Soportar la requisa

(Publicado el 19.09.07)

Soportar la requisa
Es una humillante prueba de Amor


Lic. Víctor M. Barranco C.

Tiene apenas algo más de 20 años. Una mezcla de alcohol y traición, acabó en un segundo con sus planes, sus proyectos, su familia. De nada valieron muchos años de recto proceder, una vida sin tachas…cuando en esta sociedad somos juzgados por lo último que hacemos. En sus ojos no hay brillo y, si hay alguna esperanza, está sepultada en lo opaco de una mirada resignada solo a descubrir miserias en las otras con las que a diario tropieza. Después de estudiar, de trabajar, de tener éxito, de ser respetado y reconocido...hoy, la autoestima es solo algo del pasado. Las humillaciones lo han convertido en una especie de suma de angustias, donde la carne maltrecha, tiene dibujada en acero y fuego, las pasiones de quienes comparten su nuevo domicilio. La vida ha aprendido a defenderla hasta con los dientes. Respira el peligro. Convive a diario con la muerte, el abuso, la vejación, el cambio de los valores. Donde mora, no hay más principio que el interés…más valor que el monetario. Más amistad que aquella que consecuencia el intercambio de favores. No hay espacio para el amor. Las visitas conyugales no son sino una práctica aberrante del morbo. La exposición a todo tipo de vejaciones del ser amado, a la entrada del establecimiento en requisas irrespetuosas y humillantes. Y una exposición ante todos que hace de algo íntimo una especie de función de circo para los otros reclusos. Es un gran mercado de carne, de armas, de favores en los que participan todos, sin excepción..en una especie de acatamiento obligado a la ley de supervivencia. No se conoce el valor de la palabra respeto…y no se puede adivinar, a veces, quién tiene más amargura...si los reclusos o los custodias de ellos. Sus noches son el encuentro con una sucesión de fantasmas, ésos que escriben en el sitio de la angustia todos sus temores. Esos que están dispuestos a enterrar su odio en la carne, en la mente, en la vida de quien se le atraviese. Ese carnaval de las miserias, esa fiesta patronal de la maldad...más cómo una venganza, que como una conducta congénita. La hombría…solo resiste el límite del aguante y la fuerza física. La diferencia entre quienes están allí, a veces ni existe. Son igualmente tratados condenados y procesados. Culpables y presuntos inocentes.

-¿Por qué estás preso?
- “Por homicidio. Una noche de palos en mi llano natal, me emborraché y en una discusión que ya ni sé que, ni quién la comenzó, me armé de una botella y maté a un buen amigo que andaba conmigo...defendiéndome de una agresión que él me hiciera con una navaja. Fue una respuesta a un ataque sorpresivo, a un estallido de locura de un pana de toda la vida enceguecido por el aguardiente en una mala hora. De allí en adelante todo sucedió demasiado rápido. Me golpearon, me detuvieron...y desperté, con la vida arrastrada por el suelo, solo en minutos. Repudiado por mi mujer, por mi familia, por mis amigos, acusado de un delito que no recuerdo haber cometido y con un calificativo que jamás pensé tener...el de asesino”.

-¿Habías tenido antes alguna pelea, alguna reacción violenta?
- “Qué va cámara. Más bien siempre fui medio pendejón. Lo mío era un cuatro, un arpa...una canción. Nunca estuve en peleas, ni agredí, ni fui agredido. Me educaron para el estudio y el trabajo. Para cuidar el apellido y el honor de la familia. Estudié, trabajé, me enamoré y me preparaba para irme a Caracas a un trabajo que me habían ofrecido, cuando pasó lo que pasó”.

-¿Cómo ha sido la vida como preso?
- “De perro. Ahí si tuve que avisparme, para que no abusaran de mí.
La primera noche en la sede de la policía, me quitaron el celular y veinte mil bolívares para no meterme en una celda con malandros. Para evitar que me violaran en mi primera noche preso. Me metieron miedo, me mostraron la jauría que sonaba jarros y metales contra las rejas vociferando…”llegó carne nueva”…entré en pánico y di todo lo que tenía...todo lo que cargaba encima. Traté de llamar a un hermano, y éste me mandó a decir que para mí, él estaba muerto. Que yo era la deshonra de la familia…que me hiciera la idea que ellos estaban muertos…como si la familia fuera sólo para las cosas buenas. Como si mamá, papá y hermanos son solo vínculos en la alegría y enemigos acérrimos en la tristeza. Como si contar con ellos en la dificultad, fuera un abuso. Hablé con uno de esos abogados que como zamuros visitan las cárceles. Este me quitó 70.000 Bs. que tenía guardados, y nunca más lo vi. Aprendí a pelear para que no me violaran, ni abusaran más de mí, de lo que yo sentía abusiva ya la sociedad. Portarse bien en una cárcel venezolana es condenarse a ser abusado por los presos y por las autoridades. No se puede mostrar debilidad porque eres una “papita”…allí aprendí como se “tira” un atraco. Tuve que consumir drogas, so pena de aparecer como un delator frente a mis compañeros...y para que usted vea cómo son los valores en ese submundo que debía corregirme…lo que me salvó de ser utilizado, obligado, conminado a delinquir adentro fue que entré como asesino, y eso en la cárcel, proporciona algún respeto. Nuestras cárceles no son para hombres…son para animales.”.

-¿Lloraste?
- “La primera vez que mi mamá me visitó. En ese momento me sentí la persona más feliz, pero más desafortunada, del mundo. Incluso, llegué a olvidar por instantes, dónde estaba. Es impresionante cómo me hizo feliz su mirada, como sentí sus caricias, como anhelé su comprensión…como me arrepentí de haber dejado de ser niño. Cómo en esos ojos, pude ver toda la inmensidad del mundo. Sin embargo, cómo me sentí culpable de su sufrimiento. Me miré en cada una de sus canas y me sentí responsable por cada una de ellas. Me culpé por ser el dibujante de cada una de sus prematuras arrugas, y sin embargo me asomé a su ternura, y desde allí pude ver lo grande de la esperanza. Lo bueno de la lucha. Lo necesario de sembrarme de nuevo una pasión por la vida”.

-¿Cómo estás ahora?
- “Mejor, pero no bien. Aprendí a cocinar y estoy a cargo de la cocina del internado. Eso me da el privilegio no solo de comer bien, sino de estar en un sitio más confortable, y de rebajar la pena por buen comportamiento. Acá no hay conflictos mayores, ni riesgos inesperados. Es una especie de refugio sereno en medio de esta selva de miserias”.

-Tu mamá... ¿cada cuánto tiempo la ves?
- “Veo con frecuencia a la vieja, a tal punto que se mudó desde el llano para esta ciudad a fin de acompañarme, de estar cerca del hijo tremendo. Aquí hace empanadas, dulcitos, y con ello me ayuda y se ayuda. Me proporciona una fe, esa necesidad de esperar el nuevo día solo para verla. Es un huracán de amor. No me habla del accidente…me renueva las cosas lindas de mi niñez. Tiende puentes a la esperanza...y en medio de su trabajo, encuentra espacio para mostrarme el valor de cada madrugada. Preso, es como valoré más a mi madre. Hoy ya no tengo peligros, estoy en la celda de mínima seguridad. Están revisando mi caso, y una abogada que mi mamá conoció y que me está ayudando gratis, dice que salgo este año porque tengo atenuantes”.

-¿Y el amor?
- “En cada sueño despierto que cada día tengo. Ya no me importa tanto el buen cuerpo… solo lo físico, como lo hacía antes; tampoco aspiro a tenerlas todas, ni a llevar un récord personal del sexo compartido…. ahora valoro la compañía, la ayuda… cosas distintas al sexo…aunque el sexo me sigue gustando mucho. Me empaté con la hermana de un compañero en las visitas, y creo que encontré algo especial. Quererlo a uno en esta situación, debe ser quererlo mucho. Calarse este calvario de veme en este sitio sin ninguna privacidad, ni respeto a la relación de dos enamorados…soportar esa requisa que lesiona la intimidad, humilla la decencia y vulnera el más elemental respeto humano…es la más hermosa prueba de amor que he recibido”.

-¿Corrige la cárcel?
- “Qué va cámara. La cárcel prostituye. Veja. Humilla. Lo malea a uno, aunque uno no quiera. Te muestra lo más feo del ser humano, y te obliga a conocer la homosexualidad, la droga, el abuso, la ley del chuzo, el odio, el deseo de venganza, las técnicas delincuenciales y a más de un maestro del delito, con uniforme, chapa y arma oficial. La cárcel te estimula un sentimiento que es más fuerte que el amor…el deseo de venganza En la cárcel es donde uno se gradúa de delincuente de grandes ligas”.

-¿ Por qué tú no?
- “Por mi vieja. Si no hubiera aparecido a tiempo, yo estaría delinquiendo, Porque aquí se delinque desde la cárcel. Hay mucho jefe de secuestro y de robo, que desde su celular gira instrucciones…y con ello paga alguna salida nocturna...algún arma…o alguna mujercita. La cárcel es la oficina de mucho pillo. Por ello yo les pido a los familiares de los presos, que los visiten. Que no los dejen solos. Que en la cárcel la diferencia entre pervertirse y corregirse, puede ser la visita de un familiar. La atención de un amigo…la esperanza de un amor. No hay nada más perjudicial que el ocio. Acá uno tiene tiempo para pensar las mil porquerías, y mucha gente para estimulárselo a uno. Mucho tiempo para tejer barbaridades. En este sitio, nada sorprende. Pero todo, te lesiona”.

Estrecho su mano, y en ese apretón siento, toda la carencia del mundo. Lo observo, y veo cuán lejos está de esa clasificación de asesino que le estampó la sociedad y se estampó el mismo gracias a una noche de parranda. Nadie puede prever el destino. Nadie es dueño del futuro. Nadie está exento a ser víctima de sus propias debilidades. Son pocos los que saben cómo cobra la vida los placeres. Ni siquiera aquellos que estudiaron “para buenos”, y el alcohol de manos de una discusión, los convirtió en malos, para siempre. No es fácil aprender lecciones en medio de las más viles miserias. Ni brillar en medio de tanta inmundicia. No es fácil ser comprendidos, cuando los dedos señalan acusadores, aún, cuando no tengan razones de peso para ello. Resulta difícil recomponerse, cuando todos te desprecian y te empujan al abismo. Cuando nadie quiere que salgas del foso, si no que te entierres más en él. Cuando te falta el apoyo de la familia, que cuida más el que dirán que al que está en problemas. La comprensión de los malos, en un momento vil, te contamina de alguna manera; frente al rechazo de los buenos. Es más fácil el perdón entre culpables...que entre aquellos que se consideran castos e inocentes.

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