. Verle el rostro. Poder recordar la cara de mi padre, y no a través de una vieja foto. Yo, no quiero nada. Todo lo tengo. Estoy a semanas de graduarme de Ingeniero. Mi madre, dentro de sus posibilidades, me ha dado una educación, una casa, y todo lo demás. Pero para mí era y es muy importante verlo en persona. Oírlo. Saber de usted. Quién es ese personaje difuso, que me tocó en suerte fuera mi padre y que vengo a conocer 22 años después de haber nacido. Guardó silencio un rato, me miró a los ojos y me dijo…en verdad que no sé qué quieres. Eres mi hija, pero yo tengo una familia. Una mujer, unos hijos a quien va a ser difícil explicarles que me encontré una hija de 22 años. Éso me traería muchos problemas. Además, has vivido todos estos años sin mí, así que no te hace falta. Vine, fundamentalmente, porque quiero decirte que te olvides de mí. Que sigas tu vida como hasta ahora. Con tu mamá. A mi el establecer alguna relación contigo, solo me traería problemas…y repito, bien, eres mi hija, pero no te siento como tal. Yo no te quiero. Y a estas alturas va a ser muy difícil que lo haga. Creo que lo mejor para los dos, es que cada quien siga su camino. Lo siento si te hiciste alguna expectativa, pero no voy a arriesgar lo que tengo por ti, a quien ni siquiera conozco. Así que, ya me viste…ahora, olvídate de mí.

- ¿Qué le dijiste, qué hiciste, cómo reaccionaste?
- No dije nada, Licenciado, porque no me dio tiempo. Terminó de hablar y allí mismo se levantó de la silla y se marchó. Tenía razón una vez más mi mamá, es un bicho. Pero fíjese, no lloré. Me aturdí, pero no lloré. A lo mejor tenía razón. Yo le quedaba grande como hija. Recordé una frase que alguien me dijo: “es más fácil tener hijos, que un padre que sepa serlo”. Valoré como nunca a mi madre. Y no entendí cómo se había relacionado con un personaje como ése. Pedí un café, y pensé. Padre no es el que engendra. No es quien resulta como tal de un accidente de placer. Padre, es otra cosa. Nada que ver con el señor con quien acababa de hablar. Me fui a casa, y le conté a mamá. Ella me abrazó y me dijo, qué bueno que la vida te permite ver las cosas por ti misma. Sí, le dije. Lo vi. Lo miré. Lo escuché…y menos mal que se marchó. Eso, me alegró por las dos.

Entonces ella, como las primeras criaturas de este Universo, se volvió tiempo, barro, viento. Y aquél jardín de cisnes que guardó por tanto tiempo con la esperanza de alguna vez regar, se transformó en ventisca de realidades. Y no hubo en ese recuerdo más voz que la del otoño, ni más música que la del invierno…ni más calidez, que la de esa mujer que de nuevo, sola, inundaba todo su camino. Y entonces él, se volvió tempestad, noche y pesadilla. Dolor, grito y herida. Y el mismo andén que la condujo a la vida, comenzó a señalar el camino de la suerte. Y en ese afecto, no hubo más norte que la nada, ni más excusas que la irresponsabilidad, ni más castigo que el olvido. Por ello se volvió ausencia, recuerdo y abandono. Ahora trata que no se vuelva odio, miedo o venganza. Y con esa misma reciedumbre de la que fue hecha por su madre para vivir en medio de las dificultades, se negó a continuar la esperanza. Ahora quiere gritar, para no ser ya, más nunca silencio. Ni siquiera desea borrar sus pasos…es esa huella, la que le permite saber, dónde queda el sitio que su padre…le negó por última vez!
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UN ATAQUE INCESTUOSO DESTRUYÓ MI VIDA

(Publicado en el Diario El Informador el 25.08.10)


Tiene un silencio escondido, una sonrisa distante…ese crujir de cenizas, ese deambular de azucenas, ese trajinar descalza que grita su irreverencia cada vez que hace muecas para entibiar su pasado. Hay un miedo perenne trepando las horas, una verdad inconclusa calando los huesos…el mismo temor de niña, anidado en el sitio de la esperanza. Es el mismo tiempo y la misma mortificante brisa. El mismo rincón, la conocida evasión…el alcohol como excusa y conveniencia. Hay también una emoción, un frío, el viejo huracán revolviendo los días. Un anaquel de pasados, un corral de fracasos…y un futuro dependiendo siempre de las mismas tristezas. Ha conocido todas las perversiones. Desde una relación incestuosa a la que fuera obligada desde muy niña, pasando por traficar y consumir drogas, y pertenecer a una banda de delincuentes especialista en “arrebatones” a señoras, al salir de los bancos…a un alcoholismo que sufre y que, en una etapa de regeneración emprendida, trata de vencer para comenzar a los 50 años…un nuevo ciclo de vida. Una disfunción sexual producto de la violación incestuosa le hizo simular un placer que nunca sintió, cuando quiso formar pareja. Detenida en muchas oportunidades, hoy es la única que sobrevive de aquella banda a la que perteneció y en la que se jugó la vida tantas veces. Le queda de ello la emoción sin sentido, el habitual sobresalto, la energía derrochada inútilmente… corriendo por su pensamiento. Esa necesidad de enviar al recuerdo aquellas ganas de partir sin saber si regresaba, de arrollar, de sembrar en cada poro una aventura, de escrutar en los veranos, de saciar la sed, de abolir las censuras…de vivir como vivió…sin límites, ni marcos, ni ley, ni familia, ni referencias. Sin embargo, cuando arriba a su medio siglo, cuando la serenidad de la vida comienza a mostrarle peajes afectuosos en la cara de sus nietos, se dispone a acariciar el ambiente de la renuncia. Dejar atrás para la anécdota y el vil recuerdo, esa vida suya que fuera siempre un incontrolable coloquio con la locura. Su cielo siempre nublado. Sus días sin mañanas que aguardar. El aguardiente. La droga. Las armas. Los confinamientos. La prisión. Hacer un esfuerzo para comenzar una nueva vida de manos de sus hijos y nietos que hoy le tienden una mano, en esa necesidad de levantarse que descubrió después de la última trasgresión alcohólica, cuando una gran laguna mental terminó por asustarla y hacerle entender que había llegado la hora de buscar amaneceres. Que de tanto tentar a las tinieblas, podía quedarse allí para siempre. Responsabiliza a su madre de mucho de lo que le ha pasado. A su hermano, el agresor incestuoso que casi acabó con su vida…pero que, al igual que a otros, ha perdonado. Hoy, solo tiene una oración de fe controvirtiendo con sus tristezas. Una vocación de luz que comienza a iluminarle el camino. La ayuda oportuna llegada en la sede de la Iglesia Sagrada Familia, de la mano de la Lic Myriam Torres y la fortaleza de muchas mujeres que, como ella, han sido abusadas en su trajinar por la vida. El necesario salvoconducto, para salir de una vez por todas…del mundo de las sombras.

-Tiene la serenidad de quien lo ha visto todo. Esa claridad que da estar más allá de cualquier frontera o límite. La fortaleza de venir de regreso de todos los peligros, para rehacer su vida en medio del amor –recientemente celebrado- de los suyos
- Me inquietó mucho, me dice, el título que publicó El Informador en días pasados sobre el aumento del consumo de drogas en el adolescente, simultáneamente a la noticia que usted regresaba con su espacio EN VOZ BAJA. Pensé que esa era una oportunidad de dar a conocer lo que se realiza en un grupo de autoayuda al que pertenezco, a través de mi propio testimonio de vida, dándome cabida en sus entrevistas donde reflexiona sobre realidades, tragedias del ser humano, en la que a veces no nos detenemos cuánto deberíamos. Soy alcohólica, drogadicta, codependiente en recuperación. A la edad de 5 – 6 años sufrí de un incesto por parte de un hermano. Cuando traté de contárselo a mi madre, no me creyó. Es más, me dijo que estaba loca. Ello se grabó en mi mente. No solo el ataque, si no que mi madre no me creyera. Allí comenzó el cambio de mi vida. No hubo apoyo familiar para evitar cosas peores que después sucedieron.

- ¿Cómo cuáles?
- El abuso incestuoso se repitió estando yo más grandecita. Lo que me seguía marcando cruelmente. Comencé a tornarme muy rebelde. A los 12 años me fui de la casa, cuando mi padrastro también quiso abusar de mí. En esa oportunidad también se lo conté a mamá, y tampoco me creyó. Es más, hubo un momento en que ambos se pusieron de acuerdo y me internaron en uno de esos albergues del Consejo Venezolano del Niño, que existían en ese tiempo. Al salir de allí, comenzó mi carrera delictiva. Me convertí en habitante de la calle, moradora de la noche, perseguida de la policía, en peligrosa adicta. Decepcionada, dolida, porque nadie me creía. Si nadie lo hacía en mi propia casa... ¿qué podía esperar entonces de los demás? Comencé a andar en el mundo de las drogas y el alcohol. Eran mis compañeros de infortunio, quienes calmaban mi dolor. Era una especie de anestesia. Hoy, reflexiono y pienso, cómo a veces los padres fallamos y empujamos a nuestros hijos a este mundo, al no prestarles atención, y negarles amor y comprensión. Y que al sentirse solos, como yo, nos refugiamos en compañeros que no siempre son lo mejor y más aconsejables. Quienes pueden involucrarlos en hechos delictivos como a mí.

- ¿Todos los males tuyos comienzan con el ataque incestuoso?
- Si. He aprendido que el incesto genera en la persona abusada muchos problemas. Tanto en la parte física, como en la psicológica, la sexual, la emocional. Yo, he sido dañada en todas y para siempre. A tal punto que de allí se degeneró una carrera delictiva con 23 entradas a la policía, una prisión y dos intentos de suicidio. Me casé a los 16 años con una persona mayor, solo para ayudarlo a que saliera de la cárcel. Yo andaba en la calle. Tuve que amenazar a mamá para que me diera el permiso para casarme, que en esa época era requisito indispensable. Cuando él me molestó, sabiendo que tenía antecedentes, lo denuncié por la entonces Ley de Vagos y Maleantes y se lo llevaron. Entonces volví a la calle. Donde hice llave con otros, alcohólicos y desahuciados socialmente como yo, quienes me mostraron la posibilidad de ganar dinero fácil. De vivir aventuras. De jugárselo todo en cada oportunidad. De salir resteados y sin miedo a morir si a uno le tocaba. De ser más hábil que la policía. De no permitir ser atrapados. De trasgredir la ley como cosa habitual

- ¿Cómo comenzó la carrera delictiva…cómo fue la primera vez?
- La primera vez, le robé una cartera a una mujer. Estaba un poco nerviosa. Pero en el momento en que lo hice, estaba segura. Solo una vez atraqué, fue en la zona industrial, era especialista en “arrebatones”. También campaneaba. Esperaba los días de pago que las mujeres salieran de los bancos y les arrebataba las carteras. Sobre todo a las profesoras que 15 y 30 tenían efectivo en sus carteras.

- ¿Cuándo y por qué te hicieron presa la primera vez?
- “Caí” con 3 kilos de marihuana y 3.000 pastillas de mandrax (N. de R.: El Mandrax es una droga sintética de bajo precio).

- ¿Consumías?
- Me drogaba. Traficaba y consumía. Cuando me vi muy mal, necesité ayuda y la busqué. Pero todos me rechazaban. Pensaban que no tenía cura. Incluso Pastores de Iglesias que dicen ser representantes de Dios, y que se jactan de ayudar a los demás, no me quisieron ayudar. Me decían que era un caso perdido. Nunca quisieron tenderme una mano. Darme cobijo. Oírme. Ofrecerme alguna palabra de aliento, algún consejo. Quizás hasta una reprimenda que me sacudiera y me hiciera reflexionar. Pero no, ni siquiera me atendían. Imagínese como podía yo salir de esos sitios. Me sentía rechazada, con mucha rabia, sin ganas de seguir luchando, sin apoyo. Eso me llevaba a consumir más y más. Camino a la autodestrucción. Hoy sé que es en estos casos donde precisamente debe entrar en auxilio la familia. Debe intervenir con comprensión, apoyo, perseverancia, amor. Debo decir que recibí el apoyo de unas personas ajenas que me ayudaron hasta lo último. Ellos trataron de incorporar a mi familia en mi recuperación, pero les cerraron las puertas. Ni siquiera los oyeron. Parecía que yo había muerto para ellos, o tenían cosas más importantes en que invertir su tiempo. Me negaron lo que no se le niega a nadie, una mano. En casos como el mío sin el apoyo de la familia es muy difícil recuperarse. La que me tocó en suerte no estuvo nunca dispuesta. Me dejaron sola demasiadas veces. Pero aún así seguí en mi lucha por mi recuperación. Caía, me levantaba. Otra recaída y me volvía a levantar. En medio del derrumbe, siempre había algún momento de lucidez que me exigía la rectificación. El no dejarme morir. El salir del abandono. El luchar con la poquita fuerza que me quedaba para sobreponerme.

- ¿Tienes hijos?
- Tengo tres hijas, dos de ellas profesionales. Son hoy día el centro de mi vida.

- ¿Saben de tu vida pasada?
- Si. Mis hijas me apoyan y asisten conmigo a las terapias. Tengo su respaldo y el de sus maridos. Me cuidan. Me ayudan. Me dan ese amor del que había carecido por tanto tiempo. Son el mejor regalo de Dios. Actualmente estoy en tratamiento de desintoxicación. Ayuda que es fundamental, porque sola no se puede.

- ¿Has vuelto a ver a tu hermano?
- Si. Hace tiempo ya, que lo perdoné en mí adentro. Quién sabe si él está peor que yo. Estoy a punto de conversar con él. En algún momento lo hago.

- ¿Y tu madre?
- Tengo muy poca relación con ella. Aunque también he decidido que en algún momento la voy a abordar. Que en alguna oportunidad voy a conversar con ella. Y va a ser pronto, porque me enteré que le comenzó un Alzheimer.

- ¿Cómo fue tu relación en pareja?
- No fue buena. Mucho menos la ideal que una mujer espera y sueña. Después que uno sufre un ataque como el que yo viví, es como si sufriese una mutilación. Hay temores, desconfianzas, ascos, rechazos, imposibles de manejar oportunamente. Por más que uno trate de olvidar, cada vez que tu pareja se te acerca, no dejas de revivir el momento de la violación. La estridencia del abuso. La sacudida de la pesadilla. Entonces una está con su pareja solo por complacerlo. Fingiendo placeres. Para cumplir con los deberes conyugales. Para tratar, incluso, de ver si una puede sobreponerse a la herida. Pero una ha sido convertida en un disfuncional sexual, sin posibilidades de cura. Y más temprano que tarde, el hombre lo descubre…y hasta allí, llega todo.

- ¿De qué vives?
- Hago de todo, incluso pintaba casas. Pero en una de esas consecuencias del alcoholismo me caí de un segundo piso, y me lesioné seriamente la espalda. Lo que me impide hacer algunas tareas de las que hacía para producir el dinero lícitamente. Hoy, me ayudan mis hijas. Aunque me ha costado mucho aceptar que mis ellas me mantengan.

- ¿Tus compañeros de fechorías?
- Casi todos muertos. Los que quedan vivos están muy viejos, aunque no han abandonado las malas mañas. Es muy difícil después de una carrera delinquiendo, salir de allí. Entre la presión de la policía y la de los viejos compañeros que te buscan proponiéndote, casi obligándote, a seguir con ellos…resulta difícil desprenderse del ilegal oficio.

- ¿Cómo comenzó el camino de tu regeneración?
- Un día recibí una llamada para realizar un taller con la Lic. Myriam Torres…lo realicé. Allí creo que encontré lo que faltaba: conocerme a mi misma, valorarme, amarme, levantar esa autoestima que la tenía por el subsuelo y sobre todo levantar, valorizar, amar a esa niña que todos llevamos dentro. La mía estaba completamente negada. Me ha costado mucho fortalecerla por tantas carencias que he pasado, pero ahora las cosas son distintas, gracias a Dios.

- Cuéntame sobre esa experiencia..
- Este es un grupo de auto ayuda que se reúne todos los martes en la Iglesia Sagrada Familia, ubicada en la carrera 27 entre calles 16 y 17 de 9:00 AM a 12:00 M con la Lic. Myriam Torres, con la única finalidad de compartir y romper el silencio en cuanto a nuestros problemas más íntimos, traumas de nuestra infancia o adultez. Hay mucha mujer maltratada, violada física, moral, sexual y emocionalmente, pero esto no se lleva a la luz pública por temor, miedo, vergüenza o alguna amenaza del victimario. Así cargamos con ese dolor en nuestras vidas lo que nos mutila en muchos aspectos de nuestra existencia. En este grupo nos ayudamos mutuamente, en la búsqueda de una mayor calidad de vida. Ideal para muchas de las entrevistadas por usted EN VOZ BAJA. Yo llegué a este grupo, primero porque Dios lo permitió, y luego porque estuve dispuesta a hacer lo que fuese ya que me vida estaba llegando al final gracias a la droga y el alcoholismo.

- ¿Cómo te sientes ahora?
- Muy bien…demasiado bien. Al punto que hace apenas semanas cumplí 50 años y los celebré con la mayor alegría. Mis hijas me preguntaban, por qué de tanta euforia si me estaba poniendo más vieja…le contesté. Estoy demasiado contenta. No saben lo que significa para mí este cumpleaños que como novedad, celebro…hoy, más que añadirme un año, estoy celebrando el comenzar a vivir mi nueva vida.

Comienza a transitar el resto del camino. A recorrer la parte aquella de la emoción que, a sus 50 años, le es desconocida. Está allí, en la antesala de la razón, donde comienzan nuevos sueños ya sin miedo a inundar el espacio donde por tanto tiempo moró un desagradable frío. Comienza a despintar la rabia. A buscar un lugar para su nueva biblioteca de comprensiones. Incluso, su miedo hoy, tiene visos de tolerancia. Deshabitó ese calor de infierno que la abrasaba, y en medio de esa tenue brisa que hoy siente y que alegra su cara, convoca a la alegría, herramienta de la felicidad, para desde allí mostrar a otros lo que fue su aprendizaje y que ella quiere convertir en enseñanza. Hoy le falta menos por vivir, pero le han florecido los tulipanes. Ya tiene razones de sobra para justificar su existencia. Ahora tiene mucho que ver. Mucho más que sentir. Más que disfrutar. La suma de fracasos y logros, a la vera de sus siembras crecidas, testimonian su verdad…el que a medio siglo de la partida le permite, por fin, despertar de la larga pesadilla.