Camino a la muerte

(Publicado el 21.11.07)
Camino a la Muerte
...pero celebrando!!!


Por Lic. Víctor M. Barranco C.

Tiene una vida hecha. Una familia a quien le cuesta aceptar su padecimiento y la que, a veces sin querer, contribuye con fortalecerlo...sólo porque cree que su apego a la bebida, es un hecho social y no una enfermedad. Una manera de divertirse y no un camino a la adicción. Un divertimento común, y no una enfermedad de consecuencias impredecibles. Rehúsa ser tratado como un hombre con problemas con su manera de beber, aunque cada mañana -al despertar- su cuerpo le pide un escocés…o una cerveza. Alardea sobre sus conocimientos en vino, vodka, cervezas...y hace de su pretendida erudición alcohólica, una excusa para pasar como hombre de etiqueta, y no como hombre etiquetado. Le pidió a su esposa una de esas “carteritas” de lujo, que se cargan en el bolsillo...más como una excusa para cargar el Güisqui que a él le gusta, que por afición a éste...la propia mentira, atravesando impudicias. Ella se la dio, pensando en una exquisitez que su amado luciría, y no en un clavo más como contribución para la urna que él mismo se estaba construyendo entre celebración y celebración. Defiende sus “viernes” con una pasión sin igual. Y el resto del fin de semana como una octavita donde los límites se suprimen sin recato. Con familiares y amigos, le rinde pleitesía a alguna marca de gran añejamiento...y cuando no, cuando el dinero no alcanza para exquisiteces, a cualquier bebida capaz de suavizar alguna tormenta, alguna angustia particular, el propio naufragio que, como el del Titánic… mientras sucede, nadie lo cree. Nadie lo siente, mucho menos él que, al timón de su vida, no ve nunca los desaciertos. Esa bendición…o maldición, de la providencia de no hacernos conscientes de nuestras limitaciones. Aunque se siente con éxito, no logra dominar la afición. No acepta recomendaciones en tal sentido, y piensa que los borrachos son otros. Se niega a ser incorporado a esa larga lista de sus amigos, a quienes domina la pasión espirituosa. Aunque acepta que le hace falta, sostiene que nunca desde el punto de vista enfermizo. Solo, desde el punto de vista social… terapéutico, diría. Una herramienta para romper el hielo. Para aminorar timideces. Esa dosis, según él, de audacia… tan necesaria a la hora de los negocios. Su alcoholismo, lo presienten los más cercanos a su entorno. El y su familia lo niegan. O se resisten a aceptarlo. Por ello insisten en complacerlo ahora, cuando el otoño, se cuela por sus ventanas. Y el hígado, el testimonio maltrecho por tanto error cometido, todavía no da señales definitivas de deterioro. Cuando los arrebatos y malestares son referidos al estrés y no a esa adicción que posee. Quizás sin saber, que no se necesita estar embriagados todo el día, ni perder la razón, ni ser un borrachito de esquina...para ser víctima de una de las enfermedades más frecuentes, más dañinas, pero más ignoradas de los últimos tiempos...como es el alcoholismo.

- ¿Bebes por necesidad?
- “No, Licenciado. Bebo solo socialmente. Y solo escocés de más de 18 años. Yo no voy a arriesgar mi salud con caña maluca. Sin embargo, no entiendo el problema que algunos tienen con el alcohol, con la bebida social. Tratando de señalar como culpables, como borrachos a los demás, solo porque a ellos no les gusta, porque no lo disfrutan, sin saber que el güisqui baja la tensión, el vino tinto alarga la vida, y el cocuy baja el azúcar. Una cosa es el borrachito que se cae en la calle, que se vomita en cada esquina, y otra muy distinta, quienes nos tomamos un trago para relajarnos, para compartir...para bajar el estrés. El alcohol puede ser un buen catalizador de angustias”.

- ¿Pero –me dicen- siempre pides una bebida, y cuando no la hay, criticas a quien no la tiene?
- “Solo porque una invitación sin vino o sin güisqui, es como huevo sin sal. Evento social sin bebida, es de una decadencia total. Además “unos palitos” no le hacen daño a nadie. Rompen el hielo. Sirven como correaje socializador. Hasta en la misa, hay vino para compartir el momento sagrado, Imagínese unos quince años con tizana…o un matrimonio con chicha…o unos “miaos” con atol…no se los cala nadie; y no hay que ser un borrachín para eso!!!....no, cada cosa en su lugar y en su momento”.

- ¿Bebes solo?
- “A veces. Cuando estoy muy tenso o preocupado. Cuando tengo muchos problemas. Creo que es una buena manera de acompañarse. Un estímulo para la creación. No hay como un buen güisqui para oír música, o para escribir. Además, Churchill dizque bebía diariamente un par de escoceses y a ello debía su fortaleza. En Barquisimeto un famoso clérigo y un conocido médico también dizque hacen de dos copas diarias un elixir para la vida. No, no soy yo solo el que bebe socialmente. Es una práctica bien difundida. En mi casa tengo las mejores bebidas, más que por mí, por mis amigos. Tengo muchos y todos son buenos catadores, y saben por demás que en mi casa es posible conseguir lo mejor. Me gusta el Champagne, pero el extra Brut, no ese demisec dulzón que parece un postre cargado de nevázucar. El brandy. El escocés de malta. Incluso el cocuy, pero el que me preparan con ponsigué y finas hierbas. Como verá, es el placer y no el vicio el que me acompaña. Soy un catador y no un borracho. Es como la diferencia entre un gourmet y un glotón”.

- ¿Te parece normal estar a toda hora con un vaso en la mano?
- “A toda hora no. En el almuerzo, en la cena. En la noche, un sábado o un domingo, en una fiesta, antes de acostarme para relajarme, cuando pega el calor, a la hora de una buena musiquita...pero de resto, no”.

- ¿Te emborrachas?
- “Me alegro. Solo me alegro. Yo sé cuál es el trago que me va a rascar, y hasta allí llego. Tengo lo que se llama “cultura alcohólica”...y no bebo toda clase de aguardiente. Los alcohólicos son los que se la pasan borrachos y se beben hasta el agua de colonia, esos que se caen de la pea, que hacen escenas grotescas, que ponen la cómica en las reuniones, que se pone belicosos... los demás no. Con el alcohol, sucede como con el Sida, que se han magnificado las consecuencias por parte de los beatos, solo porque ellos no lo hacen. Pero hasta ahí. Es el argumento de las esposas de hoy, y las madres de ayer...para controlarnos. Dígame ¿Cuántos amigos suyos se han muerto por beber?...y ¿cuántos por cáncer, o infartados, o en accidentes de tránsito, o por fumadores?”

- ¿Tu esposa bebe?
- “No que va. Se toma una cerveza y le tiemblan las piernas. No sirve para acompañarme. Yo puedo estar toda la noche libando, y no me pasa nada. Ejerzo el control. Yo creo que eso tiene que ver con los gustos de cada quien. Con la exquisitez, con los niveles de compartir social que cada quien tenga”.

- ¿Cómo te la llevas con tu familia?
- “Normal…aunque a veces me critican porque vivo como quiero. No entienden que yo necesito mí también mi espacio. Que además de mucho trabajar, de vez en cuando me merezco un descanso, una alegría, una fiestecita, algo que alegre el cuerpo. Eso a veces no lo entiende y discutimos por ello. Mi mujer a veces aspira que después del trabajo me recoja solo a ver televisión….imagínese cosa más aburrida”

- ¿Te parece bien una fiesta sin bebidas...solo para conversar y compartir?
- “Qué va mi amigo. Eso es como quince años de religioso. Fiesta que no es húmeda no es fiesta. No hay nada mejor para compartir y dialogar, que aunque sea una cerveza. ¿Cómo vas a invitar a alguien a tu casa o a un restaurante o a un club, y solo vas a tomar soda, o refresco, o un café? Ni tan calvo, ni con dos pelucas. Imagínese una fiesta donde repartan solo merengadas. Un bautizo con guarapo de panela. Una graduación con batidos de fruta”.

- ¿Sabes los perjuicios del alcohol?
- “Menos que los del cigarro, menos que los de la marihuana. Búsquese en Internet para que vea que hay cosas más graves que el alcohol. Yo bebo y me siento muy bien. Como si el mundo fuera mío. Fuerte, animado, con ganas de echarle piernas a cualquier empresa, por difícil que sea. Una especie de energizante que, ingerido socialmente, es más lo que beneficia que lo que perjudica”.

- ¿Y el humor?...me dicen que a veces en medio de la euforia maltratas a la familia..
-“¿Quién le dijo eso, Licenciado???....es posible que a veces uno esté más susceptible que otras, pero lo que sucede es que justo cuando estoy celebrando es cuando vienen a reclamarme…son los momentos gratos de mi vida los que a veces mi familia no respeta…son mis gustos los que a veces quiere limitar, y éso sí que no. Qué van a saber ellos de lo que me conviene o no? Soy yo quien tiene la experiencia, quien tiene la orientación de la casa…no, no es verdad. Cuando me molesto lo hago por alguna razón y si coincide que lo haga cuando estoy con mis amigos, o echándome un palito, es simplemente porque ellos me lo quieren prohibir...o condicionar. Imagínese, la única alegría en medio de tanto estrés…y me la van a quitar.”

- ¿No sientes que podrías tener un problema con la bebida?
- “Y dale con la bebida. No, vale no. Yo soy un profesional universitario, conozco mis límites, sé cuándo es enfermedad, cuándo es alcoholismo. No soy un bruto. Sé hasta donde puedo llegar. Soy un hombre preparado, y conozco hasta dónde debo llegar. Mi mujer se preocupa, pero más por sus celos que por los palos. Ataca los palos, porque es una forma de que yo no salga, pero en su interior lo que teme no es que me rasque, si no que la engañe con otra. El problema no es el temor al alcohol por parte de las mujeres, sino por los cachos.”.

Lo observo, dependiente de la bebida sin reconocerlo. Ha pasado por dos malos ratos de salud por tanto beber, y no lo internaliza. Se sabe inteligente, pero no reconoce estar al borde del abismo. Sus seres queridos se niegan a hablar del tema par no ofenderlo. Lo hacen en voz baja, entre ellos, como para no importunar a quién saben en grandes problemas. El problema del alcoholismo debe ser detectado por quienes rodean al enfermo. Deben hacérselo ver, porque hasta que ello no suceda, no hay posibilidad de cura, y cada día que pase sin asistencia, es un día más para arriesgar la vida...innecesariamente. ¿Cuántos alcohólicos existen que no saben que para serlo no hay que emborracharse, ni andar desaliñado, ni ser encontrado tirado en la calle? Hay quienes dicen que lo mejor es ponerse colorado una vez, que sonrojarse muchas veces. Cuando son muchas las excusas para la afición a la bebida, cuando va más allá de lo social, deben encenderse las alarmas. Buscar ayuda especializada. Encontrar caminos. El alcoholismo es como el cáncer, tiene cura solo si se diagnostica a tiempo. Si no, puede convertir al más amante de los esposos, a la más hermosa de las mujeres, al más dedicado de los padres, al más bueno de los hijos, al mejor de los hermanos…en guiñapos, en bestias, en seres fracasado. Muchas familias se han destruido, por ese apego social al compartir indebidamente, vaso en mano. Camino a la muerte...pero celebrando.

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