FRENTE AL SEXO, TODOS SOMOS ANIMALES

(Publicado en el Diario El Informador el 28.07.10)


La tristeza de su carne, huele a soledad. El trepar a tan temprana edad los muros del silencio sin cobija, asoma la desnudez de sus irreverencias cada vez que la humedad lacera, sin pausas, el frío vendaval que se teje frente a sus fantasmas…en ese descubrir cada noche, las distintas sombras que habitan en cada uno de sus días. El hueso desteñido, violentado, cubierto de una carne que se acalora obligadamente en la medida del aporte de cada cliente, apuntala el saco de golondrinas que en medio del disfrute hilvana veredas para atemperar tempestades, apaciguar vergüenzas, que en su fortaleza simulada...se doblan, se mueven, como algunos árboles cada vez que sopla el viento. La noche, momentos después desenmascara su sed, su derecho de pertenencia y el necesario rescate de una vida que reclama para sí la carne sin amor, la boca sin aliento, el rostro sin expresión, el genital sin pasión y algún nombre sin olvido. Parece tener 17 años, aunque una cédula testimonia ante cualquier legalidad exigente su mayoría de edad. Es víctima, quizás sin saberlo, de la corrupción sexual infantil. De quienes buscan adolescentes para saciar alguna aberración, pensando que el dinero va a compensar cualquier consecuencia. En las discotecas, hoteles, clubes, restaurantes, centros comerciales hay hombres, mujeres, niñas dedicadas a ello. Se mueven millones, en esa perversión de algunos en acceder por cualquier vía a este sexo ilícito, y de otros… por explotarlo y lucrarse con él. El viejo cadáver que lleva a cuestas, a pesar de su corta edad, le ha sembrado un olor a tempestad capaz de llenar de olvidos –para seguir viviendo- todo lo ajeno a sus huracanes de silencio.
A veces, el placer se torna en dolor y alguien entierra sus más bajas miserias en ella, despertando sus temores e incluso su propia seguridad. Y aunque en alguna que otra oportunidad disfruta lo que hace, más allá del dinero que por ello recibe…hay momentos en que la ronda el peligro. Cuando es obligada a hacer cosas que le repugnan y siente le agreden el autoestima más allá de lo maltratado que percibe lo tiene. En ese momento debe apelar a su inteligencia. A esa experiencia que le ha dejado la calle. Entonces debe ser psicóloga, policía, mujer adulta, amante complaciente, presa incondicional, simplemente para sobrevivir una jornada más…aunque cada vez que regrese, descubra una tristeza capaz de señalarle cada noche, el libro rojo de la lección de culpas.

-Me ha llamado varias veces. Otras, ha usado el correo para manifestarme su deseo de conversar conmigo sobre su vida. Coincidimos en un conocido centro comercial del Oeste de la ciudad. Me aborda entonces, sin mucha formalidad.
- Hola licen, me dice, en ese hablar abreviado que el celular ha impuesto a nuestros jóvenes. En ese nuevo lenguaje que es hoy, todo un código social.

- Hola…¿cómo estás?....siéntate, le digo. Lo hace, pide un jugo y me cuenta
- Tenía muchas ganas de conocerlo. De contarle mí historia. Acabo de cumplir 18 años y este centro comercial es uno de los sitios donde desarrollo mi trabajo. Dígame ¿Por qué se ausentó durante tanto tiempo???. Pensé que nunca regresaría y que no iba a poder contar mi historia al mundo…pero, que bueno que regresó y está aquí para escucharme..

-¿Qué haces?
- Me divierto y divierto a los señores grandes que quieren estar con una chama como yo

- Ciertamente no aparenta más de 15 años. Top ceñido, minifalda de Jeans, lolas aparentemente operadas, botas. Al parecer, el equipaje necesario para el oficio que dice ejercer…
- Desde hace un par de años visito los centros comerciales, las discotecas, los lobbies de algunos hoteles acompañada de varias de mis amigas. Allí nos sentamos, y siempre conseguimos “levantes” para todas. Escogemos entre quienes nos pretenden. Coordinamos el precio, el sitio dónde vamos a estar, y lo que los vejetes quieren hacer con nosotras. Acordamos las condiciones y procedemos….

- ¿Cómo comenzaste?
- Un primo y su amigo me violaron en la playa cuando tenía doce años, en unas vacaciones casa de un tío. Me dieron unas cervezas…y luego, mientras uno me agarraba, otro me violentaba. Cuando llegué a casa le conté a mamá y no me quiso creer. Se lo dije a mi tía, y me dijo que no me creía, que si era cierto…seguro, me lo había buscado por cómo me vestía. Que parecía una zorrita!

- ¿Cómo te vestías?
- Como una pava. Como todas las chamas a mi edad. Desde pequeñita Mamá siempre me vestía muy moderna. Me dejaba pintarme desde los ocho años…me llevaba a concursos de belleza. Hablaba de sexo delante de mí. Me explicaba de los besos con lengua. Del orgasmo…de muchas cosas que me dispuse a averiguar por mi misma. Burda de clara, para que nadie me engañara.

- Por favor continúa tu historia, que te interrumpí…
- Bueno después que nadie hizo nada, mi primo comenzó a tocarme cada vez que me veía. Buscaba la forma de quedarse a solas conmigo, y me metía la mano por debajo de la falda…ya ni lo acusaba porque era inútil. Solo trataba de esquivarlo. Un día, su hermana cumplió quince años, y se hizo una gran fiesta en un local de por acá cerca. Tendría ya trece años. Me tomé unas cervezas…y no supe lo que hacía. Mi primo volvió a tener sexo conmigo, pero esta vez sin violencia. Al parecer, pues no me acuerdo de nada, lo consentí. Le conté a una compañera, y me dijo que a ella le había pasado algo parecido, pero con un vecino...y que después, se propuso a pasarla bien, a gozarse la nota y se había convertido en “su novia”. Siempre pensaba en ello. Hasta que un día, mi primo trató de tocarme y se lo consentí. Él, medio extrañado me preguntó… ¿de verdad quieres? Y yo le dije… Claro que quiero!...enséñame!

- ¿Qué te enseñó?
- De todo! Le puedo asegurar que me enseñó de todo. Pero también me dañó. Pues me hizo así como su esclava sexual. Al principio lo disfrutaba, pero después me asqueó. Hasta que un día invitó a su jefe a quien le gustaban las niñas para que me conociera. Me llevó a su apartamento y me dejó con él. Todo un señor, licen. Buen olor, cariñoso, delicado, generoso…me enseñó algunas cosas de la intimidad, y dentro de todo me respetó. Se enamoró de mí, y me regalaba muchas cosas y mucho dinero. Era mi San Nicolás.

- ¿Qué edad tenía él?
- Como sesenta

- ¿Y tú?
- Cerca de los catorce. Entonces mi compañera y cómplice, cuando le conté, me propuso buscar más señores mayores para tener más regalos y más dinero. Me dijo, tú y yo que estamos “par de buenas”, vamos a divertirnos y a forrarnos. Entonces me llevó donde una señora que hacía los contactos, se quedaba con la mitad del dinero, pero nos garantizaba clientes seguros, aseados, con platica y que no nos iban a hacer daño.

- Te prostituiste…
- Eso suena muy feo, mejor digo que me regalé…eso fue lo que hice

- Lo que hiciste o lo que haces??
- Lo que estoy dejando de hacer…

- ¿Cómo es éso?
- En medio de ese vivir, conocí a un señor L.M. (así me pide que lo identifique porque esta segura que él va a leer esta entrevista y ella quiere que sepa lo que él significa en su vida…esas son sus iniciales). Por él sentí un aprecio muy especial. Me tomaba entre sus brazos, me toñequeaba, full de cariñoso, nice, nice….pero nunca intentó tener ningún tipo de caricia o de actitud, más allá de la formalmente afectuosa. A veces lloraba por alguna hija que nunca conoció. A veces me regalaba lo que él llamaba “ropa decente”. Me llevaba al cine y aunque me pagaba la tarifa por mis servicios y a veces hasta más, nunca hizo efectiva la contraparte por ese pago. Un día me preguntó por mis padres. Le dije, mamá cose. A papá nunca lo conocí. Somos de Mérida y nos vinimos cuando mamá salió embarazada y la familia no lo aceptó. Me preguntó como se llamaba mi mamá, y le dije Carmen Rosa…no preguntó más. Y pasó a hablarme de otra cosa.

- ¿Cuánto duró esa relación con él?
- Espérese Licen a que le cuente. Un día yo andaba con otro señor. Pues era como la favorita del grupo. Me preferían porque era la más chama, aunque era la que más exigía. Además había aprendido algunos trucos que encantan y amarran a los señores mayores. Estaba en un restaurant comiendo sushi que me vuelve loca, y él estaba allí…supongo que con su familia. Se paró, se acercó a la mesa donde yo estaba con un cliente casi de la misma edad de él, y le dijo…yo soy su tío, a menos que seas algún familiar que no conozco vete antes que llame alguna autoridad y te denuncie. Mi amigo pidió excusas y se fue. Yo…de una sola pieza!. Casi sin reaccionar. Pensé que se había vuelto loco, que lo devoraban los celos…pero tampoco lo entendía, nunca fui su mujer…esperé unos segundos, y le pregunté medio alterada… ¿qué te pasa?... tú no eres mi dueño!..Si acaso un cliente más...no te tomes atribuciones que no tienes…no te vuelvas loco!!!

-¿Cómo reaccionó?
- Me miró…una mezcla de rabia y lástima le invadía desde mi percepción. Me dio un beso en la frente…y se fue donde la gente con quien andaba que estaba tan sorprendida como yo...

- ¿Qué hiciste?
- Me llené de valor. Hace mucho tiempo que me juré que no iba a ser de nadie. Que nadie más me iba a humillar. Que se acabaron las imposiciones. Que era suficiente que algunos saciaran en mi cuerpo todas sus miserias y aberraciones por dinero. Pero cero sentimientos. Cero debilidades. Entonces me senté y seguí comiendo mi sushi. Vi cuando se paró y recordé cómo la primera vez, no me dejó desnudarme. Cómo, mientras otros me querían poseer en el mismo carro…él, se tomaba todo el tiempo contratado para aconsejarme…me dio pena por él y por mí. A lo mejor había perdido a la única persona que me contrató para tratar de hacerme mejor. Y él…a la hija que nunca conoció. Me provocó llorar, pero hace mucho tiempo que no tengo esa debilidad. Me fui a casa, y ése día no trabajé más. Él es lo mejor que me ha pasado en mi vida…ojalá lea esto y sepa lo feliz que me hizo.

- ¿Te sientes muy independiente con lo que haces?
- Trato Licen, trato. Si lo pienso bien este no es un negocio tan independiente como yo quisiera. Cada centro, cada discoteca, cada lobby del hotel tiene a alguien que impone sus normas. Un avispado o avispada que se queda con una buena tajada de lo que producimos, solo por permitirnos ejercer en el área donde él o ella tienen alguna influencia. Con la Doña que trabajo, el día que me siento mal o tengo la regla me da 300 Bs y me manda a descansar. Después me lo descuenta de las otras pagas que me hacen.

- ¿Tienes novio?
- No

- ¿Has tenido?
- Sí, pero todos quieren es hacer el amor conmigo. Aunque no saben a qué me dedico, pues piensan que soy hija de alguna familia rica por lo que puedo gastar, saben que soy liberal en el sexo, regalada como le dije…y todos quieren es eso nada más. La mayoría de los hombre son unos cerdos Licen….perdóneme usted porque lo admiro mucho, pero yo he estado con doctores, profesores, ésos que salen en el periódico y en la televisión, que usted los ve que no quiebran un plato…pidiéndome hacer las cosas más cochinas. Metiéndome mano en un restaurante. Pidiendo que le haga cosas que ni le cuento. Me hubiera gustado tener un novio como L.M. y mire que no me hubiera importado la edad. Yo no soy una prostituta, si acaso una dama de compañía. Estudio en la Universidad, me gusta mucho el sexo y, si además de placer me puede traer todo lo material que quiero, entonces bienvenido!.

- ¿No te gusta la vida que has llevado??
- No, creo que a nadie le puede gustar tener un precio en la vida. Incluso, discutir alguna rebaja de vez en cuando, por ella. Pero las circunstancias obligan…el tiempo va pasando y uno se va acostumbrando.

- ¿Qué sueñas?
- Graduarme. Irme de Barquisimeto. Rehacer mi vida. Tener algún amor desinteresado. Alguna hija que me pueda contar todo sin temer el que yo pueda castigarla. Que sepa que me tiene por encima de cualquier equivocación que pueda cometer. Porque padres no son solo quienes critican y castigan a sus hijos cuando se equivocan…son los que están allí, resteados con ellos, cuando lo necesitan. Quienes les tienden la mano. Los perdonan. No los hacen sentirse miserables. Les dejan salidas distintas y más honorables de las que yo tuve que escoger. Y si la llegaran a violar, en vez de desmentirla o reprenderla, o avergonzarme…hacerla sentir la niña más apoyada del mundo. Yo he tenido que ser policía, adulta, zorra, sumisa, perversa, pervertida…para poder salir a veces bien de los trances en que me he encontrado. A mi edad, así loquita como parezco, he tenido que sudar mi madurez. Llorar mi independencia. Sufrir mi activación sexual. Renunciar al amor. Extrañar al afecto. Tener que descubrir el calor de padre en alguna debilidad de conciencia de algún cliente arrepentido. Gritar para no tener que llorar lo que soy….sueño tener posibilidades distintas a las que he tenido. Tener algún día una familia. Que quien me acaricie no lo haga porque es su derecho por estar pagando. Mi sueño Licen, es sencillo pero inalcanzable hasta ahora para mí. Es simplemente, tener una familia…que usted, a quien tanta gente lee, me escuche y publique mi historia. La de esta zorrita, como me dicen mis tíos, que no tuvo alternativa...para que otras se miren en ese espejo. Y para que no confíen en nadie. A mí, me metió en esto el abuso de un familiar. Y si algo he aprendido en la vida es que, frente al sexo…todos somos animales.

Ni tan niña, ni tan loquita. El fuego solo quemó la noción de un estilo de vida. Ese que realengo no le permitió defenderse. Ni siquiera ser como otros querían o pensaban. La misma vida que le ha hecho agredir, quizás sin querer, a quien no odiaba y ni siquiera conocía. La necesidad de sobrevivencia, el deseo de venganza, la carencia de afecto, esa lágrima que ajena tuvo que hacer muchas veces suya destruyó su espacio de juguetes, le conculcó chocolates, caramelos, piñatas, tortas y cuentos, para dibujar en su vientre de niña paisajes grotescos y libidinosos que dibujaron para siempre allí, debajo del ombligo, perversiones adultas para sus inusados cuadernos de niña. Ha tenido que descubrir, desde las veredas del miedo, desde los atajos del abuso, desde la turbulencia de una violación, cómo la vida es solo un espejismo. Un accidente entregado a una pasión de quienes en medio de su derrumbe y hasta incomprensión, inventaron en su inocencia, en su absurda irreverencia, en ese protestar silente con lo más característico de su género de mujer, alegrías pasajeras para celebrar victorias de logros que solo se sienten en la carne. Es una mujer, de esas que han visto a los pájaros…suicidar sus alas, al tropezarse con el viento.










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