CERRÉ LOS OJOS Y ME ENCOMENDE A DIOS

(Publicado en el Diario El Informador el 11.08.10)


Se desdibuja cada día en el dolor, en su cotidiano silencio…en el agua que se escapa cada noche en su particular invierno. Ya no puede detenerse, inmune, frente a la brisa. Ni frente al sol, ni frente a la noche. La luz se le escapa entre las sombras…cada vez que el miedo, la vergüenza, la rabia, la impotencia –nuevamente- escribe su historia en la almohada, en los espejos, en las sonrisas ajenas. Se censura en cada ausencia, en cada pesadilla…en cada intento de olvido. En ese frío que se cuela hasta erizar la piel, en medio de ese odio que se enquista en el arruinado saco de huesos, cada vez con mayor intensidad, al paso del tiempo.
Se imagina en otros pies, en otra vida, en otros cantos…en la paz ajena que le niegan sus huracanes y laceraciones, antesala de sus pesadillas. Se ha sentado a la orilla de la racionalidad a pedir la muerte, implorando a ese Dios que no tuvo cerca cuando los desalmados escribieron su horror en el sitio de su dignidad…tantas veces!. Solo la hace reflexionar su hija, de pocos años, quien todavía la necesita. Quien no puede imaginar a su madre obligada a las mil y una aberraciones, por quienes irrumpieron en su casa a “realizar una revisión telefónica”.
Trata de reinventarse ante los ojos ajenos, frente a su propio espejo, en la recurrida y acusante soledad…más allá de los afectos, de los amigos, de los libros leídos y las plantas sembradas…sola, cargada de inmundicias en su carne, siendo un estorbo para su vergüenza, una carga para su conciencia, y pasto para la permanente angustia.
Han pasado dos años desde su agresión, y aún no sanan las heridas. Con la doméstica que le acompañaba, y a quien hicieron parte activa y pasiva de la lujuria los aberrados, no se habló más. No puede verla a los ojos. No puede, ni quiere, ver el objeto de su horror tan cerca. Aunque, su doméstica, sí ha podido superar el ataque…y espera, algún día, su patrona haga lo mismo.
No basta hoy una mano, ni una mirada, ni mil afectos…es la lluvia empapando la rabia y su tiempo. Dos años, y sin embargo la misma hora, la misma marca la misma sombra entre la vergüenza y su piel. Ya no hay palabras que serenen, ni mentiras que amortigüen, ni flores que refresquen, ni amaneceres que prometan, ni olvidos que permanezcan…solo el mismo reloj y las mismas circunstancias, alumbrando el camino.
Queda la cicatriz, la sombra, la imagen, el tormento, la pisada, el grito, la sangre, el asco, la náusea señalándolo todo. Acabando con la esperanza. Pisoteando la vergüenza.
La vieja figura del reproche tomando para sí toda la consciencia.
Hoy busca drenarlo todo…explotar y aliviarse de ese peso que la asfixia y que siente cambió su vida para siempre. Despedirse de los tanatorios, confirmar que para ella también hay en alguna parte…el fin para su conocida tristeza.


-Tiene treinta años, es Ingeniero Civil, le queda una hiperquinesis… herencia legítima de su pesadilla. Camina, fuma, no se está un momento quieta…Hola, le digo.
- ¿Cómo está Licenciado?….porque yo, estoy muriéndome de los nervios y de la vergüenza

- ¿Por qué? No hay razones para la vergüenza. Tranquilízate, si no puede ser hoy, lo hacemos más adelante. La idea no puede ser que te sientas mal
- Deme, por favor, un minuto… un poco de agua y le cuento esto que tengo atragantado hace mucho tiempo

- Cómo quieras, le digo
- Recién víctima de una agresión, hace ya dos años quise hablar con usted, Incluso le envié un correo pidiéndole una entrevista…pero no me atreví. Estaba muy mal. Me habían hecho un daño irreversible, y quería desahogarme…drenar, advertir a otras mi infierno para que se cuidaran. Pero usted desapareció del mapa. Dejó de publicar sus entrevistas. Ahora que he visto que regresó, me llené de valor y –decidida esta vez- le escribí y aquí estoy. Hace dos años, más o menos, un día viernes como a las tres de la tarde estaba yo en casa, pues me tomé la tarde para ordenar algunas cosas, en compañía de mi hija de entonces dos años, y de una señora que me ayudaba con las tareas de la casa; sonó el timbre y unos señores con uniformes de una empresa telefónica me pidieron chequear las líneas por “una avería en el sector”. Yo, que soy más confiada que ninguna, le dije a la Sra. Rosa que los acompañara para que revisaran en la sala y en el cuarto que es donde tengo los aparatos telefónicos. La niña estaba dormida en mi cama, y yo en la mesa de comedor, trabajando. Al rato me llama la Sra. Rosa, quien tenía mucho tiempo conmigo ayudándome, para que fuera al cuarto pues había un problema y me querían hacer una pregunta. Me dirigí al cuarto, donde además estaba mi niña dormida, y los cerdos que se hicieron pasar por técnicos, la tenían a ella y a mi hija apuntada con un arma. “búscame el dinero y las joyas” me dijeron. ¿Qué joyas voy a tener yo?, les dije. No ven lo modestamente que vivimos! Me arrancó entonces una cadenita que me había dado mi abuela en el bautizo, me quitó el anillo de graduación, los zarcillos de fantasía y una pulsera que había mandado a confeccionar con el oro de prendas rotas…. “Y tú crees que por esta vaina nos vamos a echar este arriesgón???”, “nos vas buscando lo que tienes guardado perra, o te quebramos” me dijeron…pues no hay nada más, les dije. Hagan lo que quieran, llévense todo lo que hay, pero no me vayan a hacer daño, les imploré.

- ¿Y la niña?
- Gracias a Dios, estaba dormida. Ignorante de lo que pasaba…

- ¿Qué más hicieron?
- Revolvieron la casa. Sacaron las gavetas. Se tomaron una botella de sangría que tenía en la nevera, mientras nos amenazaban constantemente con violar a mi hija. Les dije que les daba lo que quisieran pero que no me tocaran a la niña. Entonces uno de los cerdos le dijo al compañero... ¿tú has visto a una patrona teniendo sexo con su cachifa???...cuando los oí, cerré los ojos y me encomendé a Dios pensando que sí ese era el sacrificio que tenía que hacer por salvar a mi hija, estaba dispuesta a que saciaran sus aberraciones en mí…el solo pensar que me la podían atacar sexualmente me paralizaba. Nos pidieron a la Sra. Rosa y a mí desnudarnos. Ella llorando se negó y le cayó a golpes al más alto, insultándolo. Él, le dio con la cacha de la pistola en la cabeza y la rompió. Pensé entonces, en medio del pánico, en cómo ganar tiempo. La llevé al baño, le puse un poco de agua oxigenada y la medio curé. Cuando regresamos los tipos estaban peor. “O se desnudan por las buenas, o les arrancamos esos trapos a punta e coñazo!!!”...nos dijeron. Nos desnudamos, en medio de la mayor vergüenza y humillación que he sentido en mi vida. Nos pidieron abrazarnos, besarnos, frotarnos los cuerpos. Lo hicimos y la señora Rosa me susurraba, llorando, nos van a matar…seguro, nos van a matar!

- ¿Qué hacían ellos mientras?
- Nos miraban. Dos cerdos desalmados observándonos con una lujuria asqueante. Nos pidieron luego que nos besáramos. Que realizáramos sexo oral, mientras ellos se auto complacían. Fue una eternidad Licenciado. Ellos, excitados… uno se llevó a la señora para el otro cuarto y la violó, la sodomizó, la golpeó…y el otro me obligó al sexo oral, diciéndome… “perra, sé buenita, porque si me lastimas primero mato a la carajita y después te mato a ti”…dejé que saciara en mí toda su asquerosidad, y comencé a vomitar, incontrolablemente. Muchísimas veces….parece que eso nos salvó porque se fueron. Llamé a la Señora Rosa, y no me quería hablar…entre llanto y los fluidos del degenerado, su cara era el testimonio más desgarrador de una agresión que usted pueda imaginarse. Tomando sus ropas con mucha dificultad, se metió en el baño y allí duró muchísimo tiempo. Yo, hice lo mismo. Aunque esta vez en ningún momento sentí que el agua me aseaba. Salí del baño, y abracé a mi hija tan fuerte, que la desperté…al rato, la Señora Rosa llegó a mi cuarto con su maleta y me dijo...me voy. Esos tipos me mataron. ¿Qué le digo a mi marido? ¿Cómo le veo la cara a mis hijos?...cuando le fui a contestar, me miró y me dijo, no hablemos más nunca para no recordar…dio media vuelta y se fue. Más nunca la he vuelto a ver. Ni siquiera fue a buscar el dinero que le correspondía.

-¿Eres casada?
- Divorciada

- ¿Denunciaste el caso?
- No. Para qué…si ninguna de las denuncias de los casos de robos o agresiones que han hecho las decenas de víctimas de la inseguridad que vivimos y que conozco, han sido resueltas. En este país, denunciar es perder el tiempo!

- ¿Se lo contaste a alguien?
- A nadie….le juro por mi hija, que es primera vez que lo cuento. Pues he tratado de olvidarlo Licenciado, de borrarlo de mi memoria…pero está allí, marcado, imborrable, atormentándome a cada hora

- ¿Por qué no buscas ayuda especializada…incluso, tengo una hermana que es psicólogo y orientadora sexual que a lo mejor puede ayudarte..
- No, no hay nadie que me cure este dolor. Nadie que borre de mi memoria esa tragedia. Ningún rayo lasser puede con esta cicatriz…le agradezco la ayuda, pero lo único que creo puedo hacer es que se sepa, para que otras tomen las previsiones que yo no tomé.

- ¿Cómo te diviertes?
- Eso se acabó para mí. Solo mi hija es oasis. Frescura. Amanecer.

- Eres muy joven, le digo, en algún momento deberás rehacer tu vida. Si bien las cosas están frescas aún, en algún momento pasarán. Como las cicatrices, le agrego, que aunque permanecen allí…algún día dejan de doler.
- Qué más quisiera yo, Licenciado. Pero me horroriza que se me acerque un hombre. Me da asco la intimidad. Me repugna cualquier caricia que no sea la de mi hija o la de mis padres

- ¿Por qué no hablas con tus padres, te sinceras con ellos?
- Mis padres están por la romana vieja, y no entenderían. Creo que solo contárselo acabaría con sus vidas. No, ya el daño a mí está hecho y es irreversible. No tengo derecho a dañar a nadie más con ello...mucho menos a gente que quiero tanto, y que en el atardecer de su vida no se merece ese sufrimiento.

- ¿No tienes ninguna amiga cercana?
- Una prima, a quien le contaba todo…pero esto, no!

- ¿No te ha sentido extraña?
- Si…pero ella se lo achaca a mi divorcio

- ¿Y tu exmarido?
- Haciendo su vida. Pendiente de la niña. Pero con una relación más o menos formal conmigo. Después de un divorcio, nunca las cosas vuelven a ser iguales, por mucho esfuerzo que uno haga

- ¿Debo entender que renunciaste a vivir como corresponde a mujer de tu edad?
- Por ahora sí. Imagínese, convertida en lesbiana aunque sea por unos momentos, en “perra” de un animal sin escrúpulos por una tarde.

- Entiendo tu pena, tu rabia…lo que no entiendo es que te quedes en ella, atormentándote con su recuerdo. Que no quieras salir de ese hueco...está bien, te metieron ellos, pero depende de ti salir
- Cuesta mucho Licenciado…no es fácil. Incluso he pensado en suicidarme, solo mi hija me impide hacerlo. No me respeto. No me quiero. He sido marcada para siempre. No hay forma de olvidar. Ni de recuperarme. Tengo miedo del que se me acerca en la calle. De cuando suena el timbre en la casa. Vivo en una permanente angustia esperando cuándo voy a ser atacada de nuevo. Me desordenaron la confianza, la estima personal…incluso la creencia religiosa. Ahora dudo. Ahora no creo. Ahora desconfío. Para mi no es verdad que el bien supere al mal. Me consta que no es así!

- ¿Qué sientes ahora?
- Un vacío profundo. Esos tipos no solo me arrancaron la dignidad, se llevaron mi vida. No he dejado de sentirme sucia…y hasta culpable!. A veces pienso que he debido luchar, dejar que me mataran…que seguramente es mucho mejor que este calvario que vivo. Me despierto de noche en medios de sudores. Temblando. Entonces me baño. No sabe cuántas veces he soñado con aquella escena sometida a toda clase de abusos sexuales. Ya nada despierta en mi emoción. Me embarga una profunda tristeza. Arrastro mi autoestima. Desconfío de todo el mundo. Me horroriza que alguien me haga algún cariño. Le veo la cara a mi hija, y me muero de la vergüenza…yo nunca había maldecido, pero a esos tipos, los maldigo todos los días de mi vida!

- ¿Por qué viniste a contarme, si no lo has hecho con nadie hasta ahora?
- Porque siempre he leído los casos que presenta. Observado el respeto y la seriedad con que los trata. Que no juzga. Y la muchísima gente que lo lee y lo sigue, porque me consta. Yo misma debo apartar El Informador los martes, porque los miércoles, “vuela”…para que si puede publicarlo, sirva de lección, y muchas tomen previsiones frente a esta inseguridad que nos acogota y sobre la que nadie hace nada. Los políticos, solo promesas. Pero nadie le pone el cascabel al gato. Cada día estamos peor. Y con mi caso se demuestra que ni en la propia casa una puede estar segura. Para que se miren en mi espejo y vean como en una hora se puede destrozar una vida para siempre. Que no es solo que te quiten las prenditas recuerdo de la familia, que ya de por sí duele…si no, que nos violen, nos ataquen…y encima, tengamos que estar contentos porque no nos mataron. Por eso vine. Aunque, para que usted vea, conseguí una cosa con la que no contaba. Después de esta conversación… siento que he aliviado la carga

La oigo, en medio de su dolor, me detengo y trato de descifrar en sus ojos la lluvia y la posibilidad de olvido. Esa rabia que a su corta edad, escribe testamentos lapidarios en sus libretas y en su diario. En ese charco inmenso, turbio, confuso, en que dos desalmados convirtieron su vida. En esa lesión permanente al sitio de su afecto, absurda, sin razón…que nos hace preguntarnos a cada momento...¿en qué nos hemos convertido?.
Hurgo en su ira, en su odio, en el verdugo de su risa y siento que si se lo propone, hay espacio para el afecto…y no esa oda taciturna, fúnebre, vaga…que trata de justificar la soledad como sepultura. Que es posible reencontrarse con la esperanza. Sembrar de nuevo azules en el calendario.
Sin embargo, cuando miro adentro, cuando me permite descorrer alguna ventana y me aproximo a su herida aún latente, encuentro allí solo pasajeros del miedo, tripulantes del odio, militantes de la vergüenza, fanáticos del dolor… sembrando los puertos, que recibirán su otoño.
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