En nuestro País

(Publicado el 07.11.07)

En nuestro País
Muchos desprecian la excelencia


Por: Lic. Víctor M. Barranco C.

Tiene título. Distinto a sus antecesoras, quienes solo lo tenían a nivel medio, o se incorporaban al magisterio con su vocación y el aprendizaje empírico. En medio de su responsabilidad de enseñar, siente que no las tiene todas consigo. Asistió al Pedagógico, más que por vocación, porque era una forma de culminar los estudios superiores sin irse de Barquisimeto. De igual manera asistió a los cursos de Mejoramiento Profesional que le dieron experticia a ella, y a muchos de sus colegas, aunque hoy día siente que le faltó prepararse. Por ello, busca excusar algunas carencias –de ella y de muchos de sus colegas- en esa relación necesidad/oportunidad de estudio, que no siempre satisface el resultado final. Sabe que no puede acceder a veces, al mismo conocimiento de sus alumnos. No tiene Internet, ni tiempo para ir a un centro de navegación. Los libros, carísimos...y los periódicos, muy de cuando en vez. La radio, para ella...pura música y mala; y de la Televisión, desconfía. Sin embargo siente que le pone corazón a su enseñanza. Sacrificio y amor, en una conjunción de generosidad que aspira a que se traduzca en el bienestar del educando. Pero en su intimidad, en la privacidad de su quehacer diario, sabe que aún cuando fuera Licenciada en Educación, difícilmente podría competir con aquellas maestras, normalistas unas y bachilleres otras, que le antecedieron. Y que fueron maestras, amigas, parte de las familias de sus alumnos...pero sobre todo ricas, pródigas en conocimiento. Esa especie de manantial inagotable, que no solo servía para consultar sobre matemáticas o castellano...sino que para consultar sobre un dolor de muela, un problema familiar, o alguna duda adolescente que no se podía confiar a mamá o a papá. Cuando los maestros eran una prolongación de los padres. Los orientadores expeditos. La autoridad a la hora de la opinión. La sapiencia llena de humildad. La erudición en traje de diario. A diferencia de hoy, cuando solo viven la tragedia de la sobrevivencia, el desgarrador 15 y último que sustituye cualquier apostolado, cualquier previsión de servicio, cualquier sonrisa refrescante, cuando no alcanza para vestirse, ni para comprar libros para estar acualizada...mucho menos para viajar y hacer postgrados… cuando el ruido estremece y sacude cada día, sin pausa, sin tregua, en el sitio de la escasez...para tristeza del educador, y para perjuicio del educando.

- ¿Te sientes satisfecha con lo que haces?
- “A veces. A pesar de que la docencia en mí es un accidente, a veces siento que puedo hacerlo y hacerlo bien. Pero otras, me arrepiento. Creo que esta profesión requiere una serie de afectos y desafectos que muchos de los que nos graduamos de pedagogas, no tenemos. Afecto al servicio, al darse a los demás, a leer muchas más horas de las que se puede sin robarle tiempo al sueño. Afecto a la humildad, a ver en los demás el logro que no tenemos. Y desafectos. Desafecto a la huelga, a la protesta, al conflicto como medio de razonar...para no tener que hacer pagar a los muchachos penas que no tienen, cuando vamos a huelga y ellos pierden clases”.

- ¿Hay diferencias entre tú como docente, y los docentes que tuviste?
- “Mucha, del cielo a la tierra. Para nosotros, que tenemos que trabajar muchas horas y tener muchos alumnos a la semana para redondearnos un sueldo decente, es imposible “intimar” con todos. Si acaso con los más interesados, o con los más tremendos, que siempre llama nuestra atención. En mi época mi maestra era amiga de mamá y papá. Nos visitaba, estaba pendiente de mí y de mi rendimiento. Conocía a todos. Los alumnos eran personajes de carne, hueso y sentimiento...y no números de una matrícula. Ocupantes de un pupitre. Además había un respeto por el docente que hoy no hay. En mi época, si un docente me llamaba la atención y mis padres sabían...me castigaban. Replicaban el regaño o el castigo. Ahora no, ahora mucho padre se ha convertido en cómplice de su hijo. Y ante cualquier sanción, desautoriza al docente, a veces con epítetos que dejan muy mal parado a éste en su autoridad de enseñar, o lo denuncia y se hace su enemigo…y ello es grave. Incluso, en los centros educativos considerados como exigentes, prefieren no inscribir a sus hijos así allí aprendan, para cambiarlos a cetros donde todo es más suave. Hoy día a los alumnos se lo hacen muy fácil...a tal punto, que sobre una Universidad larense se dice, un poco en broma un poco en serio, que la cosa allí es tan fácil en una carrera determinada...que lo más difícil en ese centro educativo...dizque es conseguir dónde estacionar el carro”.

- ¿Culpa de quién?
- “De todos. De la familia que ha venido desintegrándose, De los centros docentes donde enseñan sólo para pasar exámenes y no para que los muchachos aprendan. Del principio de autoridad, que en ese revisar de actitudes, pasó de un extremo a otro. De una sociedad excesivamente sancionadora, a una excesivamente permisiva. Y tú sabes que la educación se basa en el premio y en el castigo. Una fórmula evaluadora fuera de cualquier posibilidad de excelencia, y una especie de clientelismo profesoral que hace concesiones para que los alumnos no los protesten, y no perder el sueldito que tienen. Incluso, hasta la vestimenta de los maestros ha cambiado. Hoy día tú ves cada ejemplar, que ni te cuento. Cada mercado persa ambulante, que da pena ajena. Cada adefesio…. Por otra parte no hay formas de superarse. Los postgrados son carísimos...y para tener un cargo, más que méritos, hace falta palanca...y quien requiere palanca, es porque no tiene méritos. Eso sin contar que los maestros trabajamos el doble. Nuestra labor no se limita a la hora de clases que nos pagan. Hay un tiempo extra para prepararlas, para evaluar, para corregir exámenes, que se lo quitamos al descanso...que nadie nos paga…y lo que es peor, nadie nos reconoce”.

-¿Pero no crees tú que cada quien debe también hacer algo por sí mismo...que debe darse otras herramientas...prepararse asistemáticamente?
- “Si, pero ¿dónde?... ¿con ayuda de quién?....tu no conoces las casas donde tenemos que vivir muchos docentes, ni las necesidades que pasamos...mucho menos la dificultad para comprar textos o adquirir otras herramientas para el saber...a veces ni para comer completo tenemos. Entonces, ¿cómo pedirle más a quienes no tienen lo más mínimo?...y si son las escuelas, pura demagogia, solo proyectos y cargos para los amigos o partidarios del jefe de turno. La educación no puede seguir siendo un problema aislado, y mucho menos el pasar de nivel...es algo más amplio, más universal...para lo que se requiere una revisión de todo, del diseño curricular, de la capacidad y formación de los docentes, de la dotación de herramientas adecuadas...y del apoyo de la familia del educando. Disposición a la excelencia, a que su hijo aprenda”.

- ¿Tú crees que éso es muy difícil?
- “Yo creo que sí. Porque muchos de nuestros líderes son cortos de conocimiento. Pero saben que si le dan al pueblo herramientas para que sepan, conozcan y se superen...seguro que ninguno de ellos volvería nunca a ser jefe de nada. A mucho de estos líderes de pacotilla –incluidos mucho de nuestros representantes gremiales- lo que les interesa es un país de mediocres en materia educativa, para poder seguir reinando. Para poder seguir siendo los tuertos en este país de ciegos. A esto hay que agregarle que en nuestro país, muchos desprecian la excelencia. Acá al trabajador que llega antes de la hora de entrada, y se va después de la hora de salida…poco lo reconocen. Más bien lo llaman jala mecates. A los mejores estudiantes se les margina, se les dice nerd. Pero a los que se copian y no los descubren, se les considera algo así como privilegiados en el curso”.

-¿El proceso educativo debe contener alguna ideología?
-“Si, la del sentir libertario. La de los valores humanos. La del respeto. La del servicio a los demás. La del libre disenso. La de la oportunidad horizontal de la discusión. La de la obligación de investigar. La del respeto a la familia, al vecino, al otro. La del estudio permanente para la superación. La de estar cada vez más preparados para ayudar al país a ser cada vez más lo que queremos. La de la venezolanidad, sin apellidos. La de la patria, sin excepciones. La de la responsabilidad social, la solidaridad comunitaria, el compromiso existencial y la excelencia académica”.

- ¿Y, entonces, nos resignamos?
- “No. Hay que dar la pelea. Pero no politiquera, sino ciudadanamente... con el interés puesto en ser mejores. Con el propósito de abrir ventanas y descorrer cortinas para que ese relevo que estamos formando pueda hacer mejores cosas de las que nosotros hemos hecho. Porque nuestros jóvenes sigan siendo irreverentes, pero sin perder el respeto. Porque los maestros volvamos a tener autoridad personal y profesional. Porque los muchachos puedan aprender de nosotros. Porque nos vuelvan a querer como antes. Porque no tengamos que ser alcahuetes para que nos celebren. Porque podamos sembrar y cosechar. Porque no tengamos que hacer huelgas para poder vivir decentemente. Porque no seamos las ovejas negras del estamento público. Porque recuperemos el respeto que merecemos. Y a lo mejor, después de ello, me llamas, y te cuento cómo, por cosas como esas, fue que descubrí mi vocación de maestra.”

Ella tiene razón. Enseñar, no puede ser solo un proceso de repetir fichas o lecciones, para que otros solo presenten exámenes. El proceso de aprendizaje, el de la formación integral va mucho más allá de la guía tal o la guía cual. Mucho más allá de los temas que van para determinado exámen. Pero para ello se requiere de disposición de todos. De un perfil. De una dotación tanto instrumental, como personal. De una forma de ser muy especial, que si bien no se debe limitar al ejercicio sadomasoquista confundido con humildad o sacerdocio, tampoco debe confundir a los alumnos como el instrumento ideal a partir del cual se extorsiona o se presiona a los jefes para conseguir una reivindicación determinada. La crisis del país es, definitivamente, consecuencia de una crisis educativa a todos los niveles. Sobre todo cuando se convierte en una instancia, donde la formación no se diferencia de la información. De la primera que llegue o como llegue. El propósito de la educación no puede ser solo pasar exámenes. Ni repetir de memoria y sin lógica conceptos o ecuaciones. Por ello es necesario escuchar a quienes desde la empírea nos enseñaron. En un momento en que ser Bachiller era un mérito reconocido. Y no hoy, cuando muchos de los docentes no saben escribir…cuando mucho profesional universitario da pena a la hora de exhibir su ortografía o sintaxis. Cuando el humanismo se exilió de las aulas…e Internet ha llegado a suplir, no en pocas ocasiones, las chuletas y los trabajos de clases...incluyendo los de grado. Por eso, rescatar el talento como instrumento de enseñanza, y devolverle al maestro toda su majestad, para que deje de ser el resultado solo de un accidente…seguro, forma parte de las soluciones.


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