A pesar de cómo me veo

(Publicado el 01.08.07)

A pesar de cómo me veo
Soy una Mujer Completa


Por: Lic. Víctor M. Barranco C.


Tiene muchos años así, condenada a la soledad. Solo la silla de ruedas llena el lugar donde antes habitaban hombros y brazos para ayudarla, o simplemente para hacerle compañía. Tiene la mirada perdida. Como buscando en el horizonte las respuestas a miles de preguntas que le acompañan cada día. Una locura de juventud, no percatarse de una piscina vacía, algunos tragos de más, la consecuente imprudencia y la vida hecha añicos para siempre…en apenas segundos. La tortura del “accidente” fue paleada por unos padres amantísimos que sacrificaron dinero, tiempo, goce particular, solo para atenderla. Solo para dedicarse a ella, con la esperanza de estar viviendo un mal sueño, una desgraciada pesadilla, la crudeza del infierno en su máxima expresión. Viajó, asistió a terapia y logró, casi, una vida igual a las amigas. Sus anfitrionas en el momento después del accidente. Sus compinches, en la época de mayor angustia. Compañeras que con el tiempo, terminaron alejándose. Haciendo su propia vida…ocupándose de sus propias cosas. El amor, en las pocas oportunidades que tocó a su puerta “después de la silla”, siempre lo hizo produciéndole esa duda íntima…producto del instinto o de la angustia de sí era amor o lástima lo que sentían por ella. Pensaba en ese sonrosar de amapolas, pues no se sentía capaz de dar, lo que seguramente otras con el tiempo le darían a él, de haber llegado a ser su pareja… lo que ella, jamás podría. No es fácil estimular la autoestima cuando el cuerpo no puede tener la sinuosidad, el movimiento, o el atractivo que la joven edad, debería tener. Ni siquiera, responder a plenitud a los estímulos sometidos. Han pasado los años, y la tristeza comulga con cada día que comienza. Hay un ritual en cada una de sus despertares, donde la esperanza ocupa cada vez el más pequeño de los espacios. El más insignificante de los lugares. Su mañana es ahora la incógnita del sobresalto, esa angustia de la que solo conoce su almohada… de pensar cómo será cuando la irremisible partida de los padres se presente, y nadie más acerque una mano a su rostro con la ternura de los que la quieren sin detenerse a pensar en retribuciones excesivas. El qué hubiera pasado si no hubiese cometido el exceso de aquella tarde en el club, le sigue atormentando...sobre todo, cuando ve a sus hermanas y amigas, viviendo la vida que ella soñó para ella y que –segura está de éso- no podrá vivir sino soñando despierta, como sueñan aquellos a quienes la realidad se les vuelve una burbuja capaz de recoger todo el peso de lo imposible.

-¿De qué te arrepientes?
- “De no haber nacido adulta. De no haber madurado precozmente. De haber hecho de la juventud más que una irreverencia, una malcriadez. De despreciar, en su momento, la sabiduría y experiencia de mis padres. De creer más en los amigos que me abandonaron tiempo después, que en mis padres que me han acompañado siempre...y que me han perdonado con lágrimas en sus ojos, y en silencio. Me arrepiento de haberme subestimado como mujer, como ser humano, cuando el amor llegó a mi vida. De no creerle al hombre que me quería como pareja y no por lástima, de haber agregado una nueva condena a mi vida por la onda expansiva de este tormento. De no creer si no en mí. De esa soberbia que ataca a la juventud cuando se cree adulta e independiente. Cuando nos sentimos grandotes para juzgar a nuestros padres, y además inclementemente. Cuando le creemos más a los amigos que a ellos. Cuando los apartamos de nuestra confianza….”

-¿De qué te enorgulleces?
- “De seguir con vida, y ser útil a los demás. De haber acerado mi espíritu. De haber conocido el amor en los ojos, en la compañía, en las palabras, en la ayuda, y en las noches de tristeza de mis padres. De algunos amigos que aún hacen espacio en su tiempo para dedicármelo. De haber desafiado la inmovilidad con inteligencia. De proyectarme en obras de interés. De poder haber llegado a ser independiente...en la medida de mis posibilidades. De haber vencido la mayoría de mis miedos. De haberme enamorado aún con el terror marcando ese amor. De conocer a mi familia más allá de las formas. De poder ayudar a otros, con este testimonio de la sombra en que se convirtió mi vida. De poder hablar con Dios y estar segura que me escucha”

-¿Puedes tener hijos?
- “Puedo. Pero para eso antes tengo que tener un amor, una pareja...y de eso, nada que ver. Sin embargo, si se llegase a presentar, lo pensaría. Tengo una amiga, que tuvo un accidente automovilístico y estaba casada para el momento, tenía dos hijos y apenas 26 años. Un marido de su misma edad. Quedó insensible de la cintura para abajo. Y después de haberse recuperado, sus piernas no eran las mismas, ni tampoco lo que sentía. Fingió, provocó, trató de complacer la virilidad de su marido...pero al final no pudo. A pesar que éste era un ángel, era una pareja incompleta. A pesar que él hizo lo posible, como marido, como hombre, como pareja, como acompañante…no lo logró. Pudo más la realidad que el deseo. La carne que el sentido. En algún momento pensó no solo en ella, pensó en él...y lo comprendió. Yo tendría mucho que pensar en ello. La hija de Renny, con un accidente parecido al mío, se casó...tuvo un hijo, y con paciencia y dinero logró sobreponerse a sus dificultades para ser madre...pero perdió al marido. Y a su hijo o hija, no sé el sexo, terminaron criándolo nanas...porque ella no podía. Yo si soy madre, no quiero ser una madre solo biológica que desafía una condición de minusvalía para satisfacer su propia discapacidad, o para satisfacer su propio orgullo o simplemente recibir un reconocimiento ajeno.. Me gustaría serlo para jugar, ayudar a crecer, compartir, jugar con él o con ella...pero eso, en mi condición, es algo menos que imposible. Yo más bien estoy para que me atiendan”.

-¿Cómo ves el mañana?
- “Simplemente no lo veo. Vivo para el hoy. Ganándole cada día, 24 horas a la vida. Robándole tiempo para mi existencia. Moldeando la jornada. Tratando de no deprimirme. Caminando en mis sueños. Soñando con el milagro. Preguntándome ¿Por qué a mí?.. sin poder, nunca, responderme. Agradeciendo a quienes me quieren y ayudan. Tratando de comprender a quienes se cansaron de ser mis amigos a tiempo completo. Convenciéndome que no seré madre, ni pareja ideal, ni siquiera amiga cómoda…que muchos voltearán a verme cuando paso, pero no para piropearme, sino –la mayoría de la veces- solo para exclamar..pobrecita, tan joven..y mírala. Con toda la lástima del mundo, ésa que adivinas en los ojos, en los codazos, en el tono de voz… que te hiere, te lastima; y que aunque a veces llegas a comprender, incluso a agradecer.. no puedes evitar el que te haga mucho daño en el sitio de la autoestima”.

-¿Cómo son tus noches?
- “De mucho pensar. Recién ocurrido el accidente, maldije mucho. Lloré mucho cuando estaba sola. Pensé que era un castigo que no merecía. Una especie de injusticia divina. Incluso, viví la contradicción de reclamarle a Dios, y de pedirle minutos más tarde con toda la fe del mundo. Hoy, son más serenas. He aprendido a vivir con mi desgracia. A hacer de las dificultades, retos a la inteligencia. De no culparme sino a mí por lo que pasó. He redescubierto a mis padres, a mis hermanos. A veces escribo…pero es muy triste. Pienso en el amor que nunca tendré. En la familia que se me escapó y que pudo ser solo mía. En los hijos qué no voy a cargar. En mi vejez complicada. En la carga que voy a ser para mis hermanos. En este maratón de frustraciones que me ha tocado vivir. En este inventarme una sonrisa para no hacer sufrir a mi familia, más de lo ya lo he hecho. En fabricar alegrías para disfrazar las habituales y consuetudinarias tristezas. Yo debo ser de las pocas personas que tiene, aún en soledad, muy ocupadas sus noches.”

-¿Qué diferencia hay entre la mujer post-accidente y la de hoy en día?
- “Demasiada. Tiempo después del accidente, todos me comprendían. Todos me acompañaban. Todos me ayudaban. Me invitaban a las fiestas, se me acercaban los muchachos, compartían..y hasta se calaban estar sentados, solo para que yo no me sintiera mal. Inventaban juegos, parrandas..y alguien me buscaba, y alguien cargaba con mi silla....después fueron menos, cada vez menos. Cada quien hizo su vida, y yo que no lo comprendí al principio, terminé por hacerlo al final. Hoy, solo papá, mamá, mis hermanos...y alguno que otro que de vez en cuando se acuerda. La reunión en mi cumpleaños que reúne a muchos de mis panas, aunque cada vez a menos, sigue siendo una vía de escape...aunque solo sea una vez al año...y esta madurez conseguida a cambio de esta condena de por vida que vivo, me hace comprender lo que me pasa, y reconocer que la culpa no era de otros, o de Dios como muchas veces lo pensé...sino mía, solo mía. Que el cielo y el infierno están aquí en la tierra, que se traducen en el premio y en el castigo al cómo tú eres. Que la vida te cobra los excesos...y que a veces, se los cobra también a tus familiares. Que son muchos los que pagan tus errores. Que son muchos a los que obligamos a condenarse con nosotros, cuando nos equivocamos... Que no vives, ni andas, ni te desarrollas, ni triunfas solo. Lo único que se hace en soledad es llorar. Que hay que oír a la experiencia...y que no hay mejor amigos que papá y mamá…aunque en la adolescencia, no lo parezca. Hoy, a pesar de cómo me ves...soy una mujer completa”.

Estrecho sus manos, le doy un beso en la mejilla y me despido. Todavía hay brillo en sus ojos, a pesar de tanta lluvia vivida. La arena y el agua, no han hecho lodo en su alma. Al contrario, han forjado una arcilla muy especial para moldear su carácter. Su Dios, puso en sus manos, lápices y cuadernos para reconstruir su vida. El rompecabezas con el que muchos no llegamos a tropezarnos, le toca a ella resolverlo –con esmerado acierto- cada día…cada noche. Calibra el equilibrio entre logros y fracasos, no a través de la experiencia de los demás, sino como consecuencia del propio camino recorrido. Tiene juventud e irreverencia. A pesar de la tortura de cada amanecer, de los impedimentos de cada fin de semana, del ruido opacado cada vez que desea manifestar una alegría, del que una trastada de la vida le robó los pies...avanza en medio de sus propias sombras, venciendo los fantasmas que como peaje a su alegría su propia inmadurez le impuso como castigo. Habita una vida que, a partir de la tragedia, ella misma ha construido con un éxito personal inusitado. Un logro, que sin saberlo, pocos como ella pueden exhibir aún desde el disfrute de la totalidad de sus capacidades físicas y mentales.
Es, sin dudas, como ella misma me dijo, una mujer completa… a pesar de lo que a simple vista parece.

0 comentarios: