Profesional Universitario de Dia y Mendigo a Destajo

                                                                                         (Publicado el 21.02.07)


PROFESIONAL UNIVERSITARIO DE DIA
Y MENDIGO A DESTAJO


Por: Lic. Víctor M. Barranco C.

Es profesional universitario. Tiene trabajo. Sin embargo, un hijo enfermo, necesitado de una operación millonaria en costos, lo convierte en mendigo en sus hora libres. Un problema cardíaco, la vida de un pequeño esfumándose en su presencia, una esperanza de sanación a un costo impagable, aún para quien como él tiene buen trabajo y un título profesional, le ha hecho mirar la vida de otra manera. Le ha visto la cara al infortunio. Y sin harapos, ni latas, ni suciedades, toma su tarro de plástico al que le ha pegado una foto de su hijo, copia del presupuesto de la operación, y con ese recipiente cada anochecer y cada fin de semana, practica la mendicidad. De semáforo en semáforo, pidiendo. Buscando la ayuda de los demás. Encontrando a veces en esa búsqueda, la burla de quienes le conocen, la comprensión de quienes le comprenden, y el repudio a un estado y a un gobierno que, aunque vocifera su amor por los que menos tienen, y se rasga la vestidura por los niños, es incapaz de intervenir quirúrgicamente a su hijo sin costo.
En medio de su rabia, tiene que “pelear” con los otros mendigos, con la ventana del carro que se abre en medio de la cola, apartar a los limpiadores de parabrisas a ver si le dejan algo, aguantar las amenazas de quienes se sienten dueños del territorio, y hasta de perder en manos de delincuentes juveniles lo que tanto le ha costado hacer un sábado determinado..un vía crucis en un país que pretende, en boca de sus dirigentes, igualar solo en la miseria.


- ¿Qué es más grave, ser mendigo a destajo, o profesional sin recursos?
“Una cosa es consecuencia de la otra. El país se ha convertido en una especie de altar de las ruinas, y cuando te hablo de ella, no solo te hablo de la económica. Está en ruina la familia, el respeto, los valores, la democracia, la atención, la autoestima, la excelencia...en fin, tenemos un país en harapos. Un país donde quienes éramos clase media, y hasta clase media alta –nosotros los profesionales universitarios- tenemos que mendigar como usted dice, a destajo, para cubrir gastos que antes podíamos cubrir con nuestros sueldos o con nuestros seguros particulares.
Ya no podemos pagar colegios privados, ni clínicas, ni viajes de placer. A duras penas la comida, alguna ropa y el transporte. Antes cambiaba el carro cada tres años. Mi carro actual tiene más de 20, y sin esperanzas de cambiarlo.
Yo fui a Disney Word con mis hijos pequeños y pagué el viaje en 14 meses a cuotas de 900 Bs. a Viasa hace muchos años...ahora me cuesta ir a ver a los viejos que viven en los Andes”.

- ¿Qué te decidió la adoptar la mendicidad a destajo?
“La necesidad, Licenciado. Lo pensé mucho. Pero una vez en la oficina, me hicieron una colecta para un examen muy costoso de mi hijo, y amigos y sus familias organizaron una “operación pote” con la ayuda de los medios de comunicación y recogimos para el examen y hasta para los medicamentos. Me hice familiar de los semáforos, fraterno de las esquinas y consecuente de las calles y avenidas de la ciudad. Allí vencí la pena. La vergüenza. Me sentí acompañado de los lava vidrios, mendigos y otros que como yo, debían dejar los convencionalismos en casa para salvar a algún familiar. Después lo hice un día en solitario...y ahora lo hago todos los días”.

- ¿Qué te dice la gente?
“Algunos me sonríen y no me dan. Otros, “tan bien vestido y pidiendo, ponte a trabajar sinvergüenza”...Algunos, me dicen que hay mucho engaño con eso de las operaciones y que por eso no me ayudan...los más, me dan algo y me miran con compasión. Otros que me conocen, me llaman aparte y me “aconsejan” no seguirlo haciendo. O con una sonrisa burlona, parecen congratularse con mi desgracia...sin embargo, ya llevo reunido casi la mitad del costo de la operación, y ese es suficiente aliciente para continuar”.

- ¿Mendigo Universitario?
“No. Mendigo solamente. Pido de la misma manera, un poco mas aseado quizás, más respetuoso..pero con la misma necesidad. Con la misma angustia. Con el mismo deseo de ser atendido en mi petición. Cada limosna que recibo, es vida para mi hijo...es como una bendición..miles de bendiciones de gente a quien le sobran cien bolívares que al corazón de mi niño le faltan con urgencia”.

- ¿Resentimientos?
“Hoy día ninguno. Al principio, mucha rabia. Agoté el segurito que tenía, me “comí” las prestaciones y el sueldo no me alcanzaba. Mi mujer y yo hicimos tortas, hallacas, empanadas, arepas rellenas. Íbamos a los sitios donde la gente jugaba cualquier deporte y allí vendíamos lo que hacíamos. Pero después o no había harina precocida para hacer las empanadas o las arepas..o no había harina de trigo para hacer las tortas..y entonces no me quedó otra salida que ésta..hacer lo que nunca pensé..pero que realizo orgulloso hoy día. Sin rabia, sin pena. Más bien con una gran alegría, porque a pesar de lo descreído de muchos de mis amigos y familiares, de muchas de las sonrisitas irónicas, de los desprecios, de los desplantes, de alguna que otra grosería..voy juntando para operar a mi niño...y ésa es la meta. No hay resentimientos. Hay alegría, aunque no me lo crea. Hay que tener un niño con riesgo de morirse, para entonces saber lo que es uno capaz de hacer por ellos”.

- ¿Qué piensa tu familia?
“Igual que yo. También toman su pote, y de vez en cuando son ayudados por sus amigos y compañeros de estudio. Estamos felices en saber que nos acercamos a la meta, que podemos salvar a nuestro hijo. Y solo porque aunque soy profesional a tiempo completo..soy mendigo a destajo”.

- ¿Qué le aconsejas a otros padres en tu mismas situación?
“Que hagan lo que su conciencia les diga. Sin avergonzarse. Sin angustiarse. Hay más gente buena de lo que uno cree en la calle. Y esa gente me ha demostrado que no importa que el gobierno no los ayude, mientras haya gente que siga creyendo en la gente”.

Un mendigo feliz. Aunque suene raro. Con la autoestima regocijada por la contraprestación conseguida. Un brillo en los ojos, que en nada refleja pena o complejo alguno. Más bien, una gran luz, la del amor inundando todos los espacios. El premio al esfuerzo, aún en medio de la rotura de todos los convencionalismos y todas las apariencias. Un encontrarse con la vida, en la más espantosa de las crueldades, para vencerla en uno de los oficios más degradantes que caracteriza nuestra sociedad: la mendicidad. Una ventana a la vida, conseguida en el más oscuro de los sitios. La esperanza capaz de colarse por las alcantarillas. La bondad, como el oro, capaz de embarrarse, de llenarse de polvo, de enmohecerse...pero nunca de perder su valor. Y con cualquier paño pasado sobre su superficie, conseguir de nuevo el brillo, la luz, el valor intrínseco, ése que hemos perdido en medio de un torneo de vanidades al que nos ha obligado el tatuaje social.
Una lección de vida, sujetada a un tarro de plástico, donde los demás pueden ir construyendo –a veces sin saberlo- con apenas cien bolívares que sobran..la felicidad de una familia, y la vida de un niño en peligro de muerte.

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