Yo no sabía odiar

(Publicado el 29.08.07)
Yo No Sabía Odiar

Lic. Víctor M. Barranco C.

Un desalmado, una de esas bestias que habita –de incógnito- entre nosotros llenó de miedo el sitio de su niñez. Vació de un solo tirón la estancia de sus sueños, para sembrar allí, después de su salvaje agresión…dolor, silencio, miedo, frustración y rabia. Un hombre de uniforme, de esos a quienes entregamos las armas para que nos cuiden y protejan manchó su vida, su aún incipiente inocencia, la llegada serena y oportuna del alba… y abusando de sus impedimentos físicos, de su minoría de edad, de su fragilidad de niña convirtió, brutalmente, su vida en un cementerio de cenizas, en un camposanto de miserias. Fue drogada, amenazada, violentada. De nada valió llorar, el animal de uniforme sació sus aberraciones en su piel….en sus carnes de niña, a tal punto que tuvieron que intervenirla quirúrgicamente por los daños que le causó a su frágil y enfermo cuerpo la embestida del aberrado agresor. Entró en pánico….pues éste no solo casi la mata, si no que después la amenaza para que calle. Afincado en una sociedad de cómplices, de impunidad cotidiana, de protección indebida…en la sordera de una justicia de por sí lenta y en los galones de un rango alcanzado por la protección de un superior, señalado por demás de cuanta irregularidad existe..él, el causante de su horror, no solo goza de libertad..si no que la usa ahora para agredirla verbalmente. Su hermano fue secuestrado, coincidentemente, solo tres días después que el expediente llegó a tribunales…para luego aparecer mal herido, como portador de un mensaje de ablandamiento. Su madre que hoy conoce el odio, anda de tribunal en tribunal a ver dónde consigue, no solo justicia para su hija, sino evitar que el funcionario con licencia aparente para violar…lo haga de nuevo. Tiene callos de tanto andar detrás de la justicia, de remover podredumbres, de encontrar en algunos responsables de la seguridad de todos…cualquier suma de excrecencias; de rebuscar alcantarillas…de llegar cada noche a casa con el corazón en la mano, ver de nuevo a su hija con alguna crisis y entonces verse ella misma a los ojos, y saber cómo reposa allí, cansada, la tristeza. Y es entonces cuando quisiera estar debajo del asfalto, en lo inexplorado, en lo no dañado por nadie...entre la tierra y el hombre; donde no hay pisadas, ni restos, ni huellas. Ella y su hija, como algunas otras que han pasado por esta página, han comenzado a morirse por dentro. A convertir sus sueños en pesadillas, a vivir solo una larga noche….a perder la noción de la luz, del camino, del futuro, del sitio aquel donde moran las alegrías. Hoy sus sentidos están dispersos, andan en el viento, en la cama, en los techos…pero huidos de su cuerpo. Con una sola amargura carcomiendo, castigando, increpando...haciendo figuras desagradables, fantasmas horrorosos en la conciencia, en la autoestima, en el perdido norte…en lo que queda de vergüenza. Solas, madre e hija, con la misma sombra vestida de azul, con revólver, chapa y poder al volante de un vehículo dorado...creándoles nuevas miserias y nuevos miedos en su impunidad, prepotencia y acoso de diario. Hoy conocen la muerte en vida. La niña, violada a los 16 años ya no solo carga con la cruz de una esclerodermia panesclerótica acral grave, ya no solo carga con las consecuencias físicas y mentales de una violación cruenta y despiadada a manos de un Cabo Primero…sino con la angustia de no saber si, gracias a la impunidad, la lentitud de la justicia, o la alcahuetería de los superiores, él pueda, como lo ha prometido… atacarla de nuevo.

-Cuénteme….¿qué le pasó a su hija?
- “¿Qué le pasó, Licenciado?...pregunte más bien ¿qué le pasa?...hace ya casi dos años que un Cabo Primero de la policía le desgració la vida a mi niña. La engañó, la amenazó con su arma de reglamento, la drogó y la violó de manera tan brutal que no solo le desgarró la vagina ameritando una operación de urgencia para suturarle la cara lateral izquierda y el fondo del saco posterior de la misma..si no, que hubo que taponarla porque la hemorragia era incontenible, como usted mismo puede ver en esta constancia que suscriben en el Hospital Oropeza. Ella, me dice, estaba en un centro de navegación y de allí la sacó amenazada con un arma, abrazándola para que nadie se diera cuenta…la drogó, y sació de tal manera sus instintos bestiales en ella que de casualidad no la mata. Ella, una niña indefensa, quien padece desde los cuatro años de Esclerodermia Panesclerótica Acral, enfermedad que -entre otras cosas- le crea severas dificultades motoras”.

-¿Cómo se enteró usted?
- “Un grupo de compañeras de ella me alertó y una de ellas me comentó que, a mi niña, se la había llevado un hombre de unos 40 años de edad bajo amenaza. Llamé busqué, rebusqué en medio de mi desesperación y nada. Me quedé esperando en la casa…hasta que ella apareció. No me dijo nada…habló con su hermano y con éste se sinceró. Un policía la había violado y estaba con una hemorragia de sangre muy severa. Me miró, me abrazó y llorando me dijo…mamá, ayúdame!!!. …mamá, por favor, ayúdame!!! Corrimos al Hospital del Seguro Social, allí los médicos me dijeron que tenían que intervenirla con anestesia general porque el daño en sus genitales era severo. Que el sujeto que la había violado, era un salvaje. Hubiera oído usted los gritos desgarradores de mi hija cuando le hacían el exámen ginecológico, y seguro Licenciado, hubiese llorado conmigo. Allí salgo y grito...me desahogo. Digo que me desgraciaron a mi niña...y me pregunto por qué??? ¿por qué a ella?? Una niña con impedimentos físicos, y tan niña que a sus 16 años aún jugaba con sus muñecas…”

-¿Denunció el hecho?
- “Enseguida. Incluso en contra de la opinión de funconarios del Seguro quienes, al enterarse que el autor era un Cabo Primero de la Policía, me advertían de la red de protección que se tejía entre ellos, cuando alguno era acusado o sorprendido en alguna actividad delictuosa. El Tribunal de Control en oficio cuya copia conservo notificó al Superior del funcionario imputado de la causa penal seguida..y fíjese, al tercer día de haber llegado el expediente a Fiscalía, me secuestraron un hijo y lo amenazaron para que nos quedáramos quietos…la golpiza que le dieron fue tan grande, que tuvo unos días que no dominaba sus esfínteres”.

-¿No tiene miedo?
- “No. Lo que tengo una inmensa rabia por la impotencia. Yo no sabía odiar, Licenciado..y ese monstruo me enseñó a hacerlo. No solo desgració a mi niña, no solo nos mató en vida… si no que nos ha amenazado de muerte…y hasta protección nos han tenido que brindar…sólo, porque no le quise recibir un dinero que me ofreció para que dejara el caso tranquilo. Fíjese que fui a hablar con el Superior del Funcionario, ése que hoy día está señalado de presuntas irregularidades por los diputados regionales…y no me dio la cara. Lo conseguí en un restaurant y le pregunté si lo iba a sancionar, y me mandaron a sacar del sitio. Incluso, en la audiencia, negó conocer del hecho a pesar que era conocido por muchos el que un militar amigo lo había llamado, para que interviniera ante lo espantoso de la agresión de uno de sus subordinados...pero allí todo era solidaridad automática, protección indebida, oídos sordos. Menos mal que éso terminó, y hoy otro ocupa esa posición”.

-¿Sabe si el funcionario tiene antecedentes de este tipo de delitos?
- “No a ciencia cierta, aunque he escuchado que hay dos niñas supuestamente violentadas…pero con miedo a denunciar porque han sido igualmente amenazadas. A veces ese uniforme no infunde confianza y respeto…a veces solo infunde miedo”.

-¿Cómo está la niña ahora?
- “Mal… Sumida en silencios profundos y reiterados. En esas crisis donde se ausenta, a pesar de estar presente. En ese llanto el que se evade de nosotros, pero se reencuentra con su tragedia, en ese odio consecuencia de la impotencia, en ese dolor que no tiene ni paz, ni pausa. Padeciendo esa vergüenza de saberse manchada. Sufriendo los comentarios y señalamientos de quienes no miden que algunas preguntas y algunos recuerdos siguen hiriendo por mucho tiempo. A tal punto, que ha tratado dos veces de suicidarse. Fíjese Licenciado, que sus muñecas, sus queridas muñecas las agarró, las metió en una bolsa negra y las tiró encima de un closet. Perdió el brillo de sus ojos. Le laceraron las ganas de vivir. Le añadieron clavos ardientes a esa cruz que lleva desde pequeña con su enfermedad..y lo más grave es que, dos años después, seguimos esperando justicia”.

- ¿Qué le dicen en los tribunales?
- “Bueno, después que la Fiscal Reina Vidoza tiene el caso, las cosas han avanzado. Ella me ha ayudado mucho. Hace una excelente labor, y ha estado encima del expediente. Gracias a ella, por fin, vuelvo a tener alguna esperanza”.

-¿Tiene alguna asistencia profesional su niña?
- “Sí. En el hospital una vez por semana tiene terapia. Allí la han ayudado mucho. Aunque cada semana llegan muchas niñas, víctimas de desalmados como mi hija…hay allí motivos para la lucha personal. Razones para recuperar la autoestima. Incluso, ahora ella ayuda a otras que llegan con problemas parecidos…hay que pasar por ese camino, para conocer el dolor. Hay que transitar esta cuesta de espinas para conocer lo letal de los arañazos. Hay que enronquecer de gritar, para saber que a veces, a pesar de ello…no hay nadie que oiga ”.

La escucho, y logra transmitirme su rabia. Le pido hablar con su hija, hoy mayor de edad, y descubro en ella unos ojos hermosos que brillan..pero de tanto llanto. Un cuerpo menudo que en vez de fiestas y alegrías solo conoce el camino de la noche, esos grillos y ese encierro a que lo condenara un funcionario depravado que, aún, anda libre. Una niña triste, a quien le sembraron angustias, en el sitio donde iban las rosas y las flores. Una familia enterrada en el miedo de una nueva e impune agresión de quien crea miserias, heridas, traumas sin tener que dar cuenta de ello…porque, según él, lleva un uniforme. Hoy, madre e hija conocen la muerte bien de cerca. Los gritos, los hospitales, las comisarías, las verdades, las mentiras…ese largo camino emprendido después de la pesadilla que, dos años después, les sigue marcando las noches, los días, las horas. Esa imagen fija, perversa, en la memoria que produce cada mañana un dolor nuevo en la abierta herida, en esa lesión llena de inmundicias que, abierta para siempre, recuerda siempre al agresor disfrutando de sus mentiras. Mientras ellas tienen que vivir esperanzas inconclusas, y ese largo silencio que aturde el raciocinio y lacera el respeto propio y ajeno. Una niña que hoy, por los vicios y aberraciones de quien continúa libre, y se jacta a todo pulmón de ello, sepultó sus mariposas, guardó sus muñecas, se hizo nácar para guardarse a sí misma como el caracol…para quedarse, no sabe ya si para siempre, sin amaneceres ni primaveras. Una familia que, obligada por la injusticia, ha tenido que inventarse excusas, reescribir cuentos, remendar sonrisas, parapetear tristezas, hacer de los consultorios médicos agenda obligada, de los tribunales visita cotidiana, llenarse de optimismo y confiar que, algún día, alguien castigará el mal que les han hecho, para entonces, en algún momento pasar la página, y de alguna manera… seguir viviendo.







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