El Diablo

(Publicado en el Diario El Informador el 01.10.08)

El Diablo
me hizo cambiar de médico

Lic. Víctor M. Barranco C.

Dicen que la pérdida de un hijo, es el mayor dolor a que puede ser sometido un ser humano. Que no hay abrazo, ni palabra, ni gesto, ni actitud que pueda aliviar lo que se siente. Que es como sembrar de horrores lo que pueda quedarle a alguien de vida. Como amputarle sin atenuantes las mañanas. Como negarle cada día sin piedad los amaneceres. Es no poder abrir de nuevo las ventanas. Ni volver a echar las bendiciones diariamente. Es sobrevivir en medio de la turbulencia. No poder llenarse con esa especial sonrisa. No volver a sentir su cariño entre los brazos. Es recoger, sin saber para qué, sus ropas, sus cuadernos, sus pelotas. No volver a oír su risa, ni a mitigar su llanto. Es enronquecer llorando, sin que aparezca. Y si además hay que llenarse de valor, para recorrer el largo camino para que se haga justicia, porque esa muerte pudiera suponer la mala praxis médica…entonces el dolor no tiene límites. Porque quienes tienen como misión el salvar vidas, deben cuidarse del error…pues alguien lo paga con la vida. Solo 11 años y un mundo por vivir. Solo una simple operación de meniscos en un niño en condiciones físicas insuperables, que no ofrecía ningún riesgo de muerte. Pero que desarrolló un proceso alérgico en medio de la operación, que consecuenció la aplicación de un fármaco para tratar de cortarla. La aplicación de un medicamento salido del mercado por los problemas que había causado a muchos pacientes, no solo –en su opinión- causó la muerte de su hijo, sino que evidencia que esa muerte no fue producto sino de la supuesta negligencia médica. A partir de ese momento sintió el mundo derrumbarse. Allí, donde nace el agua, la luz, la sombra. Donde mueren las aves y se devuelven los vientos. De espaldas al sol, frente a los duendes, donde la marejada de corales cosecha rudos inviernos a orillas del miedo. En ese sitio donde se quiebran los árboles, donde reír se convierte en un extravío, donde defecan los manantiales y la necesidad de justicia es grito en los libros de diario, dibujo de cementerios, que la despiertan cada noche sobre almohadas de miedo. No puede entender cómo en vez de asumir responsabilidades, quienes saben que las tienen se envenenan la mente, saludando al colapso en ese estertor de la ética, en ese climax del deshonor, donde confía que el poder no estimule más ese clima de horror y pueda, en algún momento, disipar la nube aquella que por una supuesta negligencia médica hoy la separa de su pequeño hijo, y la ha obligado indebida y dolorosamente a establecer ella una frontera con el cielo.

-Después de varias llamadas me visita. Viene de la Fiscalía. De pelear porque a su hijo se le haga justicia. Se llama Ana, y es de Acarigua. Me saluda, me entrega un manojo de papeles y comienza a contarme
- Sé Licenciado que usted no coloca los nombres de sus entrevistados, pero le voy a pedir que mencione el mío porque este caso es demasiado particular, y sobre él debe poderse identificar todo, para el día en que puedan establecerse las sanciones. Me llamo Ana Evelyn Lazo Arteaga, y mi historia comienza así: mi hijo tenía nueve años, cursaba tercer grado cuando comienza a caminar mal, y a dolerle las rodillas. Su profesor de educación física me lo comunica y lo llevo a un médico ortopedista-traumatólogo quien le manda a sacar unas placas. Las mismas revelan menisco-discoideo, algo muy sencillo y común según éste y otros médicos. Le prescriben terapia y pastillas para el dolor, pues había que operarlo. Solo que esa operación se realizaría cuando estuviera un poco más grande. Me dijo, con eso mejorará por un tiempo. Sin embargo, mi niño deportista, quien jugaba básquet, futbol, voleibol comenzó al poco tiempo de nuevo con el malestar. Recomiendan realizarle una resonancia y aparece el problema aumentado en los meniscos de ambas piernas. Solicito opinión de otros médicos en Barquisimeto y Acarigua, quienes coinciden en la necesidad de realizar la operación y también en lo rutinaria de la misma.

- ¿Había sido tu hijo operado con anterioridad?
- Sí, tres veces. Con mucho cuidado pues era asmático y alérgico. Todos los médicos lo sabían y tomaron sus previsiones. Es más, una de esas intervenciones se hizo en una clínica del este de la ciudad y el cirujano, un reconocido y responsable otorrinolaringólogo me dijo, no se preocupe que en esos casos usamos una anestesia especial y no hay nada que temer. Y así fue, el niño salió perfecto.

- ¿Le comunicaste eso al médico que iba a operar los meniscos?
- Claro. Cuando decido operarlo, me hablan de ese médico a quien responsabilizo de su muerte. Yo quería operarlo con otro médico, pero el diablo me hizo cambiar de opinión...y elegí fue a su verdugo. Le dije lo de la anestesia, y me dijo que en la clínica para la que salió la carta aval, había muy buenos anestesiólogos.

- ¿Cómo fue la operación?
- Bien llevo a mi hijo a la clínica, para operarlo el 20 de Diciembre. El día después que había cumplido once añitos. Según el médico traumatólogo la operación debía realizarse a las cinco. Traslado a mi hijo sin comer, sin siquiera tomar agua desde Acarigua porque solo le permitieron comer alguna fruta en la mañana ya que me dijeron debía ser internado temprano para no traumatizarlo tanto. Llegué al mediodía y mi hijo hasta dormido se quedó mientras lo pasaban a la habitación ya que no había disponible. Mientras estuvo en emergencia. Y es como a las 9 de la noche que aparecen los médicos, supuestamente porque habían tenido muchas operaciones, y cuando supongo ya estaban cansados. Lo despertaron para pasarlo al quirófano. Y él lloraba porque tenía miedo. Hoy creo que presentía lo que le iba a pasar.

- ¿Hablaste con el anestesiólogo?
- Al principio solo con el médico traumatólogo. El anestesiólogo ni siquiera tuvo la gentileza de ir al cuarto a conocer los familiares de ese niño a indagar sobre sus antecedentes. Sin embargo lo mandé a llamar después y le advertí que mi hijo era asmático y alérgico. Se lo encargo, doctor le dije. Tenga mucho cuidado con él. Solo movió la cabeza y metió a mi hijo que iba con lágrimas en los ojos. Es la última vez que vi con vida a mi hijo. A la hora me llama el traumatólogo y se burla de mí, porque en ese momento mi hijo estaba muerto cerebralmente pero no me lo dice…solo me señala: que la operación fue un éxito, que su pierna izquierda tenía un quiste y que la derecha que era la del dolor se había perdido todo el menisco, pero que se le haría un implante a los 16 años y caminaría bien. Y que al despertar de la anestesia lo trasladarían a la habitación. Y mi hijo, muerto. Me parece grotesco jugar con el cuerpecito de un niño, con los sentimientos de una madre, porque estaba muerto y los muy irresponsables no me dijeron lo que había pasado en el quirófano. No tuvieron ni la ética, ni la responsabilidad para comunicarme el hecho. Y en vez de enfrentar el error, lo escondieron. Le colocaron un catéter que va al corazón donde le suministraban medicamentos para mantener artificialmente la presión arterial…trataron de maquillarlo todo. Yo estaba desesperada, pensé que estaba en coma y que podía despertar, pero vino gente amiga entre ellos médicos y enfermeras quienes me dijeron que mi niño estaba muerto.

- ¿Qué te dijeron después?
- Bueno después que todo era evidente me dijeron “el niño presentó una erupción al inicio de la operación y otra al final”. Tal vez este anestesiólogo no tenía en su protocolo anestésico a la mano los medicamentos de auxilio (Adrenalina, esteroides, hidrocortisona, etc.). Pero me pregunto ¿no debió el cirujano parar la operación ante un cuadro como ése, con los antecedentes que tenía el niño y que yo le había hecho notar tantas veces? Lo cierto es que les pregunté por qué no despertó mi hijo y ambos, traumatólogo y anestesiólogo, solo me dijeron que no sabían. Yo que le entregué a mi hijo en perfectas condiciones según estos exámenes cuyas copias le dejo Licenciado. Un internista y un pediatra lo evaluaron y corroboraron el buen estado de salud que presentaba…y ellos me entregaron a mi hijo muerto después de pasar 8 días y que en coma. Artificialmente mantenido para evadir responsabilidades. Solo señalaban: diagnóstico reservado. Eso sin contar los millones que me cobraron. Lo que me costó, además de la muerte de mi hijo, la farsa. Los directivos de la clínica le echaron la culpa al laboratorio, pero después me enteré que allí adquieren medicamentos extranjeros de calidad precaria para ahorrar. Se taparon unos a otros, como usted sabe que siempre pasa en estos casos, muchos de los cuales usted ha reseñado porque al final no pasa nada.

- ¿Lograste hablar con los médicos?
- Traté, pero me evadían. Una vez los vi y se les notaba la culpa. Esa evasión de la mirada. Ese balbuceo. Ese evitar explicarme. Ahora bien, yo me digo, si no tenían la anestesia que se requería o si estaban cansados, no deberían haber realizado la operación. Pero me dicen mis amigos, que venía la navidad y ésos millones no sobrarían. Aunque me cuesta creer que alguien actúe al margen de su responsabilidad profesional solo por esas motivaciones. El día 28 de diciembre le pregunto al médico por qué le quitaron los medicamentos, por qué solo tenía el respirador, y me dijo…es que ya el corazón late solo. Como si yo fuera una ignorante. Me fui donde un neurólogo confiando en ese milagro que las madres esperamos en un caso como éste, que le devolviera la vida a mi hijo...pero me dijeron que tenía muerte cerebral. Esa noche a las 8 y 25 certificaron su muerte. Me entregaron a mi hijo muerto. Una negligencia que costó una vida inocente y 25 millones de bolívares.

- ¿Crees que se hará justicia?
- Tengo muchos meses llorando. El caso está denunciado en la fiscalía, donde incluso uno de los directivos de la clínica, señala que a mi hijo se le administró un medicamento, ZABORAN, que había salido del mercado por presentar problemas en algunos pacientes y que no sabía por qué había vuelto al mercado. Que él, iba a investigar ese problema. Pero ellos tienen buenos abogados y mucho dinero para que las cosas no lleguen al final. Por eso acudo a usted Licenciado, que se ha convertido en esa tribuna de quienes quieren gritar las injusticias. Y he visto que muchas de los casos salen del archivo a que son sometidas por esas manos peludas que usa el poder, cuando usted los trata a través de El Informador. Pero también para que algunos sientan el ruido de sus conciencias. Ese dedo íntimo que seguramente les señala cada noche. Esa culpa, esa irresponsabilidad que ocasionó una muerte. Y también un alerta a los padres. Si llegasen a necesitar una operación averigüen sobre quién es el anestesiólogo. En Venezuela debería haber regulaciones como en el exterior, donde el médico es responsable de los resultados no previstos. Que si el médico dice que la cosa es sin problemas y surge alguno, él responde por eso. Le hago un llamado humano al Colegio de Médicos. Ellos además de colegas, son también padres. Que no olviden que con la vara que miden, es con la que algún día, serán medidos.

Cansada de tanto recorrer arideces se despide, con esa humedad en los ojos que me retrata y me sacude. Con esa rabia que se pega. Con esa impotencia que uno reconoce. Ella, hoy trajinadora de dificultades, quien ha visto partir su hijo al infinito en mala hora, sembrarse en la tierra a destiempo …la que conoció de pronto el lugar donde se suicidan los tulipanes, mientras su niño hacía prematuramente el vuelo eterno de los tiempos…hoy sabe cuán difícil es el olvido. La muerte de su hijo, en las circunstancias que describe, tiene la dimensión de una larga y pesada noche, la profundidad de esos clavos que punzan día a día la herida de siempre, como por costumbre. En este nuevo andar entre espinas ha encontrado toda suerte de sufrimientos. Una tristeza en medio de ese chubasco que no la abandona. Mientras el grillo, con su fina lima de interrumpir el tiempo, pule su insondable martirio descubre un techo preñado de grises, gracias a ese par de contadores de cuentos, hacedores de cementerios que entierran sus culpas contando solo…con el silencio ajeno.

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