EL DESEO NO TIENE RECATO

(Publicado en el Diario El Informador el 30.06.10)



Una depresión. Unos kilos de más. La imposibilidad de sus padres de lidiar con sus angustias le hizo acudir a un conocido psiquiatra. Un hombre gentil, demasiado meloso para su gusto. Un viejo verde en bata médica, diría ella. Le alabó los ojos, las piernas, su madurez, incluso descubrió en ella destellos de excepcionalidad a los segundos de entablada la conversación. Le hizo preguntas íntimas, cuando ella lo que padecía era de un problema depresivo… por unos kilos de sobrepeso. En un consultorio de la ciudad, en una quinta acondicionada para ello, comenzó un problema mayor. El profesional que debería orientarla, se convirtió en una especie de acosador…de agresor compulsivo que trataba de justificar en ella, todos sus vacíos existenciales. Un medicamento que le suministrara cuando llegó al consultorio en una de sus visitas, según ella, le produjo una reacción tan extraña que más nunca se dejo medicar del galeno. Una modorra, una tiniebla… la sensación de estar siendo manoseada, que advirtió en medio de ese sueño pesado y pegajoso, le encendieron todas las alarmas. Ya alguien se lo había prevenido…cuidado con el tipo!. Un peligro porque la relación médico-paciente puede guiarse hacia un estado de sumisión donde es posible aprovecharse de las debilidades de esta última. La capacidad de manipular y la confianza que se supone deben guardársele, le colocan en una posición de privilegio a la hora de querer “ir más allá”. Le contó a su madre, quien le recomendó tomar precauciones a la vez que le señaló que ella como que estaba viendo mucha novela. Que no creía. Que era un tipo famoso. Respetado profesionalmente. Que la sentía a la defensiva. Que no se confundiera, que a lo mejor lo que él trataba era de ser amable. Muleta necesaria. Amigo afectuoso dentro de lo que recomendaba la clínica…pero que de todas maneras, hombre es hombre le dijo. Y tú, eres muy linda. No le digas nada a tu padre todavía para no crear problemas innecesarios, pero alerta! Ella, su madre, comenzó a acompañarla a las consultas...y advirtió que el profesional no estaba a gusto con eso. Un día lo confrontó. Le preguntó el por qué de su conducta. La respuesta fue trágica…es mentira de su hija, quien es una maníaco-depresiva con problemas, además ninguno de ellos va a aceptar ese cuento. Yo soy un profesional respetado, atiendo a lo más granado de la ciudad, y su hija es una niña malcriada a quien nadie va a creer… Le sorprendió no solo la actuación de éste con su hija, si no el peligro que significaba – de ser verdad su apreciación- ese hombre ejerciendo. Averiguó y se enteró luego que el galeno no solo ha tratado de enamorar a sus pacientes, sino que a alguna de las madres que las acompañan…pero nadie dice nada. El llamado fenómeno de transferencia tan de moda después del caso Chirinos, tiene –al parecer- una escuela de mal uso en la ciudad. Una especie de repetición odiosa, supuestamente, sin que nadie haga nada. Solo, tomar alguna precaución en medio de la debilidad de poder ser no solo manipulada en alguna debilidad, si no que despojada del dominio de sí a través de algún fármaco, que permita a algún moderno Sodoma vestido de blanco, aprovecharse de la debilidad de alguien que puede estar a su disposición...y además, según ella, impunemente.

-Me visita en mi oficina, después de algún contacto telefónico. Me pide guardar su identidad…más por sus padres, que por ella misma. Le digo que uno de los objetivos de este espacio es lograr, sobre un caso particular, hacer una reflexión general…que por ello muy pocas veces revelamos la identidad del o de la entrevistada
- Tenía muchas ganas de hablar con usted, desde hace tiempo. Pero primero, reventó lo de Chirinos y me pareció que usted iba a pensar que estaba copiando el caso por algún motivo…después, cuando me decidí, suspendió la publicación de su espacio. Le escribí y pensé que nunca me llamaría. Cuando me aviso su regreso al Diario, me llené de valor y acá estoy dispuesta a contarle mi historia, muy similar por cierto a esa caraqueña que tanto ha dado que hablar

- Cuéntame entonces, le digo
- Una repentina gordura que me hacía correr el riesgo de llegar a ser el patito feo del curso, y que había motivado algunas bromas en mi Universidad, me creó una depresión y un aislamiento que alarmó tanto a mis padres que decidieron hacerme ver con un especialista. Yo me negué muchas veces a ello, pues les decía a mis padres que yo estaba preocupada, pero no loca. Mamá, consultó con algunas personas y habían dicho primero que me vería un psicólogo pero éste no pudo, o no lo encontraron…y terminaron en un psiquiatra. A mis 18 años, todos decían que tenía una cara linda y un buen cuerpo…a los 19, con unos kilos más, me preocupaba el perder esa admiración que despertaba, y dejar de ser la chica más “mami” del grupo. Así que acepté ir donde un profesional. Un ambiente grato y un médico de conversación fluida creaban un ambiente propicio para la confianza. Así fue dándose la primera consulta. Él preguntaba, yo contestaba…..hasta que fue avanzando camino de mi intimidad, avance que yo sentí indebido, a lo mejor de manera prejuiciosa. Evadí algunas preguntas, y aunque las justificaba en medio de mi desconocimiento, no dejó de despertar en mí algún rechazo y alguna duda. Una, como mujer, no deja de sentir cuándo un hombre saca sus instintos y toma algún atajo, por muy profesional que sea.

- ¿Cuántas consultas hiciste, y en cuál te diste cuenta del supuesto abuso?
- Después de la primera consulta le dije a mamá, que el tipo no me gustaba. Que me hacía preguntas morbosas, en donde yo adivinaba una suerte de perversión en él. De viejo baboso. Que el tipo me dio la impresión que me estaba “buceando”…incluso me agarró la cara en un momento, y yo le dije que por favor no lo hiciera, que no me gustaba

- ¿Qué te dijo tu mamá?
- Me dijo que si bien pelara el ojo, porque hombre es hombre y yo era muy bonita y muy joven, que no me pusiera a la defensiva con él. Que seguramente lo que quería era conocerme plenamente. Que ella entendía que el psicoanálisis iba por esos caminos…pero que de todas maneras no bajara la guardia, pues el deseo no tiene recato y cualquier cosa anormal se lo dijera. Que todavía no se lo comunicara a papá para no crear ruidos innecesarios, ni encender alarmas prematuras, y a lo mejor indebidamente. Así lo hice hasta que fui a otras consultas.

- ¿Qué pasó más adelante?
- El tipo, me fue citando cada vez con más frecuencia a su consultorio. Incluso un día lo hizo un sábado, dizque para hacer una evaluación a fondo. Cuando llegué estaba solo en el consultorio. No me gustó y se lo dije. “Déjeme que llamo a mamá que me acaba de dejar, para que me acompañe”. Me contestó, no hay problema…llámala y que esté presente. Aunque eso me dio confianza, lo hice y mamá me acompañó. Aunque fue una especie de aviso, su reacción me hizo dudar. Hasta que una vez, en otra de las citas, comenzó a preguntarme sobre posturas sexuales, sobre si había tenido relaciones con muchos novios, si me gustaban los hombres mayores, si me gustaban las mujeres, si le montaba cachos a mi novio…a preguntarme si había tenido experiencias en ese campo y a echarme cuentos con ese tema…de subido tono. Le dije que me tenía que ir… y al no más llegar a casa se lo comenté a mamá…quien me dijo que iba a hablar con él, y así lo hizo. Le dijo a mamá que yo tenía una depresión aguda, medio peligrosa porque podía ser suicida y que necesitaba una terapia a fondo. Que yo podía estar manipulando, pero que si quería me llevara a otro profesional y buscara una segunda opinión…aunque él creía que eso era perder más tiempo, y era peligroso para mí. Así que mamá no me dijo nada, pero decidió darle una nueva oportunidad. Me dijo que solo faltaban dos sesiones y punto, pero que de todas maneras le avisara todo lo que pasara y que ella iba a estar siempre conmigo en la consulta.

- ¿Cómo lo tomo él?
- Bueno cuando llegamos, y mamá le dijo que me acompañaría, le dijo que le parecía bien. Que me iba a dar unas pastillas para una prueba y ya. Me dio una pastilla, y le dijo a mamá que esperara afuera mientras me hacía efecto para proceder a la consulta. Mamá salió del consultorio, e inmediatamente me acosté y me entró una somnolencia que no podía evitar…pasó un rato, y de pronto me encontré frente a él como soñando…y él manoseándome, en mis partes íntimas….era como raro. Al mucho rato entró mamá, y él –disimulando- me hizo preguntas tontas delante de ella….me despachó y le dijo, “que se acueste para que ese tranquilizante termine de ayudarla.” Cuando estuve bien despierta, le conté a mamá lo que me pareció que pasó…lo que yo había sentido entre dormida y despierta…lo que yo pensaba sobre el fármaco administrado, que era más para debilitarme y saciar sus instintos, que para curarme….ella se puso muy molesta y fue a confrontarlo. El negó todo, y cuando lo amenazó con denunciarlo públicamente, le dijo…”tranquila que ni lo vas a poder probar, ni nadie te va a hacer caso pues soy un profesional de prestigio a quien todos respetan…tengo muchos amigos y pacientes en posiciones de privilegio”. “Deja de hacerle caso a esa mocosa, que se cree el último refresco del desierto, llévatela y déjame en paz.”

- ¿Qué hizo entonces ella?
- Habló con sus amigas y le contó…y alguna de ellas le dijo que ese profesional tenía antecedentes de ello. Que incluso había tratado de enamorar también a las madres de algunas pacientes. Que con la ventaja que su posición le daba y el conocimiento de la paciente, le era muy fácil obtener esos “privilegios”….a veces por el resultado eficaz del “enamoramiento”, y a veces con la ayuda de fármacos. En ese momento se destapó el llamado Caso Chirinos, y pudimos enterarnos de cómo y por qué se daban estas situaciones, más allá de lo que en materia de responsabilidad en ese caso determine la justicia. Se dieron muchas opiniones versadas, y salieron a relucir muchos casos y sus respectivas explicaciones…lo que nos permitió asociar el nuestro a todos esos.

- ¿Lo denunciaron?
- No, aunque lo hemos evaluado. Incluso, no le hemos dicho a papá todavía, porque va y es capaz de hacer justicia por sus propias manos.

- ¿Te sientes violada?
- Claro, aunque no hubo penetración…me tocó lascivamente. No es la penetración la única forma de violencia sexual…y mire Licenciado, hemos leído últimamente tanto sobre ese tema, que estoy casi perita en el mismo. El tipo es un degenerado, casi que con licencia para abusar.

- ¿Lo has vuelto a ver?
- No. Aunque me ha llamado varias veces. Me invito para que “arregláramos el mal entendido”. Llamó a mamá cuando se enteró que ella andaba averiguando entre sus amigas sobre su comportamiento, para decirle que todo era un desagradable mal entendido, que él era un hombre decente, etc. Yo le dije que no me llamara más pues sus llamadas iban a ser prueba que me estaba acosando, igual hizo mamá…y hasta ahí. No pasó de allí.

- Qué piensas hacer?
- Por lo pronto, lo que estoy haciendo. Conversar con usted que tiene una inmensa lectoría y una bien ganada credibilidad, para pedirle que publique mi historia. Y que la misma entonces se convierta en una campanada hacia este tipo de profesionales. Que las madres no dejen nunca ir solas a sus hijas a una consulta de este tipo, que estén al tanto de la relación médico-paciente, que si están deprimidas entiendan que es cuando son más vulnerables…que si bien no todos los médicos son así y este vagabundo es una excepción…el que no lo sea no se va a molestar porque un representante acompañe a la paciente en un tema tan delicado como es la salud psíquica de un hijo

- ¿No crees que pudieras hacer encender alarmas injustamente, con lo que pudiera ser un caso que, aunque penoso, aislado? ¿Qué pueden pagar, indebidamente, justos por pecadores?
- No Licenciado, mi caso, el llamado caso Chirinos, el de otros que usted puede ver por internet…dan fe que, si bien no son todos, hay algunos que sí lo hacen, que sí abusan y por ello hay que tomar precauciones. Por favor, presente mis excusas a los profesionales de la psiquiatría honorables y decentes que hay en la ciudad que son muchos, aunque estoy segura que ellos entenderán el que llamar la atención sobre los malos, también los beneficia a ellos….para que nadie los confunda.

Muchas preguntas que hacer y que hacerse, frente a un testimonio tan delicado. Frente a una experiencia donde solo ella sabe qué le hizo más daño… el ruido, las tinieblas, el silencio, el acoso, la oscuridad, la depresión que trataba de superar…o simplemente las ganas perversas adivinadas. El asco sentido, la náusea, la rabia, la impotencia. O solo la mueca, la sonrisa, la fingida amabilidad. O aquél techo, aquél cuarto…donde la lascivia se asomó con académico antifaz. Hoy, en vez de cura, solo tiene un dolor nuevo, una pena, una nueva angustia. El descubrir que el instinto es el que a veces prevalece. Que la carne sigue siendo un motivador explosivo para aberraciones de cualquier especie. Para quienes detrás incluso de alguna bata blanca, no dejan de activar las sirenas, las heridas, el miedo. Es el remedo de vida, tocando indebidamente las puertas. Por eso ella grita esperando ser escuchada. No quiere que la sociedad de cómplices, el que dirán, o las alforjas del miedo…sigan siendo camino para la mudez de siempre. Al menos para ella, la ayuda requerida no pudo ser satisfecha. No logró la confianza necesaria, solo más dudas. Tampoco la tranquilidad o la cura. Ni siquiera una oportunidad sana. Solo la perversión, al menos desde su óptica… tratando de sacar ventaja

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