Le Juro Señor

(Publicado el 16.05.07)

Le juro señor,
que nunca voy
hacer llorar a un hijo mío


Lic. Víctor M. Barranco C.

La tristeza de su carne, maltratada, se convierte cada noche en rabia. En deseos de huir…de trepar los muros de su silencio y su dolor, sin cobija, sin afecto, para que más nadie se asome a su indefensión...a esa humedad que hace manantiales en sus ojos después de cada castigo físico que le proporciona su padre…ese que no solo lacera sus piernas, sus brazos, su cara...si no que se ceba en su dignidad de adolescente para revivir fantasmas que, disfrazados de atropellos, le hacen familiarizarse con las sombras que habitan perniciosamente en cada uno de sus días.
Por ello, a pesar de su corta edad, ha aprendido a llorar en silencio, a domesticar la angustia, el miedo. A tomar con calma los correazos. A gritar solo para las paredes de su cuarto. A no confiar sino en el forro de su almohada. A entender que para él no hubo, ni habrá primaveras.
Por ello, en la antesala de la pubertad, cuando todo debió ser algarabía, fiesta, cariño ilimitado, tolerancia, concesión….él, solo cuenta cada herida de vida y en ellas solo justifica, del desamor…la fatídica presencia.
A veces se pregunta, si merece el cruel maltrato. Si su padre, en vez de castigarlo, solo se ensaña con él. Si solo drena su rabia con él. Y se olvida de su niñez, de su fragilidad, del vínculo familiar y no mide el daño que le hace. Y no cuantifica el horror que le hace padecer…solo brama, tratando de corregir con un maltrato de tal magnitud, que ya es cotidiano para él, la venda, el morado, la magulladura, la marca, la curita….los analgésicos.
Lo que comenzó con una reprimenda, ha ido tomando visos de tragedia. Ya por cualquier cosa le da un manotazo. Por cualquier rabia ajena, le tiene reservado un empujón. Ha confeccionado un arma de castigo…un rejo. Una especie de latiguillo de cuero de varias cuerdas, con la que sacia su instinto en ese niño que no se atreve a contradecir, ni a denunciar, ni a acusar…ni siquiera a quejarse.
¿Dónde comienza el castigo y dónde el abuso, la crueldad, el ensañamiento?
Los vecinos se preocupan. Los maestros lo han denunciado...pero al final, ni la madre, ni la víctima, reconocen frente a las autoridades el castigo. Porque después de la cita, la cosa empeora.
Por ello pide a Dios que le ayude. Que le evite seguir siendo pasajero del miedo.
Hoy quiere solo un dolor distinto. Caminar por su desarrollo, confiando en que siempre tendrá una compañía. Evitar la punzada de cada noche, recordándole la fatalidad, con persistencia. Esa oscuridad capaz de hacerle confundir el camino. El, solo aspira un mundo de colores y juguetes, de trenes y chocolates, de castigos decentes, de reprimendas justas...que su papá, en vez de un bofetón, le dé un consejo, lo oriente…y después, le regale una sonrisa.

- ¿Cómo te llamas?
- “Me llamo Luís”

- ¿Qué edad tienes?
- “11 años”

- ¿Cómo te portas?
- “No sé. Yo pienso que bien..o más bien, regular. Pero por cosas que hago y que a mí me castigan, a mis amigos no les hacen nada. Yo no sé si es que mi papá es más bravo que el de los demás..pero a él todo lo que yo hago le molesta. Para él, todo lo que hago es malo…es como si mi papá me tuviera rabia”.

- ¿Cómo te castiga?
- “Ah...no sé señor. De eso no se le habla a las personas extrañas”

- ¿Te pega?
- “A veces. Como lo hacen todos los padres cuando piensan que los hijos se portan mal”

- ¿Te pega duro?
- “No siempre”

- ¿Con qué te pega?
- “Con la mano, con la correa, con la escoba..con lo que tenga a su alcance”

- ¿Será que eres muy tremendo?
- “No señor. Yo trato de hacer las cosas como él quiere, pero…. A veces me pega solo porque tengo un amigo que a él no le gusta”.

- Me han dicho que a veces te hace daño…
- “¿Quién le dijo éso?”

- Tus compañeros de clases…
- “Mejor no hablemos de éso, porque si mi papá se entera…mejor ni le cuento”

- ¿Pero tú no crees que si sabemos qué te pasa, entre todos podemos ayudarte, y también a tu papá para que no te maltrate más??
- “Cada vez que alguien ha tratado de ayudarme, lo que hace es complicarme más la vida señor. Mi papá no oye razones. El cree que al hijo varón no se le puede hacer cariño porque se vuelve mariquita. Que hay que enseñarlo a rejo y regaño para que se haga hombre de verdad. Mi papá es un hombre muy bravo. Y a veces siento que no me pega para castigarme, si no para pagar la rabieta que carga, conmigo. Porque a veces, si no es porque mi mamá se mete – y conste que más de un empujón se ha llevado por ello- me medio mata. El tiene una concepción de la vida muy rara. Y yo soy su muñeco de ensayo. Yo soy el pagapleitos”.

- Tu papá... ¿qué hace?
- “El trabaja en el campo. Es un hombre rudo. No es estudiado. Y se echa mucho palo. Muchas de sus rabias es estando borracho. Muchas de las palizas que me ha dado, es rascado. La mayoría de las veces que me ha pegado, es porque anda muy bravo, o porque carga una palazón en la cabeza”

- ¿Y en la escuela qué te dicen cuando te ven golpeado?
- “Bueno, no soy el único. Somos varios a quienes sus papás le pegan. Es más yo creo que a casi todos sus papás le han pegado alguna vez. A unos más fuerte que a otros, pero a casi todos le han dado su manotazo. La maestra nos ha dicho que hay instituciones para denunciarlos, cuando a ellos se les pase la mano en el castigo. Y en mi caso lo han hecho…pero después la cosa es peor. Pues el gobierno no le hace seguimiento. Y los papás saben que ellos por muy gobierno que sean, no pueden estar todo el día en la casa cuidándonos. Además el mío dice que eso es un abuso. Que el gobierno no tiene por qué meterse en la educación de los hijos. Que a sus hijos él los cría como le de la gana. Que esa vaina sí que no…entonces, por muy buena voluntad que tenga la maestra, las cosas no pasan de ahí”.
- ¿Y tu mamá que dice?
“Nada. Ella le tiene más miedo a mi papá que yo. Esa no se ríe duro para que mi papá no se moleste...porque si lo provoca, entonces se le mete el diablo en el cuerpo y rompe todo. No, mi mamá en la casa es un cero a la izquierda. Mi papá dice que él es el jefe de la casa…lo que él diga y punto”.

- Y tú ¿vas a ser así con tus hijos?
“No señor. Yo voy a ser con mis hijos, como siempre he soñado que mi papá sea conmigo. Claro, le doy la razón a él, sin delicadezas raras…pero distinto.
Yo voy a oír a mi hijo antes de regañarlo o castigarlo…como he deseado que él lo haga conmigo. Pues son muchas las veces que me ha castigado sin ser yo el culpable. Le voy a echar la bendición siempre, no solo cuando esté de buenas y sobrio. Le voy a regalar algunas de las cosas que él quiera. No lo voy a poner a trabajar de chiquito. Voy a jugar con él, lo voy a consentir. Lo voy a premiar cuado saque buenas notas. Lo voy a dejar que tenga amigos. No me voy a emborrachar, ni voy a pagar nada mío, ni nada malo con él. Le juro señor, que yo no voy a hacer llorar a un hijo mío nunca”.

- ¿Qué sientes por tu papá?
“A veces rabia….a veces odio….a veces amor…y a veces lástima, mucha lástima. Yo que ya voy para Bachillerato, pienso que el gran problema de mi papa no es el palo, ni el mal carácter. Yo creo que el gran problema de mi papá es la ignorancia. Y que ni siquiera es culpa de él. Tuvo que caerse a trompadas con la vida desde muy joven. Su padre lo abandonó a él y a sus hermanos, y él tuvo que hacer de todo para mantener a su familia. La vida le ha dado muy duro. Le ha cobrado muy caro cada cosa que ha conseguido. Y en el fondo, muy en el fondo, él lo que quiere es lo mejor para mí...pero como dice mi maestra, por el camino equivocado. El no sabe de delicadezas, ni de flaquezas, ni de cortesías. Además es un machista fanático, como todos los hombres del campo.

- ¿Y cómo haces para ser un muchacho de estos tiempos?? ¿un hombre moderno?
“No que va, eso no cabe en la mente de mi papá. Me llego a poner gelatina en el pelo, o un zarcillo en la oreja...y me mata!!.
El me lo ha dicho. Imagínate Luís, un hombre como yo encima de una bestia o un tractor, con un zarcillito en la oreja y un arito en la nariz…no, primero muerto, me dice.
Una vez fue un compañero de clases a casa que tenía un tatuaje, y entonces hizo todo para se fuera de la casa..y después que se fue, me echó una pela, solo por pensar que yo podía estar planificando tatuarme. No, moderno ni los cuadernos señor”.

- ¿Tú me autorizas a que hable con tu papá a ver si puedo ayudar en algo; a que al menos cesen o se moderen los castigos que te hace?
- “No señor, ni se le ocurra. Yo hablé con usted porque me inspiró confianza porque me trató como adulto. No me vaya a traicionar. No haga que tampoco crea en usted. No me haga sentir que me engañó. Prométame que lo que le dije es solo para usted…júreme por lo más sagrado que tenga, que nunca va a decirle a mi papá lo que le dije”.
Le prometí no hablar con su padre...ni revelar su identidad o historia con su nombre real, aunque le dije lo que hacía y por qué lo hacía. Luego de mucho hablar con él, permitió que publicara su versión cambiando algunas cosas muy precisas que lo pudieran identificar, aunque le dije que iba a estar pendiente de él y de su problema.
Le dije además, que me motivó el tocar su tema, una nota, una inquietud del colega Jorge Euclides Ramírez en su columna en este mismo diario. Que he atendido con este encuentro con él, el llamado del amigo, del periodista, del poeta, del intelectual caroreño..pero sobre todo del hombre sensible que todos conocemos.
Después de convencerlo de que podía ser merecedor de su confianza, lo dejo. Pensando. Necesitando que alguien siembre caminos de esperanza en su personal desierto. Que alguien cultive alguna flor en su particular pantano de todos los días. Le suministre abrigos para el fío y algunos ojos familiarmente cariñosos para apaciguar viejas y cotidianas tristezas.
El, solo requiere de un calor de afecto, sobre todo que vengan de unas manos encallecidas, toscas y de hombre…como las de su padre. Una música donde no se regocijen los lamentos. Una madre capaz de esconderlo de las consecuencias de la lluvia que inunda sus adentros. Alguien que haga en su diario nidos de golondrinas, y que le garantice que en su reclamar de afectos no le rondará más el miedo por las orillas.
Que en su piel, de algún momento en delante, haya solo las huellas del cariño, las marcas de la vida y el tatuaje de la edad. Que su padre llegue algún día a ser su amigo, y no ese ogro que le atormenta y le arruga con furia su primeros años de vida. Que en su vida, si bien la corrección, si bien la reprimenda, si bien el castigo aleccionador existan como parte de su aprendizaje; no vuelvan a faltar en su vida ni el olor de las gardenias, ni el color de las mariposas, ni el sonido de las risa…ni las manos y hombros de papá y mamá, para cuando sacuda la brisa.
Hoy, él solo necesita un poco de niñez. Algo de inocencia…tan solo esa posibilidad de poder empezar a soñar de nuevo sin temor. Sin sobresaltos. Ni cicatrices que descompongan el tiempo de su alegría.

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