Ella nunca nos dio la cara

(Publicado en el Diario El Informador el 25.03.09)

Ella nunca nos dio la cara

Lic. Víctor M. Barranco C.

Necesitan aturdirse. Dejar de sentir adentro ese ruido infernal que les ha sembrado la mudez oficial. No escuchar la irresponsabilidad impune de los otros anidada en lo más crítico de cualquier conciencia ética. Necesitan engañar al raciocinio. Esperar sea redimida la culpa. Buscar en las sombras, esa especie de argumento que explique –aunque no justifique nunca- como se puede sembrar el dolor en el mañana de los demás…y no pasa nada. Ni siquiera una explicación. Por eso quieren regresar. Volver. A ese día de solo meses atrás. Cuando su niño vivía. Cuando no habían atendido, todavía, la invitación pública a operaciones “sencillas, sin riesgos” de hernia umbilical a menores que una Fundación oficial ofrecía. En ese sitio donde descubrieron su desnudez ciudadana. Su desprotección oficial. Pero también cómo, a consecuencia de algún presunto error… su bebé murió, sin que nadie les explicara…o simplemente les diera la cara. En un tráiler, justo frente a la Catedral, guardias manipulaban a los operados. Niños todos, intervenidos sin descanso. Entregados a sus padres sin que hubieran despertado completamente de la anestesia, por quienes no son enfermeros...solo funcionarios con radio y cargo. Por eso hoy, en medio de ese llanto que lo ahoga a él y a su pareja, necesitan detener las mentiras, las ausencias, las omisiones. Dejar de sentir esa campanada necia que en su interior los señala y que, como pesadilla, suele despertarlos cada noche. La Doctora que operó, nunca les dio la cara. Nunca preguntó. Nunca apareció. Y cuando lo hizo, fue en la instancia jurisdiccional, pero –dicen ellos- para mentir…. Solo para con la falsedad tratar de justificar lo injustificable. Tres años y el mundo por delante. Todos los exámenes dan cuenta de la vitalidad y salud del niño. Ese niño que partió por una infección devenida en peritonitis que, o no advirtieron en la operación –lo que los pudiera hacer sujetos de negligencia- o podría haber provocado algún proceso infeccioso derivado de la misma, con igual consecuencia. Hoy quieren ir a escrutar en ese extraño silencio. Allí, donde por alguna causa a su hijo, a su pareja y a él, le descosieron la esperanza. En esa instancia de la vida, donde el dolor tiene coloquio repugnante con la tristeza. Ahora, solo quiere una explicación. La verdad…si se atreven. Eso que llaman justicia y que ellos no terminan de percibir, de conocer, de poder testimoniar que existe. Dejar de caminar por el sitio donde todo concluye. En el cual su hijo no debiera estar. Algo que, si bien no calmará ni el llanto, ni el dolor, ni esa presión en el pecho que ahoga…al menos les dará alguna luz sobre lo sucedido. Por eso, en medio de la pérdida inesperada e inexplicable de su hijo sano, de apenas tres años, solo aspiran que algo nuevo pueda –de ahora en adelante- justificar su existencia…y la de la justicia.

- Me visitan en mi oficina, después de escribirme. Samuel y Melissa son dos jóvenes que perdieron a su pequeño hijo inexplicablemente. Su único hijo. Destrozados, no encuentran ni siquiera quién les explique qué pasó. Alguna presunta negligencia, suponen, los ha hecho reos de un dolor que ahoga. Cautivos de una tristeza innecesaria. Padres de un hijo en mala hora muerto. Testigos obligados de la injusticia humana. Condenados de por vida a la misma pesadilla. Cuéntenme…les pido
- Toma la palabra él y me dice: Mi hijo venía padeciendo de una hernia umbilical. Nada molesta. Una hernia que era imperceptible en su salud. Que se la queríamos operar solo por su apariencia. Vimos un operativo de una Fundación Municipal que se iba a desarrollar en un tráiler-clínica ubicado frente a la Catedral y, en atención a que no revestía ningún tipo de riesgo, acudimos allí a intervenirlo quirúrgicamente y corregirle el problema que nuestro niño de casi tres años tenía. Lo operaron el viernes 30 de Enero. Como a las tres horas de la operación, nos lo entregaron. Eran cerca de las 10:30 de la mañana y no se había despertado por completo. Es más, nunca llegó a hacerlo.

- ¿No esperaron los médicos a que se recuperara completamente de la anestesia para entregártelo?
- Eso me pregunta todo el mundo. Incluso los médicos amigos me han dicho que el médico interventor y el propio anestesiólogo cuidan del paciente hasta que esté completamente despierto. Christian, nuestro niño, estaba muy débil. Se quejaba…aunque nunca lloró. Al día siguiente, llamé a la institución y me dijeron que eso era normal. Que eran consecuencias naturales de la intervención a que había sido sometido. Sin embargo, como lo noté tan mal, lo tomé en brazos y me lo llevé al Seguro. En el camino se desmayó y vomitó. Solo pedía agua. Se quejaba pero no lloraba. Me abrazaba fuerte, como aferrándose a la vida. Y yo impotente, sin saber qué pasaba, allí con él…viviendo sus últimos minutos sin saberlo. Impotente. Sintiendo que el mundo se me acababa. …Cuando llegamos, los médicos que lo recibieron nos dijeron que no tenía signos vitales. Mi niño, había muerto!

- ¿Qué les dijeron los médicos que lo recibieron?
- Ellos y un pediatra nos dijeron que no fue un problema de anestesia. Que fue una peritonitis.

- ¿Creen ustedes que hubo negligencia?
- Todo hace presumir que sí. Nos dicen que seguramente no se dieron cuenta de la peritonitis y prosperó una infección severa…o la infección fue consecuencia de alguna contaminación quirúrgica. En todo caso, los hechos hacen presumir que con algo de atención, no tendría por qué haberse presentado ese cuadro. Un médico del que no puedo revelar el nombre nos dijo: “si es una peritonitis, ésa es su responsabilidad”

- ¿Hablaron con la médico que la operó?
- No. Ella no nos ha querido dar la cara. No nos atiende el teléfono, ni ha salido las veces que hemos tratado de verla para que nos explicara. Nos peguntamos el por qué de esa actitud…y de verdad que quien no la debe, no la teme.

- ¿Los está evadiendo?
- Seguro. No cree usted que si alguien no tiene nada que ver en un caso tan grave, sale, nos da la cara, nos explica, nos reconforta, nos consuela. No se esconde. Ese comportamiento no es ni ético, ni humano. Es más, cuando la llamaron a declarar, mintió según me han dicho. Ella y que declaró, cuando la llamaron del Ministerio Público, que la madre le había dado una comida y eso había consecuenciado el estado de éste. Qué comida, Licenciado. Si lo único que pedía nuestro niño, muriéndose sin atención, era agua. Ni siquiera lloraba el angelito. No tenía fuerzas. Solo se quejaba…y ella, que debía estar pendiente ni siquiera nos dio la cara. Saque sus conclusiones Licenciado, y verá que, seguro, coincide con las nuestras.

- ¿Denunciaron el caso?
- El caso está en el Ministerio Público. Lo tiene la Fiscal Alejandra Oliveros que es garantía de que las cosas van a salir bien. Nos ha tratado humana y profesionalmente de manera excelente. Su actitud nos conforta en medio de este gran dolor.

-¿Qué dice la autopsia?
- Estamos esperando por los resultados de una más exhaustiva que se le realizó. Pues el muere un sábado y se lo llevan al Hospital, pero no había Patólogo. Como a las diez de la mañana comenzó una protesta por parte de familiares que esperaban porque les entregaran a los suyos…había muchos cadáveres esperando ser autopsiados. Fue el domingo al mediodía cuando apareció un Patólogo que ya está jubilado, pero que decidió hacernos el favor de asumir él la autopsia de todos.

- ¿Era su único hijo?
- Si. Nuestro único hijo. Fíjese Licenciado que yo había tomado el turno de trabajo de la mañana y Melissa estudiaba en la tarde para que ese niño nunca se quedara solo. Es más, había congelado el semestre para acompañarlo en la operación y después de ella atenderlo. Además nuestros padres estaban también siempre con él. Era la bendición de nuestra familia. Los abuelos, están destrozados. Mírelo lleno de vida –me muestra la foto del niño en su teléfono celular- , vea los reportes médicos que dejan constancia del excelente estado de salud en que se encontraba al momento de una operación electiva, no de una emergencia. Y de las que siempre nos aseguraron que no había ningún tipo de riesgo.

- ¿Piensan tener otro hijo?
- No creo, me dice de una vez Melisa

- ¿Qué edad tienen, les preguntó?
- Melisa 21 y yo 23, me dice Samuel

- ¿Qué sienten?
- Rabia…y una gran tristeza me señala ella, ahogada por el llanto. Es un inmenso dolor. Es una cosa que no se puede describir.

- ¿Qué desean?
- Saber la verdad. Saber ciertamente qué pasó, así ello agrande más nuestro dolor. Es que esta tristeza, más la incertidumbre, ese silencio de la doctora…nos va a volver locos.

- ¿Ni siquiera antes de la operación, hablaron ustedes con ella?
- No. Nos dijeron que había estado en la morgue mientras mi niño esperaba por la autopsia…pero no llegamos a verla, ni ella buscó hablar con nosotros. Siempre nos ha evadido.

- ¿Tu familia?
- Somos una familia muy unida. Y Christian era un poco el centro de ella. Un niño muy inteligente Licenciado. Muy vivo. Muy cariñoso. Un niño que era fácil querer. Lleno de vida. Muy grande para su edad. Fíjese que Samuel tenía un mal presentimiento. Me había dicho tres días antes de la muerte del niño: “vamos a cuidarnos que presiento que algo malo nos va a suceder”. Pero nunca pensamos que sería con el niño…es más lo teníamos en el Seguro y estaban por salir los papeles para intervenirlo, pero vimos la promoción, y al garantizarnos que no había riesgo decidimos hacerlo en la Fundación…y hoy no tenemos niño, ni esperanzas, ni explicaciones. Solo esta horrible pesadilla que nos castiga cada minuto.

- ¿Los han llamado de la Fundación?
- No. Ningún tipo de comunicación. Ni siquiera por elemental cortesía. NI siquiera por elemental sentido de humanidad. Ni siquiera porque lo dirige una mujer ha habido la necesaria sensibilidad frente a un hecho tan grave. Allí nadie habla… La Doctora nunca nos dijo cómo había salido el niño de la intervención quirúrgica. Lo sacaron de allí sin camillas. Sin el equipo necesario. Sin protección. Un funcionario con un radio en la mano, no una enfermera o personal especializado…y además, todavía medio dormido. ¿Le parece a usted eso responsable, Licenciado?. ¿Le parece normal???

- ¿Por qué vinieron?
- Primero porque queremos saber y nadie nos da respuesta. Y todos saben lo leída que es su sección. Yo no me la pierdo, pero nunca pensé que mi hijo muerto sería el protagonista de una de sus entrevistas. Para que tengan más cuidado y otros padres no tengan que vivir con esta horrible pesadilla que a partir de ese día nos acompañe. Para que los funcionarios se sensibilicen, para que los médicos se responsabilicen de lo que hacen o dejan de hacer. Para que tomemos conciencia de lo que puede significar un error o un descuido en un quirófano. Para que nadie llore más la muerte de un ser querido injustamente. Porque a nadie más le arrebaten la alegría, la esperanza. Porque ningún otro niño deba abandonar prematuramente sus juguetes, sus lápices de colores, sus chuchería solo porque no se tomaron todas las precauciones.

Desnudos del amor, del cuerpo, del silencio. Desnudos de la verdad, de la pasión, de la risa, de la esperanza. Solo vestidos con ese ruido que no los deja ni un momento, con las preguntas que sacuden el ánimo acompañando su tristeza, su verdad, alguna traición y ese persistente recuerdo…sobreviven. Desnudos de todo, después de lo inexplicable de su niño muerto. Ya no le importan las edades, ni las experiencias, ni cómo sacude la brisa. Ni siquiera las guerras, las pasiones, o los versos. El tiempo se ha detenido, húmedo, en sus ojos. Y el vientre ese que lo acobijó durante 9 meses, ya no quiere prepararse para más, por miedo a otra injustificada ausencia. A otro inexplicable vacío. Ya no hay a quien narrarle los cuentos. Ni el disfrute de la ocurrencia infantil inteligente que unió a la familia. No hay cómo, ni para qué celebrar cumpleaños. Todo es angustia. Hambre de amor y olor a vela, flores e incienso. Hoy andan desnudos de lógica, de compromisos, de respuestas y de mañanas. Hoy solo tienen las sombras, y un lápiz de colores que no dibuja más en el papel…solo en el silencio.

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