Me hubiera conformado

(Publicado el 11.07.07)

Me Hubiera Conformado
Con que me Tuvieran Lástima


Por: Lic. Víctor M. Barranco C.

Solo la sombra la asusta. Solo los fantasmas la acompañan. Vivió la opulencia, y sin saberlo, esa opulencia le quitó la familia, la felicidad, y hasta le borró la sonrisa para siempre. Fue el dinero su bendición y su perdición, el que hizo con su marido labrando las tierras de Lara, las mismas que eran monte y culebra cuando Pérez Jiménez decidió financiar una inmigración selectiva. Esa oportunidad que les permitió a ella y a muchos como ella emprender un viaje desde la miseria, hasta la esperanza. De la nada, al sueño. La tomó, vino al país y con solo la ilusión en el equipaje, un mundo de sueños en el bolsillo, y la fe en la cartera emprendió el camino, comenzando su vida, y la de los suyos, de nuevo. Sembró, abrió caminos, se trajo a sus hermanos, parió seis hijos, cultivó con éxito la tierra...pero no pudo ver cosechar el amor en los suyos, a pesar de haberlo sembrado con todo lo que tenía de madre y de gente.
Su marido con una familia paralela, cuando ya podía pagarse hasta ese nuevo gusto, ese amor por los caminos de tierra, ese segundo frente tan del hombre venezolano….sus hijas molestas cuando le reclamara el dinero tomado, los varones dedicados a salvar parte de lo que les tocaba...le produjeron un ruido angustioso en el sitio de la maternidad, que terminó por subírsele al juicio, y entre divagaciones y recuerdos, escribe su tristeza, sus pequeños rencores, en el cuarto que ocupa en un asilo en las vecindades de Santa Rosa, hace más de nueve años. Sola, con los recuerdos a punto de trastornarla, con dificultad para precisar las culpas ajenas, solo un amigo vela por ella...y por ello, tiene pensión europea, comida venezolana, y una humedad en los ojos que, como cascada, recuerda el tormento. La procesión interior, la huella distante pero presente de los hijos y el marido ausentes solo como resultado del triunfo, lacerando cada noche el espacio del sueño. El dinero como excremento del diablo, manchando para siempre, el estadio donde una vez –con sus manos- había fundado lo que pensó que en el futuro sería fecunda cosecha de alegría para ella y los suyos.

- ¿Dónde se perdió su familia?
- “En la riqueza. Cuando todo era sueño, hambre, necesidad..todo lo hacíamos juntos. Planificamos la familia. Cuando uno de los niños caminaba, entonces encargábamos el otro. Con él, y con los hijos abrimos caminos, sembramos, y fuimos felices, en la pobreza. Apenas llegó el dinero, abrimos cuentas de ahorros, hasta que se desbordaron...y entonces hubo para una casa nueva, para amigos, para parrandas, y hasta para otra mujer y otra familia. Mis hijos se pelearon por el dinero. Yo ya no fui la mujer de los sueños. Y al reclamar el despilfarro, el desamor, lo que yo avizoraba como el desmadre de la familia, me convertí en la mala de la partida, y mis toñecos, la razón de mi vida, los amos de mi amor…cambiaron conmigo”.

- ¿La lastimó la traición?
- “Si. Pero no la amorosa. Yo comprendo que alguien deje de querer. Que alguien de pronto decida no vivir más con alguien. Que alguien descubra otro amor más fuerte que el que se tuvo, o el que creía tener. Yo acepto que haya dejado de amarme, porque ello es natural y me pudo pasar a mí. Lo que no comprendo es que esa situación personal, entre dos, haya borrado todo lo construido. Que él, no solo me ofendiera sino que hasta me pegara en uno de mis reclamos. Que pusiera a nuestros hijos contra mí, solo porque él le podía dar lo que yo no podía. Que lo que hicimos juntos, solo fuera para él y sus pasiones, cuando había para eso sin quitarme lo que me correspondía. Que me engañara, que no me dijera la verdad. Que me condenara a la miseria, mientras él nadaba en la opulencia. Que mis hijos me desdibujaran como madre, solo por la plata. Que no reconocieran nada, ni siquiera el amor de hijo. Me hubiera conformado con que me tuvieran lástima. Con que se acercaran a mí, solo por esa lástima...éso, aunque me cueste decirlo y me duela profundamente aceptarlo, hasta lo hubiera agradecido”.

- ¿Desde cuándo no ve a su familia?
- “Ayer vi a uno de mis hijos. Uno que después de algunos años y por petición de la mujer que le acompaña, ha venido a verme. He llorado con él y con su hijo. Me ha traído cosas. El día de las madres vino una semana antes, porque ese fin de semana se iba con la novia para la playa. Ha venido, y me pide que no recuerde, que olvide. Que no le hable del ayer. Que trate y que olvide.
Me ha regalado faldas, zapatos, que no puedo lucir. No salgo de este cuarto. Alguna que otra visita ocasional, y un compartir con las demás ancianas que están acá en este Asilo. Para ello no necesito ropa nueva, solo esta bata y estas zapatillas que cargo. No tengo a nadie para quien arreglarme. Tengo el corazón, como las manos, arrugado, ajado, casi sin movimiento. Solo ruego que estas visitas se hagan más frecuentes. Que no me vuelva a ilusionar en vano. Que este sentirme mamá de nuevo, aunque sea en el ámbito de la formalidad, me dure para siempre. Que yo pueda abrazar a un nieto. Que si es necesario borre lo que tenga que borrar, que olvide el maratón de cicatrices que llevo dentro…lo que sea, por volver a sentir, no el afecto de ellos…si no la oportunidad de darles el mío, sin nada a cambio. A lo mejor una sonrisa. O un abrazo. O solo una visita de vez en cuando”.

- ¿Los perdona?
- “No a todos. Que me comprenda mi Dios, pero un hijo que no quiere a su madre, no quiere a nadie. Y a mi marido, la vida, el gobierno le quitó todo lo que tenía. Lo que le quedó es para sobrevivir a duras penas. Hoy tiene menos que cuando llegamos. Porque ya ni sueños hay. Solo pesadillas. Solo dolor retumbando en los cuartos. Ni familia, ni dinero, ni casa, ni amor. Hoy hay de nuevo pobreza, pero otra pobreza, la del alma. La del ser humano. La de los despojos. La de la muerte de los sueños. La que genera el rencor, el resentimiento, la ira, el dolor, la tristeza.
La primera pobreza, la que nos acompañó cuando llegamos estaba llena de esperanzas. De alegrías. De valorar cualquier avance por pequeño que fuera, como un gran triunfo. Pasamos de la pobreza de la esperanza, a la pobreza del odio. Pasamos de la riqueza de los sueños, a la riqueza de la rabia. Tuvimos que vivir tormentas que, estoy segura, de no haber sido por lograr cumplir los sueños que teníamos cuando arribamos desde Tenerife..no la hubiésemos vivido”.

- ¿Ha visto de nuevo a su marido?
- “No. Pero sé, que como yo, tiene su propio infierno. Que cuando se acabó el dinero, el segundo frente lo dejó. La nueva familia lo dejó. Y mire que es fácil pasar de alpargata a zapato…pero de zapato a alpargata, que va mi amor. Eso no lo aguanta nadie. Me dice el hijo que me visita, que está solo, enfermo, lleno de esos recuerdos que lastiman. De ese vivir en el pasado que hiere. De ese recordar épocas mejores, que deprime. Ya no es Don…..ahora es solo un fracasado. Y créame que no me contenta su estado. Sería pagar con la misma moneda que tanto me ha hecho sufrir. Pero como decía mi madre el cielo y el infierno están acá en la tierra. Es aquí donde lo vivimos. Por ello usted verá que mucho rico tiene un hijo con taras, o sufren accidentes graves, o los persigue la justicia…y no saben por qué. Algo están pagando. A quien violentaron, de quien se valieron. La trampa que hicieron…si bien no se les ve el dolor en la ropa…lo sienten de noche, en la soledad cuando o padecen por un hijo, o la esposa les monta cachos, o el marido es quien se va..pero de alguna manera viven en la tierra el castigo a sus abusos ”

- ¿Siente usted que está pagando alguna culpa?
- “Claro que sí…la de confiar. La de no tomar previsiones. La de dejarme llevar por la abundancia y no haber pensado nunca en la posibilidad de la escasez de nuevo. En algo de soberbia. En haber descuidado el conocimiento de la familia y de los negocios de la familia. En el creer que el amor dura para siempre”

- ¿Le gustaría regresar a su tierra natal?
- “¿A qué?...allí ya no tengo a nadie conocido. Mi tierra es ésta, la que me brindó a mí y a mi marido oportunidades que no tuvimos en la propia. Este es mi país. Y aquí, donde vivo con lo estrictamente necesario, me sobran cosas. Porque para que sirven los zapatos si no tienes dónde ir. Para que te sirve el reloj, si nadie ni nada te aguarda. Para qué la risa, si no hay con quien compartirla. Para que el dinero, si nada te llena. Mi mundo es este chiquito que usted ve. Mi país es este en el que nos perdimos como familia. Para qué la almohada, si no hay nada ya que soñar”

- ¿Por qué me llamó?
- “Primero, porque quería conocerlo. Segundo, porque admiro lo que hace y siento que su palabra orienta. Y tercero, porque quería que le contara mis historia al mundo. Para que muchos entiendan que lo primero que hay que cuidar no es el cargo, ni el carro..si no la familia……y que si usted en su carro siente algo extraño, ahí mismo lo manda al mecánico, pero cuando lo siente en la familia, lo posterga. Lo deja para después. No, haga como con su carro, véalo de una vez. Porque después puede ser demasiado tarde”.

Me abraza. Me bendice. Busca con sus brazos atrapar el cariño que se le escapó casi definitivamente. Hurga en mis ojos, cómo tratando de adivinar qué pienso de lo que me dice. Se pierde entre la nostalgia, el llanto, la risa forzada y una pretendida fortaleza a la que se niega a renunciar aunque sea solo, delante de quienes le visitan.
Aprendió que a veces el ser madre es, para algunos, solo un oficio. Encontró en sus hijos, todo el daño que jamás esperó le pudieran ocasionar los más desalmados extraños. Pedir lástima, y conformarse con ello como sustituto del cariño, es una humillación, un tiro a la dignidad, una cuchillada a la autoestima que solo una madre puede justificar para sí.
Sin embargo, las huellas del dolor, comienzan a hacer erosión en su racionalidad. Hay una malla de nostalgia que opaca el camino. La luz del reproche que se enciende cada vez que entra a su cuarto y entiende que la neverita, la cama, el mueblecito, serán los únicos confidentes puertas adentro. La única compañía. Los únicos e inconmovibles testigos de sus dolores, los físicos y los otros. Los que velarán su sueño esa noche y a lo mejor, más temprano que tarde observarán como llega la paz, el descanso, el perdón para tantas ofensas, el sosiego en la soledad, la calma a tanta tristeza en el momento en que se de el inicio del sueño eterno. Sueño, que aspira llegue para calmar el frío que le trajo a su vida, el aparecer de una inesperada nevada. En sitio cálido y carente de sueños.
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