De la fiesta de graduación

(Publicado en El Informador el 05.09.07)
De la Fiesta de Graduación a la Funeraria

Lic Víctor M Barranco C

El sueño, por fin, cumplido. Un primer paso en lo que sería su futuro, dado en firme. El regalo a los viejos. La celebración con los amigos. El futuro por delante, abriendo ventanas, descorriendo cortinas, apuntalando madrugadas. Por fin el primer logro alcanzado...el título de Bachiller. Con él, razones para celebrar. Para gritar, para rumbear. En medio de la celebración, los regalos, los panas, las chamas. El licor...la figura sombría de grises eternos convertida en tragos de más, en velocidad letal, en imprudencia máxima, en valentía necia se atravesó…y de allí en adelante todo fue temeridad, desafío, machismo exacerbado, y en medio de la inexperiencia al conducir y al beber todo terminó minutos después en cristales rotos, carros destrozados, gritos, sangre y la vida de él, buen alumno, excelente amigo, hijo preocupado y solo pasajero accidental…arrebatada en medio de un exceso y una rumba sin final feliz. De allí en adelante, todo fue empaparse en lágrimas, en recorrer hospitales, en colocarse a la orilla del abismo para desde allí entender que desde ese momento las ausencias serían infinitas…que no habría futuro, sólo un espeso olor a olvido iniciándose en el tiempo. Único hijo, apenas trasponiendo los 16 años. No bebía. Pero no pude convencer a su amigo, quien conducía esa noche la nave recién regalada por el logro obtenido –y quien también murió en el accidente- de que entregara las llaves del vehículo a otro, ya que él no estaba en condiciones de conducir. Tampoco quiso cambiarse de carro cuando sus amigos se lo pidieron en medio de la ya agitada noche, él sentía que su amigo podía hacerle caso y ser prevenido al conducir…total, era el único sobrio de los que compartía el vehículo “de adelante”. La novia, recién había quedado en su casa. Separada de la suya en apenas diez minutos de tiempo. Una promesa, llamarla cuando llegara a la suya. Pasaron 10, 20, 30 minutos…y nada. Entonces llamó al celular de él. Un funcionario le contestó…cuando oyó una voz distinta, el corazón le saltó. Preguntó quién era…y la respuesta, la dejó atónita. Soy un funcionario inspeccionando un accidente de tránsito; el propietario de este teléfono está involucrado en él y falleció. Se aturdió por segundos y volvió en sí, alcanzada solo por el silencio, por los mismos grillos que gritan su angustia ante la indiferencia de todos. El sitio donde, impune, habita la muerte. A ese hueco de la razón donde existen conocidos nubarrones. A ese estadio de las preguntas sin respuestas. De los hechos sin explicación. A ese pasar de la alegría a la tristeza sin ninguna previsión. A sentir ese punzar en el sitio del amor. A ir sin maletas, ni planes allí adentro...donde nace el dolor. A padecer, estremecerse con el cadáver del amor y el de los amigos tirados en el piso...y enterrar sin querer, alguna rabia en sus jóvenes huesos. A buscar en sus ojos cerrados, en sus rostros desfigurados por los traumatismos del accidente… las aves dormidas, el tiempo quieto, lo inerte...esa inteligencia que no llegó a desarrollarse, ese aprendizaje que no pudo expresarse, esa mano diestra que no llegó a moverse. A repetirse, a partir de esa madrugada, en cada hora, en cada noche, en cada recuerdo, que habrá una nueva forma de vivir para ella y los familiares de sus amigos…ese desde ahora invernar siempre, tratando de hacer de la calma una costumbre, y vivir -en medio de lo posible- hasta donde sea necesario hacerlo…silenciando el tiempo e ignorando los fantasmas y las pesadillas que, como marca letal, le persiguen…desde aquella noche.

-¿Cuéntame, qué pasó?
- “Pasó todo Licenciado. Salimos de la fiesta de graduación de bachilleres, felices. Eufóricos. Con esa adrenalina a millón. Varios graduandos y amigos, en varios carros. Nos detuvimos en alguna que otra casa, y allí brindamos…reímos. Sin pensar que la muerte, andaba de rumba con nosotros. Mi novio estaba conmigo en el carro, y después que me dejaron en casa, decidió cambiarse a otro carro…donde su amigo del alma conducía, cansado y con demasiados palos en la cabeza. A tal punto que quisimos quitarle las llaves del carro y no nos dejó. Mi novio insistió en colocarse en el puesto de atrás, justo detrás del conductor para monitorearlo. Y en la Avda. Venezuela se encontraron dos imprudencias, la de mi amigo que conducía a mucha velocidad sin el control total de sus reflejos, y la de un colectivo que aunque sobrio su conductor, acostumbrado a violar las normas de tránsito, hacía del irrespeto a ella, seguramente una vez más de las muchas realizadas, culto a la muerte –esta vez de otros- esa madrugada. Un abuso más que en vez de un rayón o una abolladura, se llevó varias vidas jóvenes por delante”.

-¿Sugieres que fue culpa del colectivo???
-“No sugiero, afirmo que fue culpa de ambos en ese momento. Pero también culpa de muchas circunstancias y costumbres que se vienen repitiendo y han dejado en estos últimos meses muchos accidentes de jóvenes celebrando su graduación. Revise solo las páginas de sucesos de los diarios regionales, y cuente los muertos y heridos por accidentes en la celebración de su graduación”.

-¿Cómo es éso de las muchas culpas?“
- “Así es Licenciado. Primero esa costumbre “socialmente” aprendida de que si no hay aguardiente en exceso, la celebración es chimba. Que el chamo que más bebe, es el más macho, el más bravo. Que con aquello de darles a los hijos lo que ellos no tuvieron, hay mucho papá que entrega una libertad, o un carro, sin que todavía el hijo sepa usarlo con destreza o a plenitud. Que trasgredir la norma en muchos jóvenes, no es una raya…si no una osadía, un acto de arrojo que los coloca en el sitio de admiración de sus amigos. Que hoy nadie corrige a sus hijos. Que es más fácil darle todo, que enseñarlos a ganárselo. Y por otra parte, el abuso en el conducir que hay en la ciudad. No hay vigilancia, ni control. Y en la noche, parece que la policía vial está durmiendo. Usted no ve uno de esos uniformados ni para remedio. Y ese constante abuso de quienes manejan buses del transporte público que, basados en que cargan un bicho de esos bien grandes, le tiran el animalón ése a los carros pequeños...y tratan de pasar a lo bravo, sin que haya nadie que los castigue por ello. Son muchas las circunstancias que convergen en un grupo de muertes que pudo evitarse...aunque hay quienes dicen que lo que va a pasar, pasa. Que mi novio, que no bebía, que no alborotaba, sin embargo murió por la imprudencia alcohólica y el alboroto desmedido...no sé si será verdad, pero creo que esa muerte, y las de sus amigos, bien pudo evitarse.”.

-¿Por qué me llamaste?
- “Porque me consta que mucha gente lo está leyendo. Que muchos apartan con tiempo en su quiosco de periódicos El informador del miércoles para leer sus trabajos. Porque igual lo leen los padres y los jóvenes. Porque creo que muchas muertes pueden evitarse si hacemos un esfuerzo entre todos. Yo estaría razonablemente conforme, si la muerte de mi novio, evitara otras muertes. Si a través de El Informador se abriera un espacio para la reflexión. Una revisión de los valores. Una forma distinta de abordar la primera confrontación con la libertad. Porque nadie le devuelve a sus padres, el hijo perdido. Y todos esos propósitos que nos hicimos en el funeral, en la próxima fiesta, muchos los olvidarán. No podemos seguir pasando de la fiesta de graduación a la funeraria”.

-¿Qué hacer?
-“Muchas cosas, diría yo. No rendirle tanto culto al alcohol como el centro de cualquier celebración. Entender que si bien los hijos maduran, y requieren un espacio...nadie a los 16 años, tiene suficiente experiencia y madurez para manejar él solo su vida. Tampoco para que se la maneje otro. Por lo que los padres deben hacer un gran esfuerzo para conocer cuál debe ser la medida de su participación en ese desarrollo. Y digo participación, y no imposición. Comprensión, testimonios de ejemplo. Espacios para el encuentro y el cambio de opiniones. Y para nosotros los chamos, entender que si bien la velocidad y el extralimite es una pasión siempre atractiva y retadora… si nos equivocamos, puede terminar con todo en solo segundos. Que reconocer que en algún momento determinado no estamos en las mejores condiciones para conducir, no es una debilidad, sino una sensatez. Que no hay que demostrarle nada a nadie, sino a nosotros mismos. Que quienes nos piden cosas insólitas no nos quieren. Que podemos hacer todo en la vida, siempre que eso no nos irrespete, ni irrespete a la gente que queremos. Que Dios está ahí…pero solo si lo queremos y lo usamos. Yo he aprendido mucho con esa muerte. Siento que él está allí conmigo cada noche, cada día, cada hora, cada segundo…pidiéndome que cuide a los amigos que quedan. Que me cuide yo. Que les lleve conformidad a sus padres. Que les diga a los demás, que ninguna celebración vale la pena, por muy buena que sea, si se convierte en la última celebración. Que por más audaz que sea una acción, y por más sujeta a reconocimiento que pueda ser...si en ella se nos puede ir la vida, definitivamente no nos conviene….es mejor evitarla. Que oír a los padres no es una necedad…que puede ser, como en su caso, la diferencia…entre morir y seguir vivo”

Me despido de ella, admirando su entereza…respetando su valentía. Saludando esa madurez alcanzada en medio de tanto dolor. Hoy entiende que su novio, sus amigos, han comenzado a llenarse de ausencias. A morder despaciadamente la angustia. A hurgar en las orgías del miedo, incansablemente. A despedirse, calladamente. A encontrar en cada día una excusa nueva para no estar presente, para ese ausentarse repentino que transmite la sensación que no existiera nada...solo el vacío que sucede a la ausencia de la palabra…a esa mortificante tristeza de diario, la que empaña el deseo, los cristales, la luz y hasta la esperanza, cuando se comienza a ver morir el sitio donde nacían los sueños, casi por costumbre…Porque cuando se marcha un ser querido uno comienza a morirse por dentro. A fallecer por pedazos. A perder las manos, los pies, y hasta el lugar aquel donde quedaba el amor…poco a poco, sin darse cuenta. Ellos, han iniciado el sueño eterno, con inusitada prisa. Ya no habrá voces que los despierten…solo la inercia de la vida que revoloteará en el sitio donde reposan sus restos. Ella, ha comenzado a conocer el valor de un consejo cuando ya no hace falta, o cuando nadie se lo pide. El odio sentido, le permitió darle vuelta a la página, cuando descubrió que la muerte anda siempre con nosotros…como recostada a nuestros abusos. Por éso ella ha emprendido el camino a la simpleza, a lo grotescamente sencillo…a lo estrictamente puro. Ya la orgía de sombras no asfixia su grito de protesta…ni los hospitales evitan el remiendo que a la vida, no pudieron hacer los cementerios. Ella, vuelve a escribir en los techos, a manchar de caramelos y golosinas los recuerdos de su primer amor…aunque siempre vuelva al mismo silencio, a esa misma angustia ya cotidiana que la invade...cuando visita el sitio, lleno de flores, embadurnado de recuerdos y querencias donde su amor le legó un espacio para la reflexión, en medio de donde se encuentran como testimonio irrefutable de vida... su último aposento y sus maltratados huesos.

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