Me lo mató un borracho

(Publicado en el Diario El Informador el 26.11.08)

Me lo mató un borracho
Con una camioneta robada


Lic. Víctor M. Barranco C.

Ha sentido que a veces decir adiós, es un camino para empezar a morir. Acceder a esa ruta mágica, pero tenebrosa, capaz de devolverla de los sueños, obligándola a dejar en ellos mucho de lo que siempre quiso. Es la vida presionando en reversa en dirección a algún lugar, algún sitio, algún rincón que no haya recorrido. Ese símbolo que indica que en la esperanza está atardeciendo…pues será imposible ya con el amanecer, repartir de nuevo las íntimas madrugadas. Ese andar otros pasos, sola, que más que un estadio para recordar, es una forma de decir que el camino se detuvo, que Dios está partiendo. Es que nadie aprende a caminar retrocediendo. Su amor de siempre la invitó como todos los fines de semana a pasear. A hacer del asueto realidad del amor y disfrute de la aventura. Un conductor borracho, con un carro robado, acabó en un segundo con todo lo imaginado. Con mucho de lo deseado. Él, hacia la eternidad. Ella, después de múltiples operaciones tiene inmovilizada una pierna, no tiene sensación en el pié y le escasea dinero para poder seguir operándose. El responsable de la muerte de su novio y de su discapacidad, libre. En ese repugnante repetir de lo que pasa, a veces, en nuestras instancias de justicia. EL Tocuyo se hizo eco del dolor. Paralizó incluso las actividades comerciales el día del entierro. Pero no ha podido hacer que se haga justicia. Quién sabe qué interés subalterno, que mano tenebrosa, que negligencia malsana, manipula u orienta preocupante complicidades. Por eso para poder recordarlo, mira cada vez que puede al principio… cuando él estaba. Ha hecho del techo de su cuarto un salón para el ayer, para recordar que algunas luces ya no están encendidas. Para descubrir que, al menos para ella, detrás de cada hermoso atardecer, siempre hay una claridad muriendo. Por eso trata de pasar la página aunque no puede. Quiere hacer de su actitud un testimonio. Que alguien haga copias ajenas de sus frustrados sueños. Que todos sepan que murió por dentro. Porque en ese accidente bajando de Sanare, aprendió de la manera más cruel que las mejores cosas de la vida, siempre se marchan precipitadamente y en silencio. Pues llegar al final sin darse cuenta, es más triste que no saber nunca qué tan bien se estaba viviendo. Por ello en su interior no hay calma. Solo ese amargo nubarrón que abrió caminos al cementerio. Ni siquiera los amigos o los afectos han podido con el dolor, la amargura, el conocido desierto. Se acabaron las esperas, las multitudes. Aún retumban en sus noches las sirenas. El detener de los relojes, el recordar de las campanas. El inicio de la sorpresiva cuenta de regreso. No la calman los abrazos, ni los apretones de manos…solo su conciencia cuando enumera y saca cuentas. Perdió los tiempos, las esperas, los terminales. Un borracho irresponsable e impune le anunció el último invierno. Para ella ahora, en la soledad que sucede a la intimidad con su pensamiento, solo la memoria….sigue señalando al culpable.

-Una amiga común, Marián Aracelis, me habla de su caso. En medio de su gran dificultad para caminar debido a las operaciones, a los tutores y a las consecuencias del accidente se traslada desde El Tocuyo y me visita en mi oficina. Frágil. Hermosa. Con la juventud castrada por un cruel accidente me cuenta su horrible tragedia. Se llama Egilda
- Soy enfermera, comienza diciéndome. Hace un par de años, era una joven normal, trabajadora, enamorada. Con los planes de mejorar, que comenzaban a cumplirse. Conocí a un hombre extraordinario. Comerciante. Buen hijo. Excelente amigo. Con él mantuvimos diez años de noviazgo. A la espera que el trabajo de cada quien nos diera lo suficiente para armar nuestra casa, una familia. Y cuando los sueños parecían cerca de cumplirse, cuando estábamos en los planes de casarnos, un accidente de tránsito dio al traste con todo. El alcohol, una camioneta robada y nosotros en moto fuimos los protagonistas.

- ¿Cómo fue el accidente?
- El 28 de Enero del año pasado con Junior, mi novio, y otros amigos nos fuimos a Sanare de paseo en moto. Íbamos a conocer Yacambú. Nos encontramos con un grupo en el sitio, con el que decidimos venirnos adelante. Nos dijeron que había toros en Guarico, y que era mejor regresar temprano porque de allí sale mucho borracho que pone en peligro la vida de los demás. Comenzamos el regreso, tranquilos. Con el tiempo de antelación suficiente como para no tener prisas. Como a las cinco de la tarde, vemos que se nos viene una camioneta encima haciendo “eses”. Oímos unos ruidos y pensamos que le había llegado a alguno de los amigos. Pero no, venía llevándose las defensas por delante. Nos paramos. Pero en cuestión de segundos nos entrompó. Nos atropelló a gran velocidad y rodamos por el suelo. Yo no sentía dolor, solo que no podía mover la pierna izquierda. Él, consciente siempre, poco se preocupaba por sus lesiones. Le preocupaban las mías. Me decía párate, trata de caminar a ver qué te pasó. En el impacto, se nos salieron los cascos, cuando rodamos por la carretera. Nos recogieron y en vehículos separados nos trasladaron al hospital. Nos acompañaron los amigos del paseo y mucha gente que vio el accidente. A mi novio lo mandaron de una vez para Barquisimeto, a mí me dejaron. Después supe que sus lesiones eran muy graves. Que yo podía esperar. Se despidió de mi…le juro que nunca pensé que era para siempre.

- ¿Perdiste en algún momento la conciencia?
- En ningún momento. El murió como a las once, pero no me lo dijeron hasta doce días después. Todos los días preguntaba, y todos los días me decían que en la Unidad de Cuidados Intensivos, pero recuperándose. Es más un día me entero que uno de los pacientes con casi un mes en la UCI había salido del coma y lo habían pasado a una habitación, y le dije a mis familiares… así va a pasar con el Junior, él va a recuperarse. Hasta que un día mi tía me dijo…hace dos días fue su última noche. Lloré. Desde ese día lloro. Era mi vida. Jamás fui tan feliz. Pensar que me lo mató un borracho, con una camioneta robada.

- Háblame de él
- Comerciante. Simpático. Alegre. Gordo. Querendón. Con muchos amigos. Mi único novio. Lo querían mucho en El Tocuyo. Vivía su vida intensamente, como si sospechara que no iba a vivir demasiado. Siempre me decía, hay que disfrutar de todo, como si cada día fuera el último. Vivía con su mamá, una señora excelente a quien quiero y me quiere mucho. Era el centro de las reuniones. Tenía una moto pequeña y su sueño era tener esa moto grande en la que se mató. La compró, y con ella cumplió su sueño…pero terminó su vida.

- ¿Te volverías a enamorar?
- No!..Nunca más

- ¿Eres feliz?
- No

- ¿Crees en Dios?
- Ahora con dudas. Ya no es como antes. Me pregunto muchas cosas y no consigo respuestas.

- ¿Has renegado de él?
- A veces

- ¿Crees en el destino?
- Mucha gente me dice que lo que me pasó es el destino, que todo está escrito. Que de no ser el accidente, de todas maneras hubiera muerto. Que eso está escrito, que venimos con una fecha determinada de estaría…pero me pregunto, ¿por qué el destino o Dios, si existen, me hicieron quererlo tanto sí me lo iban a quitar?

- ¿Sientes que la vida ha sido injusta contigo?
- Más que conmigo…con él

- ¿Qué te enseñó él?
- A vivir la vida como si fuera el último día. A gozar cada instante. A querer sin restricciones. El valor de la familiar. Lo maravilloso del afecto.

- ¿Así vivieron?
- Si, por diez años

- ¿Qué es lo que más recuerdas?
- Los fines de semana. Pues siempre lo pasábamos juntos. No le gustaba estar encerrado. Amaba la libertad.

- ¿Qué vas a hacer con tu vida?
- No sé. Por ahora seguir el tratamiento. Reponerme, he perdido casi 20 kilos desde el accidente. Estoy comenzando, en la medida de mis posibilidades en incorporarme al trabajo.

- ¿Qué te falta desde el punto de vista médico?
- Una operación que vale 70 millones, y no tengo para ello ni dinero, ni seguro. He tocado muchas puertas, espero que alguna se me pueda abrir para operarme y recuperar la movilidad de la pierna. Para poder volver a mí trabajo. Para recobrarme como persona útil. Estoy diligenciando con Pueblo Soberano y me han visto en el Hospital San Juan de Dios en Caracas

- ¿Cuándo enfrentaste por primera vez la realidad después del accidente?
- Me costó mucho, pero un médico a quien agradezco en demasía -el Dr. Tomás Fossi- me ayudó a abrir las compuertas de la aceptación. Fui donde el Dr. Fossi, conocido traumatólogo, quien lleno de una gran sensibilidad humana me dijo, cuéntame mirándome a los ojos que pasó…y poco a poco ganó mi confianza y hablé por primera vez del accidente. A él, a su inmensa bondad, le debo haber comenzado a superar este trauma.

- Me consta que él es así, conozco de su inmensa bondad mejor que nadie….le digo.
- Eso me dice mucha gente, asegura

- ¿Cómo te distraes ahora?
- Mi hermano me saca. He tenido mucho apoyo de la familia. De la familia de él y de la mía. De sus amigos que ahora son mis amigos. Estoy recogiendo lo que él cosechó. Me grabaron un CD del entierro, y he podido verlo. Imagínese Licenciado de cómo era querido el Junior, que casi todo el comercio en El Tocuyo cerró el día de su entierro.

- ¿Por qué no tuvieron un hijo?
- Esperando poder casarnos. Tener nuestra casa. Solventarnos económicamente. Sin embargo, disfrutamos mucho juntos de los sobrinos, sobre todo del mayor de ellos.

- ¿Sabes cómo se llama el responsable de la muerte del Junior y de tu discapacidad?
- Me dijeron que se llama Antonio quien manejaba una camioneta pickup blanco, denunciada como robada y aún sin reclamar por nadie en el estacionamiento de tránsito, con la que en evidente estado de ebriedad nos atropelló.

- ¿Qué se hizo?
- Me dicen que está tranquilo, en Sanare. Libre y sin problemas.

- ¿Qué vas a hacer con tu vida?
- Seguir adelante

- ¿Cómo se ha portado la empresa donde trabajas?
- Excelente, he tenido de ellos y de la Nestlé, que es para quien la empresa que trabajo presta sus servicios, toda la colaboración. Me han ayudado mucho, en todos los sentidos

- ¿Qué no repetirías?
- Montarme en una moto

Le toca ahora desandar, desdecir, volver siempre atrás para encontrar las marcas de ese amor al que ha renunciado de aquí en adelante. Hacer de la vida un permanente mirar los porta-retratos. Los disfrutados lugares. La miel que endulzó los días durante diez años, y que ahora ayuna. Repisar las huellas. Revolver allí, donde el frío casi siempre juega con la tristeza. Agonizar. Morirse de silencios. Devolverse en cada oportunidad posible, ir una y otra vez al principio, a ese génesis de las primeras madrugadas. Hacer de cualquier recodo de luz, sitio para el comienzo. Aventurarse en el recuerdo sobre los mismos pasos. Aturdirse de ayer. Sembrarse de pasado. Volver, iniciarse de nuevo a ver si despierta y constata que solo estaba soñando. Hacer las paces con su propia tormenta. Perdonar. Reconstruir. Remendar. Llenar de parches los huecos que le dejaron miserias ajenas. Hacer de ese collage vivenciado, sitio para otro jardín, esta vez de girasoles. Esforzarse y visitar de nuevo el sitio de las cosas bellas, donde la mentira no existe, donde el amor es casi instintivo, donde la sed conversa sin pausas con el silencio. Ir allí, a lo gris, donde él –seguramente- la estará esperando. A ese sitio de la eternidad que justifica toda creencia. Toda religiosidad. Toda esperanza. A lo inerte, a esa nada que, irónicamente, puede devolverle todo. Donde el reposo es permanente, donde se va para no regresar. A dejar de sentir que el castigo no es la muerte, sino la propia vida. A tratar de reposar. De hacer un alto en tanto grito. De detenerse para recoger lo que quedó. Mirar hacia adentro. Ver si queda algo en el sitio del amor. Tratar de vivir por encima de las dificultades. Y dejarle a ese Dios del que duda muchas veces, la justicia…que en los tribunales de Lara y a pesar de las evidencias, aún, no ha encontrado.

Mami por favor, ayúdame

(Publicado en el Diario El Informador el 19.11.08)

Mami, por favor….ayúdame!

Lic. Víctor M. Barranco C.

Llueve. Desde ese 17 de Octubre fatídico llueve en su afuera, en su adentro. En esas calles tan suyas y tan cansadas de su repetida tristeza. En esas noches en que las preguntas siguen sin respuestas. En esas tardes en que ya no está su sonrisa…solo su bicicleta, sus juguetes, sus despeinadas muñecas, su olor, esa verbena de cosas que la recuerdan a sus 6 años llena de gozo. En esas madrugadas de insomnio donde las orgías de las nuevas vivencias retozan con su dolor, allí donde más duele. Donde simplemente, desde Octubre, llueve siempre. Un descuido, una presunta negligencia materna que hoy tiene mil excusas que poco convencen. Los celos asomados entorpeciendo que esa niña siguiera con su padre, donde tenía todos los cuidados. El invierno, esa oscuridad de diario transitando lo injustificable, ese olor a cenizas que cala los huesos y que tanto cuesta borrar del pensamiento, ese cerrar los ojos e imaginar su dolor, escuchar su grito pidiendo auxilio cuando encerrada en un cuarto quien debió escucharla, quien debió auxiliarla –dicen- …no apareció. Ese empaparse de la rabia, ese saber que no todo es como se cuenta, esa convicción íntima de saber que esa tragedia pudo evitarse, esos minutos que asfixiaban, que aún asfixian. Ese recordar y no explicarse. Ese inundarse de preguntas y de presuntas respuestas. Esas lágrimas que no se cansan de apuntalar esa punzada cruel en el sitio del amor, convertida en lluvia de un silencio que aturde. Fran, con su pelo al aire, su precoz coquetería, esa inteligencia nata capaz de convertirla en el centro de la familia, con ese amor por la abuela con quien compartía la cama hasta que la madre se la llevó, aún sin poder cuidarla a tiempo completo. Ese angelito que merecía mejor suerte, estaba allí, en su cuarto calcinada. Consecuencia, al parecer, de un descuido. De un descuido materno que cobró indebidamente un mundo de peluches y chocolates a destiempo. Han acudido a los bomberos en procura de un informe que no termina de hacerse. Los vecinos en privado señalan, acopian, ayudan. Se adivinan charcos de miseria. Ese tronar de diario de quienes no se resignan. No van a permitir ningún olvido mohoso en el sitio de su amor. Por eso andan tras la verdad. Sin entender quizás, cuán escurridiza puede ella ser cuando se mezcla con lo terreno y nos obliga a regresarnos a ese barro del que fuimos hechos. Unos más que otros, seguramente. Ese lodo que para algunos, es tan cotidiano. Por eso llueve. En ese dolor de levantarse cada mañana sin respuestas, en esa oscuridad de la duda de cada sombra, en esa tenebrosa tormenta que a veces produce la misma sangre y que enturbia la amistad…aún llueve. Porque la lluvia, es el riego que la vida hace a nuestras pasiones. Sobre todo ésa que una nota en los medios recogió de la siguiente manera: “De madres desnaturalizadas esta lleno el mundo, y lo que narraremos de seguida lo hacemos para que se reflexione al respecto, buscando el lado humano de cada madre, y no vuelva a ocurrir un caso semejante. Recientemente los medios de comunicación reseñaron la muerte de una niña consumida por las llamas en un apartamento de Patarata. Al parecer la trágica muerte de la infanta ocurrió por que se encontraba sola y bajo llave en el apartamento que ocupaba con su progenitora. Conocimos que esta salió a divertirse. Cuando se produjo el incendio, los vecinos escucharon los gritos de la menor y, desesperados, rompieron la puerta y paredes para auxiliarla. Cuando llegaron a la habitación de la niña ya era demasiado tarde. Que cada madre tenga siempre en su conciencia, que una noche de ronda no vale la vida de un hijo.”

- Después de un intercambio de correos, me visita acompañada de una tía y de su abuela. La marca una profunda tristeza. Tiene un vacío que la castiga. Una serie de preguntas que nadie responde. Una pena que quisiera gritar, para que a otros no les pase lo mismo.

- Buen día tenga Licenciado, me dice, mis más sinceras felicitaciones por su trabajo, gracias le doy por su dedicación a cada persona que necesita su medio para saber ó alertar a las demás personas que leen su historia cada miércoles de lo que nos sucede, es decir, los problemas que vivimos a diario; y felicito al diario El Informador por darnos a conocer estas historias semanas tras semanas. Quiero decirle que mi familia y yo siempre leemos sus historias todas son conmovedoras, esta vez me tocó narrarle la nuestra porque no es mía nada más, deseamos y anhelamos, en verdad, de todo corazón, que de usted a conocer a toda la familia larense lo que nos sucedió.

- Agradezco los reconocimientos al diario y a mí, su gentileza, y le pido que me cuente
- Usted a lo mejor se enteró que el día 17 de Octubre en Patarata se quemó un apartamento y en el incendio resultó calcinada una niña de 6 años. Yo quiero darle a conocer detalles de ese incendio y cómo fue la vida de la niña; es tan grande y dolorosa la historia que no sé por donde comenzar. La niña, a quien llamábamos FRANK era hiperactiva, curiosa como todo niño, pila, atenta, no se le escapaba nada, prestaba mucha atención y grababa en un minuto, inquieta, dulce, cariñosa, amable, bondadosa, se expresaba muy claro, era capaz de hacer o decir cosas como toda una persona grande, le gustaban los dulces, las golosinas y más que todo los bambinos, era de buen comer. Tenía dos casas: la de Patarata donde vivía con su mamá, y en San José que es la casa de su papá, aquí vivió mucho, la mayoría de sus 6 años de vida. Aquí pudimos verla crecer y ayudarla en su educación.

- ¿Cómo fue su corta vida?
- Su mamá y su papá, que es mi tío, lucharon mucho para poder concebir a ese regalo de Dios, porque la niña fue un milagro. Su mamá antes de tenerla, tuvo varios abortos. Ella pasó el embarazo en cama con cuidados. Cuando llegó el día del parto se presentaron complicaciones. El médico de guardia ese día, salió del quirófano a preguntarle al papá por quién se decidía, por su esposa o por la niña. Recuerdo que él dijo: “No, doctor me salva a mis dos mujeres, no quiero una, yo quiero a las dos”. Como a la mamá le practicaron una cesárea quedó muy delicada, yo me tenía que ir todos los días para el apartamento porque mi tío vivía allá cuando nació la niña, bien temprano para hacer los quehaceres de la casa. A las semanas ya la mamá se sintió mejor, no seguí yendo para el apartamento pero me había encariñado tanto con la niña que decidí irla a buscar todos los días y traérmela para casa de su abuela que es donde yo vivo, todos los días

- ¿Cómo era la relación de los padres de la niña?
- Bien… hasta que, en algún momento, no siguieron viviendo juntos. La niña quedó con su mamá, pero igual seguía viniendo para la casa. Ella pasaba hasta una semana aquí y su mamá ni siquiera llamaba para saber de su hija, quien estuvo viviendo varios años con nosotros. Aquí estudió. Estando aquí comenzó el preescolar. Al tiempo presentó unas convulsiones. Estaba muy tranquila y de repente convulsionó cuando tenia 3 años … se puso en control con un médico pediatra quién le ordenó unos tratamientos, A la par que mi abuela, quien también era su abuela, le hizo una promesa a la Divina Pastora, de caminarla ella junto a la niña… y la niña no convulsionó más. Desde entonces mi abuela y la niña dormían en un mismo cuarto para poder estar pendiente de ella por sus convulsiones. La madre, entonces, comenzó a buscarle guerra al papá y decidió llevársela a vivir nuevamente con ella.
- ¿Cómo la atendía su madre, en tu opinión?
- Desde ese momento comenzó nuevamente el descuido hacia la niña, ya que ella trabajaba , sus hijos estudiaban y a lo mejor hasta sola quedaba, nosotros nos enteramos de tantas cosas, que si se las cuento no termino nunca. La niña agarró un hongo en el cuerpo. Un día su mamá la llevo al río y la niña tropezó y cayó encima de unas brasas, y se quemó su barriguita. Lo último de tantas travesuras de la niña y descuido de la madre, fue cuando la niña llegó con su pelo todo trasquilado, se lo cortó ella misma, y dicho por la niña misma ese día se encontraba sola. Su papá le ponía la piscina a FRAN, porque él la complacía en todo, nunca tuvo límites para con la niña, fue con su rayito de luz el mejor de los padres, mientras que su madre, le mandaba facturas de todo lo que ella le compraba a la niña. La última vez que vimos la niña fue un viernes 10 de Octubre ese día se despidió como siempre, sin siquiera presentir que sería la ultima vez que la veríamos, porque no volvió más.

- ¿Cuándo y cómo se enteraron del accidente?
- El día viernes 17 de Octubre, estábamos esperando a la niña que nunca llegó. Su papá le tenía un señor de confianza que la buscaba. Ese día él señor fue pero la niña supuestamente no se encontraba; en la noche volvió por la niña y su mamá le dijo que estaban en un centro comercial. Él se ofreció a buscarla, pero no la encontró. Se cansó de esperar, pero nunca llegó. Esa misma noche del día 17, a las 10:30 pm, nos dieron la mala noticia: que se había incendiado el apartamento donde se encontraba la niña y ella estaba ahí dentro. Nosotros desesperados nos fuimos y cuando llegamos allá, la niña estaba adentro del apartamento en el cuartico donde dormía, carbonizada, se quemó toda… no quedó de ella nada. Sonaron muchas sirenas de ambulancias, policías, bomberos, como a las 8 de la noche y fíjese usted Licenciado a la hora que nos vinieron a avisar, cuando ya era demasiado tarde.

- ¿Qué les dijeron los vecinos?
- Todos los comentarios que se escuchaban esa noche, era que la mamá no se encontraba en casa, que la niña estaba sola, encerrada bajo llaves en ese apartamento. Hubo una señora que comentó que la niña le pidió comida por la ventana del apartamento, la señora no le pudo dar nada ya que la puerta se encontraba cerrada, es más el único cuarto que se quemó fue el que ocupaba la niña, todo lo demás quedo intacto, bueno lleno de humo, ahumado pues. Estaba cerrado por fuera, si lo hubiera estado por dentro, ella lo hubiese abierto. Es más, dicen los vecinos que los gritos se oían en todo el edificio “mamá, sálvame”…”mamá ayúdame”. SI la mamá hubiera estado allí, seguro lo habría intentado, se habría quemado, rasguñado….pero nada, Licenciado. Esa noche la madre estaba bien vestida, y con todas sus prendas…como de fiesta. Nunca como si hubiera tratado de salvarla del incendio. Ninguna seña que pudiera testimoniar ese esfuerzo.. Como dicen los vecinos…simplemente, no estaba ahí.

-¿Qué sientes?
- Se podrá imaginar usted como nos encontramos por la ausencia tan grande que nos ha dejado la niña. Es tanta la falta que nos hace que quisiéramos devolver el tiempo, pero sería absurdo. Por eso le pido con todo mi corazón que por favor relate esta triste y dura historia. Le voy a entregar estos recortes de periódico que testimonian lo que ellos publicaron acerca de esa tragedia, de estos días tan largos, de estas noches tan oscuras. Nuestra pelúa, así le decíamos por cariño, ya no se encuentra con nosotros. De ella nos quedaron muchos recuerdos, los suficientes como para sentirla cerca, hasta que nos toque reunirnos con ella. Su bicicleta quedó nueva, esa se la trajo el niño Jesús el año pasado. Sus muñecas eran espelucadas como era ella, les hacía unos moños que daban risa. No sabe Licenciado, que días tan duros estamos pasando. Su piscina ya no será llenada para que nuestra FRAN se bañe. Esto es algo que a nosotros nos dejó una inmensa cicatriz que jamás podremos borrar. Este vacío, este dolor, este pedirle a Dios todos los días, que esto no quede así. Sobre todo cuando pensamos que esa muerte tan cruel Licenciado, que el inmenso horror que debió vivir esa niña…pudo ser evitado.

Han sido obligados por las circunstancias, a ocupar un espacio en el vacío. A ser golpeados por una misma sombra, una misma noche. A colocarse frente a la mudez, aturdirse con lo que debieron ser las peticiones de ayuda, resignarse a que ya no habrá en sus vidas lugar para el olvido. Han sido obligados a visitar las intimidades de la soledad. A transitar el hambre de las pequeñas miserias y sus letales consecuencias. A ver de cerca el rostro de la muerte, y desde allí, desde el aposento del amor convertirlo en ángel para poder de nuevo ver florecer las azucenas. Hoy deben inventar las sonrisas, crear alegrías donde solo hay almas dolidas por ese luto precoz que agobia. Y en eso del vivir, han tenido que hacer y deshacer caracoles y ferrocarriles. Se han tenido que imaginar a su rosa en el viento. A sus muñecas pelùas, tratando de justificar los nuevos sueños. Beber el néctar de los dioses para poder renunciar a la venganza, y allí en medio de la divinidad de esas esencias, masticar las más tormentosas pesadillas. Recién, comienzan a oír los murmullos del tiempo. A los grillos, pulir con su fina lima la tranquilidad de la noche. A las luciérnagas, alumbrar la oscuridad de sus tristezas. A los árboles, tratar de detener el día, a más de una madre pensar solo en ella… y equivocarse, en eso, repetidamente.






No conozco a Dios

(Publicado en el Diario El Informador el 12.11.08)

No conozco a Dios

Lic. Víctor M. Barranco C.

Tiene 13 años. Una inteligencia natural capaz de asombrar a cualquiera. Su locuacidad corresponde a una claridad de deseos y a un testimonio de su seguridad, que hay que reconocerle. Dice ser EMO. Como tal quiere replicar lo que una madre a quien entrevisté recientemente afirmó sobre ellos. Se ha dispuesto desmitificar a su grupo. Contarle al mundo, su propia experiencia. Por eso, a su corta edad, ha aprendido a caminar, reflexionar, rebelarse, descreer, perderse en la soledad, en sus angustias, en ese miedo irreversible a la obscuridad, la noche, los fantasmas, la sed, la calma. Desea recorrer otros lugares, revisar las anécdotas, las calles, el amor, el odio, la fe, la duda, el pesar, el control padre e hijo. Rechazar la maldad, el desprecio de punketos y metaleros que en los centros comerciales donde acuden a encontrarse con sus pares se burlan de su grupo, de su deseo de ser como le da la gana, de esa necesidad a que los respeten en sus creencias, que no los difamen, que no los señalen solo porque visten y creen diferente. Niega que sean tentados por la muerte. Que sean bisexuales, aunque reconoce la homosexualidad, el afeminamiento…sobre todo en los emos hombres. Quiere hurgar en la conciencia, el pensamiento, ese yo rígido de los demás que a ratos los acusa –según ella- sin razón. Pergeñar en los sueños, los recuerdos, los aciertos, el ayer, la potestad de los padres de disciplinar, en su padre conservador y su madre comprensiva… para sobrevivir su experiencia sin mayores traumas, sin odiosas consecuencias. A su muy corta edad, reclama independencia. Y aunque reconoce la voz ductora de sus padres en el proceso de su formación, no deja de hacer de su libertad plena un sueño, su propio mito, su más apreciada leyenda. Desea ser autora, protagonista, primera actriz de sus triunfos, sus tristezas, sus angustias, sus sonrisas. Acurrucarse en los techos, las almohadas, y desde allí defender su ateísmo, ese no creer en nadie más que en ella. Ese negar a Dios, porque todavía no lo ha encontrado. Porque no sabe quién es Él. Fantasear. Inventar…existir. Demoler los viejos instintos, los oxidados valores, la falsa moral, ese pudor producto de quienes son a ultranza conservadores. Encontrar un sitio para sembrarlo de corazones. De estrellas rosadas. Cultivar aquel pensamiento hitleriano que repite en su mechón tapando uno de sus ojos, pero que apenas conoce en toda su perversa extensión. Racionalizar desde una desenvoltura propia de una joven, pero madura adolescente, el poder pisar otras huellas, otro camino, la misma soledad cotidiana que consecuencia la incomprensión de muchos al grupo que pertenece; pidiendo tan solo una cosa…que la respeten.

-Me escribe, solicitando mí opinión sobre los EMO por correo…me da la suya, me pide hacer pública su posición frente a una por mí entrevistada madre de un EMO… una especie de derecho a réplica de quien se siente aludida injustamente. Concertamos una entrevista y allí me relata su punto de vista
- Le escribí pues siempre lo leo, como hacen muchos jóvenes. Usted nos ha hecho leer el periódico, cosa que antes nunca hacíamos. El día que usted publicó la entrevista sobre la madre con un hijo EMO, vi a una señora leyéndola y diciéndole a otra que los EMO eran basura...cosa que además de falsa, no puede queda en el ánimo de la gente como la apreciación de lo que somos. Por eso pedí hablar con usted. Por eso quiero contarle lo que en realidad son los EMO.

- ¿Eres EMO?
- Sí

- ¿Desde cuándo?
- Desde los 10 años me gusta la cultura EMO. La música que los identifica. Los grupos que son comunes a nuestro gusto. Cómo se visten. Lo que quieren. Lo que hablamos.

- ¿Qué opinan tus padres?
- A ellos no les gusta. Papá es más conservador, más estricto. Mamá es más comprensiva, y aunque no comparte el que yo sea EMO trata de explicarme, de justificar su posición, de decirme por qué en su concepto alguna cosa no me conviene. Que a mi nunca me ha faltada nada. Que me lo han dado todo.

- ¿Tienes novio?
- Sí

- ¿Es EMO?
- No

- ¿Cómo se entienden?
- Ni él se mete en las cosas que yo hago…ni yo me meto en las de él

- ¿Te llama la atención la muerte?
- No

- ¿Qué piensas de la familia?
- No hay una gran cercanía entre nosotros. Papá no comprende lo que hago. A mi abuela todo le molesta. No entiende que las cosas han cambiado. Que vivimos otro mundo, uno muy diferente al de ella.

- ¿Cuánta libertad tienes? ¿Cuánta libertad quieres?
- Yo entiendo que los padres quieran influir en los hijos. Pero deben escucharlos. Dejarlos desarrollarse. Entender que los tiempos han cambiado. Darle la libertad de tomar sus propias decisiones. Que es su vida. Que ellos decidan que hacer con ella. No fumo, no bebo…solo voy a los centros comerciales a reunirme con mis amigos. A conversar, a escuchar música, a compartir.

- ¿Cómo los ve la gente donde van?
- Se meten con nosotros. Sobre todo los punketos y los metaleros, quienes nos ofenden. Han llegado a decirme prostituta. No nos dejan en paz. Algunos centros comerciales están exigiendo que estemos acompañados de nuestros padres para poder aceptarnos. Otros, simplemente no nos aceptan.

- ¿No crees que eres muy jovencita?
- Sí. Pero con capacidad de opinar y decidir. Yo aspiro que mis padres en algún momento entiendan. Que hagan un esfuerzo y me comprendan.

- ¿No te das cuenta que no son solo tus padres quienes rechazan lo que haces, sino que también la gente?
- A mi no me importa lo que digan los demás. Pues eso de que somos suicidas o bisexuales es absolutamente mentira.

- Pero los hombres EMO presentan algún afeminamiento…
- Si, es cierto. Se pintan, y hay homosexuales, y bisexuales en el grupo, pero no es verdad que todas las EMO son lesbianas.

- ¿Es parte de la cultura EMO ser bisexual?
- Qué va. Eso es una decisión personal. Uno es lo que ve en la casa. Si hay bisexualismo es producto de lo que ve en el hogar. La casa es el modelo.

- ¿Qué vas a estudiar?
- Quiero ser médico patólogo

- ¿Te castigan tus padres?
- No. Me orientan. Nunca les llevo la contraria. Papá que es más conservador, dice que lo que estoy viviendo es una etapa de rebeldía. Que eso pasa.

- No hay EMO viejos…todos viven esa especie de moda hasta los 18 ó 20 años…
- No es verdad. Hay EMO mayores. No hay viejos porque somos un grupo nuevo. Pero el que es EMO, lo es para siempre

- ¿Crees en Dios?
- No. Nosotros no creemos en Dioses.

- ¿Quiénes son “nosotros”?
- El grupo. Los EMO.

- ¿En qué crees, entonces?
- En mí misma

- ¿Alguna vez creíste en Dios?
- Sí

- ¿Cuándo dejaste de creer?
- Hace mucho tiempo

- ¿Por qué?
- Porque a lo mejor no lo conozco

- ¿Tus padres, creen en Dios?
- Sí, y les molesta mucho que yo sea atea

- ¿Pides ser entendida?
- Sí

- ¿Entiendes tú a los demás?
- Algunas veces

- ¿No piensas que a tus 13 años, te puedes equivocar? ¿Que pudieras estar equivocada?
- Sí

- ¿Cómo llegaste a ser EMO?
- Siempre iba a los centros comerciales y me tropezaba con ellos. Siempre me llamó la atención el grupo. Aunque un EMO nace, no se hace.

- ¿Qué hacen como grupo?
- Visitamos centros comerciales, nos reunimos y hablamos, vamos a fiestas familiares. La música es el centro del grupo. Lo medular.

- ¿De qué hablan?

- De todo un poco. De algunas cosas de los metaleros. De música

- ¿Te has sentido rechazada cuando te vistes como EMO?
- Pero solo por punketos y metaleros

- ¿Te has drogado?
- No

- ¿Has activado tu sexualidad?
- No

- ¿Te importa el futuro?
- Sí

- ¿Eres feliz?
- Sí

- ¿Qué te falta?
- Nada

- ¿A qué le tienes miedo?
- A la obscuridad

- ¿En que puedes ayudar a los demás?
- Depende. Nos han pintado como suicidas, distante, triste, homosexual… pero eso es en Estados Unidos. En Venezuela los Emo somos distintos. No se cortan las venas…no se suicidan.

- Pero recientemente se suicidó una niña EMO...
- A ella el grupo no la mandó a suicidarse. Aunque la madre le echa la culpa al grupo, ella se suicidó porque no la dejaron ir a un concierto del conjunto que más le gustaba. Tenía mi edad, 13 años.

- ¿Hay algún culpable?
- No sé. Pero no lo pueden tener a una encerrado en una casa. Castigado. Sin moverse. Eso agrede la autoestima de uno. Yo quería ir a ver a KUDAI y me dejaron. No pasó nada. Mi madre habla conmigo. Me deja tomar mis decisiones.

- ¿Eres una niña consentida?
- Mi mamá me complace mucho. Yo le ayudo en todo. Ella siempre sale en mi defensa frente a lo estricto que es papá.

- Tienes unos padres muy buenos…le afirmo
- A mi mamá le digo todo

- ¿Todo?
- Bueno…casi todo

- ¿En quién confías más, en tu mamá o en tu novio?
- Sin dudas, en mi mamá

- ¿Qué edad tiene tu novio?
- 15 años. Lo conocí a través de un amigo, y no me hice novia de él de una vez. Lo pensé. Y luego de algún tiempo fue que acepté ser su novia. De ello han pasado ya, 5 meses.

- ¿Qué no te gusta de ti?
- De mí, me gusta todo

- ¿Cómo es tu rendimiento como estudiante?
- Tengo promedio “A”

- ¿Vas a ser EMO siempre?
- Sí

- ¿Qué pasa si tu novio te pone a escoger entre él y seguir siendo EMO?
- Hablaría con él. Estoy segura que lo convencería. Aunque él hace lo que quiera, entre nosotros no hay reglas de juego. Ni límites posesivos.

- ¿Te gustaría algún día, cuando corresponda, casarte…tener familia?
- Primero quiero tener una profesión y ejercerla. Luego buscaré una persona ideal, pues le temo a la soledad. Abrazo a mi mamá cuando siento miedo.

- ¿Por qué te molestó la opinión en contra de los EMO que te motivó este encuentro?
- Me molestó, como ya le dije, el que alguien afirmara que somos basura cuando leía la entrevista en su espacio...pues no lo somos. Además quiero que la señora que usted entrevistó y que tiene un hijo EMO, sepa que no todos somos como su hijo. Que no puede juzgarnos, ni ella ni nadie, por el comportamiento de su hijo. El EMO no es una actitud, ni una moda, ni el escudo para una tristeza, tampoco una rebeldía que pasa con la edad…el EMO se lleva por dentro. Ciertamente tiene una forma de vestirse, de llevar el pelo...

- A lo Hitler, le digo...
- Sí, como ese señor…que es de donde viene el grupo.

Locuaz. Inteligente. Reclama un espacio para ser dueña de su vida. Lo encuentra en quienes, como ella, sienten que en grupo es más fácil llamar la atención sobre lo que quieren. Está decidida a escribir su tiempo. A vencer sus temores, a imaginar el tamaño de cada uno de sus silencios. Ha diseñado un sueño, un amor, y hasta una forma de relacionarse con la familia para saciar sus sueños. Ha escondido el temor, el rechazo, la sombra, el túnel, en algún lugar de su almohada…escudo infaltable cuando la sorprende ingratamente la oscuridad. Siente a su corta edad, que le quedan pocos cuentos que reír, y sí muchas alegrías que vivenciar. Ha roto la esclavitud de los afectos, y por momentos, ha extraviado a Dios de su agenda…sin saber aún si para complacerse, o para complacer al grupo al que ahora pertenece. No se subordina a los afectos con los que ha nacido, y solo espera decidir, escoger, y no equivocarse en ello. No ha hecho puente con la muerte. Vive cada instante como quiere… Ojalá algún día, en algún momento, cuando la autoestima no sea camisa de fuerza pueda volver sin temores, sin prejuicios, sin ninguna atadura a la concha, al vejo caracol. A ese principio de todo, a ese espacio abierto donde las etapas se queman una tras otras…nunca, todas juntas. Desandar la vida, el cielo, la música, la propia intimidad, en medio de una nueva brisa. Devolverse hasta el vientre, a la semilla y poder responderse, sin prejuicios todos los por qué. Incluido ¿el por qué me trajeron? Reiniciarse hasta alcanzar la madurez plena, para saber que no somos solo un accidente en medio de un revolcón de fluidos, ajenos por demás, al deseo del momento. Descubrir el por qué de su vida, más allá de los estereotipos. Para ello tiene talento. Una inteligencia muy especial. Y la ayuda y comprensión de sus padres. Además de espacios como éste, para decir lo que piensa….segura de poder contar con nuestro respeto a lo que diga y cree.




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Después de la felicidad

(Publicado en el Diario El Informador el 05.11.08)

Después de la felicidad
La muerte


Lic. Víctor M. Barranco C.

Buscaba el mar, una luz. Buscaba el mundo para desde el logro de su más grande deseo, ser feliz siempre. Buscaba ser él decidiendo su destino, pero al final solo encontró manchado sus cuadernos. Buscaba a Dios, su propia libertad, esa independencia que a los 18 años clama a gritos la autodeterminación. Se tropezó con el cielo, la fuerza del cosmos en la fe, y en ese hurgar de la vida, en ese tentar el destino solo encontró un accidente, la inhumana indolencia de un conocido y las lágrimas incontenibles de los suyos. Buscaba la sonrisa de los vencedores, la alegría en la irreverencia de su edad, el futuro hecho y asumido por él mismo con su trabajo, con su esfuerzo, con ese sudor que empapaba su orgullo. Encontró la excusa, el pretexto, la justificación a tanta vivencia deseada y a pesar de la compañía de su sombra, de un amigo compartiendo el trágico desenlace, sin embargo en la hora del final él estuvo solo. Allí, en medio del horror, no consiguió el bastón de quienes se acercaron y aún conociéndolo no lo auxiliaron, tampoco le prestaron la mano amiga en los momentos del fatal desenlace. La muerte le visitó de la manera más sorpresiva. Y desde el sueño eterno recién emprendido entendió que en la soledad, cualquier camino cuenta. A bordo de su moto tuvo un día, un solo día de inmensa felicidad. Era el logro personal. El deseo cumplido. El fruto de su trabajo logrado. Se había despedido de la abuela, uno de sus mejores amores, aunque no pudo anunciarle que lo hacía para siempre. Le mostró a su familia lo conseguido, sin adivinar que tan solo horas después, no habría más nada. Solo el vacío. La figura gris, la tenebrosa, la que no reconoce ni edad, ni sexo, ni estado de ánimo se hizo presente de manera violenta, y en el vehículo de sus sueños, le hizo vivir su peor pesadilla. Dejó de andar. Se llenó todo de un solo vacio. Le dejó al viento sus sentidas querencias: sembrar una flor, romper un papel, tener una moto, reinventar un invierno. Murió, sintió ese vértigo sublime de lo que es el final terreno, ese desandar la esperanza, ese desanidar el mañana, ese sembrar el otoño…los últimos pasos de ese nuevo trajinar del silencio. Necesitaba detenerse, descargar afectos y desafectos. Recorrer sus jóvenes prisas sin más libertad, que aquella que nos permite saber quién cierra la puerta, por última vez. Hoy su familia debe encontrarle alguna explicación a la sombra. Una razón de vida a este irreparable tormento. Acostumbrarse a verlo en ese lugar, donde solo una flor es capaz de secar las muchas lágrimas. Él, por lo pronto, ha detenido su andar, y esta vez…seguro que para siempre.

-Hace un esfuerzo dentro de su muy grande tristeza para contarme. Después de varios correos, acompañada de una hermana lo hace. Es su alerta. Su impotencia en las lágrimas. Su deseo porque nadie más viva su experiencia. Un inmenso dolor el que la mueve.
- Estoy aquí Licenciado para contarle la historia de mi sobrino, como se lo señalé en el correo. Y a partir de ella usted haga un llamado a los padres, a los jóvenes, para que se cuiden. Para que ninguno tenga que vivir este dolor que nosotros vivimos y que nos llegó a bordo del más grande deseo de Luis: el tener una moto. Para que padres e hijos tomen conciencia de los peligros. Que no sea la muerte de un ser querido la que los advierta. Que no sea el dolor, la contraprestación por no haber actuado a tiempo. Que no sea esta marca dolorosa del luto, la que los señale para siempre.

- Cuéntame los detalles, le pido
- Mi sobrino, de apenas 18 años, siempre soñó con tener una moto. Sus padres siempre le aconsejaron el no hacerlo. Trataron de hacerle ver el peligro de las mismas, la inconveniencia de ese riesgo. Sin embargo él, excelente hijo y mejor amigo, se puso a trabajar para conseguir el dinero para comprarla ante la negativa de su padre, mi hermano, de complacerlo. Reunió el dinero necesario, y cuando lo tuvo completo… lo hizo. Fue inmensamente feliz el día que pudo coronar su sueño, pero tan solo por un día Licenciado. Esa misma tarde, como a las seis, vía Chorobobo, colisionó con un camión y murió en el acto. Nos dicen que lo acompañaba un amigo de parrillero. Que Luis iba con él por la intercomunal de Cabudare cuando el padre del amigo los vio. Tomaron la vía antigua de Yaritagua y allí sucedió el accidente. Nos dicen que familiares del acompañante se acercaron al lugar de los hechos y auxiliaron a su pariente, solo a él, llevándoselo. A mi sobrino lo dejaron allí solo, abandonado a merced de los carros que pasaban y que lo atropellaron después de muerto. No nos avisaron a pesar de ser conocidos nuestros, según nos han dicho. No nos alertaron a pesar que –de ser cierta la versión- habían dejado abandonado a su suerte a un ser humano en plena carretera, víctima fatal de un accidente. Aún sin saber si estaba vivo o muerto. Lo dejaron allí, solo a pesar de su estado. Sin ningún dolor. Sin ninguna pizca de solidaridad. Sin que ninguna fibra humana se les moviera en elemental auxilio ciudadano. Nosotros en ese momento estábamos en una reunioncita cuando nos avisaron: Luis se mató en un accidente. Para recogerlo lo más rápido posible, mi hermano habló con las autoridades y entonces pudo él conseguir una camioneta, hacer el traslado por su cuenta y llevarlo al hospital.

- Esto último me lo cuenta ante mi insistencia por los detalles. Quería pasarlo por alto, no detenerse en este incentivar de la angustia, en este nuevo elemento para la rabia, en este agravar de las circunstancias. No quería hacer de su tristeza ningún factor motivador de alguna tristeza ajena. No está en sus ánimos cobrar facturas, ni siquiera afectivas. Solo la referencia de lo que se siente cuando no hay solidaridad.
- Luis, continúa, era un excelente muchacho. Pero decidió comprarse una moto, y mire para que vea cómo son las cosas, no se la querían vender. Su familia no quería que la comprara, y entonces trabajó muy duro durante cinco meses para hacerlo. EL 18 de Mayo lo logró en la mañana, y en la tarde todo se acabó.

- ¿Has hablado con quien han dicho era el acompañante de Luis?
- No

- ¿Tienes rabia?
- No. Una inmensa tristeza. Un nudo en la garganta que no me puedo quitar y que aparece cada vez que hablo con sus padres. Un dolor inexplicable. Ese temor a que se repita la tragedia en la familia. Ese no saber qué va a pasarle a cualquiera de los nuestros cuando sale. Ese no poder explicarme el por qué a él…el por qué a nosotros.

- ¿Has renegado de Dios?
- No. El me inspira. Él nos da valor. Sobre todo a su madre y a su abuela, que están destrozadas. La abuela, mi madre, se refugia en una hamaca y allí vive sola su dolor. Se la pasa pensando. Su mamá, desesperada. No hay abrazo, ni misa, ni palabra, ni luz, ni amigo que calme tanto sufrimiento. Está sembrada de tristezas. Hay una parte de su vida que se marchó con su hijo. Quedó marcada para siempre. Tiene una fisura en el corazón, que no hay quién la repare.

- ¿Estudiaba?
- No. Comenzó a trabajar y le gustó más el dinero que el estudio. Entendió que para él esa era la vía más rápida para poder tener lo que deseaba.

- ¿Qué sientes?
- Miedo, Licenciado. Un miedo terrible. A pesar que los amigos de mi sobrino no nos han abandonado, que nos acompañan solidariamente en todos estos tristes momentos, a pesar que tenemos la palabra ductora, serena, ilustrada de un sacerdote, el miedo no nos abandona. Fíjese que la madre de Luis, comenzó a sufrir de la tensión arterial después del accidente, aunque debo decirle que Dios ha sido nuestro refugio, que Él nos ha fortalecido. Por eso yo le aconsejo a las madres que tienen algún problema con sus hijos, confiárselo a Dios.

- ¿Por qué me escribiste?
- Porque como mucha gente en Barquisimeto, lo leemos los miércoles y lo seguimos. Porque usted puede ayudarnos a que los jóvenes tomen conciencia y le hagan caso a sus padres. Que entiendan que cuando les aconsejan no hacer una cosa que ellos desean, lo hacen solo porque desean cuidarlos. No para interponerse en sus deseos. Sino para basados en su experiencia de vida, evitarles problemas a ellos. Que es cierto que los padres pueden tener creencias pasadas de moda a veces, que chocan con la realidad actual…pero que nadie les quiere más que ellos. Nadie desea tanto lo mejor para sus hijos, como ellos. Que seguro, como nos ha pasado a todos, en algún momento podrán volar solos, pero antes tienen que aprender a hacerlo, y nadie más indicado para enseñarlos que sus propios padres. Que no malinterpreten los “no” que a veces reciben. Que los comparen con los “si” que ellos les dan, y verán que son infinitamente menores. Que sus papás no persiguen molestarlos, sino protegerlos. Que ellos tienen una experiencia para prevenir, y el conocimiento y referencia necesarios para guiarlos adecuadamente.

- ¿Guardas algún rencor?
- En absoluto. Lo que pasó es doloroso, triste, injusto, pero no puedo recomponerlo con rabia, odios, rencores. Lo que puedo, y podemos, hacer es aprender la lección y evitar que le pueda suceder a alguno otro. Que cada quien haga su propia reflexión. La muerte de mi sobrino no puede, ni debe, ser argumento para el odio. Fue un desafortunado accidente en el que hubo conductas humanas que no me corresponden a mí juzgarla. Pero también donde ha habido conductas de solidaridad conmovedoras que de alguna manera nos reafirman los valores de la amistad y la solidaridad. Además nuestro Luis se merecía este reconocimiento. Este respeto de sus amigos. Este amor de quienes lo conocieron. Este convertirse en ejemplo de bien, que todos agradecemos.

No hay nada peor para un ser humano que la muerte de un hijo. Es el dolor para el que no se está preparado. La lágrima que nunca se quisiera derramar. La marca que más nunca se va a borrar. Les queda sin embargo, la sonrisa. El recuerdo grato en medio del dolor de la partida. Le quedan las huellas, el desvelo, esa felicidad inmensa de un día que pagó con su vida, aunque también con ella, les queda el dolor de su partida. Ese ingrato insomnio con el que ahora deben andar por la vida. Un remiendo, un parche en los afectos, y ese doloroso grito del silencio. Les queda una tristeza, el recuerdo de la irreverencia de su edad, y la más cruel de las derrotas. También la mueca, el recuerdo del brillo de sus ojos, la acera...el seco manantial, donde una vez humedecían sus esperanzas las azucenas. Les queda el mar, el invierno, el día y esa larga noche de volver a encaramarse, a pesar de la tristeza, en el transcurrir de la vida. Les queda su luz, su inmensa alegría, sus mil cuentos, su precoz aventura. Les queda también sus cuadernos, el calendario inconcluso, y sus muchas pisadas. Les queda el retrato, el motivo, el recuerdo del abrazo…y el viejo saco donde el frio señala la vida. Les queda su amor, su vivencia, su alegría, el mejor de sus recuerdos. Lo necesario para que no sea solo la tristeza quien habite sus memorias…en esta hora de ausencias y epitafios.

Me convertí en un animal

(Publicado en el Diario El Informador el 29.10.08)
Me convertí
en un animal

Lic. Víctor M. Barranco C.

A su corta edad, cuando apenas traspone la adolescencia, ha vivido todas las estaciones, todos los estadios, todos los ruidos, todas las edades. Ha podido revolcarse con furia en las propias pesadillas, en los sueños ajenos…en las crueles realidades. Presiente el frío, la tormenta, el charco. Nadie le puede contar, que ya no sepa, de veranos, odios, agresiones, dolor, venganza. Siente que sobrevive cada día al llanto, la ceniza, la tierra, la necesidad de brillar en medio de la violencia, en ese andar obligado que requiere para avanzar cuando ha llegado a tocar todas las miserias. No le importa retener, solo acusar lo tenido, lo gozado. Hincar su poder temporal, su supremacía de segundos, su omnipotencia coyuntural en el miedo ajeno. Su rabia en el logro de los otros, la soledad en él mismo. Sin embargo a veces siente ganas de acabar con el torbellino, quitarse el antifaz de rudeza de todos los días. Ese adquirido, propio, legado, enseñado con que agrede al prójimo arma en mano, cada vez que puede. A veces, solo quiere terminar con lo que hace. Reflexionar sobre lo experimentado. Comenzar a conocer el perdón, la clemencia, el arrepentimiento. Hacerse un lugar en la comprensión, en ese ser mimético en que se ha convertido, para odiar vivencias. Salirse de esa posibilidad de morir cada vez que ejerce de superhombre. Conoce la muerte. Quizás más de cerca de lo que debiera a su edad. Le ha perdido el respeto. Siente en su fantasía marginal, que ella le acompaña y que es el coco, que le permite que muchos otros solo hagan lo que él quiere. La ha visto en el terror de sus víctimas, en el grito de alguna mujer agredida, en el quebrar la virilidad de algún hombre frente a su arma, en el logro de la obediencia de quienes se amedrentan cuando él se las pone cerca. Por eso desea despedirse de ese mundo al que ha pertenecido desde que era casi niño. Tomar lo ganado y mirar esta vez al norte. A lo alto. Al lugar donde pueda estar seguro. Donde la única arma sea la razón, el conocimiento, el respeto ajeno cambiado por ese miedo que hoy sabe despierta. Donde lo consideren por gente, y no por bravo. No por maldito. Donde el azul tenga un matiz para él, que hoy no tiene. Marcharse de la envidia, de ese tener que demostrar cada día cuánta braveza le acompaña. De cuánta rudeza es capaz. Irse del charco con su experiencia a cuestas. Salir al fondo aunque después no tenga nada temerario que contarle a ellas para impresionarlas. Estudiar, prepararse. No tomar nunca más, nada que no le pertenezca. Dejar de sentir ese olor a pólvora que en algún momento puede hacerle un daño irreversible. Lograr alcanzar algún día, a diferencia de su hoy, un lugar, un espacio, donde más nunca tenga esa necesidad imperiosa para ser querido, por quienes él quiere serlo…de devolverse.

-Me ha llamado varias veces. Me señala que tiene algo que contarme, que por lo que él sabe, sobre algo que nadie hasta ahora lo ha hecho. Nos citamos, y acompañado de su novia me visita en mi oficina, me regala un libro y me cuenta…
- No sé por dónde empezar Licenciado

- Por donde quieras, le digo. Háblame de ti, y después me cuentas lo que quieres contarme
- De mí vengo a contarle, Licenciado. De lo que soy, de en lo que me he convertido. De esta vida que llevo y que quiero dejar. Apenas tengo 20 años y conozco todas las inmundicias. Primero quise dinero, mucho dinero. Después me tropecé con el amor, con el que alguien me atendiera, me respetara por lo que soy y no por lo que aparento. Y eso me gusto mucho más que el dinero.

- Bien…como quieras
- A los ocho años el hombre de mi mamá, me botó de la casa. El tipo, que me obligaba a pedir en los semáforos, después de una carajería inmensa que me dio porque no le llevé la cantidad de dinero que él quería, me botó a patadas del rancho en que vivíamos en medio de una borrachera que creo que fue la que me salvó. Porque si ha estado en plenitud de facultades, hasta ahí llego. No la estuviera contando.

- ¿Tu mamá qué hizo?
- Mi mamá no estaba con nosotros. Ella trabajaba en una casa de familia, y andaba en eso. Yo llegué como a las tres de la tarde, y en menos de media hora estaba de paticas en la calle, golpeado, y con una rabia tal que me juré que ese tipo me las pagaría algún día. Me fui a la casa de un pana de la escuela donde fui alguna vez, y su mamá me echó unas pomadas en las marcas de los correazos y me dejó allí esa noche. Al día siguiente, busqué a un primo mío que le había pasado una cosa parecida, quien era además mayor que yo, y a quien yo admiraba porque andaba en una buena moto y era bien bravo. Lo conseguí, le conté y dándome un golpe en la cabeza me dijo, cómo carajo te dejas pegar de un borracho!...vente conmigo, que yo te voy a hacer un hombre. Me llevó a una casa por Yaritagua que él tenía con sus amigos con tan solo quince años. Desde ese momento se convirtió en mi héroe…y en mi jefe.

- ¿Qué hacía que le iba tan bien a tan corta edad?
- Estaba en una banda. Es más, él la lideraba. Andaba siempre encaletado. No comía nada. Hacía de todo lo que pudiera para obtener dinero. Y me enseñó una vida que no conocía. Fácil. Aventurera. Temeraria. Como de película. Donde las carajitas se vuelven locas por lo que uno hace. Y los chamos le tienen a uno burda de miedo. Del mandadero de todos, pasé a ser el que mandaba.

- ¿Qué hiciste?
- Primero lo primero. Fui y le di hasta por el cielo de la boca al hombre de mi mamá. Para que aprendiera a no pegarle a los carajitos. Aprendí a usar las armas, conocí las drogas, e hice muchas cosas que no debía. Allí si bien me vengué de ese carajo, me gané el odio de mi mamá quien me dijo que ahora se daba cuenta que él tenía razón en haberme botado de la casa.

- ¿Qué sentiste?
- Fue una vaina horrible. Porque siempre guardé la esperanza que mi mamá fuera mi mamá por encima de todas las cosas. Que ella a lo mejor estaba molesta porque no se había enterado de lo que él me había hecho, y el día que se enterase se lo iba a reclamar. Pero él le contó una historia diferente a la verdad, o mi mamá prefirió un marido que un hijo.

- ¿Te sentías cómodo viviendo esa violencia?
- Cuando eres joven, siempre quieres hacer lo que está prohibido, llevar la contraria. En el grupo conseguí complicidad para cualquier exceso que se me ocurriese. Panas para ayudarme en cualquier vaina loca que me pasara por la cabeza. Ayuda para conseguir cualquier cosa que se me antojara. No había límites. Ni vergüenza. Nada es imposible cuando uno está en ese grupo de panas. Uno puede hacer lo que se le ocurra. Ellos, al principio son como una familia para ti, te lo dan todo, pero después tienes que hacer cosas por ellos, porque sí. Sin preguntar. Sin asco. Sin pena. Sin arrepentimiento.

- ¿Qué tipo de cosas?
- Cosas que no vale la pena repetir, y a veces ni siquiera recordar, pero de las que uno no puede sentirse orgulloso. No hay amistad, sólo un compañerismo extraño. Hay solidaridad, protección mutua, ayuda, asistencia…pero no hay afecto. El afecto en las bandas es una debilidad. A veces me cruzo con gente que estuvo conmigo, pero no nos saludamos. En el grupo uno encuentra defensa para su inseguridad y acaso una especie de hogar sustituto que lo arropa cuando procede de un hogar donde el amor saltó roto en pedazos irreparables…pero nada más.

- ¿Te arrepientes?
- Claro. Muchas veces me he arrepentido de haberle hecho daño a otros. De tomar lo que no me pertenece. De abusar de una superioridad coyuntural que te da el grupo o el arma que llevas. De ver el miedo en el rostro ajeno. De saberte maldecido. De no poder ser respetado si no es por la violencia que puedes desatar sobre alguien. De ser bravo solo en grupos. De fanfarronear una rudeza extrema, sabiendo lo frágil que somos por dentro. Odiar, porque a veces no es sino una forma de pedir a gritos algún gesto amable, alguna atención sobre uno. No sabe Licenciado que una vez, haciendo esas cosas raras que hice, una señora me pidió que no le hiciera daño, que no tomara lo de ella porque era el pan de sus hijos…y no solo me compadecí de ella, sino que le di parte de lo que cargaba en el bolsillo. ¿Y sabe que pasó? …mis compañeros me pegaron. Me corrieron del grupo, se burlaron de mí…

- ¿Por eso te fuiste? ¿Porque te pegaron?
- No. Me fui porque me obstiné. Porque uno pierde la personalidad. Porque se olvida de pensar. Entre las drogas y el delirio de la violencia, entre el dinero fácil y el miedo...entre el odio y el deseo de venganza, uno pierde la noción de quién es uno. Llegué a convertirme en un animal. Y lo peor es que mientras uno lo vive, no se da cuenta del daño que le hace a otros y del que se hace a uno mismo.

- ¿No viste más a tu familia?
- Una vez a mi mamá. Pero lo que hizo fue recriminarme. Como si ella hubiese sido tan buena madre. Mire Licenciado, yo no quiero evadir mis culpas, pero muchas veces pienso que si ella no me hubiera cambiado por su hombre, mi vida sería hoy otra cosa. Si ella me hubiera buscado, y mire que le mandé pistas de dónde encontrarme, me hubiera evitado esos años de mi vida envuelto en la inmundicia.

- ¿Has estado preso?
- Una vez en el retén. Y tuve que caerme a trompada limpia para que en esas tres noches no me hicieran nada. Mis panas con dinero, me sacaron. Hay cosas más corrompidas que las bandas. Hay bichitos del gobierno, peores que los delincuentes.

- ¿Qué vas a hacer?
- Me voy con Mariana para otra ciudad. Voy, con la plata que tengo, a montar un negocio de autoperiquitos y ella una peluquería. No regreso más. Quise hablar con usted porque lo he leído mucho. Porque sé que le ha inspirado confianza a mucha gente como yo que, por una razón u otra, ha convertido su vida en una tragedia. Porque quiero comenzar esta etapa de mi vida, no solo pasando la página, sino mostrándoles a otros mi vida, para que no la repitan. Hoy día hay niños armados hasta los dientes. Es más, hay adolescentes que se echan la culpa de algún delito sin haberlo cometido, cobran millonarias sumas por ello, sabiendo que por su edad no hay gobierno que los encane. No soy un santo. No quiero arreglar el mundo, creo que no me sale. Pero si quiero que otros no lleguen a sentir, después de la euforia, después de la violencia, ese vacío grande de tenerlo todo y saber que puede uno perderlo cualquier tarde que se voltee la suerte. Y para que mi mamá, que se que lo lee, sepa alguna vez lo que siento. Que se entere que ella tiene parte de culpa, no por lo que yo hice, sino por lo que ella dejó de hacer. Que vea lo que pudo evitar, sin ningún esfuerzo. Solo ejerciendo de madre.

- ¿No es injusto que le eches la culpa de todo a tu madre...ella te mandó a hacer esas cosas raras que dices?
- No. Lo que he hecho, lo asumo como usted ve. Me arrepiento, por eso estoy cambiando de vida y sentado con usted en esta oficina. Pero si aquella tarde en que me botaron a patadas de la casa, me recoge como creo era su deber…me cura los moretones, pone a su marido en su sitio, me lleva a estudiar y no me quitan ni el techo, ni el cariño, ni la vergüenza…seguro licenciado, que mi vida sería otra. ¿no cree usted?.

No es fácil juzgar. El reparto de culpas por parte de un tercero, no siempre hace honor a la justicia en este tipo de situaciones. Lo veo renunciar al grito, a la protesta violenta, a ese continuo goteo de los albañales que lo ha estado martirizando. Lo veo tratar de acudir a lo que nunca ha sido. A despojarse, al contrario que los demás mortales, de todo lo aprendido. A reflexionar y pasar la página, en medio de un coloquio triste y continuado con la desesperanza. A borrar ese concubinato con la sin razón, solo. Tratando de sobreponerse, en medio de una oportunidad, a ese llorar sus propios miedos. Va por fin, a hundirse profundamente en él. A domesticar todo lo vivenciado. A hurgar en el conocido sitio del hambre, para recoger el rostro de los terrores provocados. Va a volver al sitio donde sabe existe el límite entre el amor y el odio, porque lo ha transitado… entre el afecto y el desprecio, a tratar de establecer allí la mejor de sus renuncias. Va a mirar atrás por última vez, a desechar algunas sonrisas. A devolver solo lo amado, si es que algo hay de eso. A tratar de recomponer, en lo que pueda, el saldo de lo recibido. A trasegar primaveras. A no encontrarse nunca más con aquella soledad encerrada con él, cada noche en su mismo cuarto. Va a hacerle un sitio a la vergüenza. A dejar de alegrarse solo con la venganza. A tratar de recitar los olvidos. Va a tratar de cambiar, que no es sino comenzar a callar…lo mucho que ya ha vivido.








Vivir mucho es una maldición

(Publicado en el Diario El Informador el 22.10.08)

Vivir mucho
es una maldición

Lic. Víctor M. Barranco C.

Escondió en su memoria, nebulosa, pero memoria al fin...su miedo, su verdad, su rabia, sus frustraciones, el triste recorrer de sus días por el calendario. Escondió la razón, la angustia y hasta ese deseo natural de seguir viviendo. También escondió el presente, el futuro, y en el pasado sepultó una mueca que, de pronto, hubiera podido ser una sonrisa. Guardó en su impotencia, en ese frustrar de diario que deja las carencias, la incomprensión, cualquier esperanza de ser entendida, comprendida, tolerada. No dejó un espacio para la alegría, ni para la calma…solo un rincón donde sus seres queridos le adelantaron las sombras. No hubo más esperanza, ni paz. Supo ya de vieja separar la maldad, la bondad, la miseria, la lástima, la envidia, la frustración, la burla, el egoísmo. Ni siquiera le fue reconocida la humildad con que fue ajustándose a los gustos y necesidades de otros, renunciando a los propios dándolos por vividos. Solo había madrugadas para la soledad. Para ese llanto ahogado que trasnocha, pero que aliviana la ancianidad, cuando son los afectos más próximos quienes le hacen sentir que estorba. Que necea. Que no entiende. Que repite. Que olvida. Que muere poco a poco en la indiferencia ajena. Es una mueca el saludo, el gesto agradable. Cuando quiere ser cariñosa y trata de dibujar ese amor grande en el afecto de sus seres queridos…siente el rechazo, y entonces recuerda que es solo un sembradío otoñal de imprevisibles tristezas. Asegura que no hay nada más cruel que la vejez. Ese sitio desde donde el silencio permite empinarse hacia adentro, pero solo para el extravío. Ese lugar de resacas, donde pululan los fantasmas, y reside el frío. Allí, donde se detiene el tiempo de soñar despierto, y la realidad es una pesadilla de desafectos e incomprensiones que lacera la piel ajada de ese reloj viejo, que ya no saca cuentas. Hoy el sobresalto marca el sueño, y solo un fármaco le garantiza un descanso sin turbulencias. Es el propio cuarto delimitando los espacios del invierno…la luz, el norte, el sol, esas marcas nobles de los que no se han dormido para siempre, todavía. Allí, frente a sus angustias hay quienes ríen de ellas…y sus canas riegan de manantiales, el irreversible camino de sus grises. No entiende porque su hijo a quien enseñó, perdonó, comprendió en sus carencias, ayudó en sus limitaciones, aseó en sus incontinencias infantiles, amó sin condiciones…hoy, critica sus carencias, se asquea y regaña sus incontinencias, y se ha olvidado que necesita de ese cariño. Por qué le niegan la vida, justo en la antesala de su muerte. No comparten sus sueños, se burlan de sus historias, y en vez de calidez parecieran solo usar ese aguijón perverso que se ensaña punzando el sitio aquel donde el afecto debió regular la transición hacia el estadio eterno. Pero es tanto su amor que entiende. Y sobreponiendo enfermedades y desprecios, ayuda más allá de sus posibilidades en las tareas de una casa, donde siente que estorba… a pesar de ser la abuela.

-Tiene 84 años. Lúcida a pesar de lo avanzado de su edad. Una persona amiga me pide visitarla. Me lee los miércoles y desea conversar conmigo, más que para contarme sus experiencias, para que algún hijo las lea y sepa de las procesiones de los padres y abuelos, que marchan es por dentro.
- Hijo tenía muchas ganas de conocerte, me dice de entrada y me abraza. Eso que tú escribes me ha hecho llorar muchas veces. Siempre le pido a mi hijo que me compre El Informador los miércoles para leerte. Debes tener una bellísima familia para escribir como escribes.

- Dime mi vieja ¿querías hablar conmigo? ¿De qué cosa? ¿Cómo puedo serte útil?
- De mí, mi amor. De qué más. De esta vida mía llena de chocheras y de sufrimientos íntimos. De este cachivache, que como todas las abuelas, algún día estorba.

- Cuéntame vieja, le pido…
- Me casé muy joven. Tuve un solo hijo que como te imaginas es mi adoración. Al poco tiempo de nacer él, me divorcié. Me fui a vivir con una hermana y cosiendo, planchando para otros, lavando, lo levanté. Fue un niño bueno, mimado pero bueno. Su papá, mecánico, se estableció en otra ciudad y progresó mucho, aunque nunca se ocupó de él ni en lo material, ni en lo afectivo. Lo veía de vez en cuando. Lo invitaba a San Cristóbal donde vivía con su nueva familia, y presiento que Chucho se prometió a él mismo conseguir lo que sus medias hermanas disfrutaban. Trabajó en muchas cosas, incluso en el Hipódromo los fines de semana para costear sus estudios, cuando en Caracas ése era el sitio donde buscaba su sustento, mucho estudiante. Yo le hacía todo. Fui su madre, su amiga, su cachifa…aún cuando yo tenía poco educación, y mi aspecto era y sigue siendo, de mujer provinciana. Lo acompañé a sus residencias, donde lo atendía en todo. Incluso en casa de familiares donde vivía, yo ayudaba en la cocina y en los quehaceres domésticos para que me lo tuvieran. Se casó con una niña de la sociedad, y allí me cambiaron las cosas. Ella, me miraba por encima del hombro. Nunca llegó a abrazarme o a tratarme con cariño. Tampoco me invitaron nunca a las fiestas familiares. De casualidad fui al matrimonio.

- Él ¿cómo lo tomaba?
- Cómo si no fuera con él. Pensé que eso cambiaría con el tiempo pero qué va. Les fue bien, y compraron un Pent-house. A mi, me dieron el cuarto de servicio. Atendía la casa, los niños que comenzaron a llegar y cualquier cosa que Valentina me encomendara. Nunca salí, tampoco me atraía mucho el hacerlo. Cuando llegaba visita, ella me sacaba el cuerpo, y me decía….Carmela, ¿por qué no vas a atender a los muchachos?...sin presentarme a la visita. No supe que era un parque, ni un cine, ni un paseo con ellos. Pero si muy buena para cocinar, lavar, atender a los muchachos. Un día Mildred me dio una buena noticia…conseguimos una muchacha para que te ayude, compartirás con ella el cuarto. Y así fue. Mientras, yo pendiente de todo, con una artritis que me mataba, con problemas de vieja…pero sin poder hablar duro, porque me regañaba. Un día me sentí mal, mi hijo andaba de viaje y porque me quedé en la cama, me dijo vieja perezosa, mantenida, inútil y cuánta cosa fea existe. Cuando él llego de viaje, le dijo que yo la había ofendido y que escogiera entre ella y yo.

- Él ¿qué hizo?
- Me dijo, vieja…entiende. Ella es una niña mimada, de un mundo distinto al tuyo, pero poco a poco comprenderá. Por lo pronto, vete a casa de tu hermana un tiempo, mientras se calma la tempestad. Y yo, capaz de hacer cualquier cosa por mi único hijo le dije, tranquilo papá…entiendo. Si eso es así, me voy. No tardaron ni una semana en buscarme. El apartamento se les venía encima, y requerían no al ser querido sino a la cachifa a tiempo completa que tenían en mí. Volví, y la casa estaba patas arriba. Ella trató de ser amable conmigo los primeros días…pero después fue igual. Ellos a sus trabajos y yo a limpiar y a servir. Llegó el bautizo del primer hijo, y compré un cortecito para hacerme un vestido…feliz, con la fiesta de mi nieto. Pero más duré buscando la tela, que ella en desilusionarme. Me dijo, bueno suegra recoja para que se vaya el fin de semana con su hermana, pues la fiesta que voy a dar es a todo trapo, y usted no tiene ni un vestidito bueno. Me fui a llorar al cuarto y allí llegó mi hijo. Le conté…le mostré el vestido que me estaba haciendo, y me dijo….es verdad mamá, lo que vas es a sentirte mal con esa gente que no es como tú. Mejor te vas donde la tía, y yo te voy a buscar el domingo en la tarde. Así fue.

- ¿No reaccionó?
- No. Unos años más tarde, él inventa un viaje porque tenía una noviecita –cosa que yo supe después- pero se va a la playa con ella. Y allí, mire que Dios tiene una manera bien rara de hacer las cosas, la encuentra a ella – a su esposa- también con otra pareja. Se forma el zafarrancho y decide separarse. Nos vamos casa de un familiar él y yo donde me explica lo que pasa. Yo, que no quería que mis nietos se criaran sin padre como me había tocado criarlo a él, lo fui convenciendo de olvidar…de perdonar. Ella comenzó a acercárseme, a tratarme con cariño, a buscarme y pensé que había cambiado.

- ¿Habló con ella de la infidelidad?
- No, ni se me ocurre. Pero la sentí arrepentida, querendona, y convencí a mi hijo de volver. Los primeros meses, todo bien. Buscó unas señoras que ayudaban en el apartamento, y yo simplemente me ocupaba de los niños y de alguna que otra cosa. Poco a poco me delegaron más oficios, hasta que volví a hacerlo casi todo. Mi hijo lo aceptó y esta vieja que está a punto de cumplir los 90, tiene que trabajar hasta doce horas al día sin desmayar para no ser regañada por esa víbora.

- ¿Por qué no habla con su hijo?
- Mira mijo, por eso quería hablar contigo. Porque a viejo no lo quiere nadie. La vejez es demasiado cruel. Las cosas se olvidan y uno se vuelve entonces antipático e irresponsable. Uno echa los mismos cuentos y entonces se vuelve fastidioso. Ya no domina esfínteres, y a ese hijo que cuidé y limpié en cada ocasión le avergüenza que su madre, por una causa tan natural como la edad, no pueda controlar completamente los suyos. Tampoco puedo hacer todo lo que esperan de mí, porque me duelen los huesos y ya no tengo la misma agilidad, ni la misma disposición. Lloro mucho, y se molestan. No comprenden que estoy más sensible...que no lo puedo controlar. Si opino sobre mis nietos, casi me comen. Soy una vieja retardataria que no debe estarse metiendo en lo que no me llaman y en las cosas que –según ellos- no entiendo, cuando la decencia y rectitud es siempre la misma. Si hay una comida que no como porque no me gusta, o porque presiento que me puede caer mal porque ya mi digestión no es la misma…entonces soy una malagradecida, que hasta rechaza el platico de comida que me dan, cuando afuera hay tanta gente pasando hambre. Me da pena decirles que se me acabó el desodorante, o revelar esa intimidad vergonzosa cuando debo pedirle pañales para mí. Si quiero llamar una amiga y hablar con ella, debe ser rapidito porque otros necesitan el teléfono y, de alguna manera, me hacen sentir que esa no es mi casa. Ya no puedo bajar al parque, porque sola me puede pasar algo…pero nadie me acompaña a hacerlo. Nadie ya, me hace cariño. Hace mucho tiempo que el beso que recibo, es el de la formalidad del saludo. Pero nada de un abrazo estrecho, de un gesto amable, de una palabra de reconocimiento a lo que he hecho. Los viejos estorbamos. Les aguamos la fiesta a los hijos. Le hacemos desagradable la cosa a los nietos porque no entendemos su mundo. Estamos condenados a la soledad, y sin derecho a protestar. El vivir mucho, es como una maldición, porque llegamos a darnos cuenta que los hijos pasan a tener otras familia que es la principal. Que primero ellos y si algo queda, es para nosotras. Y lo que es más grave, no es las chocheras que vivimos, sino que comenzamos a requerir atenciones que nadie nos puede dar. Y sentimos la vergüenza, que a veces nos hacen notar, que se perdieron una fiesta o una reunión o un viaje, por los achaques de la abuela.

- Pero abuela ¿no cree que llegó la hora de sincerase con su hijo?
- No. Llegó la hora de seguir aguantando callada. Porque si le decimos a nuestros hijos nuestras quejas, siempre van pensar que son chocheras de la abuela. Cuentos propios de la edad. Que somos un paquete que debe cargarse con todo. Una especie de combo pesado con el que hay que lidiar…como si a ellos no le irá a tocar algún día.

- ¿Por qué me cuentas todo eso?
- Porque si bien a lo mejor no es tan interesante, ni tan dramático, como lo que escribes siempre…pasa más a menudo de lo que tú crees. Y como te lee medio mundo, entonces que mucho hijo sepa como evitar que su madre, además de los padecimientos propios de la ancianidad, sienta el trato de mueble viejo que alguno de ellos les da en el final de sus días. Así que solo te pido que lo publiques…es lo único que he pedido en mis últimos años, además a un extraño. Prométeme que me vas a complacer…

Claro que la voy a complacer. Siento que su tragedia es más común de lo que uno piensa. Tiene que ver con el derecho a ser feliz y a descansar después del fragor de la siembra. A esa edad, como al inicio de la vida, se es feliz con cosas tan pequeñas que uno no termina de entender porque hay algunos que no lo hacen. En medio de su confianza adivino en sus ojos ese miedo de siempre de quienes ni siquiera pueden reclamar cariño, que es lo que pide. Ese peso horrible de la indiferencia de parte de a quien adora. Esa asfixia cotidiana de los que sienten a su cadáver, prematuramente deambular por las tristezas. Para ella, el saludo es una mueca fría, que desde el sur de las miserias, simplemente le sonríe desde una antipática formalidad... En ese recorrer lento de la sangre por sus arterias, el vértigo del desafecto es solo el anuncio de que sigue con vida. Esa especie de conquista opaca que le anuncia el devenir de cada mañana. En el trajín del andar, la indiferencia es solo consecuencia de tanto tolerar. En la espera, en ese confiar en que mañana será distinto, ella a quien solo su nombre le ha permitido no morir de incógnito, asume su tragedia con dignidad de madre. Al final, seguramente las explicaciones serán las mismas. Y el peso del desamor, será mucho más liviano. Cuando me lea, romperá la rutina y sabrá que puede ser complacida. E interrumpirá por minutos esa cotidianidad a la que ha sido condenada por su hijo… el protagonista de lujo de su ya larga y asfixiante tristeza.

Por qué papá

(Publicado en el Diario El Informador el 15.10.08)

¿Por qué Papá
me hace esto?

Lic. Víctor M. Barranco C.



La desazón, la angustia, la tristeza…esos caminos a la frustración de todos los días, son parte de la huella que le dejó el abuso. En ese miserable, incomprensible, anti natura en que la habían colocado cotidianamente… su vida de apariencias era una excusa para las agresiones. Vive, con esos mismos zapatos viejos que la obligan a recorrer en secreto una a una las alcabalas de su maltrato cada vez que decide pensar. Con ese veto eterno en el sitio del amor, donde la violencia del encuentro entre el consanguíneo y el aberrado consiguió hacérselo explotar y borrar de su vida. Con ese alarido en el espacio que debió ser para el placer bonito y decente. Con la conocida llovizna que empapa silencios para encharcar con su barro cualquier noche buena que pudiera tener. Con esa laceración sin cura, sin tregua, sin atenuantes que se sació en su carne de niña, que vulneró desde el amor de padre su infancia y arrugó sus primeros sueños para siempre sin compromisos de afecto…él, trató de inventarle una pasión, un climax, ese sacudón incomprensible a su edad, capaz de dibujar al diablo en sus incompletos libros de cuento. Ha permanecido entre la nada y la ausencia, teniendo demasiado extraviado aquel -hoy extraño para ella- olor de amaneceres. Ha tenido tan solo demasiado de nada, y muy poco de todo. Ha permanecido entre lo distante y lo imposible. Teniendo muy marcado en la memoria el sonido insoportable de ese recuerdo. Es esa confrontación entre su ayer y la miseria. Entre el sentimiento de hija y un papá miserable. Así ha andado, eludiendo los placeres, escondiendo el dolor, apaciguando la rabia, tratando de olvidar para ver si sobrevive. La llenaron de inseguridad, de tiempos huracanados, de tempestades infinitas. La cubrieron de miseria, le enseñaron sonrisas y alegrías que después le borraron cruelmente. Las lágrimas no han conseguido lavarla donde se siente asquerosa, ni adentro donde no la dejaron ser niña siempre. No hay peor cosa, dice, que te ensucien los sueños. A su poca edad la hicieron cadáver, alfombra, amapola marchita, suelo despreciado. Le crearon un hambre, una rabia, una importancia, y una herida que no cicatriza. Le hicieron también, una caja, una cruz, un horroroso recuerdo, y le colocaron el nombre de su padre en su epitafio….pero que nadie quiso, ni pudo verlo.

-Me escribe, y me señala que tiene una historia muy grave que contar. Me dice tiene 28 años y pide la mayor confidencialidad para su identidad. Fijamos una entrevista y hacemos tres...en la última, vencida las barreras de sus reservas, me cuenta
- Soy una sobreviviente del abuso sexual infantil Licenciado. Ese abuso que no se sacia en la violación, sino que va mucho más allá en su perversidad. Induce a los niños a la pornografía, caricias íntimas, besos eróticos, actitudes y posturas que en el momento pocos entienden, pero que después marcan de manera maldita para siempre. Viví trece años de mi vida siendo abusada de esa manera. Era traumático y si a eso le agregamos que mi abusador era mi papá, mas traumático todavía.

- ¿Cómo comenzó todo?
- Mi primer recuerdo de abuso es de cuando tenía cuatro años, y a partir de ese momento hay un sin fin de recuerdos. Los adultos piensan que si tocan indebidamente a un niño a una edad temprana, estos no van a recordar nada; esto es una gran mentira, eso nunca se olvida y lo que es peor, guardamos el recuerdo y lo bloqueamos para que no salga, pero llega un momento, una situación cuando somos adultos en que estos recuerdos afloran, y las consecuencias son siempre fatales. El abuso de mi padre, dañó muchas cosas en mí, desde mi cuerpo, emociones, relaciones, maneras de pensar y actuar, hasta mi espíritu. Cada vez que iba a ser abusada, me sentía como oveja que va al matadero… luego del abuso iba a un rincón de mi cuarto, de mi closet, a llorar y a preguntarme ¿porqué mi papá me hace esto a mí, que soy su hija?. La primera vez, estaba con él en la cama jugando. Me besó en la boca. Me tocó las nalguitas por debajo de mi ropa interior. Me besó la barriguita y bajó hasta allí, hasta lo que yo llamaba mi totona y la besó también. Pero a pesar que eran caricias nuevas para mí…no sentí nada extraño, nada anormal. Poco a poco fue avanzando, y me hizo tocarle. Una vez me obligó a besarlo íntimamente y vomité. Me regañó, y me pidió no decir nada. Solo me reclamó porque yo y que no lo quería…”las niñas buenas que quieren a su papá, lo complacen en todo”. Una frase que aún retumba en mis oídos con saña.

- ¿Cómo te percataste del abuso...que era algo indebido lo que te hacía y te obligaba a hacer?
- A medida que iba creciendo el abuso se hacía mas frecuente, hasta llegar a un punto que era casi a diario. Mamá estaba muy ocupada, haciendo cursos de cocina, tejido, etc. y no se daba cuenta de lo que yo estaba viviendo. Soy la hija mayor, así que me tocó también hacer de ama de casa, pues hacía todos los quehaceres del hogar. Recuerdo que un día, ya adolescente, le pregunté a Dios ¿Porqué tengo que ser la hija mayor? ¿Las hijas mayores son las que hacen todo, labores de casa y sexo con su papá?…Eran preguntas y reclamos que hacía, pues no me sentía bien con lo que vivía. Yo le había comentado a una amiguita que era pilas, y me dijo que eso que me hacía mi papá era malo. Luego hablé con un sacerdote cuando iba a hacer mi primera comunión en el momento de confesarme y se escandalizó. Me pidió que le diera datos, que hablara con mi maestra. Pero yo asustada por esa reacción, le pedí que guardara mi confesión en secreto como era su obligación…y nunca más lo vi. A medida que fui creciendo, me fui dando cuenta. También los abusos fueron mayores. Cuando mamá iba donde mi tía, papá ponía videos pornográficos y me obligaba a hacer lo que veíamos. Me mostraba revistas. Se me metía en el baño cuando me bañaba. Hasta que en algún momento, logró penetrarme e hizo de sus bajas pasiones una actitud diaria de búsqueda de complacencia conmigo.

- ¿Tu mamá, no se enteró?
- Licenciado, crecí en medio de unos padres abusadores. Mamá me golpeaba hasta sangrar, y no dejaba de hacerlo hasta no saciar toda su rabia en mi cuerpo; y papá no tenía límites para abusar de mí. Lo más traumático de todo esto, fue el hecho de que mi madre, haya visto a mi padre abusando de mí (cuando yo tenía 9 años) y no haya hecho nada, simplemente prefirió creer más en él que en aquello que había visto. ¿Porqué una niña de 9 años no podía gritar “Mamá están abusando de mí”…porqué vivía bajo amenaza, porqué a esa edad ya sabía lo que era tener un cuchillo en la garganta reclamando obediencia y silencio. Me decía que si hablaba no solo moriría yo si no que mis hermanas también. A mi a esa edad, y con lo que me estaba pasando, no me importaba seguir viviendo, la muerte más bien sonaba reconfortante…pero sí me importaban mis hermanas. Por eso seguí callando, por ellas; no quería que mi papá abusara de ellas y menos que les quitara la vida. Cosa que después descubrí, era solo un arma para doblegarme.

- ¿No había nadie que pudiera intervenir...nadie que te pudiera ayudar?
- Pocos. Déjeme seguirle contando. Pasó el tiempo y mis padres se “convirtieron al Señor”, asistíamos a la iglesia y por un momento empecé a creer en Jesús y confié en que esta pesadilla acabaría. No fue así, mi padre abusaba de mí y luego lo justificaba con una historia de la Biblia. Con el tiempo yo crecía y entendía muchas cosas…entonces luego del abuso, papá me arrodillaba a los pies de la cama para pedirle perdón a Dios por lo que yo había hecho. Si bien repetía la oración que él hacía, por dentro gritaba: “Dios mío yo no tengo la culpa de esto, ya no quiero que esto pase más” Fui entrando en la adolescencia, y fue mucho peor porque ahora cada vez que él venía por sexo peleaba con él, me defendía, incluso traté de hacerle daño varias veces, de vengarme mientras estuviese dormido, pero algo me detuvo…ahora sé, que fue mi Dios. Un día después de tratar de quitarme la vida, decidí hablar con mi madre, pero eso empeoró las cosas, porque aunque ella se llenó de valor y lo confrontó, él logro convencerla que no era así, que eran inventos míos, que yo había malinterpretado sus caricias, que quién sabe qué amiguita me estaría metiendo cosas en la cabeza...dudó, argumentó, pero al final creyó en él una vez más. Sin embargo logró que mi padre se sintiera descubierto, pues se cuidaba mucho más y espació las agresiones. Esto, aunado a mis rechazos logró que se acabaran los abusos sexuales, pero comenzaron los psicológicos, las amenazas…y entonces yo, para vengarme de mi padre, y un poco de todos los hombres, me volví una mujer promiscua. Me acostaba con cualquiera para humillarlo y hacerlo sentir el hombre más miserable del mundo. Empecé a dañar mi cuerpo, a comer sin control, quería deformar mi apariencia porque no quería que ningún hombre me viera y me deseara. Mi vestimenta cambió totalmente, ahora usaba negro y gris, pantalones muy anchos, zapatos de goma y blusas grandes. Me aparté de Dios, lo maldije y le anuncié que no quería saber nada de Él. Así continuó mi vida, no se como me casé y tuve unos hijos, llegó un momento que tenía todo, un hogar envidiable por muchos…pero yo estaba vacía, seca, deprimida. Hasta que un día ya desesperada, no tenía más opciones, acepté ir a un grupo de apoyo, y a mis manos llego un libro, una historia, escrita por Andy Comiskey, “El Amor que no Falla” del programa Contra la Corriente, cuando leí esa historia de amor, entre Jesús y la mujer samaritana, yo dije: Yo soy esa mujer samaritana y esa declaración de amor es para mí, esa invitación es para mí. Recuerdo ese día y no puedo evitar llorar, porque fue el día que abrí la puerta y dejé entrar a Jesús y desde ese día mi vida cambio completamente.

- ¿Encontraste repuestas, paz, sosiego en la religión...en la militancia de la fe?
- Al principio, alguna tranquilidad. Aunque seguía con mis heridas, el recuerdo del abuso… para mí seguía siendo injusto que Dios permitiera que un niño fuese abusado sexualmente, por eso le reclamaba y cuestionaba su poder sobre el hombre. Hasta que un día, en la intimidad de un encuentro en el templo con Él le pregunté: ¿Señor, donde estabas tú cada vez que mi padre abusaba de mí? ¿Estabas tan ocupado que no podías venir a defenderme? Y Ese día mi Dios me respondió, me dijo: Cierra tus ojos, vamos a tu infancia, y dime qué ves...? Le dije: a mi papá abusando de mí… ¿Y que más ves…? mira a tu alrededor…Me quedé impresionada, cuando busqué y vi a Jesús, con sus manos abiertas y sus heridas, le juro que yo allí lo vi llorando…Le dije: tú estabas ahí ese día, yo tenía 4 años y tú estabas ahí…Me dijo: Sí, yo estaba sufriendo lo mismo que tú, sentía tu dolor y tus lágrimas, esas lágrimas que ves y que aún sientes… eran las mías.Ese día comprendí, que en los planes de Dios no estaba que yo viniera a este mundo a sufrir, a ser abusada, Él me escogió unos padres y estos no supieron cuidarme, protegerme, amarme. Pero Dios que es mi Padre, me rodeó con sus lazos de amor y en medio de todo el pecado cometido en mi contra y el pecado que cometí hacia los hombres, El siempre estuvo ahí.Dios me ha dado la oportunidad maravillosa, de conocerlo a El, de experimentar su amor, de recibir su perdón. Soy su hija, me ha permitido confrontar a mis padres, me ha permitido decirle a mi papá: Te perdono por todo el daño que me hiciste, me ha permitido amarlo con el amor que viene de Dios. Hay asuntos con mi madre que Dios resolverá en el futuro, confío que la buena obra que Él empezó…en algún momento la perfeccionará.

Se marcha. Me deja el testimonio de su vida para que lo comparta. No dejo de notar en sus ojos, intacta, la huella de la tristeza. Ha logrado unos vendajes, unas terapias, la visualización de un camino…pero siento que quedan rastros indelebles de dolor en sus heridas. Se aferra a su Dios, en medio de las más crueles circunstancias. Allí consigue un drenaje para sus angustias. Un bastón para sus carencias. Un interlocutor magnánimo para su pesada carga. El Juez que la esperará cuando vaya a la tierra, al final, a rendir su verdadero testimonio de vida. Porque en la eternidad es posible convertir en polvo lo bueno y lo malo…sin importar veranos o inviernos. Porque independientemente de la visión que tengamos de la trascendencia, de la fe, o de las religiones… todos coincidimos en que algún día solo seremos barro, silencio y olvido.