En un asilo no hay felicidad

(Publicado el 04.04.07)

En un Asilo no hay felicidad
Solo resignación


Por: Lic. Víctor M. Barranco C.

A su edad, uno piensa que lo conoce todo. Que el paso por la vida, en el atardecer de la misma, es capaz de encender girasoles, abrigar afectos, disfrutar veranos, sobreponer inviernos….solo con la condición lógica de ser testigo de sus propias huellas.
A su edad, uno siente que él es capaz de enseñar, de recoger el amor sembrado, de saborear el fruto del esfuerzo…de hacer de su otoño, espacio permanente para robarle al tiempo y a su soledad, de vez en cuando una primavera. De no temer el atardecer, porque hay unos hijos, una esposa y unos nietos encendiendo faroles para iluminar el final del camino. pero para su propia sorpresa, nadie abría ventanas. Nadie sembraba azucenas. Nadie espantaba las sombras. Solo una angustia en el pecho, y esa certeza que fue confirmando de a pedazos que él, para su familia, solo estorba.
Por ello hoy reniega de la experiencia, ésa que todos quieren alcanzar y a él, hoy no le sirve para nada. El mundo en que le toca desarrollarla, ponerla en práctica, es totalmente distinto al que él tomó como escenario de sus guerras personales. Lo que aprendió, hoy no le sirve ni a sus hijos, ni a sus nietos. La moral aprendida, la rectitud defendida, el comportamiento asumido, los valores profesados…hoy tienen otra expresión, más liberal, más complaciente, más tolerante. Absolutamente diferente a todo lo que él le pensaba enseñar a sus descendientes.
Hoy es la incontinencia, la dificultad de locomoción, los dolores, la soledad, el desafecto y una permanente necesidad de ayuda para la realización de cosas más o menos importantes...la que le ocupa y le quita tiempo, y espacio a él y a otros. A quienes a pesar de ser los hijos o nietos y ocupar en el pasado sus cariños y esfuerzos..hoy día, se quejan, cada vez que tienen que sacrificarse por el viejo; a quien quieren..siempre y cuando no eche demasiadas vainas. A quien atienden, solo cuando esa atención no interfiera con sus propios compromisos. A quien se quedó en tercer o cuarto lugar en sus afectos. A quien no se le soporta ni su pérdida de memoria, ni su rutina de cuentos, ni sus preguntas inocentes y repetitivas. A quien no se comprende, aún cuando se sabe de sus limitaciones…a él, quien en el otoño de su vida, en vez de vivir de mimos y tolerancias, de comprensiones y complacencias...está obligado a vivir en medio de desaires, reprimendas, desprecios y desconocimientos…y en un asilo de ancianos.


- ¿Qué significa la vejez?
“Ay Licenciado..a veces solo el estorbo. Aquí donde usted me ve, en este asilo de ancianos, devorándome el día para aturdirme con el sueño en la noche, tengo esposa, hijos y nietos. Además con recursos económicos de sobra. Pero ya estorbo. Soy como esas cosas que solo son útiles en la medida en que puedan aportar algo. Cuando ya no lo pueden hacer, pagan para que otros nos den por dinero, lo que ellos deberían darnos por amor. Le dejan a otro lo que son sus propias obligaciones. Y no le hablo de las materiales, le hablo de esas que corresponden a la sangre..le hablo de las obligaciones de amor”.

- ¿Resentido?
“Triste, más bien triste. A esta edad, yo me imaginaba jugando con mis nietos. Atendido, en la medida de lo posible por los hijos. Envejeciendo dignamente, con un poquito de su tiempo, con algo de su amor...pero, aquí me ve. Solo, con esta gente que me atiende a regañadientes, viviendo las horas más largas de mi vida...y a veces, en silencio, convocando la muerte. Esperando no molestar más. Salir de esta especie de reclusión forzada donde nos sentimos culpables de ser viejos. Reos de nuestra edad. Condenados por nuestras limitaciones…Por no poder atendernos por nuestra propia mano. Por no poder brincar y andar libremente. Sentenciados a este festival de soledades porque nuestros hijos no entienden hoy que, en algún momento, van a pasar por lo mismo…y por eso nos hacen sentir con sus acciones que somos una carga indeseada para ellos”.

- ¿Piensa usted que los hijos se crían para que lo atiendan a uno, cuando uno esté viejo? ¿es éso una especie de contraprestación?
“No. No espero tanto. Ni siquiera trasnocho por trasnocho. Ni pena por pena. Ni angustia por angustia. Ni desvelo por desvelo. Ni cariño por cariño. Mucho menos, la tristeza de ellos por la felicidad nuestra.
Uno solo aspira, el beso espontáneo. La visita, cada vez que hay ganas, y no cuando lo fija la norma de este establecimiento. Alguna palabra. Alguna solidaridad, más allá del pago de la mensualidad de este asilo que, para añadidura, sale de los negocios que les legué, y en los que hoy no participo para nada. Ni siquiera para ser parte de la buena vida que ellos hoy tienen”.

- ¿Le tiene miedo a la muerte?
“Qué va. A veces, incluso la ansío. Se a pido a mi Dios en mis noches de larga conversa con él. Creo que al final de este camino largo, con ratos felices y otros no tantos..ya no me queda nada que vivir. Y de verdad, que no me quisiera detener tanto tiempo en esta etapa donde, quienes me cuidan o están pendientes de mí, no son nada mío. Lo hacen por dinero, o solo porque están tan abandonados como yo. Tan solos como yo. Tan mueble viejo como yo. Tan cachivache como yo. En un asilo, no hay felicidad. Solo resignación. Solo sonrisas formales. Ningún padre o madre puede ser feliz, cuando sus hijos le han condenado a esta especie de prisión benigna, de encierro más o menos privilegiado. De soledad compartida. De sentencia inexplicable. De castigo injustificado”.

- ¿Y la esposa?
“Ella, madre al fin, siempre se inclinó por sus hijos. Y me hizo firmar la cesión de mis negocios a ellos. Ella sugirió me internaran en este asilo. Ella, los quiso para su solo gusto y conveniencia. Después de 48 años de matrimonio, descubrió que el mejor sitio para mi era éste, y el mejor para ella era mi casa...donde vive rodeada de afectos, comodidades, privacidad, y no sé si el amor de sus hijos.
Ella viene de vez en cuando, y frente a las pocas ropas que yo tengo, frente al poco espacio de que dispongo...hace gala de lo que tiene. Me regaña, y me recuerda en cada visita, el por qué debo continuar aquí. Acusándome de ser responsable de mi propia desdicha…todo un poema, Licenciado”.

- ¿Se equivocó como padre?
“Creo que sí. A los hijos no solamente hay que darles todo lo que piden. Hay que enseñarles algo de disciplina. Algo de sensibilidad. Que entiendan que el mundo va más allá de sus propios logros. Un hombre que no pueda hacer feliz a su padre, mal puede ser un hombre bueno.
Si, creo que me equivoqué, dándoles todo, y no dejando un espacio para mi.Los padres debemos dar el mejor espacio para los hijos, pero debiéramos dejar uno para nosotros, aunque sea muy pequeño. El del propio desarrollo. El espacio del movimiento particular. Ese que podamos manejar hasta el último momento, cuando con el sol a la espalda, la sombra nos indique que la tierra está próxima a llamarnos”.

- ¿Se equivocó como esposo?
“De bola a bola. Viví para ella, la malcrié, le di todos los gustos. La hice egoísta. Le perdoné muchas cosas, incluso con los muchachos…y hoy estoy pagando, con intereses de prestamista, esa equivocación. No es verdad que amar es solo complacer, es también exigir, disciplinar, decir alguna vez que no; pero eso lo aprendí aquí, cuando en medio de mi cuarto repaso mi vida y reviso en que materia aprobé, y en cuáles salí reprobado. Ella es mi certificado de error. Es tan triste, que ni siquiera lástima me tiene”.

- ¿No es este espacio, un muy pequeño espacio, pero solo suyo?
“No amigo. Este es el patio de atrás de un espacio de nadie. En todo caso, de un espacio ajeno. Yo cambio este cuarto, por cualquier sofá, en casa de alguien que yo pueda sentir que me quiera. Por cualquier colchoneta quita y pon, en mi propia casa, o en la casa de algunos de mis hijos.
Usted no se ha dado cuenta, que son los que más tienen los que se deshacen más rápido de sus padres. Los más pobres, llegan con ellos hasta el final, y si es de compartir el único pan que tienen, lo hacen.
Viejo que se equivoca, solo tiene la muerte como consuelo.
Padre que no siembra, o siembra en terreno indebido, solo tiene a los demás como compañía.
Viejo que se enferma, solo tiene el asilo como refugio.
Hijo travieso es una gracia...viejo alegre, está loco.
Hijo que se ensucia, es obligación de papá el asearlo...Viejo que se ensucia, da náuseas, y es un cochino asqueroso.
Hijo que pregunta, es porque es despierto y quiere saber..viejo que pregunta es porque es necio y carcamal.
Hijo que habla es porque es inteligente y sociable..viejo que habla es porque es necio y está chocho.
Usted está joven, y no sabe lo mal que uno se siente cuando una de estas personas que a uno lo atienden, le violentan la privacidad, y le permean diariamente el pudor. Le desnuden, le vulneren su intimidad su cuerpo; y además lo regañen por lo que no es culpa suya..el dominio de esfínteres. Pero nadie sabe cómo llueve, sino quien recibe la lluvia.
Aquí, hay que renunciar hasta a la vergüenza, para poder convivir…o sobrevivir, que es más triste”.

Le tomo la mano, y siento a través de ella, toda la tristeza del mundo. En su mirar, solo las imágenes de lo que algún día fue una vida. En sus arrugas, las marcas del otoño que se anidan. En cada hueso, la marca de la ingratitud, y esa pregunta que todos alguna vez nos hemos hecho...¿tienen alguna obligación los hijos con los padres, o slo los padres con los hijos??...¿¿El papel de padre se debe limitar a, después de los sacrificios por la crianza, defenderse como pueda?? ¿..Así como hay una legislación que protege a los hijos, habrá alguna para los padres de hijos mal agradecidos???...El afecto es una especie de callejón a dos vías, que a veces se confunde con la suficiencia de recursos. Si a los hijos solo le damos lo que quieren y no lo que necesitan integralmente...ellos, al final, nos darán lo que quieren, y no, lo que necesitamos. Porque a veces, en el juego del satisfacer a quien queremos, dejamos de lado el amor. Y eso, es irrecuperable.
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