Me lo mató un borracho

(Publicado en el Diario El Informador el 26.11.08)

Me lo mató un borracho
Con una camioneta robada


Lic. Víctor M. Barranco C.

Ha sentido que a veces decir adiós, es un camino para empezar a morir. Acceder a esa ruta mágica, pero tenebrosa, capaz de devolverla de los sueños, obligándola a dejar en ellos mucho de lo que siempre quiso. Es la vida presionando en reversa en dirección a algún lugar, algún sitio, algún rincón que no haya recorrido. Ese símbolo que indica que en la esperanza está atardeciendo…pues será imposible ya con el amanecer, repartir de nuevo las íntimas madrugadas. Ese andar otros pasos, sola, que más que un estadio para recordar, es una forma de decir que el camino se detuvo, que Dios está partiendo. Es que nadie aprende a caminar retrocediendo. Su amor de siempre la invitó como todos los fines de semana a pasear. A hacer del asueto realidad del amor y disfrute de la aventura. Un conductor borracho, con un carro robado, acabó en un segundo con todo lo imaginado. Con mucho de lo deseado. Él, hacia la eternidad. Ella, después de múltiples operaciones tiene inmovilizada una pierna, no tiene sensación en el pié y le escasea dinero para poder seguir operándose. El responsable de la muerte de su novio y de su discapacidad, libre. En ese repugnante repetir de lo que pasa, a veces, en nuestras instancias de justicia. EL Tocuyo se hizo eco del dolor. Paralizó incluso las actividades comerciales el día del entierro. Pero no ha podido hacer que se haga justicia. Quién sabe qué interés subalterno, que mano tenebrosa, que negligencia malsana, manipula u orienta preocupante complicidades. Por eso para poder recordarlo, mira cada vez que puede al principio… cuando él estaba. Ha hecho del techo de su cuarto un salón para el ayer, para recordar que algunas luces ya no están encendidas. Para descubrir que, al menos para ella, detrás de cada hermoso atardecer, siempre hay una claridad muriendo. Por eso trata de pasar la página aunque no puede. Quiere hacer de su actitud un testimonio. Que alguien haga copias ajenas de sus frustrados sueños. Que todos sepan que murió por dentro. Porque en ese accidente bajando de Sanare, aprendió de la manera más cruel que las mejores cosas de la vida, siempre se marchan precipitadamente y en silencio. Pues llegar al final sin darse cuenta, es más triste que no saber nunca qué tan bien se estaba viviendo. Por ello en su interior no hay calma. Solo ese amargo nubarrón que abrió caminos al cementerio. Ni siquiera los amigos o los afectos han podido con el dolor, la amargura, el conocido desierto. Se acabaron las esperas, las multitudes. Aún retumban en sus noches las sirenas. El detener de los relojes, el recordar de las campanas. El inicio de la sorpresiva cuenta de regreso. No la calman los abrazos, ni los apretones de manos…solo su conciencia cuando enumera y saca cuentas. Perdió los tiempos, las esperas, los terminales. Un borracho irresponsable e impune le anunció el último invierno. Para ella ahora, en la soledad que sucede a la intimidad con su pensamiento, solo la memoria….sigue señalando al culpable.

-Una amiga común, Marián Aracelis, me habla de su caso. En medio de su gran dificultad para caminar debido a las operaciones, a los tutores y a las consecuencias del accidente se traslada desde El Tocuyo y me visita en mi oficina. Frágil. Hermosa. Con la juventud castrada por un cruel accidente me cuenta su horrible tragedia. Se llama Egilda
- Soy enfermera, comienza diciéndome. Hace un par de años, era una joven normal, trabajadora, enamorada. Con los planes de mejorar, que comenzaban a cumplirse. Conocí a un hombre extraordinario. Comerciante. Buen hijo. Excelente amigo. Con él mantuvimos diez años de noviazgo. A la espera que el trabajo de cada quien nos diera lo suficiente para armar nuestra casa, una familia. Y cuando los sueños parecían cerca de cumplirse, cuando estábamos en los planes de casarnos, un accidente de tránsito dio al traste con todo. El alcohol, una camioneta robada y nosotros en moto fuimos los protagonistas.

- ¿Cómo fue el accidente?
- El 28 de Enero del año pasado con Junior, mi novio, y otros amigos nos fuimos a Sanare de paseo en moto. Íbamos a conocer Yacambú. Nos encontramos con un grupo en el sitio, con el que decidimos venirnos adelante. Nos dijeron que había toros en Guarico, y que era mejor regresar temprano porque de allí sale mucho borracho que pone en peligro la vida de los demás. Comenzamos el regreso, tranquilos. Con el tiempo de antelación suficiente como para no tener prisas. Como a las cinco de la tarde, vemos que se nos viene una camioneta encima haciendo “eses”. Oímos unos ruidos y pensamos que le había llegado a alguno de los amigos. Pero no, venía llevándose las defensas por delante. Nos paramos. Pero en cuestión de segundos nos entrompó. Nos atropelló a gran velocidad y rodamos por el suelo. Yo no sentía dolor, solo que no podía mover la pierna izquierda. Él, consciente siempre, poco se preocupaba por sus lesiones. Le preocupaban las mías. Me decía párate, trata de caminar a ver qué te pasó. En el impacto, se nos salieron los cascos, cuando rodamos por la carretera. Nos recogieron y en vehículos separados nos trasladaron al hospital. Nos acompañaron los amigos del paseo y mucha gente que vio el accidente. A mi novio lo mandaron de una vez para Barquisimeto, a mí me dejaron. Después supe que sus lesiones eran muy graves. Que yo podía esperar. Se despidió de mi…le juro que nunca pensé que era para siempre.

- ¿Perdiste en algún momento la conciencia?
- En ningún momento. El murió como a las once, pero no me lo dijeron hasta doce días después. Todos los días preguntaba, y todos los días me decían que en la Unidad de Cuidados Intensivos, pero recuperándose. Es más un día me entero que uno de los pacientes con casi un mes en la UCI había salido del coma y lo habían pasado a una habitación, y le dije a mis familiares… así va a pasar con el Junior, él va a recuperarse. Hasta que un día mi tía me dijo…hace dos días fue su última noche. Lloré. Desde ese día lloro. Era mi vida. Jamás fui tan feliz. Pensar que me lo mató un borracho, con una camioneta robada.

- Háblame de él
- Comerciante. Simpático. Alegre. Gordo. Querendón. Con muchos amigos. Mi único novio. Lo querían mucho en El Tocuyo. Vivía su vida intensamente, como si sospechara que no iba a vivir demasiado. Siempre me decía, hay que disfrutar de todo, como si cada día fuera el último. Vivía con su mamá, una señora excelente a quien quiero y me quiere mucho. Era el centro de las reuniones. Tenía una moto pequeña y su sueño era tener esa moto grande en la que se mató. La compró, y con ella cumplió su sueño…pero terminó su vida.

- ¿Te volverías a enamorar?
- No!..Nunca más

- ¿Eres feliz?
- No

- ¿Crees en Dios?
- Ahora con dudas. Ya no es como antes. Me pregunto muchas cosas y no consigo respuestas.

- ¿Has renegado de él?
- A veces

- ¿Crees en el destino?
- Mucha gente me dice que lo que me pasó es el destino, que todo está escrito. Que de no ser el accidente, de todas maneras hubiera muerto. Que eso está escrito, que venimos con una fecha determinada de estaría…pero me pregunto, ¿por qué el destino o Dios, si existen, me hicieron quererlo tanto sí me lo iban a quitar?

- ¿Sientes que la vida ha sido injusta contigo?
- Más que conmigo…con él

- ¿Qué te enseñó él?
- A vivir la vida como si fuera el último día. A gozar cada instante. A querer sin restricciones. El valor de la familiar. Lo maravilloso del afecto.

- ¿Así vivieron?
- Si, por diez años

- ¿Qué es lo que más recuerdas?
- Los fines de semana. Pues siempre lo pasábamos juntos. No le gustaba estar encerrado. Amaba la libertad.

- ¿Qué vas a hacer con tu vida?
- No sé. Por ahora seguir el tratamiento. Reponerme, he perdido casi 20 kilos desde el accidente. Estoy comenzando, en la medida de mis posibilidades en incorporarme al trabajo.

- ¿Qué te falta desde el punto de vista médico?
- Una operación que vale 70 millones, y no tengo para ello ni dinero, ni seguro. He tocado muchas puertas, espero que alguna se me pueda abrir para operarme y recuperar la movilidad de la pierna. Para poder volver a mí trabajo. Para recobrarme como persona útil. Estoy diligenciando con Pueblo Soberano y me han visto en el Hospital San Juan de Dios en Caracas

- ¿Cuándo enfrentaste por primera vez la realidad después del accidente?
- Me costó mucho, pero un médico a quien agradezco en demasía -el Dr. Tomás Fossi- me ayudó a abrir las compuertas de la aceptación. Fui donde el Dr. Fossi, conocido traumatólogo, quien lleno de una gran sensibilidad humana me dijo, cuéntame mirándome a los ojos que pasó…y poco a poco ganó mi confianza y hablé por primera vez del accidente. A él, a su inmensa bondad, le debo haber comenzado a superar este trauma.

- Me consta que él es así, conozco de su inmensa bondad mejor que nadie….le digo.
- Eso me dice mucha gente, asegura

- ¿Cómo te distraes ahora?
- Mi hermano me saca. He tenido mucho apoyo de la familia. De la familia de él y de la mía. De sus amigos que ahora son mis amigos. Estoy recogiendo lo que él cosechó. Me grabaron un CD del entierro, y he podido verlo. Imagínese Licenciado de cómo era querido el Junior, que casi todo el comercio en El Tocuyo cerró el día de su entierro.

- ¿Por qué no tuvieron un hijo?
- Esperando poder casarnos. Tener nuestra casa. Solventarnos económicamente. Sin embargo, disfrutamos mucho juntos de los sobrinos, sobre todo del mayor de ellos.

- ¿Sabes cómo se llama el responsable de la muerte del Junior y de tu discapacidad?
- Me dijeron que se llama Antonio quien manejaba una camioneta pickup blanco, denunciada como robada y aún sin reclamar por nadie en el estacionamiento de tránsito, con la que en evidente estado de ebriedad nos atropelló.

- ¿Qué se hizo?
- Me dicen que está tranquilo, en Sanare. Libre y sin problemas.

- ¿Qué vas a hacer con tu vida?
- Seguir adelante

- ¿Cómo se ha portado la empresa donde trabajas?
- Excelente, he tenido de ellos y de la Nestlé, que es para quien la empresa que trabajo presta sus servicios, toda la colaboración. Me han ayudado mucho, en todos los sentidos

- ¿Qué no repetirías?
- Montarme en una moto

Le toca ahora desandar, desdecir, volver siempre atrás para encontrar las marcas de ese amor al que ha renunciado de aquí en adelante. Hacer de la vida un permanente mirar los porta-retratos. Los disfrutados lugares. La miel que endulzó los días durante diez años, y que ahora ayuna. Repisar las huellas. Revolver allí, donde el frío casi siempre juega con la tristeza. Agonizar. Morirse de silencios. Devolverse en cada oportunidad posible, ir una y otra vez al principio, a ese génesis de las primeras madrugadas. Hacer de cualquier recodo de luz, sitio para el comienzo. Aventurarse en el recuerdo sobre los mismos pasos. Aturdirse de ayer. Sembrarse de pasado. Volver, iniciarse de nuevo a ver si despierta y constata que solo estaba soñando. Hacer las paces con su propia tormenta. Perdonar. Reconstruir. Remendar. Llenar de parches los huecos que le dejaron miserias ajenas. Hacer de ese collage vivenciado, sitio para otro jardín, esta vez de girasoles. Esforzarse y visitar de nuevo el sitio de las cosas bellas, donde la mentira no existe, donde el amor es casi instintivo, donde la sed conversa sin pausas con el silencio. Ir allí, a lo gris, donde él –seguramente- la estará esperando. A ese sitio de la eternidad que justifica toda creencia. Toda religiosidad. Toda esperanza. A lo inerte, a esa nada que, irónicamente, puede devolverle todo. Donde el reposo es permanente, donde se va para no regresar. A dejar de sentir que el castigo no es la muerte, sino la propia vida. A tratar de reposar. De hacer un alto en tanto grito. De detenerse para recoger lo que quedó. Mirar hacia adentro. Ver si queda algo en el sitio del amor. Tratar de vivir por encima de las dificultades. Y dejarle a ese Dios del que duda muchas veces, la justicia…que en los tribunales de Lara y a pesar de las evidencias, aún, no ha encontrado.

0 comentarios: