Llegué a preguntarle: ¿por qué eres tan mala con tu hijo?

(Publicado en el Diario El Informador el 18.08.10)



Se asomó a sus ojos, y vio en ellos un extravío que la aturdió. Lo sintió viviendo precoces torbellinos en el viejo mármol de las agresiones. Advirtió en sus mejillas el sonrosar vergonzoso de las amapolas. El aturdir injusto de la inocencia. Ese ruido innecesario de andar un camino que sabe no escogió. En sus introversiones ella –su abuela- ha descubierto, muy para su pesar, espacios donde el castigo materno suena a venganza. Donde es imposible encontrar algún color ameno en sus tímidas libretas. Donde después de alguna mentira y mucho abuso él, niño de solo 10 años, con las manos siempre metidas en sus bolsillos… es incapaz de relacionarse normal y cotidianamente con sus amigos. No conoce la sonrisa. Le echan en cara la homosexualidad de su padre y, cada vez que pregunta por él, lo agreden. Tiene un padrastro de casi dos metros de estatura que piensa que los golpes enseñan y ceba en él correcciones “machistas” a punta de castigos físicos, “para que sea hombre desde chiquito”. La abuela lo siente desnutrido. Porque si en casa saben que le dio alguna galleta o chuchería, entonces lo privan de la cena o del almuerzo para que “aprenda a no ser consentido”. Su madre le echa en cara el abandono del padre y, al parecer, se lo factura. Tiene marcas en la piel solo porque su mamá le “cobra” el que su papá sea como es, aunque eso no le importa…pues sigue queriéndolo mucho. Fundamentalmente porque siente que su padre le comprende, lo complace, le ayuda a vivir y a cumplir sus sueños de niño, lo mima, lo entiende, “lo toñequea”…aunque no pueda preguntar por él frecuentemente, porque es castigado con ensañada severidad. Del cielo, solo ha visto los relámpagos. De su vida, la tristeza de su carne. Hasta ahora trepa los fríos muros del silencio, sin cobija. Se mira en el espejo, y solo ve esa desnudez de azules cada vez que el dolor se ceba sin pausas en toda su pequeña figura, o cuando un escalofrío sin motivos se cuela en su inocencia, para hacerle daño injustamente. Ella –su abuela- siente que su nieto se grafica emulando ausencias, en medio de ese olvido al derecho a ser feliz al que le obligan. Le ha sido negado soñar, fantasear, cometer alguna travesura…y en sus ojos, opacos de ausencias, hay oportunidad de ver toda la tristeza del mundo. Tiene al amor, disfrazado de miedo. Una niñez, arropada de castigos. Ella lo siente reo de una cruel venganza. Protagonista de una desviación, que va más allá de lo racional. Sujeto pasivo del desamor de quienes se escudan en el “querer protegerlo” para entonces poder hacerle el mayor daño posible, y “cobrarle” al padre la “afeminada” infidelidad. Un manantial de mentiras, haciéndole comparsa al terror. Una sucesión inútil de risas acompañando camposantos. La misma máscara, la misma hipocresía, la misma amargura, la misma ira marcando la voz, el paso, la vida, esa felicidad que le debemos a cada niño y que a él no le llega…ni siquiera en la antesala de anunciarse. Ella quiere encaminar acciones en ese arenal de laceraciones, hacia ese anhelado espacio que espera conseguir para recoger y recomponer los restos. Sacar a su nieto de ese yugo, y lograr que deje de ser objeto de las perversiones maternas. Allí, en ese espacio ingrato, donde la más cruel de las miserias ejerce, sin limitaciones… su furia.

-Me escribe y me solicita una reunión. Me adelanta que desea hablar conmigo en su condición de abuela… le digo que compartimos esa hermosísima emoción. A los días me visita y me cuenta...
- ¿Cómo está Licenciado? Vengo a hablarle como abuela. Como una abuela preocupada por lo que le pasa al único nieto que tiene. Del que siento que puede terminar muy mal, si no hago algo al respecto. Si no tomo alguna medida que impida le sigan haciendo daño. Y quiero Licenciado, necesito, que usted me ayude en ello.

- Le señalo que tengo un nieto que es lo mejor que me ha pasado, en el momento en que comienzo a escrutar la llegada del atardecer. Una extraordinaria y hermosísima vivencia que comparto con todos los abuelos del mundo y por ende con ella…por lo que nadie mejor que yo entiende y valora ese regalo de Dios
- Lo felicito, me dice, pero es mi nieto quien me mueve a mucha preocupación, a peligrosa alarma diría más bien. Y permítame que le cuente…tengo un hijo que se casó muy joven con una señora muy extraña, al menos para mí. Padre especialísimo, esposo responsable de sus obligaciones, en algún momento descubrió que su identidad sexual estaba equivocada. Trató de ignorar y esconder esa realidad durante mucho tiempo por la presión social y familiar que condena actitudes sexuales diferentes a las tradicionales… pero en algún momento entendió que debía asumir –con las consecuencias que de ello se derivaran- su realidad personal. Habló conmigo, habló con su esposa, y les confesó lo que había decidido. Asumir su homosexualidad, irse en pareja con quien había sido su “novio” oculto de siempre …pidiendo solo que esperáramos a que su niño creciera para él explicarle, en la seguridad –pensaba- que en ese momento su hijo le entendería porque la relación de amor entre ellos era y es, demasiado bella. Él iba a seguir manteniendo la casa y ayudando. Solo pedía que respetáramos su decisión así no la compartiéramos…que él se merecía ese respeto. Que mientras estuvo casado fue fiel cumplidor de sus obligaciones, que además no abandonaba. Solo que iba a sincerar su situación personal.

- Usted, ¿cómo reaccionó?
- Lloré…lloré mucho, pero más por lo que le esperaba a él de incomprensiones y censuras, que por cualquier prejuicio personal. Lo entendí y lo apoyé, como debemos hacer con las personas que queremos, y en especial con los hijos. Ayudarlos en las cosas que los hace felices, así no sean las que pensamos serían las mejores para ellos. Respetar sus decisiones, sobre todo si con ellas buscan ser transparentes.

- ¿Y la esposa?
- Es que no sé por dónde empezar con respecto a ella. Se volvió como loca. Le gritó afeminado. Maricón. Mariposita. Loca. Quien sabe cuántos clichés al respecto de lo que ella considera “una aberración”. Que se lo iba a pagar. Que ya vería lo que le pasaba a quién se burlaba de ella… sapos y culebras por esa boca. Sin embargo, todos pensamos que era la rabia del momento. La respuesta emotiva al dolor de haber sido engañada con un hombre y no con otra mujer que es lo que está entre las posibilidades adúlteras de riesgo….y ciertamente, se vengó. Se sigue vengando, pero con su hijo!. Con mi único nieto. Increíble pero cierto, ha vaciado toda su rabia, todo su despecho en su hijo. Él paga unos platos que no rompió. Una conducta de la que no tiene culpa. Un castigo del que nunca ha debido ser protagonista.

- ¿Se venga con su propio hijo??
- Así como lo oye, Licenciado. Mi nieto tiene cerca de diez años. Y hace ya dos que su papá se separó de su madre. Al mes de separarse, ella se buscó una pareja. Un hombre fornido, de casi dos metros de estatura, pero con una inteligencia proporcionalmente inversa a su tamaño. Entre los dos, le hacen la vida imposible a mi nieto. Le han enseñado, a su corta edad, el infierno. Le pegan por cualquier cosa, lo castigan si pregunta por su papá diciéndole que cuidado con andar queriéndolo mucho porque ese es “un afeminado”. No lo dejan tener amiguitos, y son tan crueles que si saben que yo le doy alguna galleta o algún dulce, lo privan del almuerzo o de la cena “para que aprenda”. A veces dura hasta un día sin comer porque me ha aceptado alguna “chuchería” y esa es una “debilidad” que un “macho” no debe permitirse. Si el niño quiere ir a mi casa, entonces le dan un “cogotazo” como dice el padrastro, porque seguramente “lo que quiere es ser como su papá”. Que tanto consentimiento ya dio una mariquita en la familia, y que con uno ya es suficiente. El padrastro, que no lo quiere porque no es de él, por cualquier cosa le da un bofetón apoyado por la madre de la criatura. El niño ha desarrollado una introversión preocupante, se la pasa con las manos en los bolsillos, llora mucho…están acabando con su felicidad. Están acabando con la vida de ese niño.

- ¿Ha hablado con la madre?
- Muchísimas veces y siempre me dice lo mismo. Que un “coscorronazo”, un “correazo”, un manotón a tiempo es lo que hace a los varones, machos machos. Que ella no puede criarlo a base de regalos y consideraciones, porque entonces va a ser como su padre, y ese riesgo ella no lo quiere correr. Que con un afeminado -que es el calificativo que más repite- basta. Es más, un día tratando de entender, de acercármele por las buenas, de buscar un camino de convivencia por el bien del niño, le pregunté – de la mejor manera- por qué le hablaba tan mal al niño de su padre, si todavía el no tenía edad para entender cosas tan delicadas, de causas tan disímiles como la homosexualidad. Que por qué tenía que avergonzarlo de un acto de valentía personal de su padre al aceptarse tal y como era, dejando de vivir una vida de engaños y apariencias…que además, eso no vulneraba su condición de excelente padre…un día incluso llegué a preguntarle ¿por qué eres tan mala con tu hijo?...y en medio de la rabia, casi gritándome me dijo: porque el tuyo fue muy malo conmigo, al abandonarme e irse con otro hombre. Eso no se lo voy a perdonar nunca…¿y eso lo vas a pagar con tu hijo???, le increpé…esas son vainas tuyas, me contestó

- El niño, a todas estas… ¿qué dice?
- Ya poco habla, Licenciado. Se ha venido poco a poco encerrando en sí mismo. No entiende por qué siendo el primero de la clase y ayudando –porque lo ponen a ello- en todos los quehaceres de la casa…siempre está castigado, o recibiendo “cuero”. Me dice que él extraña mucho a su papá, porque su padre si juega con él. Le hace cariño. Nunca le pega. Le complace sus fantasías y deseos de niño…pero que nunca puede decir que lo quiere ver, mucho menos que se lo llamen para hablarle aunque sea por teléfono, porque le pegan. Y para que me lo dejen aunque sea un día, tengo que amenazar con denunciarlos. Pero seguro que después, lo castigan. No termina de entender, porque no tiene el criterio para ello por su corta edad, la “cantaleta” de su madre sobre la homosexualidad de su padre, menos por la manera perniciosa en que se la enrostran en la cara. Es más, creo que si no fuera por ese “taca-taca” ni le interesara. Tampoco entiende por qué esa rabia de su mamá la tiene que pagar con él…Licenciado, ese niño vive un infierno

-¿No ha acudido a los organismos competentes a denunciarlos, porque más allá de lo que pretendan justificar, de ser cierto lo que me dice allí se está cometiendo un abuso con ese niño??
- No. No lo he hecho. Le confieso que no quería ventilar eso en público, y el acudir a la justicia, es una manera de hacerlo. Por el niño a quien a lo mejor le haríamos más daño…y debo confesarle que también por mi hijo, a quien lo rodearíamos de un escándalo que a lo mejor le perjudicaría en su trabajo y en su medio…y que no se merece.

- Hoy día, le digo, la homosexualidad ya no despierta las mismas censuras de antes. Sobre todo aquella que no está caricaturizada. Pero no hay otra manera de parar esos abusos que usted señala, sobre todo porque un manotón de ese grandulón, como usted me lo describe, puede hacerle un daño irreversible a ese niño. Si usted quiere, guardando la mayor reserva, le puedo ayudar a canalizar ese problema en procura del bienestar físico y mental del menor, y del suyo. Y a lo mejor la justicia le permite al padre estar cerca de su niño, y a él de su papá como me dice es su deseo…y prohíbe a la madre, so pena de perder la custodia, cualquier tipo de violencia contra él. En todo caso, usted será siempre una alternativa intermedia en cualquier solución que pudiera tener el problema.
- Yo también creo, me dice, que llegó la hora de hacer. Voy a tomar su consejo. Aunque estoy segura que cuando lean esta entrevista, porque ellos no se pierden sus reportajes los miércoles, van a darse cuenta no solo del mal que le están causando al niño…si no de las consecuencias a las que se arriesgan si persisten en su conducta. Y a lo mejor, eso los obliga a revisar sus conductas.

- ¿No habrá alguna exageración en su planteamiento porque en su papel de madre, siente que estén censurando injustamente la conducta homosexual de su hijo?
- No Licenciado. Yo entendí y apoyé a mi hijo cuando decidió asumir su verdadera identidad sexual. A mí ni me avergüenza, ni me acompleja. Nada tengo que objetarle. No es lo que yo hubiera preferido, pero es una decisión que voy a defender como si fuera mía. Ese es su derecho. El sigue siendo hijo mío. Además a una persona hay que juzgarla por sus acciones, por su voluntad, por sus principios, por su manera de relacionarse con otros, por el respeto a sus semejantes, por su don de gente, por su preparación, por su conducta como padre, como hijo, como ser humano…..nunca, por quién o por cómo comparte su intimidad. Amo mucho a mi nieto para usarlo como argumento contra alguien. Usted que me dice tiene un nieto, sabe que jamás un abuelo en sus cabales lo haría. Déjeme apelar a lo que usted siente, para apoyar lo que estoy diciéndole…y seguro, me entenderá cabalmente.

Hacemos algunas llamadas para la ayuda que ella requiere, y se marcha ya con algún plan concreto de actuación en la confianza de encontrar un camino para solventar la desagradable y peligrosa situación en que, según ella, se encuentra su nieto por la supuesta venganza de su madre. Tratando de armar con esos retazos de dolor, algún remiendo de esperanza capaz de comenzar a tratar a ese niño, justo en el sitio del amor. Donde no vuelvan a desbordase las tristezas, ni las pasiones…indebidamente. Donde el hielo deje de tejer figuras grises e inanimadas de lápidas eternas. Donde deje de retozar, realengo, el miedo. Y el hambre deje de mezclarse con el dolor. Donde se dejen de producir heridas en ese espacio donde los caracoles, vestidos de nácar, se encierran para siempre. Ella tratará de apaciguar la orgía de cicatrices, de pieles maltrechas, de mariposas arrugadas, de callosidades ingratas que han marcado los días, las noches, las horas, de su nieto. Ese canto desafinado donde la venganza ha tejido silbidos de desagradables ventarrones. La conocida dolencia de la hoja que cae, de la puerta que se cierra, de la piel que se hiere, de la vergüenza que se atropella, para que no puedan más nunca, a ese niño…impedirle alzar el vuelo!


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