Me embarazó el señorito de la casa

(Publicado en el Diario El Informador el 26.03.08)

Me embarazó
el señorito de la casa

Lic. Víctor M. Barranco C.

Debe tener algo así como 18 años. En su voz la amargura de quien le arrancan la vida, para convertirla en juguete del hijo mimado de la casa. Se la trajeron desde su pueblo en las cercanías de Quibor. Un caserío donde faltaba todo. Una señora, amiga de una prima que le trabajaba a una vecina, la convenció de venirse a Barquisimeto. Casa, comida, ropa, estudios, buen trato, respeto y una platica mensual como promesas…lucían súper atractivas para quien no tenía nada en su casa, ni posibilidades de llegar a tener. Desde muy joven tuvo que trabajar muy duro. Ayudar a los viejos con las gallinas. Las cabras. Hacer los oficios de la casa y caminar kilómetros para llegar a la escuelita donde, a duras penas, aprendió a escribir y a leer ya que el maestro era más lo que faltaba que lo que iba a cumplir con sus deberes. Ella sintió que la oferta que le hacían, revivía un sueño. Una ilusión. La paz. Esa sensación tenue de triunfo, que se esconde detrás de la sonrisa en ese juego cómplice entre el deseo y la posibilidad de hacerlo realidad. De nuevo sintió la angustia, ese creer que podía, esa necesidad de dejar los sitios húmedos por algo más cálidos…esa posibilidad de abandonar esa vida sin mañanas e ir al otro lado, donde hay cosas que recoger y aprender hasta en los rincones. Sintió de nuevo la luz, el camino entero por recorrer ante sus ojos, la muerte de la noche, el descubrimiento de una brújula para no recorrer los mismos pasos…un día distinto, que se le presentaba a medias, como queriendo ser descubierto. Sin embargo nada fue así. Fue la esclava de la casa. El juguete del niño mimado…y de vez en cuando hasta del serio señor que, sin embargo, delante de la gente la ignoraba. Solo tuvo memoria de presa herida. Decidió denunciarlo todo y marcharse. Les fijó a cada quien una hora, un segundo, un tiempo para pagar sus culpas. Tomó su mente y repasó con cuidado todos los recuerdos. Se detuvo en cada herida, hurgándola hasta hacerla sangrar de nuevo. Consiguió cada angustia vivida y la rescató del olvido. Cada ofensa, y la pulió, para con ella –de nuevo en el presente- herirse otras muchas veces. Con su cargamento de cicatrices, sacudió su tiempo, las nubes y borrascas que se cernieron sobre él, y en cada lágrima derramada sintió, sin embargo, una suave brisa en su cara que refrescaba. Decidió partir, dejarlo todo, renunciar a ese nuevo gran vacío que inundaba su vida, su cuarto, pero en ello descubrió una tristeza mayor…estaba en la calle, y embarazada.

- ¿Cuántos meses tienes de embarazo?
- “Voy para seis”

- ¿Hembra o varón?
- “Varón, me dijo el doctor”

- ¿Alegre o triste?
- “Es una mezcla horrible de las dos cosas. A veces lloro, a veces río. A veces pienso que lo puedo hacer feliz, a veces pienso que conmigo solo va a pasar trabajo. No sé señor, pero tengo un mundo de confusión que no me deja vivir. Que me entristece, pero para que usted vea, me da fuerzas para seguir adelante”

- Cuéntame de ese embarazo que tanto te perturba…
- “Yo soy de un caserío cercano a Quibor. De familia campesina, casi analfabeta. Apenas se leer y escribir, porque el maestro de la escuela donde estaba inscrita casi no iba a dar clases, a pesar que muchos de los alumnos caminábamos kilómetros desde nuestras casas para llegar a ella. Un día una señora por recomendación de una prima que le trabajaba a una amiga de ella, se apareció en mi casa a buscarme. Me ofreció villas y castillos. Incluso, la posibilidad de estudiar. Me habló de su casa, de lo respetuoso que eran su esposo y su hijo. De lo que ella me quería y podía ayudar si yo colaboraba con ella en los quehaceres domésticos…cuarto con baño para mí con agua caliente y televisor...y encima me iba a pagar quincenalmente. Una platica para mi sola cada quince días e iba a poder venir a casa cada vez que me pagara. Es más, ella me podía traer y venir a buscar..me dijo. Me sonó a Paraíso. Yo que tenía solo un par de trapos viejos, unas chancletas de plástico remendadas con el calor de un fósforo y algo de alambre; que vivía en una casa con el baño afuera, sin inodoro, con una letrina cubierta por un zinc a punto de caerse. En una casa de piso de tierra, y con el irrespeto de algunos de los hombres del pueblo que me decían cosas muy feas cuando me veían. Esa promesa era como cumplir un sueño. Un lindo sueño.”

- Y…
- “Y bien, le dije que sí de inmediato. Papá y mamá estaban más contentos que yo, porque por fin iba a estudiar, a vivir cómodamente y además a ayudarlos con los gastos de la casa. Redondito, señor”

- Pero…
- “Pero nada resultó ser como me lo pintaron. Los primeros días, más o menos. Era verdad lo del cuarto, lo del baño en el cuarto, lo del televisorcito pero que no podía ver sino entre 9 y 10 de la noche solamente, después de servir la cena. Lo demás, puro cuento. Me tenía que levantar a las 5 y media de la mañana a hacer arepas, y preparar el desayuno del señorito de la casa que se iba a clases a las 6 y media de la mañana. Luego atender al señor antes de irse a su trabajo, y a la señora antes de irse a la tienda que tenía en un centro comercial. De allí a montar almuerzo, tender las camas, asear el apartamento, servir el almuerzo, recoger, barrer, aspirar, preparar la cena, servirla, recoger de nuevo….Una vez traté de ver una novelita a las tres, y de casualidad la señora no me pegó. Me insultó, me dijo vaga, mantenida, percusia. Y me quitó el televisorcito. Cuando se cumplieron los primeros quince días, me pidió que no saliera porque ella esperaba a unos familiares y necesitaba ayuda, que ella me los compensaría después. También me dijo que como no iba a ir a casa en esa oportunidad, me pagaría después, cuando tomara los días que requería. Le creí, y me quedé.”

- Después ¿emparejaste?
- “Qué va. El señorito de la casa, como de mi edad, comenzó a molestarme. A llegar al apartamento cuando estaba sola y a tratar de besarme. Una vez, incluso, me empujó al sofá y se me montó encima…pero pelee y me lo quité diciéndole que lo iba a acusar. Lo acusé con su mamá, y esta me dijo que no volvería a pasar. Que él no era así, que seguramente yo lo habría provocado, Qué cuidadito, que ese niño era mucho para mí. Pensé que allí terminaría la cosa, pero cuando el señor supo, pues quiso hacer lo mismo. Un día se quedó trabajando en la mañana en el apartamento, me pidió agua, y cuando me le acerqué me quiso tocar las piernas: Me dijo que él era mejor que el hijo. Que él manejaba la plata. Que si me dejaba hacer cariños, me iba a resolver. Lo amenacé con acusarlo, y se asustó.”

- ¿Lo acusaste?
- “No, porque pensé que la señora no me iba a creer o iba a decir que le estaba sonsacando al hijo y al marido. Solo me limité esperar a cumplir el mes, que me pagaran, me llevaran a casa y no volver. Pero una tarde, el señorito de la casa llegó con unas copitas de más. Yo estaba sola. Me trató de besar. Me agarró. Me tocó, me metió en el cuarto y con un cuchillo me amenazó y me violó. Después se fue rápido. Lloré hasta la noche. Cuando la señora llegó, le conté. Y en vez de ayudarme me dijo…”perra, te saliste con la tuya. Pero no lo vas a disfrutar, cuidadito con andar enamorándote de mi hijo, Está bien que lo diviertas. Que se haga hombre contigo, pero hasta ahí. Porque te queda muy grande.” Me amenazó con contárselo a mi papá y a mi mamá si me iba, además que no me iba a pagar nada,...y yo no quise hacerle pasar calenturas y sufrimientos a mis viejos, así que esperé un poco más, para conseguir el momento propicio.”

- ¿Te dejaron quieta?
- “No. Al contrario, el señor me dijo que si ya lo había hecho con el hijo, qué me costaba hacerlo con él. Y me besuqueó. Se lo dije a la señora y esta vez si tomó cartas en el asunto y le echó un para´o al viejo. Pero al hijo no. Este continuó, y ellos lo ayudaron. Incluso creo que a veces en el refresco me echaban algo. Porque en la noche entraba a mi cuarto, me desnudaba, me violaba y yo no podía defenderme. No podía hacer nada, estaba como desmayada…eso pasó muchas veces. Hasta que comencé con náuseas y vómitos...me llevaron al doctor, y me dijeron que estaba embarazada”

- ¿Entonces?
- “La señora me ofreció abortar. Dinero, que me fuera y que dijera que ese hijo era de un novio que yo tenía. Me llamó una tarde y me dio un dinero para que me fuera. Le dije que ése era su nieto, y me dio un bofetón. Qué nieto del carajo, me dijo. Quién sabe de quién es ese hijo y se lo quieres meter a Rubén…esa vaina si que no. No dije nada, violada, esclavizada, embarazada pero con una plata más o menos importante regresé a mi pueblo y les conté a papá y a mamá, quienes me oyeron, me creyeron, y me están ayudando”

- ¿Por qué me llamaste?
- “Porque mucha gente lo lee y quiero que sepan, a través de usted, lo que me pasó, para que estén mosca. Le digo más, Rubén vino a verme, me trajo una ropita y me dijo que le avisara cuando el niño naciera. Su mamá se enteró, y lo sacaron del país…pero algún día vendrá y seguro lo conocerá.”

- ¿Se enamoró de ti?
- “No creo. Nadie que te quiere te hace daño. Me pidió perdón y me dijo que quería conocer al niño cuando naciera y darle su apellido...y éso, de seguro va a ser el peor castigo para esa vieja bruja que tanto daño me hizo.”

- ¿Eso te contenta?
- “Por mi hijo, fundamentalmente. Porque nadie va a celebrar nunca que se te acerque quien te violó”

- ¿Le dirás a tu hijo la verdad, así te hayan pedido perdón y a él lo reconozcan como hijo?
- “Seguro. Ya me engañaron una vez, le aseguro que dos, no. Lo que debo es estar alerta, no vaya a ser que ahora me lo quieran quitar. Uno nunca sabe.”

Embarazada. Lloviznada de rabias. Con ese frío que carcome cuando nos percatamos que algunos solo son un saco de huesos con nada adentro. Lejos de la verdad inventada cada noche con luna llena, con un sentimiento viejo y un odio nuevo como caracol insepulto, trata de ocultarse tras su orgía de angustias. En su afán de verlo todo, de descubrir mañanas nuevas, conoció las miserias, la basura ajena, y esa sed infinita de algunos por mostrar sus pequeñeces frente a la pobreza extrema. Con sus manos, recogidas de tanto maltratarse en el servicio a los demás, y de tanto defender su dignidad...había construido una muralla de vergüenza para defenderse de lo que le hacía sentirse siempre víctima, cuando le acosaba la memoria de cenizas, en cada mirada de invierno. Sola, con su hijo en su vientre, pule sus fortalezas de mujer, como antes había pulido su soledad y su llanto. En medio de mil estrellas siembra de adioses el sitio aquel donde fue carne para el abuso. Su hijo le recordará siempre, ese remolino de agresiones. Pero también le señalará, que es pájaro que vive en el aire...feliz, libre, con un nuevo calor en su nido…aunque pocos lo sepan.

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