He renegado...incluso de Dios

(Publicado en el Diario El Informador el 15.04.09)

He renegado... incluso de Dios

Lic. Víctor M. Barranco C.


Cada hora el mismo dolor, la misma náusea, el mismo asco…la misma podredumbre. Cada segundo la misma traición, la vieja pesadilla y su Dios –para ella- de alguna manera ausente. Siempre el mismo disfraz, la misma sensación de repugnancia, la eterna duda, el mismo calvario horadando su día, su tarde, su noche, su tiempo todo…ese lacerar diario y sus impredecibles pesadillas. A cada momento esa sensación desagradable en el espíritu, el vacío en las respuestas, la guerra toda anidando en su almohada. Ese torbellino que en su mente revuelve cotidianamente la vida, la miseria, el pudor, el miedo, la venganza… ese moverse de cosas que aunque las prefiere ajenas nunca dejan de ser suyas del todo. A cada segundo la misma sed, la misma hambre, ese recorrer lento y secreto por la vergüenza, ese sentir despaciado del líquido que a veces hierve a borbotones por sus venas, ese movimiento acompasado de su historia que como cámara de tortura va pendulando recuerdos. La atormenta esa carga, esa lucha estéril entre su dignidad y su vergüenza, ese sobresalto penoso que la sacude, ese pedazo de su cuerpo donde se ensañaron todas las miserias. Eso que le pasó y que no deja de herirla siete años después. Un ataque violento. Una violación no solo de su cuerpo, sino que de su integridad. La humillación de la carne, de la mente, inundando todos los espacios sin misericordia, ni pausa. Y él, autor de todas sus desgracias, quien cebó todos sus vicios en su cuerpo…libre, impune. Hijo de una persona de poder, ha sido protegido a pesar que lo identificó. Que sabe dónde vive. Que ha ido a su casa. Que en medio de la desesperación de esa noche de alcantarillas y excretas, pudo anotar las placas del carro y se las dio a la justicia, para nada. Lo ha visto, y ha sentido la burla de él seguirla en algún sitio público sin pena ni piedad. Ha pensado hacer justicia por su propia mano, pero hay una voz interior que siempre se lo impide. No tiene espacio para el amor, sino para el miedo. En su sexo, hay una cicatriz sin cerrar que imposibilita cualquier acercamiento…cualquier intento de pareja. Vive sola. Sin sentir la satisfacción de ser mujer. Objeto de trabajo, ha volcado en su faena diaria todas sus angustias. Piensa que si no se hace justicia –y a estas alturas esa es una posibilidad bien remota- ella no podrá recuperar su vida. Ni recuperarse como persona. Esa noche en que vulneraron su cuerpo, su voluntad, su más íntima vergüenza… acabaron con ella. Hoy habita solitaria la rabia, y en medio de esas lágrimas -que siente que es lo único que realmente le pertenece- sigue muriendo lo que le queda de vida… diariamente.

-Joven, más bien tímida, me aborda en una venta de comida rápida. Me saluda, se dice lectora de este espacio, y se retira. Justo cuando me voy, me deja en un papelito una dirección de correo, un número de teléfono y me solicita conversar. La invito a mi oficina y allí después de tres o cuatro encuentros me cuenta su pesadilla.
- Me cuesta mucho Licenciado, contarle lo que me pasó. Tengo muchas semanas tratando de hacer contacto con usted. Pensé que no iba a poder hacerlo cuando pasaron los meses y su espacio no reaparecía. Cuando leí que regresaba, me hice el propósito de contarle a usted mi tragedia. Y para que vea, la virgencita me lo puso frente a mí cuando menos esperaba. Pero téngame paciencia. Vengo de estar en el mismo infierno. Y aunque han pasado 7 años de ello, lo vivo cada noche como si se repitiera.

- Tranquila, le digo, tómate tu tiempo…si no es hoy, será en otra oportunidad.
- No, esta es la tercera vez que nos reunimos y ya no debo seguir dándole vueltas

- Bien, cuéntame entonces
- Salía yo de clases en la Universidad como a las 10 de la noche, y estaba en la Avenida Lara esperando un ruta que me llevara a Cabudare, donde vivo. Caminé un poco más adelante de la parada a fin de ver si lograba irme primero que quienes aguardaban en ella. Siempre que uno está en la parada, no faltan esos galanes que se detienen, piropean y hasta ofrecen llevarnos a nuestras casas o a dar una vuelta. Uno no les hace caso, y se van. Esa noche se me acercó un carro dorado, pero preguntándome una dirección. ¿Dónde queda el CC. El Paseo?... yo le señalé cuántos semáforos más abajo debía cruzar a la izquierda. El tipo se bajó del auto, me mostró una chapa y me dijo. “tú debes ser a quien llaman la catira”… “dame tu cédula”. No, le dije, me confunde. No soy ni siquiera catira, solo me hice unas mechitas. En ese momento sacó una pistola y me obligó a subir al carro…como me negué, me dio un golpe que me aturdió y a empujones y casi cargada me metió en el carro. Me llevó vía Agua Viva. Con una mano manejaba y con la otra me apuntaba y me pegaba en la cabeza con la pistola. Me obligaba a permanecer con la cabeza baja, sin mirarlo. Llegamos a una especie de granja sola o abandonada. Allí se bajó del vehículo conmigo, por el lado dónde yo estaba. Me dio un empujón que caí sobre la tierra…se avalanzó sobre mí y me amarró las manos con un cable que cargaba.

- Tú ¿Qué hacías?
- Nada, solo llorar y tratar de defenderme. En un momento se quitó los pantalones y me pidió que me bajara los míos. No quise, y entonces me pegó por la cara y me dijo… “anda perra, por las buenas o por las malas…tú escoges”. Me negué y llorando le pedía que por favor me dejara, que yo no lo denunciaría. Entonces me arrodilló a la fuerza, se bajó el interior y me pidió que le hiciera sexo oral…cosa que, por demás, yo nunca había hecho. En medio de tanto golpe en la cabeza, abrí la boca y el sació allí todos sus perversos instintos. Pensé que hasta allí llegaría…pero no. Me dijo: “prepárate que la fiesta apenas comienza”. Me dejó allí, con las manos atadas y se fue a apagar el carro…en ese momento memoricé la placa del vehículo. Cuando regresó, le dije…si me haces algo más te voy a denunciar, me sé de memoria la placa de tu carro. Más vale que no, Licenciado. A ese hombre le entraron todos los demonios en el cuerpo. Me cayó a patadas por la cabeza, por la parte baja del cuerpo. Me gritaba obscenidades. Me insultaba. Me arrancó la ropa. Me rompió la blusa, los sostenes. Me reventó el cierre de los pantalones. Me dio un culatazo que me hizo perder el conocimiento momentáneamente. Cuando medio desperté lo tenía encima, jadeando. Me había desatado. Traté de quitármelo de encima pero no pude. Creo que estaba drogado y además furioso. Era yo en el mismísimo infierno. No sé cuántas veces sació su aberración en cada parte del cuerpo que se le antojó. Ya no me importaba nada…solo quería morirme. Estaba adolorida física y moralmente. Me dijo perra, puta. Lo que se le pasaba por esa mente asquerosa y esa boca sucia que el diablo le dio y que su perversión alimentaba. No se cuantas horas pasaron. Yo acurrucada en el suelo, no dejaba de llorar. El, después de todo, se me acercó como arrepentido y me dijo…. “tranquila, no llores más. Todo acabó. Vístete que te voy a llevar a algún sitio donde puedas tomar un taxi para tu casa. Yo no soy así, es que a veces el diablo se apodera de mí y hago estas cosas sin darme cuenta”. Yo no le creía. Pensaba que como él sabía que había fijado en mi memoria el número de su matrícula, andaba buscando atenuantes. Como pude, me medio vestí…me monté en el carro llorando. Me preguntó varias veces: “¿me vas a denunciar?”. Yo no le contestaba. Hasta que sentí un manotón en la cara y de nuevo me grito…”Mira perra, ni se te ocurra; porque ese día si te mueres de verdad!”. Se detuvo, justo frente a la entrada de Yacural. Ahí me obligó a bajarme. Paré un taxi, después que muchos al ver el estado en que me encontraba, no querían llevarme. Era de un Profesor que de noche se ayudaba haciendo carreritas. Al verme medio desnuda y sangrando se ofreció llevarme al hospital o a la policía…donde yo quisiera. Le pedí que me llevara casa de una prima, pues si mamá me veía como andaba le iba a dar un infarto. Así fue. Me llevó donde la prima.

- ¿Lo denunciaste después? ¿Qué hiciste?
- Bañarme….estuve muchas horas debajo de la ducha. Me sentía asquerosa. Sucia. Embarrada de todas las miserias y perversiones de ese animal. Apenas salí, anoté parte del número de la placa…pues, aunque usted no crea, no la recordaba completo. Había como lagunas en mí. Una especie de revoltijo en mi cerebro que no me dejaba claridad. Solo quería llorar y bañarme. Como si con eso lavara la cochinada que me habían hecho.

- ¿Fuiste a la policía?
- Sí, un amigo de mi prima me llevó. Y allí, me hicieron revivir todo el calvario. Creo que para estos casos deberían tener personal especializado. Algún psicólogo. A veces le hacen más daño a uno con las preguntas y algún sarcasmo en ellas, que el propio violador. Lo pasaron a la fiscalía y allí ha permanecido cerca de siete años durmiendo en una gaveta.

- ¿Nadie hizo nada?
- Algunos compañeros comenzaron a investigar, y lograron descubrir que ese animal había hecho algunas cosas similares en Santa Elena. Unas veces haciéndose pasar por funcionario, otras como turista desinformado. Fuimos atando cabos, hasta que llegamos al sitio donde vive. Llevamos allí a la policía….pero no pasó nada. El tipo, al parecer, es hijo de una persona con influencias, a tal punto, que alguien le dijo al novio de mi prima: Olvídate que ese caso no sale. Ese chamo está protegido.

- Y entonces ¿qué hiciste?
- Es ahí, Licenciado, cuando a uno le sale el loco. Me provocó esperarlo. Buscarlo y hacerle tanto daño como él me hizo. Pero una voz interna, me lo impidió. Es más una vez lo vi en una pollera en El Roble...y el mundo se me vino encima. Me le fui acercando, pero cuando se percató que era yo, montó en un Jeep que cargaba y se fue.

- Tus padres ¿Qué dicen?
- Mi mamá que es con quien vivo, ha llorado conmigo desde hace 7 años. Ella que me ha visto renunciar a todo, me da ánimo. Me pide que deje eso en las manos de Dios, que rehaga mi vida, que pase la página.

- ¿La pasaste?
- No. Todavía no permito que ningún hombre se me acerque demasiado. No acepto que nadie me toque. No hay espacio en mí para el amor. Me da asco el sexo. No hay posibilidad de una relación de pareja. Estoy marcada de por vida. Hay una herida en mí que no cierra. Que sangra cotidianamente. A lo mejor si se hubiera hecho justicia, sin bien no habría reparado el daño, seguramente vería la vida desde otro ángulo. He renegado del amor, incluso lo he hecho en algún momento de Dios. No llego a los treinta años, y me siento muerta. Dejé los estudios porque no puedo concentrarme. Ayudo a mamá con la costura en la casa, hasta que mi mente es ocupada por los fantasmas de aquella noche. No sé que me ha hecho más daño…la violación brutal de aquella noche. O saber que en este país, el ser hijo de algún chivo pesado, es una credencial…de grosera impunidad.

Su historia me sacude, al punto de la rabia. En medio de esa impotencia que da la injusticia, no hay salida aparente en su pesadilla. En ella está el dolor, la cicatriz que sangra, la horrible huella de haber sido pisoteada, ajada, violentada. Una verbena de angustias, un festival de miedos, el asiduo temblor del vivir apenas. La sustitución del camino por una sombra, un dolor, ese cruce maldito donde la vida le pide una tregua a la tristeza. En su mirada hay un adiós permanente, la incógnita sobre el desenlace, ese vacío donde hace nicho el vértigo…el mismo hospital, sin cura para sus heridas. El viejo hechizo de la esperanza. La fantasía de la locura. El manoseado amor despidiéndose sin sonrisas. En ella habita ahora la desesperanza, el engaño, la traición...quizás el resumen de la vida misma, rindiéndole tributo a la más cruel de sus noches. Ese escalofrío, esa perversa pasión, aquella lamentable ceguera rindiéndole culto a lo peor de la existencia. En su pecho el mismo grito ahogado, la vieja queja, el conocido y reiterado murmullo…la misma punzada que lastima, cuando se muere la esperanza en el sitio del amor. En ella, y sin posibilidad aparente de regreso, hay ahora solo finales, partidas, holocaustos…cuando para vivir, solo es necesario contar con algún comienzo. Alguna esperanza. Algún sueño. Nunca, el que después de haber vivido su propia muerte…tenga que morir, lo que le queda de vida.

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