Después de la Violación

                                                                                          (Publicado el 28.02.07)
Después de la Violación
Fue que Conocí El Infierno


Por: Lic. Víctor M. Barranco C.



Temerosa. Con la humillación haciendo estragos en su dignidad. Ensuciada la autoestima, embarrada la racionalidad, el vértigo de la agresión se le repite cada noche.
El Techo de su cuarto es como esa pantalla de cine, que solo proyecta películas de horror. No sabe que es más grave, lo que le pasó aquel día...o lo que ha tenido que pasar luego, para tratar de reivindicar su nombre y exigir justicia.
La vida, vestida de hombre, se ensañó con ella. En su espíritu, hay sembradas cicatrices de nunca cerrar. Dolores eternos, que cada mañana señalan el sitio donde habitan, para con su dolor, recordarle a ella, que hay una cruz que cargar para siempre.
Perdió el respeto de su pareja. Los vecinos murmuran cuando pasa, y el estigma de la duda ante terceros, permanece como sanción adicional a la agresión que la carcome.
No han valido sonrisas. Para ella, no hay olvido. El ruido en el sitio del respeto, tiene onda expansiva, incluso, hasta el sitio del amor.

- ¿Qué te pasó?
“Tres atracadores entraron a mi casa. Estuvieron allí, por más de tres horas. Encerraron a dos muchachas que sirven en la casa y a mi hija de 10 años en el baño. A mí, me dejaron en la sala, pidiéndome que dijera dónde estaba el dinero. Les dije que no había dinero en la casa...y no me creyeron.
Me hicieron cocinarles. Incluso, colocaron música, y tuve que hasta bailar con dos de ellos.
Con un cuchillo, me punzaban...cortaduras pequeñas, a la pregunta de ¿dónde está el dinero?
Me fueron obligando a desnudarme...y a bailarles.
El solo pensar que podían violar a mi niña...me paralizaba de pánico.
Por ello, les complací...estaba dispuesta a hacer lo que me pidieran, con tal que no se fijaran en mi hija....a ellos, más que gustarle yo, estaban dispuestos a presionarme para ver si les decía dónde había dinero.
Me pidieron licor..y una especie de agresión y morbosidad les invadió...me violaron los tres...y a pesar que me hicieron las cosas más horribles que uno pueda imaginar...solo pasaba por mi cabeza agotarlos para que no pensaran en mi hija. Que pudiera captar yo su atención de tal manera, que ella se hiciera invisible a sus ojos”.
Llora. De impotencia, de rabia. De saber que en medio de su disposición de salvar a su hija...ella había muerto en vida. Que la agresión de que fuera objeto, la iba a acompañar siempre y a todos los lugares…incluso, en el sito del amor de su marido..ése que había ocupado cómodamente, siempre.

- ¿Qué pasó con tu esposo?
“Cuando llegó, que todo había pasado, me abrazó con esa ternura de la solidaridad que empapa el alma...con esa comprensión protectora que es capaz de aliviar tormentas. Con esa mirada cálida, que me hacía sentir acompañada en tan difícil momento. Sin embargo, a los días fue cambiando. Me preguntó por qué me escogieron a mí. Si yo había actuado de alguna manera para excitar a los hampones…. Y con un deseo no se si morboso o de celos, me exigió los detalles de la violación...la que no habíamos confesado ese día a las autoridades para no pasar una nueva vergüenza familiar.
Allí, comenzaron las otras violaciones.
El sexo dejó de ser un vínculo de unión de pareja, y pasó a ser un escenario acusador...donde yo, ante mi pareja, de algún modo era la culpable.
El haber tenido sexo, aunque fuera obligado, con tres hombres...no pudo ser soportado por mi marido...y poco a poco se fue alejando.
Llegó un momento en que sentí, me tenía asco. Algo que no podía dominar. Aquella pelea entre su comprensión y su educación machista. Entre saber mi inocencia pero no entenderla. Entre su perdón y su deseo.

- ¿Qué hiciste, en consecuencia?
Decidí entonces reivindicar mi nombre... tratar de salvar mi matrimonio, demostrar de quién era la culpa…..hacerme sentir inocente,; y entonces fui donde la autoridad a ampliar mi denuncia, incluyendo esta vez , la violación que, por respeto a él, me había callado. Que por vergüenza había dejado para sufrir sola. Que por recato y pena con mis hijos, había convertido en mi estadio de tortura personal.

- ¿Cómo te atendieron en la policía?
Más vale que no. En la comandancia, hasta un policía quiso propasarse conmigo.
Comparado con lo que sentí en ese sitio, fue un juego de niños lo que hicieron los delincuentes, frente a lo que después hicieron las autoridades, los jueces, y los abogados. Me hicieron sentir casi que prostituta. Provocadora profesional. Coqueta a ultranza. Según ellos, un hombre responde solo a las provocaciones de la hembra. Las leyes, los razonamientos, parecían salidos de una especie de predio machista, donde el único objetivo era tratar de justificar lo que me habían hecho.

- ¿Y los amigos, los vecinos, la gente que te conocía y quería?
Los vecinos se enteraron, y –entonces- ya no fui invitada a ninguna parte. A ninguna reunión. Primero di lástima. Luego, prefirieron marginarme. Quedé fuera de las conversaciones, los festejos, el compartir del vecindario.
Luego, se acabó el matrimonio. Ni siquiera mi hija, me comprendió. Ella, compartía con su padre el rechazo…un día me dijo: esta bien uno, pero los tres mamá???? Y pensar que por mi mente ese día solo pasaba la necesidad de salvarla de la garra de esos animales….cosa que además, por ella, volvería a hacer las veces que fuera necesario, aunque nunca lo comprenda…y nunca, lo perdone.
- ¿Qué vas a hacer ahora?
He pensado en suicidarme. En acabar con esta pesadilla. En conseguir que alguien se me acerque, con una palabra de amor, y no con un gesto de curiosidad o una disposición morbosa. Con una mano que apretar, con un camino que recorrer, con alguna luz que seguir, con una nueva esperanza que tener. Porque en este invierno cuando llueve más duro, es cuando pienso en mí, y decido darle un día más a la esperanza.

- ¿Fue peor el remedio que la enfermedad?
Ciertamente. Después de violada, fue que conocí el verdadero infierno.
Aquel día, nunca imaginé que lo que vendría después del abuso, fuera mucho peor.
Sin embargo, levanto la frente y así ando, buscándole muletas a mi autoestima...para algún día, verme al espejo, y poderme responder...¿culpable de qué?

- ¿Es el suicidio una salida?
Cuando lo medito, se que no. Pero la impotencia es mala consejera, una especie de diablillo que te aconseja mal, y te pone a decir loqueteras.
He pensado incorporarme a alguna asociación que ayude a las mujeres violadas. Estudiar derecho para tratar de cambiar la legislación al respecto. Buscar una tribuna, un medio, donde gritar la injusticia. Decirle a muchas, que ellas pueden ser las próximas. Que le pregunten a sus parejas qué harían ellos si fueran violadas?...y seguro que como a mí, le mentirían hablándoles de su apoyo incondicional. Incluso, en ese momento...creyéndolo.
Pero una cosa es suponer cómo se vivirá en determinada situación…y otra muy diferente, vivirla.
Una cosa es el amor, en medio de la bonanza y la alegría…y una muy distinta, en medio de la dificultad.
Nadie te juzga más fuerte que la familia. Nadie es más cruel contigo, que quien mucho te ha querido. Nadie sabe mejor que tus afectos, dónde duele más…y dónde es que más pueden hacerte daño. El amor es demasiado frágil. Los odios, suelen ser eternos.
Pero nadie se pasea por ello. Nadie sabe cuánto quema la candela, hasta que se mete la mano y lo siente. El dolor puede comprenderse a través del cuento del otro. Pero nadie podrá sentirlo en su justa dimensión, hasta que lo padece”.

Me despido. La dejo en medio de un dolor que ha hecho costra en el lugar de los sueños. Antes de irme, le reconozco su valentía...pero no me cree. Le resalto su reciedumbre...y duda. Le hablo de la esperanza..y sonríe.
Le dibujo un mañana...y piensa.
Pareciera que no tiene salida. En su cuerpo se cebó el animal delincuente para en medio de la aberración, lacerarla para siempre. Pero en su amor, en su día después, se cebaron todos los demás...incluso aquellos, que debían quererla y respetarla.
Pero, todos se negaron.
Todos juzgaron. Todos incomprendieron....y lo que fue luz en unos ojos, hoy solo es una ventana opaca, por donde se pueden divisar todas las tristezas.

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