Viví 18 años de mentiras

(Publicado en El Informador el 12.05.08)

Viví 18 años
de mentiras

Lic. Víctor M. Barranco C.

Un fantasma habitaba su deseo, su tiempo, sus temores, su libertad. Una complicada adolescencia, una infancia precaria, resumieron su vida entre la niña precoz intelectualmente, y la niña exitosa en el ambiente deportivo. Era, el sueño de todo padre. Aunque su andar no siempre se desarrollaba en los esquemas y deseos que éstos tenían. Alguna que otra máscara ocultaba el deseo y el tormento. La culpa y la vergüenza. El deseo de libertad, y el castigo que pudiera sufrir por ello. Se asomaba la madurez, se escapaba la adolescencia y las preguntas comenzaron a aparecer, de manera incesante. Lo correcto comenzaba a transformarse en cenizas y desaparecer como el día a finales de cada tarde. El debate entre convencionalismos e irreverencias pecaminosas, la obligaron a danzar al son que le tocaron los que ella llama aún, sus verdugos morales. Sin embargo, no dejó nunca de pensar en esa libertad anhelada; esa que, en sus sueños, le sabía a caramelo. Cruzó los 18 y logró evadir los cercos suicidas, pensaba que con ella Dios se había equivocado. Porque según lo que sentía Él no hizo a Eva para Adán, ni Adán para Eva. Eva, en su parecer, nunca fue costilla. Entendió que la magia que buscaba no estaba en el hombre, sino en la mujer. Era ella, y no él quien llenaba el sitio de su amor y su pasión. Decidió entonces vivir un mundo simple y sin reglas, aunque ignoraba el espacio a que se estaba entregando. Tuvo que enfrentar el mundo lésbico, esa tosca realidad que no comprendió hasta que ingresó en ella. Un mundo tan reprimido y tan carente de libertad... un mundo de lamentos y angustias...que si bien no recibe la burla y caricaturización que reciben los hombres con la misma preferencia sexual, si recogen el sacudón de la condena pública. Atrapada en su propia verdad, buscó una mentira para asir su vida llena toda ya, de una ineludible certeza. En su deseo de ser como se sentía, de ejercer su derecho de amar a quien escogiese, sembró su entorno de mil falsedades. Cuando quiso sacar cuentas, hacer inventario, asumir su verdad…los números que resultaban de esas cuentas, dividían su vida, su odio, su sueño…incluso, el amor a sus padres quienes la juzgaban, antes de escucharla. Aunque muchos digan que está en el “closet” puede responder que es en ese closet que el tiempo desgasta y la mano humana prostituye...en ese closet que su papá destruirá y quemará cuando se entere de las historias que allí se guardan... porque los valores de la familia son parte de ellas... y porque la historia de su vida comienza ahí... y el cambio también... y la lucha ni se diga...Como simbolizando lo que es hoy día su mayor tormento personal…su propia vida.

-¿En qué puedo ayudarte? Le pregunto
-“Mi idea no es que me ayude solo a mí. Es que me oiga, que escriba sobre lo que voy a contar, a ver si entre mi historia y su pluma ayudamos a otras en mi misma situación”

- Tú me dirás…
- “Usted ha escrito sobre diversos temas, que se han convertido en un espacio para la reflexión, sobre todo de nosotros los jóvenes. Con respeto, con talento, sin juzgar…por eso tanta gente lo lee. Por eso tanta gente confía en usted. Le voy a hablar sin rodeos, porque por primera vez voy a decirlo frente a alguien sin temor. Sin pena. Sin vergüenza. Con cierto orgullo diría yo. Segura de que me va a respetar y hasta entender, porque lo he venido siguiendo. Segura que si disiente de mí, lo hará respetando lo que soy, y no tratando de imponerme lo que usted cree yo debo ser. Con plena responsabilidad de lo que le voy a contar. Con esa alegría íntima de, aunque sea por unos minutos, no tener que esconder lo que quiero, o lo que soy. Yo, debo decirle que soy lesbiana…una palabra que de por sí solo, para algunos es una fea grosería. Pero que para muchas, es una decisión de vida. Un sentimiento tan noble y tan puro como cualquiera. Una condición que debe respetarse como una decisión libre de cada quien. Una actitud correspondiente a lo más íntimo de la persona, que debe corresponder solo a esa decisión privada de cada individuo, de elegir no solo una posición, o una forma de pareja…sino que cualquier preferencia sexual por poco convencional que ésta sea.”

- ¿Desde cuándo lo eres?
- “El recuerdo más antiguo que tengo es que me gustaba, y mucho, ver cómo una de las muchachas que me cuidaba en casa, se peinaba las trenzas, eso debió ser a mis 4 años. Años después, un día al abrir la puerta, hallé a una desconocida, que por una extraña química que en ese entonces no supe descifrar, me sacudió todo el cuerpo. Así fueron pasando los años y mi gusto por las chicas fue de la mano con mi larga lista de novios, lo mismo miraba a una niña mientras iba de la mano del novio de turno, que a un chico nuevo. No lo hacía para fingir, supongo y era la única manera de portarme que conocía. La que me imponía el entorno. Era una especie de espera paciente, a veces me asaltaba la idea de hallar a la chica que me estaba buscando, la que sentía lo mismo que yo, entonces la buscaba en la mirada de todas las extrañas. A los 16 años hallé a la depositaria de mis amores adolescentes, la típica mejor amiga, yo valiente le confesé todo, me desangré en poemas secretos, y justo cuando creía que me iba a dar el sí, ella, a quién yo había descubierto, encontró al "hombre de su vida"… ¿Cómo denominar ese extraño sentimiento?, como un hueco en el corazón, como una ausencia de algo... era como si nadie alcanzara a tocarme realmente, no importaba que clase de sujeto sea, nunca era suficiente. A los 18, había logrado evadir sueños suicidas; había logrado llegar a la cumbre... a la deleitosa libertad de la mayoría de edad, otra gran mentira. Pero mi triste decepción... Dios se había equivocado... Él no hizo a Eva para Adán ni Adán quería a Eva... o tal vez sí o tal vez no, no olvidemos el juego de los tal vez... gran mentira, maldita mentira... Dios me había traicionado. 18 años de mentiras. Fue cuando me dije, debí adorar a Silvio y rezarle los rosarios a él... porque él tenía razón... Eva dejó de ser costilla... Eva nunca fue costilla... Eva sólo quería correr tras el tiempo... Entonces encontré sus ojos... entonces me perdí en sus muslos... Entonces entendí que la magia que buscaba estaba en ella... era ella y no él... y las ansias me carcomían el alma y sabía que no existía condena en sus labios... y había llegado a mi mayoría de edad... tan magnífica, tan exquisita, tan mujer... tan ella... y sólo ella... ingeniosa y tonta... hermosa y fea... alta y baja... gruesa y delgada... idealista y corrupta... pero era ella... y el laberinto tomaba forma y la salida estaba próxima... ignoraba el mundo al que me estaba entregando... Escuchaba: “pero es de lesbianas” “no salió del closet”. Tantos sobrenombres... mi mundo era tan simple y sin reglas... no existía closet ni lesbianas... podía amar a una mujer sin la etiqueta de lesbiana, aunque le confieso Licenciado que no me molesta el término en lo absoluto... “

- Me dices que andabas de novio con chicos, pero te atraían las chicas, ¿cómo y cuándo separaste las preferencias?
- “Yo fui una chica con muchos amigos hombres…, temprano aprendí las estrategias del enamorar con los chicos, y me fue muy bien, nunca sufrí excesivamente por uno, excepto por uno con corazón de mujer. Nunca me deje engañar. Así paso una adolescencia regular, bueno, podría haber sido regular salvo por ese gusto extraño en materia afectiva que aún me condeno alguna que otra noche... No tengo muy claro el motivo, pero mientras transcurría mi adolescencia el estar con chicos nunca significó una molestia, si bien era cierto, nunca me sentía completa, debía fingir, pues en cosa de amores mi padres de alguna manera me estaban presionando. Siempre me echaban broma con algún compañero. Siempre dejaban colar lo del matrimonio…los nietos. A veces me desesperaba, buscaba en la mirada de las chicas una pista, algo que me deje saber que alguna sentía igual que yo. Recuerdo que mis mejores besos dados, los que recibieron más elogios fueron los que di imaginando que se los daba a otra chica. Sí, tal vez algo de traición hubo en eso, traición a mí misma y al los novios de turno, pero en ese entonces no había otra forma de ser, y no era el tiempo, ni el lugar, ni la costumbre. Yo misma me horrorizaba de pensar que no era igual a mis amigas…o cómo mis padres soñaban que fuera. En todo caso, porque la sociedad exigía a una mujercita en toda la extensión de la palabra. Conocí luego, a un chico muy especial, y me enamoré hasta los tuétanos de él. Le puse ganas. Corazón. Pensé que con ese amor –si lo alimentaba- podía borrar mis debilidades afectivas. Complacer a los viejos. Cumplir con las reglas morales. Aclarar de una vez por todas mis preferencias sexuales, acorde con lo que me habían enseñado. Ser una mujercita a tiempo completo. Aún cuando pensaba, en mi reflexión más íntima, que ese sentimiento iba a desaparecer, que podía rescatar mi género…pero la duda, la necesidad prohibida, seguía allí como un tatuaje. No puedo negar que amé mucho a ese chico y sólo ahora entiendo porqué fue a él y no a otros. Es que este sujeto en especial tenía el corazón de mujer. Pasé 4 años con él, en los que le entregué todo, incluyendo mi cuerpo, y no puedo negar que lo disfruté y mucho. Crecimos juntos, pero llegó el día en que la magia se fue. Para entonces ya había tocado todas las letras de mi sentimiento, había sido capaz de amar a un hombre, y hasta sufría por él, pero mi corazón y mi cuerpo deseaban con todas sus fuerzas a un ser de mi especie. Así en lo peor de mi duelo por él, que no murió sino que se fue con una amiga, sucedió. Yo había prometido un año nuevo especial, además de cambiar de siglo, yo debía hacer algo nunca antes hecho por mí, eso abarcaba desde el paracaidismo hasta el suicidio, no fueron necesarios esos extremos, por suerte. En esos días llegó un viejo amigo, del cual me había enterado por las malas lenguas, que "jugaba para el otro equipo", entre la euforia de las cervezas del reencuentro lo obligué a que se confesara y luego lo hice yo, con voz apagadita, y el rostro ruborizado le dije: creo que a mi me gustan las chicas. Desde ese día, tengo claro qué y a quién quiero. Había iniciado un camino que sin ser elegido, sería mi destino, mi signo y mi lucha.”

-¿Ya tus padres saben?
- “No. Aunque sospechan. Cuando ven que tengo una amiga más cercana que las otras, me la pelean. Tratan que no salga con ella. Le encuentran los mil y un defectos, pero no se atreven a decirme lo que sospechan o infieren. Se la pasan buscándome pareja. Algún día voy a decírselo todo y sé que seguro va a ser un duro golpe para ellos. No sabe Licenciado, cómo me hubiese gustado vivir en España, o en Estados Unidos. Allá, eso no es una tragedia. Allá es lo que debería ser…un hecho cotidiano”

-¿Piensas que el lesbianismo es una actitud, una condición, una decisión personal?
- “El por qué exacto, no lo sé. Resulta una búsqueda psicoanalítica muy enrevesada que aún no deseo iniciar: que si me identifiqué con mi madre o con el padre ausente, que si la figura materna fue muy dominante, y por eso mi elección es por otra mujer, etc. De verdad que todo muy aburrido. Lo sentí y punto. Nadie escoge de quién enamorarse…eso viene solo, y la mayoría de las veces, en desacuerdo con el prototipo ideal que cada quien tiene de lo que debería ser su pareja”

- ¿Alguna vez asumirás pública y libremente tu condición?
- “Creo que con usted, estoy dando el primer paso. Espero que las condiciones sociales cambien, no por mí…sino por mis padres. Fíjese que lo único que me falta para ser feliz – y seguramente a otras como yo- es algo que es un derecho inalienable para muchos, al menos de la boca para afuera: que me permitan escoger a mi pareja desde el sentimiento, y no, desde los prejuicios sociales. Tan sencillo, personal y fácil como eso”

Ni tan sencillo, dirían seguramente sus padres. Sin embargo, desde su razón, convoca al respeto. A su derecho a ser feliz. A su intimidad libre. A su necesidad de escoger y no que le impongan. A saltarse la rigidez de la costumbre y los principios de los demás, por defender el deseo y el derecho propio. Por eso, en el umbral de su closet, cuando el pensamiento evoca la verdad, allí donde se suicidan las caretas, en la antesala del grito, en el rincón del miedo, donde a veces ante la impotencia mora la ira, justo a la derecha del silencio...donde claudica, para algunos, la razón; su angustia, compañera de su tiempo sigue sembrándose de irreverencias para poder cumplir parte de sus sueños. De pie, con la tristeza en casa, el placer en el closet, un cansancio en la lucha, el descorrer de ventanas en la mente, y en esa decisión de poder ser algún día ser feliz completamente…desenhebra virtudes, descompone valores, sustituye principios y compone nuevos amaneceres…por ahora, en secreto.

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