Me da miedo morirme

(Publicado en el Diario El Informador el 11.06.08)

Me da miedo
Morirme

Lic. Víctor M. Barranco C.


A sus 17 años sabe, mejor que nadie, como aturden a su edad los silencios. Conoce muy de cerca, cómo desespera morder despacio la angustia. Ha asistido a ese hurgar en las orgías del miedo casi por costumbre. Se ha despedido muchas veces de esa realidad que la atormenta y que la ha obligado a sumirse en drenajes de imprevisibles consecuencias. Ha tenido que buscar una excusa para ausentarse de la vida, para imaginar que nada de lo que le ha pasado existe…solo ese vacío infame que sucede al ruido, que secunda la palabra, para poder evadirse de esa mortificante tragedia de diario que empaña su deseo, que aborta sus sueños, que le restriega la ausencia de afecto, esa que la señala en voz de sus compañeros de estudios como “tierrúa” , que le permite ver morir sin causa, sin razón, el sitio donde a su edad, deben nacer los sueños cotidianamente. En su desesperación, probó la droga. Primero como paliativo…ahora, tres años después, como preocupante adicción. A partir de allí, ha sentido que ha comenzado a engangrenarse, a fallecer de a poquito, a perder la dulzura, la buena fe, el espacio para el amor, sin darse cuenta. A vivir cada momento, solo por haber nacido…algún día, por algún accidente de amor. A percatarse que ha iniciado el descenso, sin prisas, sin voces que la despierten...sola, como por inercia. Su madre le da de todo, menos afecto. Su novio, la dejó cuando en su desesperación le contó lo que le pasaba...y le pidió ayuda. Los vendedores de droga que abundan donde estudiaba, la presionan para que les pague lo que en principio le regalaban como para engancharla. La violencia física acompaña la amenaza...la muerte, la última consecuencia. Es dulce, a pesar de la carga que lleva. Madura, a punta de golpes. Ya ha sangrado por la nariz. Se habituó al consumo, y lo último que le dieron fue una dosis en dos pastillas de algo llamado “choque de 15 minutos”. Luego de eso convulsionó. Y entendió que estaba rondándola la muerte. No quiere morir, ni que otros mueran por la maldita adicción. Por eso intenta gritar su desgracia, que conozcan su mundo, desde el que ha comenzado con ayuda a recuperarse. A volver a ser como alguna vez fue. A dibujar sonrisas. A tener amigos de verdad. A buscar el afecto perdido. A pasar la página, pero no sin dejarle a otros el testimonio de su vida, colapsada, infeliz, por haber creído que la droga era una solución. Es solo un infierno mayor. La antesala de la muerte… pero después de vivir las mil y una agonías.

-Joven, más bien tímida. Sin que nadie pueda descubrir en su dulce juventud el infierno que carga adentro, me visita y me cuenta el horror vivido.
- Tengo 17 años recién cumplidos. Estudio noveno grado en un colegio de la ciudad...y soy adicta, me dice.

- Lo último lo dice tan bajo, que no alcanzo a oírla…¿Que eres qué..?
- Adicta a las drogas

- ¿Y cómo te hiciste adicta?
- En mi casa me han dado todo lo necesario a nivel material. Sin embargo, mamá es muy dura. Poco afectiva. En el liceo donde estudiaba, la droga anda como Pedro por su casa. Allí, sumado a la rebeldía de la edad, a los problemas familiares, se agregó el que me hicieran un cerco porque yo y que era “tierrúa”…por cómo hablaba, cómo me vestía. Me la pasaba llorando. Sola, sin amigos…sintiéndome rechazada en casa y en el liceo. Una vez mamá me regañó muy fuerte, me corrió de la casa. Entonces yo tomé un dinero de ella para poder irme a alguna parte y cuando ella se enteró, perdió la razón. Me amenazó con entregarme a un retén. Dejarme en manos de la Lopna. Llamó a la policía…me esposaron. Me agredió verbal y físicamente frente a mis amigas. Me tiró de los pelos. Me humilló. Eso se supo en el liceo, y entonces las cosas se pusieron peor. Fue mayor el rechazo. Mayor la burla…peor la convivencia.

- ¿Cómo lo superaste?
- No lo superé. Algunos y que amigos se me acercaron a decirme cómo ellos se evadían de los problemas…me enseñaron lo que tomaban, pero dude. Yo tenía en ese momento muchos problemas personales. Estaba depresiva. Quise vivir un momento sin que esos problemas existieran. Después ante la insistencia, y ante el horror que estaba viviendo, la probé. Y de verdad que se me olvidó todo lo malo. Es como si uno fuera sacado del huracán, para vivir momentos de euforia, de alegría.

- ¿Probaste por curiosidad?
- No Licenciado, nadie prueba la droga por curiosidad. La droga se prueba porque se tienen problemas. Porque no hay la mano que ayude. Porque no se consigue solución a los problemas. Porque no hay el afecto en el momento necesario. Porque falta un abrazo, una comprensión. Y en vez de una palabra orientadora, lo que hay es la agresión, el castigo corporal, la ofensa...la vejación. A veces solo porque papá o mamá no saben perdonar alguna irreverencia de la juventud, y la castigan de manera brutal. No, nadie se droga por curiosidad, detrás de cada joven que lo hace, hay un infierno por dentro.

- ¿Cuándo y cómo fue la segunda vez?
- En el mismo liceo y en las mismas condiciones

- ¿La pagaste?
- No, la primera vez no. Me la dieron, simplemente. Ellos te van enganchando de gratis, hasta que la necesitas. Después sí. He llegado a deber hasta medio millón de bolívares. A ese que cambia, que nadie conoce. Que nadie puede ubicar. Pero que sabe quién eres, dónde ubicarte y cómo puede cobrarte.

- ¿Cuánto cuesta una dósis?
- Cerca de noventa mil bolívares

- ¿No pensaste el daño que te estabas haciendo?
- No en la dimensión en que después lo sufrí…aunque si sabía el mal que podía hacerme…y que de hecho me hizo. Pero el fin era olvidarlo todo, y aunque me estaba destruyendo, en mi ignorancia o en mi aturdimiento, llegué a pensar que era la única forma de resolver mis problemas...qué equivocada estaba!. Más bien se me agravaron. Convertí mi vida en un horror. Me volví repugnante. Y me he sentido culpable de las veces que he hecho llorar a mi mamá, que ni se imagina de mi adicción, por el comportamiento que asumí. Algún día, vuelvo a provocar en ella una sonrisa.

- ¿Y el amor…?
- He tenido tres novios. El primero, muy bueno. El segundo, áspero, irritable, rudo, agresivo. El tercero, un muchacho muy bueno. De buena familia. Muy centrado. Formal. Deportista. Pero, en mi desesperación por salir de este tormento, le confesé mi adicción para que me ayudara. Es más, no tuve el valor de hacerlo personalmente…lo hice por chat. No me entendió. No me ayudó. Simplemente se apartó de mí. A los días volvió…pero ya no fue igual. Siento que lo decepcioné.

- ¿Has sido objeto de violencia física?
- Si. En el liceo donde estudiaba. Porque me cambié a otro centro de educación buscando amigos nuevos. Huir de eso que me hacía daño. De eso que los jóvenes negamos y en lo que los padres insisten…en lo perjudicial que pueden ser para nosotros “las malas compañías”. Una vez seis muchachas me cayeron a golpes, me rompieron la cabeza, me laceraron las piernas...y todo, porque me consideraban una “tierrúa”. Hoy en mi nuevo colegio, estoy tratando de salvar el año escolar…poco a poco, lo estoy logrando.

-¿Cuándo decidiste salirte de ese mundo…qué te hizo recapacitar?
- Me he sentido muy mal. He llegado a sangrar por la nariz. He vivido todos los tormentos. Busqué ayuda y no conseguí. Mi mejor amiga de un día para otro se alejó de mí, y no me habló más. Todavía desconozco el motivo. Pero lo que creo que fue el detonante, es haber aceptado una droga llamada “choque de 15 minutos”. Dos pastillas de fuerte acción y que ligan con tiza para atenuar el efecto. Me descompuse. Convulsioné. Vi a la muerte muy cerca…y me da miedo morirme.

- ¿Cuándo fue la última vez?
- Hace ya semanas. Y aunque todavía tengo consecuencias por ellas, he venido superando mis angustias. Esa necesidad que a veces siento de consumir. Es como una sed Licenciado. Usted puede aguantar el hambre, pero no la sed. Sudo. Me dan escalofríos…pero lo voy superando. Tomo leche, algún refresco…salgo, me distraigo y ya llevo semanas sin probar nada. Estoy venciendo las sombras.

- ¿De qué te arrepientes?
- De haberme dejado manipular por los dizque amigos. De haber echado a perder a esa persona amable que yo era. Esa muchacha grata llena de sueños y sin problemas. Hoy soy una muchacha repugnante. Hosca. Ya no soy feliz. Aunque ya me siento un poco mejor, porque he logrado levantarme ante muchas cosas.

- ¿Qué quieres hacer?
- Aunque cargue un nudo en la garganta, y llore el mayor tiempo de mi día, quiero demostrarme a mí y al mundo que puedo salir de esa charca inmunda donde me metí o me metieron. Que voy a salir del pantano. Que voy a graduarme de bachiller y ser una excelente abogada penalista. Que voy a conocer el Salto Ángel.

- ¿Tu mamá sabe? ¿Sospecha?
- Creo que sospecha. Porque a veces me pregunta si tengo algún vicio. Si fumo o bebo…pero no pasa de allí.

- ¿Amas la vida?
- Sí, aunque he tratado de suicidarme dos veces. Una vez ingiriendo veneno, y otra cortándome las venas...vea aquí las marcas en mis muñecas, me dice.

- ¿Le faltó a tu mamá, comprensión contigo?
- Creo que sí, es ella quien me debería haber guiado. A un hijo nunca se le debe decir, tú eres una desgracia. Ni correrlo de la casa. Mi relación con ella ha sido de una permanente discusión.

- ¿Y tu papá?
- No vive con nosotros. Vive fuera de la ciudad. Vivo con mi padrastro.

- ¿Los otros compañeros tuyos con los mismos problemas de adicción que tú, por qué crees que lo hacen?
- Por algún motivo. La incomprensión de los padres. Para conseguir dinero más fácil. Por rebeldía. Por una manera de vengarse. Por seguir la corriente de los demás.

- ¿Cómo costeabas la adicción?
- Vendí casi todo lo que tenía. Hasta los libros. Incluso un par de zapatos. No tengo nada, soy una estudiante sin cuadernos…

- ¿Nadie te daba amor?
- Mi abuela…ese era mi sol. Mi refugio. Mi cariño. Pero la perdí… y me quedé sin el bastón, sin la muleta, sin el consejo oportuno, sin la crítica amorosa. La lloro todos los días. Ella no me hubiese abandonado nunca. Hoy siento que Dios no se acuerda de mí. De noche le pregunto, por qué me ha olvidado. Así como se lo pregunto a la abuela. Por qué no está. Por qué no me acompañó. Por qué me dejó caer en ese abismo en que se ha convertido mi vida.

- A lo mejor es su luz, la que te ha hecho reflexionar y buscar ayuda profesional. Una salida… le digo.
- Tal vez…

- ¿Por qué viniste a contarme lo que es no solo tu tragedia personal, gracias a tu empeño ya en vías de solución, sino que también tu gran secreto?
- Porque quiero que otros como yo sepan que hay salida. Que no vale la pena sentirse unos minutos bien, y el resto de la vida en un infierno. Por ello le aconsejo a muchos como yo, que aunque tengan muchos problemas, no entren al mundo de las drogas pues la solución no está allí. Que quienes puedan inducirles al consumo son gente preparada para manipular sus flaquezas. Que no caigan en la trampa, pues después van a ser prisioneros de ellos y de un vicio del que cuesta mucho desprenderse; y el que además le hace mucho daño a la salud física y mental del ser humano. Que con ello, se buscan un problema mayor al que ya tienen. Que busquen ayuda profesional, lejos de los amigos que los llevaron a eso. Que retomen su vida con alguien que los quiera. Y a los padres, que entiendan que el castigo rudo, la mayoría de las veces, no consigue enmendar los errores, sino agravarlos. Que ellos que son quienes tienen la madurez y la experiencia, deben comprender y guiar sin ofender. Que el castigo no puede ni debe ser el desahogo de su rabia personal, si no la vía de la enseñanza, el instrumento sano y amoroso de corrección. Nada duele más que una humillación de los propios padres...para eso, en el corazón de un joven, pocas veces hay regreso.

En medio de su tragedia, ha vuelto a la luz. En su coloquio con fantasmas vuelve a buscar afectos, relojes, cuadernos y cuentos. En su presencia, llena de fracasos infinitos, la historia de hadas se desprendió sin razón de sus huesos de manos de la intolerancia familiar. Su vida, como su amor, llena de remiendos… le obligó a sentir en su impotencia la lluvia recia de la propia guerra, la de ella y la de sus amigos, llena de vencidos. Hoy, la fuerza de lo prometido a sí misma, hace canales de angustia en su carne joven, maltrecha de transitar veredas. Se enfrenta al ocaso de una tarde tranquila llena de remedios. Con señales claras, prometedoras, irreversibles hacia la salida. En sus pies, solo las huellas de un largo caminar casi por compromiso. A su corta edad ha conocido y rechazado los mil dramas amargos que se escenificaron en sus noches, cuando tomó el camino equivocado. Ha podido ver, incluso, las alcantarillas que guardarán los restos del último invierno. Por eso decidió enfrentar los esperados amaneceres con una nueva sonrisa, nuevos afectos y un espacio distinto para crecer, donde pretende sepultar –definitivamente- el martirio nacido de la necesidad de evadirse. Ya no sembrará más su sangre en la angustia de diario para esconder su miedo. Desde su aterradora experiencia recoge frutos y hace jardines, calles y aceras para andar despacio por otros y con otras compañías. Ha encontrado de nuevo la luz. Se prepara para despedir la larga noche. Hay afectos nuevos que van a llenar la soledad y la aridez de su nuevo andar por la vida. Será como comenzar de nuevo…. dejando atrás, para siempre, la horrible pesadilla.


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