Niño de la calle

(Publicado el 13.06.07)

Niño de la calle
Con carro y tarjeta de crédito dorada


Lic. Víctor M. Barranco C.

Tendrá a lo sumo 17 años. Tiene un carro Turbo dos puertas, dos tarjetas de crédito doradas, una mesada que ya quisieran para sí como sueldo, los que solo devengan como tal el salario mínimo; libertad para hacer lo que quiera y una soledad que le persigue cada vez que tiene tiempo de confrontar su propio silencio.
Es su propio héroe. Su propia caricatura. Lo bueno y lo malo, resumido en esa corta vida llena de luces y sombras. Lo han amamantado con dinero, corregido con dinero, satisfecho con dinero, amado con dinero, castigado con dinero y, aunque ni él ni sus padres lo crean… perjudicado con dinero.
Conoce de excesos. El alcohol y la droga, el abuso, la violencia, el peligro , la osadía, el riesgo no calculado, la necesidad de gritarle al mundo su independencia y arrojo más allá lo que piensan en su casa como travesuras propias de su edad y que suelen ser en él, una evasión...el camino donde tapar las tristezas, esa especie de escape capaz de proporcionar sonrisas a quien, en medio de una gran compañía, no puede con el peso de su propia soledad. Ni con esa confusión angustiante a la hora de establecer ante sí, y muchas veces ante los demás, su propia identidad.
Un huérfano con padres vivos. Un fracasado con todas las herramientas para triunfar. Un desconocedor, matriculado en la Universidad. Un ignorante con título de bachiller. Un prepotente lleno de carencias. Una simulación permanente del éxito. El mal uso del ocio llevado a exponentes perjudiciales. Un frustrado en medio de todas las oportunidades. Un niño de la calle con carro, tarjeta de crédito y billete a más no poder. Un huérfano con padres vivitos y coleando, quien a pesar de tener todo lo que alguien, a su edad, pudiera desear, carece de lo más elemental para ser feliz. Del amor familiar. De la compañía de los suyos. De unos brazos donde apoyarse que tengan sus mismos apellidos. De un rato para él. De atención filial. De ese papá y mamá que, aunque viven en su misma casa, están más distantes que nadie de su vida.

- “Epa, chamo ¿tú eres el de la televisión?..me pregunta al no más verme”.

- Sí, le respondo.
- “¿Habrá posibilidad de tocar con mi grupo en tu programa?”

- ¿Qué música hace tu grupo?, le pregunto
- “La que tu quieras, me dice. Óyenos para que veas que somos únicos. Te aseguro que te vamos a elevar la sintonía. Dinos qué quieres oír..y te lo tocamos. Pida por esa boca”.

- Lo veo, inquieto, con ganas de ser tomado en cuenta..como esperando ser reconocido en sus capacidades, más allá de sus propios cuestionamientos.

- Dime, ¿qué haces?
- “Estudio. Toco. Rumbeo. Vivo…así sin rollos. Sin bridas y sin estribos como dice mi novia”.

- ¿Eres Feliz?
- “Ah bueno, ¿¿y el aplique??”

- ¿Eres Feliz?, repito
- “La felicidad no existe. Yo lo tengo todo y no me siento feliz. De pronto, me siento alegre. Me río. Me olvido de los problemas, me divierto, la paso bien..pero feliz??? Qué va, pana. Creo que nadie es feliz. Eso es pura cotorra”.

- ¿Desde cuándo no te abraza tu papá?
- “Desde nunca. El piensa que a los hijos varones si se les abraza mucho, se les mariquea. Es más, poco lo veo, poco hablamos...no hay tiempo para eso, pana. Oigo sus gritos cuando mamá le cuenta alguna cosa que yo he hecho..pero hasta ahí. El se enrolla mucho. Me dice que no lo quiero a pesar de lo que me da. Pero más allá de la platica, que disfruto a lo máximo con los panas, no sé que más me da. A veces duro semanas sin hablar con él, más allá del saludo. No sabe quiénes son mis amigos. Ni qué me pasa en los estudios. Ni cómo me hice hombre. Ni si tuve alguna cosa que preguntar en esa etapa. Ni si tengo algún problema más allá del dinero. Ni cuáles son mis necesidades como ser humano…o como hijo, que son muchas”.

- ¿Y tu mamá?
- “La misma vaina, pana..la misma vaina. Entre las cartas y la peluquería. Entre la moda y los masajes. Entre las amigas y las comadres…no tiene tiempo para mí. Ella piensa que con lo que me dan debo ser feliz. Mis cosas íntimas solo la saben mis panas. A veces Arminda, que es quien trabaja en la casa, me cura algún rasguño, me da una pastilla para la fiebre, me atiende si me han “pegado” alguna enfermedad, le prende una velita a las ánimas para que salga bien en mis exámenes, me da algún truquito para las chamas; me oye algún problema, me consuela de algún guayabo. Mi vida si esta bien, es por mí. Y si esta mal..será también por mí. Para ellos, ha sido muy fácil ser padres. Me engendraron en una noche de placer…, luego las enfermeras y las nanas…y después, que yo vea cómo me las arreglo. Incluso, mis fiestas de cumpleaños las organizó la secretaria de mi papá. Ellos solo estuvieron para echar pinta y para hacer concurso de cara..hasta ahí, no más”.

- ¿Te ha hecho falta de pronto un abrazo?
- “Claro que sí. Pero más que un abrazo, quisiera sinceridad, pues yo creo que a los viejos les estorbo. Que a veces perjudico sus planes.
Si viajan, no me llevan. Si salen, lo hacen solos. Si llevo mis amigos a mi casa, nos atienden las cachifas. Si estudio, bien..y si no, también. Te parecerá “una paja” pero a veces solo espero que me regañen, que me castiguen porque saqué una mala nota, que se preocupen por mí. A veces hago cosas malas para ver si los sacudo, pero nada. Esos son de piedra, pana. Llego “prendío” y ni se enteran. Llegó volando bajito, y ni cuenta se dan. Están demasiado ocupados en sus cosas como para preocuparse por las mías. Mi papá solo aspira que tenga muchas novias, para que sea igualiito a él.... mi mamá, que no moleste cuando están sus amigas...te digo más, yo quiero mucho más a Arminda, la señora que nos cuidaba de chiquitos, que a mi mamá..aunque suene mal decirlo. Esa me arropó cuando tuve frío. A ella la besé y nunca se fastidió por eso, ni se preocupó que yo le fuera a arrugar el vestido mientras lo hacía. Ella me consoló en las malas. Me besó, me hizo cariño. Esa si que me quiso y me quiere de verdad, y sin ser nada mío, a veces es todo para mí”.

- ¿Te has drogado?
- “Ah no, pana. Estás preguntando mucho. Una que otra vez, pero pastillas inocuas. Que no crean dependencia. No soy un drogo dañado. He estado en fiestas “rave”, con burda de agua, calentura, baile y mucho sexo. Échale pierna que para poder aguantar todo el sexo en esas fiestas, me empujo un par de las pastillas azulitas…y le doy hasta que el cuerpo aguante.
De resto, cervecitas, muchas.. .y de vez en cuando algo picante. Algo que me agüe los ojos. Algo que me haga soñar despierto. Que me saqué de esta vaina, aunque sea por un rato”.

- ¿Qué sientes cuando haces éso?
- “Me siento alegre. Me olvido de las vainas de mi mamá. No me acuerdo de la ausencia de mi papá... y hasta me vengo de ellos. Los hago preocuparse por mí. Los hago preguntarse por mí. A veces, hasta los he visto discutir por mí.. Imagínate, papá y mamá peleando por mí...eso es de primera”.

- ¿Eso suena a deseo de venganza...por qué, si tu mismo dices que te lo han dado todo..carro, plata, tarjetas de crédito?
- “Pero hasta ahí... cero amor...cero comprensión...cero cariño..cero atención…cero compañía. Cero confianza….cero todo. A veces es más importante el perrito de mi mamá que yo, chico.
Ese perro de mierda, lo llevan a todas partes, le sirven la comida, lo acarician, lo llevan al médico, a la peluquería, y al pendejo...que se lo lleve un tren.
Yo no se como fueron los viejos como hijos...pero de papás, no son como yo quisiera. Yo tengo amigos que tienen menos que yo, y son más felices. Yo tengo amigos que no tienen carro, ni tarjetas de créditos, ni mesada..y mira que la pasan bien. Su casa es una casa y su familia es una familia. Mi casa es un carnaval de ausencias. El palacio del desamor. Mi casa es el galpón de las apariencias. Allí nada es como es”.

- ¿Amigos?
- “Panas... muchos panas. Tengo amigos de verdad. De los que se restean por uno. De los que me protegen. De los que se arriesgan a compartir mis loqueteras. Si, tengo panas de verdad”.

- ¿Novia?
- “Amigas con derecho”.

- ¿Cómo es éso?
- “¿no tienes hijos?...pregúntale a ellos. Que ellos te digan”

- ¿Tienes rabia?
- “No te imaginas cuánta. Lo más triste de la vida es tenerlo todo, y no tener nada. Tener toda la compañía del mundo, y sentirse absolutamente solo...que los que te quieren piensen que con billetes tan solo, tu estás contento. Eso de barriga llena, corazón contento... no siempre es verdad.. El amor con barriga llena también se acaba... y más rápido que el otro.
Para los hombres tener recursos, es como para las mujeres estar buenas. Nunca sabes si el que se te acerca lo hace por amistad, o por interés. Eres un imán que atrae..pero nunca sabes de verdad, por qué”.

- ¿Te sientes un joven de la calle?
- “No, nada que ver. Me siento un joven “nice”... con todo y sus problemas.
Solo me falta un papá y una mamá que lo sean a tiempo completo.
Una familia que sea eso, y no un cartel de frivolidades. Un mapa de conveniencias. Un cuaderno de simulaciones. Alguien que se preocupe por mi, y no por qué me hace falta en la cartera.
Que sepa si voy o no voy a clases. Si me emborracho o no. Y si hago algo malo me reprendan. Que me alcahueteen menos. Que me hagan saber la diferencia entre lo malo y lo bueno, así me moleste. Que alguna vez entre en la noche a mi cuarto y me arrope. Me eche la bendición. Se siente en mí cama, y me pregunte sobre mi novia mis amigos, mis deseos, mis planes. Alguien que ejerza de padres a dedicación exclusiva.
Fíjate que yo cambiaría las drogas, esta irreverencia con la que vivo, esta rebeldía con la que amanezco tan solo por un abrazo de mis padres... aunque sea una vez a la semana”.

Lo dejo. No concretamos lo del conjunto. Ni lo de la presentación.
La historia escrita en su piel, ajaba también el sitio de los sueños.
El camino de su alegría, estaba truncado por las muchas realidades a la que tenía que hacer frente sin el equipaje necesario..
Había una noche permanente en sus ojos…y la luna, como siempre era su sol, el sol de los vagamundos.
Sencillamente, un huérfano con padre y madre vivos.
Un hijo del accidente…o solo del placer de la piel.
Un prófugo de la vida. Un evadido de la felicidad. Un reo de la amargura. Ese paciente terminal de la esperanza.
En su expresión, toda la vitalidad del mundo. En sus ojos, una ventana para reflexionar. Una experiencia para no repetir. La tristeza vagabunda en el sitio del afecto paternal. El concepto de familia más en lo mecánico que en lo afectivo. El grito del silencio retumbando en el sitio del amor de quien como hijo, en medio de la opulencia, tiene la más vital de las carencias... la del afecto.

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