En la Gil Fortoul

(Publicado el 12.09.07)

En la Gil Fortoul hay sonrisas
Que curarían cualquier tristeza


Lic. Víctor M. Barranco C.

En sus espacios, unos 50 niños con toda suerte de carencias, encuentran el amor, la ternura, el cariño, la atención que no conocían. Han sido convidados del olvido. Protagonistas del abandono. Actores involuntarios del injusto reparto de la vida. Sin embargo en sus caras hay sonrisas que curarían cualquier tristeza…medias palabras que cualquier alma sensible quisiera escuchar…además de manos, oídos y mucho cariño que ofrecer. En sus cortas existencias se tejen cuentos e historias de maltratos, enfermedades, ausencias y padecimientos. Solo esperan que alguien les regale un poco de atención para que distraigan algunos de sus momentos. Una compañía que les interrumpa el a veces atormentante ruido del silencio, la característica consecuencia de la soledad, ensañada contra ellos. Tienen un repertorio de muecas, palabras, medias palabras, gestos que son como canciones en su duro trajinar hacia la igualdad con los otros…. Se han especializado en la orfandad familiar, y es en una casa ajena –que el amor de sus cuidadores ha convertido en propia- donde hay chucherías, cuadernos, mimos, cuidos, padres sustitutos y colores para alegrar de alguna forma sus sentimientos. Son como esos lápices que se toman el uno al otro para escribir lo que el corazón les apunta. Es una luz que se enciende cuando nos percatamos que hay a quienes se les hace de noche, prematuramente, en su imaginación. En la casa hogar Madre de Calcuta, hay un unirse al amor, más allá de las diferencias…aceptar las otras vidas, aún por encima de las dificultades...perseverar en el enseñarlos a andar juntos, aún por encima de las dificultades…una muchachada que paga las consecuencias de irresponsabilidades que no son suyas, solo para –en manos de la generosidad de otros- alcanzar la madurez plena. Allí el aprendizaje nunca termina. Ni el formal, que se imparte en improvisada aula, ni el informal que se da durante las 24 horas del día a manos del fundador, de las colaboradoras y de los vecinos de la José Gil Fortoul que se han convertido en padrinos de esos niños, cuyas edades van desde pocos días de nacidos, hasta adultos a punto de obtener sus títulos universitarios. Un silencio, una espera, el tiempo marcando su carne, su mente, sus nuevos afectos de nuevo y para siempre. Mil caracoles partidos, como significando aquellas tragedias que como grito permanente le regalaron como vida. Unas marcas, un dolor, una discapacidad, un maltrato, una violación conviviendo con ellos, solo con la esperanza de poder superarlo, definitivamente, algún día…sin dudas; el drama interno, como torbellino.

-¿Quién es el responsable de este centro?...pregunto a quien me invita a visitarlo
- “El hermano..me señala. El, ha sacrificado su carrera, su salario, su cargo, por dedicarse a la atención de estos niños con toda clase de problemas. Algunos han sido violados. Otros, ha llegados en etapa crítica de desnutrición. Muchos, abandonados por sus padres. Hay aquí un catálogo variopinto de irresponsabilidades, carencias, omisiones y culpas cotidianas de muchas de nuestras familias. Y como usted ve, a pesar del inmenso número de niños que se atiende acá, todo está limpio, aseado. Hay un espacio incluso para recibir clases. Un tiempo para el afecto. Unos brazos para el cobijo. Mucho rato para escuchar y compartir. Algunos juguetes para el entretenimiento. Y voluntarios y vecinos prestos a proporcionar la calidez, la dedicación, ese amor que les quitaron en mala hora…o que, simplemente, nunca tuvieron”.

-¿Qué edades tienen los niños?
- “Hay de todas las edades, licenciado. Desde días de nacidos, hasta casi adolescentes. Estas puertas están abiertas para todo aquel que lo necesite. Con la ayuda de Dios y de mucho voluntario, hemos podido multiplicar los panes, los teteros, los medicamentos.”

-¿Qué padecen?
- “Hay de todo. Desde aquellos que padecen de lo más triste...el abandono de sus padres, pasando por retraso, parálisis cerebral, autismo...hasta aquellos que sus padres no pueden mantenerlos. Incluso de madres que tienen dos o tres hijos acá, y están de nuevo embarazadas. Y a veces no es maldad, irresponsabilidad, aberración, ni siquiera ignorancia…es tan solo necesidad. La consecuencia de un embarazo no deseado, el alcoholismo de la pareja, el machismo mal entendido de quienes preñan...pero no responden. La comodidad de algunas que saben que aquí están sus hijos bien atendidos y sin hambre, y por ende no deben preocuparse mucho. Enfermedades y síndromes que nadie espera, y para los cuales casi nadie está preparado, sin incluir que muchos de ellos son para algunos, como un tatuaje social, como una mancha en la vergüenza. La falta de instituciones adecuadas del usado para atender esta problemática que nosotros atendemos….en fin, un poco por los que nos toca; y mucho, por lo que ante muchas situaciones, somos.. ”.

-¿Cómo cubren los gastos, quién los ayuda?
“Hacemos magia con lo que nos dan. Los vecinos de la Gil Fortoul se ha convertido en tutores de estos muchachos, se los llevan el fin de semana a sus casas, los pasean, los entretienen, los consienten. La Fundación Bel nos da gran parte de los alimentos y medicamentos. Quienes nos visitan, siempre nos traen algo. Fíjese que la periodista Ángela Ameuroso vino a realizar un reportaje, y después de ello siempre viene a darles clases a los niños, se quedó como una de nuestras mejores colaboradoras en un gesto que debe ser ejemplo y que valoramos mucho. No hace mucho nos visitó el Alcalde Henry Falcón y nos ofreció ayuda. Y así, grano a grano vamos obteniendo recursos, alimentos, medicinas para estos niños.”

-Me le acerco a una niña muy despierta, muy viva que me saluda y me sonríe con la mayor inocencia del mundo, como si no supiera su drama...o como si adivinara que el mismo está siendo mitigado en esta casa de amor de la Gil Fortoul
- “Hola, me dice..estoy escribiéndole una carta a mi mami. La saludo, le digo cómo me va, y le pido que venga. Le cuento lo que hago, le hablo de mi hermanito y de cómo la quiero mucho”
-Me acerco a otro niño, autista él, quien me da la mano y me pide lo pasee por un amplio espacio que está frente a la casa…se la tomo, lo paseo, y en ese silencio que uno no termina de adivinar si es premio o castigo, le veo brillar los ojos de alegría. Lo veo disfrutar de una cosa tan insignificante para otros, como ese corto paseo, cuando lo comparo con las querencias y satisfacciones de algunos niños que lo tienen todo…y todo les parece poco, y arman un berrinche por no tener el mejor juguete. Sin embargo él, en su dificultad para caminar, goza cada paso que da, y celebra la brisa en la cara como si fuese el mejor premio del mundo. Es la vida habitando en su risa. Es la felicidad que mora aún en su dificultad de comunicarse, pero no de ser feliz. Es todo, en apenas minutos….es una gran lluvia, en medio de su eterna aridez, obtenida a través de ese pequeño paseo…. Lo acompaño de nuevo a la casa y se lo entrego a una de las voluntarias…
¿Tienen algún personal fijo?...pregunto
- “Si y no….porque más que pago, lo que hacemos es darle alguna ayuda por sus servicios. Yo le diría que este es un gran voluntariado...que quienes están aquí como personal, si fuera por lo que le damos, no estarían. Porque es poco y muy irregular su entrega. Esta es la obra de muchos. El resultado de la caridad y desprendimiento de un grupo grande de personas...en su mayoría anónimas. La consecuencia de la sensibilidad que no se resiste después de ver los dramas que existen dentro de estas paredes. Y Dios…con su presencia absoluta, motivando, proveyendo, orientando, multiplicando, compadeciendo, fortaleciendo.”

-¿Hasta que edad tienen a los niños?
- “Hasta que requieran de nosotros. Ya hay dos que están a punto de obtener sus títulos universitarios. De coronar sus sueños. De continuar siendo hombres de bien. Aquí somos padres y madres a tiempo completo, y esa labor nunca termina...ni siquiera con la adultez o la independencia económica. Esa relación padre-madre-hijo es, definitivamente, para siempre…y acá, lo que tenemos, es esa hermosa relación con ellos”.

Los dejo. Unos tomaban tetero. Algunos hacían dibujos en sus cuadernos. Otros andaban donde el médico. Pero todos tenían –y tienen- un lugar de adopción donde son atendidos con amor y dedicación. Los vi, en su diálogo con la naturaleza y me percaté que hay una nueva brisa en sus vidas. En ese coloquio íntimo, puro, propio, desinteresado...con la felicidad de diario de la que han tomado posesión. Sin ataduras de palabra o pensamiento. Resumiendo su nueva y aprendida libertad, en su silencio de diario. En el devenir adoptado de flores celestes. En ese dejar atrás la tristeza. En ese no sentirse diferente. En un mundo nuevo de querencias propias, aunque repartidas. En ese saltar ayudado del corral, a la cuna...para encontrarse la luz que se merecen. Para poder adivinar en las voces que les rodean, colores y afectos aunque sean de distintas manos y a distintos momentos. Para tomar conciencia de haber dejado con su carga de dificultades y tropiezos los cristales rotos, las lágrimas viejas, los continuos desprecios. Para allí, en la casa hogar cuyo solo nombre refleja de por sí servicio, humildad y desprendimiento…en medio de un sin fin de camas y atenciones, el hallazgo de un sinnúmero de brazos y de hombros para apoyarlos le ofrecen una seguridad que nunca tuvieron. Ya no son los jinetes del apocalipsis los protagonistas de sus noches...ni los vasos de barros los que recogen su alimento. Hoy asisten al callar de la llovizna, al cantar de unas nuevas aguas. Hoy saben que el recorrer de la vida, no será más dura que la lágrima derramada, ni más difícil que las ausencias vividas, ni más cruel que el ruido que produce el vacío del estómago, y que aturde. Hoy han encontrado, más allá de la propia sangre, una piel como la suya para tejer abrigos y moradas para siempre. La generosidad de los demás, que no conocieron en quienes los engendraron, y que hoy, para su beneficio, suple con creces los infiernos particulares a que fueron sometidos por la vida, o por quienes se la dieron. Hoy son hermanos de la hermandad. Hijos de todo aquel con sensibilidad que se acerca a esta casa hogar a dar algo de lo que allí falta. Gente tratada como tal. Niños con acceso a los juguetes que gracias a los vecinos, a los colaboradores, al hermano fundador…han encontrado cómo hacer más grato el tránsito existencial, a pesar de enfermedades, omisiones y carencias. Ya nadie más podrá robar su niñez, ni su derecho a una sonrisa. Ya nadie más podrá hacer de su tragedia, un festival de tristezas. Mientras existan hogares como éste, producto de la dedicación y humildad de un docente, hermano religioso, y de vecinos como los de la Gil Fortoul, amén de colaboradores como los que allá dejan su tiempo para también llenarse de la sabiduría de los que menos tienen...los hijos menos favorecidos de otros, podrán ser los niños más felices de todos.
Y pensar que eso depende tan solo de que gente como usted que me lee, y yo, dediquemos un poco del tiempo que disponemos, algo de lo que ganamos, y una pizca de lo que tenemos, a quien nada tiene….así, de absolutamente sencillo.




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