Estoy ganándole la pelea

(Publicado en el Diario El Informador el 16.04.08)

Estoy ganándole la pelea
al SIDA

Lic. Víctor M. Barranco C.

Con una sola sombra, el mismo hospital, un solo miedo, la misma letrina, el conocido drenaje, los mismos remedios, las mismas cruces, los mismos amigos, el mismo nacimiento, el conocido anuncio de una hora de muerte, las mismas creencias, el mismo traje, los conocidos prejuicios, las reiteradas miserias, las familiares tristezas, la recurrente lágrima, una sola verdad, la repetida mentira, el mismo tatuaje social, una sola calumnia, ese viejo trajinar de los días con el amanecer ausente, la confusión como signo, el rechazo como castigo, la ausencia de explicación, y ese solo camino al frente…angosto, oscuro, espeso que conduce a la nada, cuenta la tragedia su vida a sus 32 años. Con una infancia normal, una preferencia sexual diferente descubierta a manos de un vecino a los 13 años con quien afianzó ese nuevo estatus en más de tres años de relación; con un tropiezo fatídico a los 16 a manos de un profesional de la psicología –hoy fallecido- que lo enfermó de sífilis primero y luego de esa enfermedad que se ha convertido en una tara frente a quienes le conocen, quien en su oportunidad lo violentó, lo agredió y le dejó una mácula con la que ha peleado todos estos años desde la salud y desde la vergüenza, incansablemente. El tratamiento gratuito que le da el estado, sin embargo –según él- no cuenta con la debida discreción o privacidad en quienes lo entregan. Y entonces, hacen de esa búsqueda una tortura, un voceo a todos que evidencia la intimidad, y precipita juzgamientos equivocados, censuras innecesarias, condenas gratuitas…lo que a veces impide que mucho enfermo, vaya a retirarlo. En una de esas evasiones que le proporcionó el no arriesgarse a ser delatado y consecuentemente de nuevo condenado, fue a emergencia en el hospital…allí, le indicaron unos medicamentos que, hasta hoy, sigue al pie de la letra y que, acompañados de su gran fe en Dios, le han hecho recuperar su salud plena…su ánimo, su esperanza de vivir, su vida normal…y hasta una dirección electrónica:
miverdadpresente@yahoo.com ha creado para ayudar a otros que como él, pasan por el doble infierno de esa enfermedad maldita. Por eso, desde el sitio donde nacen sus pensamientos, profundo en su alma, detrás de su conciencia, en el fondo, donde hay un lugar para el parto de las esperanzas, tiene hoy un manantial de aves buscando hacer nido para multiplicar sus logros más pequeños. Allí, donde también descansa la noche y el pensamiento positivo…descubre aposentos nuevos, la reflexión, la meditación, su amor a Dios, y el nuevo plan de salud es asidero fuerte de un futuro negado apenas ayer, y que hoy se le asoma claro, contundente, casi por costumbre.

- Lo recibo en mi oficina, después de un contacto por e-mail. Cuéntame, le digo.
- “Hace tiempo vengo leyendo sus trabajos. He estado pensando el cómo contarle mi historia, para que otros, que puedan estar con mi problema de salud, con mis problemas derivados de ello…puedan encontrar caminos para la sanación. Soy un testimonio de vida, cuando debiera ser un condenado a muerte.”

- ¿Cuál es tu problema?
- “Tengo SIDA…aunque como ve, no lo parece. Lo que para muchos es una sentencia de muerte, para mí ha sido no solo una lección de vida, sino la búsqueda de un camino que hoy me tiene –como puede ver- sano. Sin marcas. Sin dolencias. Sin vergüenzas. Llevando una vida absolutamente normal, gracias a mi fe en Dios, y a unos pocos medicamentos que me han hecho –por más de 4 años- no sentir ninguna anomalía. De sobreponerme a los diagnósticos. De vencer los presagios. De dejar atrás todos los padecimientos. De poder esperar, sin angustia, el nuevo día”

- ¿Cómo comenzó todo?
-“Tuve una infancia muy normal. Una familia feliz. A los 8 años, sentí una atracción extraña, diferente, por un Profesor de educación física que en ese momento no entendía, que en ese momento parecía admiración, respeto, ejemplo a imitar…pero que ahora, definido todo, entiendo perfectamente. Creo que fue el inicio de lo que después sería de mi inclinación homosexual, pero sin percatarme de ello en ese momento. Tiempo después, al despuntar la adolescencia, cerca de los 13 años, un vecino me hizo descubrir mi sexualidad. Me inventó un sueño, una historia, que mientras me la narraba me fue envolviendo, hasta que me convenció de lo que realmente quería y con él sostuve mi primera relación sexual. Sin traumas. Sin agresiones…diría que me gustó”

- ¿Cómo lo sentiste? ¿Cómo una depravación?
- “No, más bien como un sentimiento. A tal punto, que duré como tres años manteniendo esa relación con él, quien era casado y con hijos. Luego, como a los 16 años, caminaba yo por la calle 26 y un señor como de 45 años me llamó…eran como las seis de la tarde. ¿para dónde vas? …me preguntó. Entablamos una conversación, era de fácil palabra y buen convencimiento…sobre todo en un muchacho de esa edad, lleno de tantísima curiosidad. Me llevó a su casa, en el este de la ciudad. Vivía solo. Se sirvió un trago…y otro, y otro; creo que bebió excesivamente. Me ofreció uno, pero no quise. Embriagado él, entonces me forzó a la intimidad. Era más grande, más fuerte, y me obligó de manera violenta a tener sexo sin protección. Primera vez que tenía sexo sin protección. Me hizo daño físico y moral. Me rompió. Sangré. Amanecí allí. Al día siguiente llegó una enfermera a atenderlo, lo que me resultó extraño…me pidió que no le dijera a ella, que habíamos tenido intimidad física…me marché, con una duda. Le conté a alguien de esa negra experiencia y me dijo que conocía al tipo y que éste estaba enfermo. Que era psicólogo de una gran empresa en Chivacoa. Orientador. Seleccionador de personal. Que alguien lo había contagiado y en su rabia por ello, hacía todo lo posible para contagiar a todo el mundo., en una especie de venganza. Murió, supe, años más tarde en Maracaibo.”

- ¿De allí el contagio?
“Creo que sí. Pero antes de descubrirlo cometí un segundo error. Tuve una relación eventual. A esas que nos obliga la sociedad que, en su hipocresía moral, no permite la regularización de nuestras preferencias, diferentes, pero propias de la libertad de escoger que todos tenemos. De esa relación resulté contagiado de sífilis. Me hice los exámenes –habían transcurrido 10 años desde la relación forzada con el psicólogo-, y aunque la sífilis había cedido los malestares continuaban. Me hacen exámenes profundos, y salgo positivo de SIDA”

- ¿Qué pasó cuando te enteraste?
- “Yo siempre fui con mamá a chequearme. A buscar los exámenes. Pero ese día lo hice solo. Lo presentía, aunque no dimensioné lo grave de la enfermedad. Lo que por culpa de ella me iba a tocar vivir. El médico me refirió a Caracas...donde mejoro, y poco a poco me recupero. Luego tuve muchos altos y bajos. Son demasiadas cápsulas que ingerir cada mes…y demasiadas mentiras que decir frente a la gente, que me descontrolaron mucho. A propósito, y es bueno que usted lo diga alguna vez en su muy leída sección de los miércoles, el gobierno entrega los medicamentos, aunque no siempre en forma regular pero los entrega, pero quienes lo entregan a los pacientes, no tienen en cuenta el rechazo que los enfermos de este mal tenemos en la sociedad. Entonces nos llaman a viva voz, anunciando lo que tenemos, y esto hace que el rechazo sea mayor. Debieran tener cierta preparación que evite esto. Porque si bien ayudan con los fármacos, nos tatúan socialmente de manera irreversible. Todos tenemos una vida que cuidar, un empleo, un sitio de estudios, una familia, ese entorno que no acepta epítetos que contradigan su preferencia sexual y a quienes causamos problemas con nuestra desgracia…aunque solo si se sabe. El tratamiento me debilitó. Comencé a decaer. Fui donde los médicos tratantes, y esta vez no me quisieron atender. Eso me deprimió. Recibí mucha ayuda en la Universidad donde estudio. Allí conocían al psicólogo, a Gerardo. En el Departamento de orientación lo reconocieron. Me remitieron entonces a Emergencia y allí me medicaron”

-¿Te recuperaste?
- “Le mentiría si le digo que no estoy enfermo. Pero es una gran verdad que ya no siento nada. Han pasado cuatro largos años sin tratamiento. Solo los pocos que me recomendaron en emergencia, y esta fe inquebrantable en Dios que después de mi preocupante estado, me han permitido estos últimos 4 años estar en perfectas condiciones. Me puede ver usted, estoy en la plenitud de mis facultades”

- ¿Cómo entienden tus padres tu homosexualidad?
- “Tienen la esperanza de que algún día se corrija. Me aceptan, pero no me apoyan. Todavía me recriminan. Tienen ese deseo íntimo de que cambie. Para ellos, soy un problema. Pero no me han dejado solo”

- ¿Y tus hermanos?
- “Los mayores solo se han preocupado de que mi condición y mi enfermedad no dañe la imagen de nuestra familia. Yo les he dicho que ellos no piensan en mí, en mi problema, solo en el qué dirán.”

- ¿Y tus amigos?
- “Tuve un amigo que era mi confidente. El me aconsejó decírselo a todos mis demás amigos…según él, los que lo fueran verdaderamente lo iban a aceptar. Y así fue. Hoy todos me ayudan, colaboran conmigo. Entienden. Respetan. Comprenden, aunque algunos no compartan”

- ¿Nunca te atrajo una mujer?
- “Si, en la escuela. Pero ella fue una de quienes ayudó a decepcionarme del amor heterosexual”

- ¿Cómo manejas tu vida amorosa?
- “Espero encontrar una pareja. La requiero. La necesito. En este mundo de nosotros, hay mucha promiscuidad. Mucho sexo casual. Es por ello que el SIDA ha venido contaminando a tantos. La necesidad de relacionarse sexualmente, con la prohibición de hacerlo a conocimiento de todos, obliga a la promiscuidad. A la eventualidad. A disfrutar cuando se puede...y he allí las graves consecuencias.”

- ¿De qué te arrepientes?
- “De haber pasado por la calle 26 aquél día. De haberme tropezado con aquél individuo. De no haber tenido la malicia, o la fuerza, para evitarlo.”

- ¿Odios?
- “Yo borré esa experiencia de la mente. Hoy mi vida es muy normal. Estudio Ingeniería, soy definido sexualmente, aunque no declarado”

- ¿Te sientes mujer en un cuerpo de hombre?
- “Nunca voy a ser una mujer. Como pareja busco a un hombre. Un hombre, lo hace siempre mejor que una mujer”
Esperanzado, con la plena conciencia de que la enfermedad que mancha sus piernas, sus razones, su verdad absoluta de decidir independientemente, no es una suciedad arranca a cada segundo una oportunidad de vida. A la fuerza, ha sentido la intromisión del odio ajeno, más allá de su mente...en su cuerpo, en sus partes más sentidas, hurgando con saña el punto imaginario donde la moral se estrecha con la angustia. Empinado en su verdad, sin embargo, no logra reconstruir el sitio donde algunos escriben la esperanza. Su drama, su angustia, sus errores como él los llama han dado paso a la humillación ajena, a esa vergüenza que comienza en la familia…a esa concesión de no ser nunca como se quiere, si no como quieren los demás. El frío de la carne que patrocinó el miedo, contrasta con ese calor nuevo, indómito, agresivo que le surge después de cuatro años sin ninguna dolencia. Después de andar solo por todos los infiernos, volvió en sí, y a punta de confianza y fe en Dios ha encontrado otro génesis para su intimidad maltrecha. Deberá aguardar todavía mucho más, para poder regularizar su condición sexual. Para poder hablar de ella sin miedos, ni vergüenzas, ni falsos pudores familiares… Hoy, ni la familia, ni la sociedad, ni las leyes, se lo permiten. Por lo pronto, con el agua más cercana, lava la tara maldita…convencido que hay caminos para la salud, aún después de un diagnóstico tan letal, como el SIDA. Ojalá, y el tiempo… también le de la razón.








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