Estoy presa por querer ser buena hija

(Publicado el 11.04.07)
Estoy presa por querer ser
Una buena Hija


Por Lic. Víctor M. Barranco C.

Apenas traspone los 30 años. En su última celebración natal no hubo tortas, ni pasapalos, ni fiesta..mucho menos invitados. Si acaso el recuerdo de alguna visita que, en medio del miedo, acudió a darle su palabra de buena nueva. En su vida, aún a su corta edad, ya no hay cortinas que descorrer, ni luces que admirar. Solo ese festival de sombras, esa orgía de silencios, ese bailotear de fantasmas que, de mano del pánico, le acompaña cada noche. En su memoria hay un cementerio de cenizas desde donde se gritan y escenifican epitafios de angustia, y ese señalamiento de idiota que, en medio de su propio llanto…le señala cada noche inmisericordemente. Pensó que una traición pequeña, corta, casi imperceptible a la honestidad..la haría rica. Y en contraprestación a esa actitud ilegal tan insignificante en el tiempo y en la actitud de su actuar ilícito – en su parecer de
entonces- , se volvería rica y le daría a su madre un poco más de vida y por ello la oportunidad de seguirla acompañando por más tiempo. El dinero ofrecido por sus servicios, le permitiría cubrir los gastos en dólares de una metástasis en órganos vitales de la autora de sus días –cerebro y pulmón- que, de no tratarse, comenzaría –más pronto que tarde- a colocarla en el umbral de la muerte. Por eso cuando se ve allí, donde ve pasar sus horas, sus días, sus meses, sus años presa por “mula”…mula por el transporte de estupefacientes propuesto y aceptado… y mula por no haber dimensionado el riesgo que corría, se consuela pensando que la salud de su viejita, bien valía el riesgo. Que el tratar de ver de nuevo sonreír a su madre, bien vale este pasar los días allí, tras los barrotes de un infierno que, lejos de corregir a quienes delinquen, los educa en la delincuencia..los perfecciona, los estimula a seguirlo haciendo. Solo se pregunta a veces ¿qué hacer cuando un ser querido está en peligro de muerte, el dinero puede salvarlo, y hay un solo camino de conseguirlo??? ¿quién no correría el mismo camino que ella de requerirlo??? Sin embargo como respuesta aprendió, de la manera más dura posible, el mentís a aquella frase manoseada de El Príncipe que se usa siempre inadecuadamente…para ella ahora –definitivamente- el fin, no justifica los medios.

- Dime, ¿cómo te llamas?
- “Dígame María, Licenciado. Ese no es mi nombre, pero lo he adoptado para que –algún día- cuando salga de aquí..poder dejarlo con todas las cosas que debo dejar en este lugar. Esta que usted ve aquí es María. No soy yo. Es ese remedo de lo que fui. Esa encarnación de todos los males y todas la vergüenzas. Es esa persona que entendió que arrepentirse no es suficiente para ser perdonada”.

- ¿Por qué estas aquí?
- “Si le digo que por amor me creería???..Si le digo que estoy aquí por buena hija, estaría de acuerdo conmigo??..si le digo que estoy aquí, por tratar de hacer el bien, me daría la razón???. Estoy aquí por todo eso junto. Porque las cosas no son siempre como uno las mira, ni desde el punto de vista que uno las mira. Mi madre necesitaba un tratamiento carísimo en Estado Unidos para un cáncer metastático que tenía, y alguien me ofreció una forma dizque segura de conseguir el dinero para tratarla, porque mi familia carece de bienes materiales suficientes para hacerlo. Eran apenas unas horas. Un viaje a Panamá, a llevar una maleta…y al dejarla recibiría mi dinero en dólares. Así, supuestamente, de fácil. Me dicen que quienes estimulan el tráfico de estupefacientes, usan a mulas como yo…y créame, mula en los dos sentidos de la palabra para distraer la atención de cargamentos mayores. Dicen que ellos mismos dan el pitazo de lo que uno carga en la maleta, y mientras las autoridades se distraen con lo poquito que uno lleva, ellos están pasando cargamentos inmensos por otro lado. Apenas llegué al aeropuerto llegó un guardia, me pidió la maleta, y como si supiera todo…destapó el doble fondo y sacó aquel encargo funesto que yo llevaba en el mismo”.

- ¿Te detuvieron?
- “Allí mismo. Se armó un revuelo enorme cuando lo hicieron. La gente me miraba con una mezcla de curiosidad, sorpresa, desprecio y bochorno. Muchos decían..es que no parece. Y ciertamente, no parecía. Mi aspecto no es de una malandra, ni de una narcotraficante. Mi aspecto, como lo ve, es de una mujer normal”.

- ¿Dónde te llevaron?
- “Primero a una especie de retén en el aeropuerto donde más de un guardia trató de sobrepasarse conmigo. Y un sargento, a quien decían simplemente Revilla, me propuso irme al baño con él…y si lo hacía, él me arreglaba todo ese “malentendido” . Era quitarme ese problemón de encima con solo ser complaciente con su persona. Me rebelé, lo confronte…y bueno, ni quiero contarle, hasta una cachetada me dio el muy muérgano. Multiplicaron la cantidad de droga que cargaba, y de allí en adelante todo fue oscuridad hasta el día de hoy. No sé que fue peor para mí, llevar la droga..o negarme a los requerimientos amorosos del sargento”.

- ¿No contrataste un abogado?
- “Sí, varios…uno peor que el otro. Me sacaron la poquita plata que tenía y no me ayudaron. Me engañaron. Hasta que un día me conseguí con un defensor público, una doctorcita que me quería ayudar, pero tenía tantos casos que casi no podía; y nada pasó más allá de las buenas intenciones. No tuve más ayuda. Mi familia no me habló más, ellos argumentaron que los rayé…y sin plata, sin familia, sin dolientes, me condenaron a estar quince años acá, de los cuales llevo ya dos. En ese momento me abandoné a lo que Dios quisiera, El no te da nunca más carga que la que puedas llevar. Aquí, grupos de religiosos y voluntarios de vez en cuando hablan conmigo, y si bien a veces me fastidian, son muchas las oportunidades que me aferro a su compañía ...independientemente de lo que me dicen de su religión”.

- ¿Cómo ha sido tu vida de presidiaria?
- “Preso es pupú de perro, dicen en este centro…y ello es absolutamente cierto. Aquí he aprendido el lado tortuoso de la vida. La aberración como escuela. El valor moral como enemigo. La honestidad como estorbo para sobrevivir. La mentira moviendo todos los hilos de la sobrevivencia. El sexo, como desahogo pernicioso y desviado del ocio, más que como elemento del placer o del amor. Las noches como un festival de alarmas y precauciones. El comercio como elemento cotidiano de la vida. El lesbianismo como conducta aprendida de conveniencia, protección y convivencia. Aquí he asistido a la muerte de mi orgullo, del sentimiento de autoestima. Del respeto personal”.

- ¿Cómo sigue tu mamá?
- “Mamá murió, Licenciado. El no poder realizarle las quimioterapias y las operaciones que requería, sumado al dolor que le causé –sin querer- al verme presa por narcotráfico…acabaron con su vida. Mis hermanos le dijeron que yo había inventado que era por ella que me había metido a mula, que eso era falso..que yo era una loca que había acabado con la familla. Sin embargo, madre al fin, ella no les creyó. Y un par de semanas antes de morir vino, como pudo, y me visitó. Lloró conmigo. Me dijo que los viejos no valen la pena tanto sacrificio de los hijos. Que había pagado un precio muy alto por su salud, para nada. Que ella estaba segura que yo había dado lo único que tenía, mi libertad, por su salud y que ella eso lo valoraba más que nada. Que no tenía nada que perdonarme. Que en corto tiempo desde el cielo me iba ayudar, porque desde acá no podía. Que iba a interceder ante Dios por mí…. Nos abrazamos, lloramos juntas, .. nos dimos todo el calor del mundo… piel con piel, tristeza con tristeza, dolor con dolor. Cuánto hubiera querido que el cáncer se contagiara para haberme contagiado en ese abrazo, y haberme ido con ella. Ese abrazo, Licenciado, aquellas lágrimas, ese amor…bien valen este encierro que estoy viviendo. Fíjese que cada vez que me siento mal, que lloro, pienso en ese abrazo y , aunque usted no me lo crea, vuelvo a ser feliz..”

- ¿Arrepentida?
- “Si y no. Si por lo que me ha tocado vivir…y no, porque si bien no valió la pena, si bien no logré lo propuesto..al menos hice el intento”.

- ¿Has pensado en los muchos años que te faltan?
- “No. Aquí uno aprende a vivir el día a día. El mañana, no existe sino cuando llega. Cada día es una vida. Cada noche es una eternidad. A veces no sabemos ni el día, ni la fecha que amanece. Acá lo que más valoramos, es un poco de sol. Una ida al patio. Un baño decente. Una comida regular. Alguien que nos oiga. Que nos hablen y nos miren a los ojos y tenga un ratico para nosotros. Que nos dejen ver televisión. Que podamos dormir sin miedo. Que alguien nos espere del otro lado de la cerca con una sonrisa…Pero eso acá, es pedir mucho…aunque en fin, ya veremos, porque acá no se puede, ni debe, planificarse nada; ya que aquí como decía el tipo de la novela..como vaya viniendo, es que vamos viendo”.

Termina la visita y debo irme. Me da la mano, y con ella todo el respeto que aún conserva por los demás. No es una delincuente en el sentido estricto de la palabra. Es una mujer que en medio de su desesperación, siguió el camino más fácil. La engañaron. Lamentablemente nuestras cárceles no son el sitio para recomponerse. Para enmendarse. Hay demasiado odio realengo entre sus paredes, como para pretender allí desarrollar una convivencia medianamente decente. Son dos castigos los que impone nuestra sociedad a quien condena..uno, la pérdida de la libertad. Y el otro, la pérdida de derechos elementales del ser humano.
Pero nadie se acerca a este dolor. Por ello quizás ese desfilar macabro de muertos que cada día vemos en los centros penitenciarios. Por ello, la guadaña, como diosa a quien el ocio tras las rejas, rinde la mejor de las pleitesías.
Ella, quien quiso llamarse María, como me dijo al comienzo de mi entrevista, piensa que está allí, solo porque quería ser una buena hija….. ¿tendrá razón?


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